La lingüística estructural estudia el lenguaje para detectar en él la parte esencial, que es,
según la hipótesis, una entidad autónoma de dependencias internas. Esta parte esencial del
lenguaje es la lengua; precisamente por esto la lengua constituye el objeto específico de
nuestra disciplina, y el habla interesa sólo porque entra en el lenguaje del que la lengua
forma igualmente parte.
La lingüística quiere deshacerse de los apoyos que hallaba en marcos ya establecidos o
disciplinas vecinas. Rechaza toda visión a priori de la lengua para construir sus nociones
directamente sobre el objeto. Esa actitud debe acabar con la dependencia, consciente o no,
de la lingüística con la historia por una parte, con la psicología, por otra. Si la ciencia del
lenguaje tiene que elegirse modelos, será en las disciplinas matemáticas o deductivas que
racionalizan por completo su objeto reduciéndolo a un conjunto de propiedades objetivas
provistas de definiciones constantes. Es decir, se tornará más y más formal, al menos en el
sentido en que el lenguaje consistirá en la totalidad de sus formas observables.
La noción positivista del ‘hecho’ lingüístico es sustituida por la de ‘relación’. En lugar de
considerar cada elemento en sí y buscar la ‘causa’ en un estado más antiguo, se considera
como parte de un conjunto sincrónico; el atomismo deja sitio al estructuralismo.
NOCIONES BÁSICAS DE LA LINGÜÍSTICA ESTRUCTURAL
Se entiende por estructura, particularmente en Europa, la disposición de un todo en partes
y la solidaridad demostrada entre las partes del todo que se condicionan mutuamente; para
la mayoría de los lingüistas norteamericanos será la repartición de los elementos tal como se
verifica, y su capacidad de asociación o de sustitución.
De la base a la cúspide, desde los sonidos hasta las formas de expresión más complejas, la
lengua es una disposición sistemática de partes. Se compone de elementos formales
articulados en combinaciones variables, según ciertos principios de estructura.
La lengua no comprende jamás sino un número de elementos básicos, pero que dichos
elementos se prestan a gran cantidad de combinaciones. El análisis metódico lleva a
reconocer que una lengua no se queda más que con una parte pequeña de las
combinaciones. Es esto ante todo lo que se entiende por estructura: tipos particulares de
relaciones que articulan las unidades de determinado nivel.
Un sistema está constituido por una serie de unidades organizadas, de modo que las unas
dependen de las otras. Estas unidades no son nada aisladamente, sino sólo en el conjunto
del que forman parte; no son entidades positivas, sino negativas, al ser lo que son por su
diferencia respecto las demás. Cada una de estas unidades tiene un valor relativo, ya que
depende del valor de las demás entidades; no pueden ser definidas absolutamente. La
lengua está, pues, constituida por un sistema de valores.
Las unidades de la lengua participan de dos planos: sintagmático, cuando se las considera
en su relación de sucesión material en el seno de la cadena hablada; paradigmático, cuando
son planteadas en relación de sustitución posible, cada una en su nivel y en su clase formal.
La descripción de la lengua, como la de cualquier otro objeto científico, ha de ser libre de
contradicciones, exhaustiva y los más sencilla posible. La lingüística anterior avanzaba de lo
especial a lo general, ascendía del simple sonido al fonema, de éstos a su categoría, de la
mera significación especial a la general o fundamental, procedimiento que se suele designar
como inductivo; es una marcha del componente a la clase, un movimiento sintético, un
método generalizador.