Resta todavía un punto de vista importante para formular un juicio sobre el individuo de la
masa: «Además, por el mero hecho de pertenecer a una masa organizada, el ser humano
desciende varios escalones en la escala de la civilización. Aislado, era quizás un individuo
culto; en la masa es un bárbaro, vale decir, una criatura que actúa por instinto. Le Bon se
detiene particularmente en la merma de rendimiento intelectual experimentada por el
individuo a raíz de su fusión en la masa (ver nota).
Dejemos ahora a los individuos y atendamos a la descripción del alma de las masas tal
como Le Bon la bosqueja.
La masa es impulsiva, voluble y excitable. Abriga un sentimiento de omnipotencia; el
concepto de lo imposible desaparece para el individuo inmerso en la masa (ver nota).
La masa es extraordinariamente influible y crédula; es acrítica, lo improbable no existe
para ella. Los sentimientos de la masa son siempre muy simples y exaltados. Por eso no
conoce la duda ni la incerteza (ver nota).
(Ver nota)
Inclinada ella misma a todos los extremos, la masa sólo es excitada por estímulos
desmedidos. Quiere ser dominada y sometida, y temer a sus amos.
Para juzgar correctamente la moralidad de las masas es preciso tener en cuenta que al
reunirse los individuos de la masa desaparecen todas las inhibiciones y son llamados a
una libre satisfacción pulsional todos los instintos crueles, brutales, destructivos, que
dormitan en el individuo como relictos del tiempo primordial. Pero, bajo el influjo de la
sugestión, las masas son capaces también de elevadas muestras de abnegación,
desinterés, consagración a un ideal. Mientras que en el individuo aislado la ventaja
personal es a menudo el móvil exclusivo, rara vez predomina en las masas. Puede
hablarse de una moralización del individuo por la masa.
Otros rasgos de la caracterización de Le Bon echan viva luz sobre la licitud de identificar
el alma de las masas con el alma de los primitivos. Pero lo mismo ocurre en la vida
anímica inconciente de los individuos, de los niños y de los neuróticos, como el
psicoanálisis lo ha demostrado hace tiempo (ver nota).