
fundamental es de espejismo. Aquí es donde debemos ubicar el inmenso poder que
tienen las imágenes sobre el humano, pudiéndose observar en todo su esplendor en
las relaciones sociales, las cuáles se hallan tejidas sobre aquellas, funcionando del
siguiente modo: "me presento ante ti como una persona maravillosa, para que tú me
veas de esa misma forma; paralelamente, te veo a ti extraordinario, porque quieres
producir en mí esa idea. Conclusión: "los dos somos estupendos y maravillosos"
También se han de ubicar en este eje las "identificaciones" pues, al ponernos en
contacto con los demás, encontramos similitudes y nos identificamos con ellos. Como
ejemplo, presentamos a una paciente nuestra quién, tras varias rupturas
sentimentales, hace una elaboración paranoide de la figura masculina, al tiempo que
busca a interlocutoras que le den la razón. Estas últimas son, por lo general, mujeres
que están pasando por circunstancias parecidas y con las que la paciente puede
identificarse. El proceso seguido por ella da cuenta de la estricta reciprocidad del "yo"
con el "otro", en cuyo caso no es extraño que se produzca un discurso común,
monótono y repetitivo (p. ej. "los hombres nos hacen daño", "hay que tener mucho
cuidado con ellos", "nosotras somos débiles y tenemos que protegernos", etc).
2.4. El sujeto. Lacan se esfuerza en diferenciar el "yo" del "sujeto", ya que
frecuentemente se confunden en la literatura al uso. Para Freud la realidad del sujeto
se halla en el inconsciente, excluido el sistema del "yo"; por tanto, el sujeto no puede
nunca coincidir con el "yo". Análogamente, se puede afirmar que el inconsciente es el
sujeto ignorado por el "yo".
Esto se demuestra cuando escuchamos al paciente y contemplamos que se quiere ver
en el "yo" y hasta se cree que es el "yo", pero no es ese el lugar que le corresponde;
su sitio se encuentra más allá. La mayor parte de aquello sobre lo que el sujeto cree
poseer una certeza reflexiva no es más que una disposición superficial, racionalizada,
justificada secundariamente de lo que es su propio ser, que descansa, como luego
veremos, en su deseo.
Añadimos que el sujeto cuando habla no sabe lo que dice porque no se ve realmente,
solo acierta a contemplarse del lado del ego y escucha tan solo aquello que proviene
de este último, por propia boca o por la boca del "otro". De ahí la necesidad de un
analista que sirva de testigo para esas palabras que se pronuncian y no son recogidas
por quién las enuncia.
El sujeto se representa con la letra (S).
2.5. El Otro. Lacan diferencia con gran claridad el "otro", representado como (a'), y el
"Otro", para el que utiliza el matema (A). El gran "Otro" no es ese "otro" que es
intercambiable con el "yo", del que es su imagen y que hemos estudiado líneas arriba;
se trata de ese otro sujeto que se constituye en la "alteridad fundamental", el "Otro
radical" podríamos decir. Con este último no puede haber identidad alguna y
trasciende todo lo ilusorio, lo imaginario. Se encuentra, por tanto, más allá del "muro
del lenguaje".
El Otro se halla inscrito en el "registro simbólico", el lugar en el que está constituida la
palabra y que es desconocido por el "yo". En este sentido, se tiene la ilusión de que la
palabra procede del "yo", pero no es así pues se organiza en el Otro; de ahí que Lacan
lo nombre como: "tesoro de significantes".