
el “habitat” producen desequilibrios organizacionales que crean la necesidad de cambiar el
modelo. Por supuesto, en la medida que las empresas quiebran y los Estados desaparecen,
nada garantiza que los intentos de adaptar el modelo luego de un shock llevarán a buen
puerto; a un nuevo equilibrio cooperativo. Al analizar la economía argentina tendremos
oportunidad de brindar ejemplos de cómo las interacciones entre la organización y su
hábitat pueden dar lugar a desequilibrios en los esquemas de negociación, coordinación y
motivación de magnitud tal que, a largo plazo, devienen en serios obstáculos para el
desarrollo organizacional tanto de las empresas como del Estado.
En términos muy abstractos, es posible clasificar los modelos de organización sobre la base
de las tres categorías que aparecen en el rectángulo central de la figura 1.1: el mercado, las
jerarquías privadas o públicas y las familias. Estos modelos se diferencian por las reglas
que utilizan para resolver los problemas de coordinación y motivación y, por lo tanto,
producen equilibrios cooperativos con características diferentes. En cuanto a la
coordinación, las jerarquías y las familias se basan en esquemas que centralizan las
decisiones, al contrario de lo que ocurre en los mercados, donde las decisiones las toma
cada agente de manera descentralizada. En lo relativo a motivación, mientras el mercado
confía la tarea a los precios y el afán de lucro individual, los mecanismos motivacionales
utilizados en las jerarquías son muy variados. Abarcan desde el motivo de lucro y la carrera
dentro de una empresa hasta los incentivos burocráticos en la administración pública. La
familia es muy especial en este sentido, ya que los agentes con poder de decisión
(típicamente, los padres) no actúan sólo en función de sus preferencias, y toman en cuenta e
internalizan los intereses de otros miembros (hijos y otros dependientes). O por lo menos
así lo hacen en la mayor parte de los casos.
Más allá de la clasificación anterior, hay que considerar que hay también grandes
diferencias entre los equilibrios cooperativos creados por cada tipo específico de mercado,
jerarquía y estructura familiar. Cada uno de estos modelos de organización cambia para
adaptarse al contexto y la función que cumple. Pero aun así, ni las jerarquías, ni los
mercados, ni las familias solucionan los problemas de coordinación, motivación y
ejecución de manera ideal, a pesar de que es razonable suponer que los agentes económicos
tratarán de elegir una forma de organizarse que minimice los costos de resolver esos
problemas. Ya hemos mencionado, no obstante, que los equilibrios cooperativos no están
garantizados y que pueden aparecer fallas de cooperación; situaciones de desequilibrio
organizacional. Como la cooperación se organiza a través de diferentes modelos, es lógico
que haya diferentes tipos de falla organizacional: si bien la economía siempre enfatizó las
“fallas de mercado”, en las economías modernas es posible detectar también “fallas de
gobierno”, “fallas de la empresa” y “fallas de la familia”.
En muchos casos, las fallas se pueden enmendar mediante la intervención del Estado por la
vía de políticas públicas y regulaciones. Desde este punto de vista, las políticas públicas son
instrumentos para mejorar la acción colectiva en casos especiales en que no pueden
utilizarse los esquemas de negociación, coordinación o motivación que proveen los
mercados, las jerarquías privadas y las familias. Sin embargo, el sector público mismo es
una organización jerárquica, que muestra sus propios problemas, como la corrupción o el
oportunismo político. Únicamente una visión en extremo ingenua de la naturaleza humana
o la ignorancia respecto del rol de los problemas de conflicto, coordinación y motivación