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Es malo matar a un ser humano inocente
El feto humano es un ser humano inocente
Es malo matar a un feto humano
Los argumentos que buscan destituir esta posición suelen dirigirse a la segunda premisa o
a la invalidez de la conclusión. Sin embargo, ninguno ha puesto en cuestión la primera premisa,
que es donde se juega una cuestión fundamental en relación con el ser humano. El concepto de
humano puede referirse a una persona, en términos de alguien con consciencia de sí y capacidad
de raciocinio. O, por otro lado, puede dar cuenta de la pertenencia a la especie homo sapiens. En
ambos casos, es evidente la invalidez del argumento. El feto no es una persona, en tanto no posee
as características para serlo en forma actual. Pero tampoco es válido afirmar que matar a un feto
sea malo por ser éste parte de una especie. Esto en la medida que la defensa de la vida se
transforma, entonces, en una cuestión de superioridad de la especie humana por sobre las demás.
El problema no es, entonces, el acto de matar, sino a quién matamos.
El feto como vida potencial
El argumento según el cual matar a un feto está mal por ser éste un humano potencial
brinda fuerza a la segunda premisa, pero lo hace debilitando la primera premisa. Efectivamente,
matar a un ser humano potencial no es tan evidentemente sancionable como matar a un ser
humano real. Los derechos aplicables a lo actual no parecen ser atribuibles a lo potencial. Pero,
además, Singer destaca los problemas ulteriores de afirmar algo similar. En efecto, las prácticas
anticonceptivas empiezan a ser cuestionables, en tanto impiden que algo valioso pueda venir al
mundo. Del mismo modo, la aplicación de un aborto en vistas de quedar embarazada en un futuro
no sería punible.
“Hacia una eugenesia liberal” – Habermas
El autor se propone debatir la libertad ética en relación con la eugenesia de tipo radical,
en el sentido de la posibilidad de programar a un individuo desde su información genética. El
problema que surge no guarda relación con la dependencia inherente a todo ser humano respecto
de su genotipo, sino con la inauguración de un plan vital intencionalmente impuesto por otros que
se le aparece al sujeto como imposible de revertir. La dimensión de la eugenesia difiere de todas
las expectativas relativas al niño en tanto hay en la primera algo de inefable, indiscutible,
imposible de ser comunicado. Es allí donde adviene algo del orden de lo mudo o inentendible.
La coacción de la libertad aparece en tanto la persona queda sujeta a las intenciones de
terceros de manera irreversible e inentendible. Sin embargo, esto no destituye toda práctica
eugenésica: Habermas recupera la cuestión de la eugenesia en relación con la evitación de graves
daños o enfermedades futuras y a reivindica. El quid de la cuestión es, sin embargo, la relación
interpersonal que la eugenesia liberal no terapéutica funda: relación absolutamente vertical
donde no hay posibilidad de dinamismo alguno. El programador posee, desde el momento cero,
un poder sobre el programado que es imposible de revertir. El programado no puede diseñar al
otro. En este sentido, la moralidad que surge de un orden igualitario queda coartada. Los padres
ya no son únicamente origen de la existencia del niño, sino que inauguran, también, su ser mismo.
Aún más, Habermas resalta la importancia del agujero social que existe en relación con las
personas hechas. En efecto, existe una realidad social que no puede, aún, tramitar la noción de la