ESQUEMA Z EN LACAN
2.1. El "yo". En un trabajo previo expusimos las características de esta instancia en
consonancia con una postura freudiana (10). En esa misma línea, diremos que el "yo"
consiste en aquel lugar donde se intenta producir la representación propia sin fallas ni
fisuras, lo que indica que el ego se encuentra prisionero de la ilusión de "unidad" y
"síntesis
Se representa en el esquema con la letra (a), de la voz francesa "autré" y que puede
traducirse como "otro".
2.2. El "otro". Se trata del semejante, el "alter-ego", y se expresa con el matema
(a'). En el esquema lacaniano ambos elementos son intercambiables, pudiéndose
afirmar que "el yo es otro" y "el otro es yo" o, como dijo Rimbaud: "Je est un
autre". De ahí que la letra "a" ("autre") se emplee en ambos casos.
Este aserto puede demostrarse fácilmente, ya que:
-Por un lado, la primera de las fórmulas ("el yo es otro") tiene que ver con los
fenómenos de "proyección", en las múltiples formas en que se puede presentar en las
relaciones cotidianas: colocar los defectos propios en los demás, ser crítico o exigente
con los semejantes como se es consigo mismo, no aceptar a los otros cuando uno no
se acepta, hallarse siempre pendiente de la aprobación o el reconocimiento ajenos
para sentirse aprobado e importante, etc.
-Por otro, la segunda fórmula ("el otro es yo") especifica de modo claro los sucesos
propios de la "identificación" que es, según Freud, el mecanismo sustancial en la
formación del "yo". Efectivamente, este último puede entenderse como una suma de
identificaciones, aspecto que puede descubrirse fácilmente en las sesiones con los
pacientes
Lacan ha mostrado que el origen del "yo" se encuentra en el exterior, dado
que se organiza a partir de la imagen que se produce en el espejo, donde se
halla a un "otro" reflejado. De ahí la alienación fundamental sobre la que se
organiza dicha estructura y que marcará el destino posterior de su portador
Dando un paso más diremos que el "yo", en los contactos narcisistas que le son
propios, mantiene una confusión con el semejante. Esto puede recogerse con facilidad
en nuestros consultorios donde, muchas veces, no es fácil saber de quién habla el
paciente, si de sí mismo o de otra persona. Así, una de nuestras consultantes,
bastante envidiosa por cierto, cuando habla de una amiga indica que es una persona
que "envidia a todo el mundo" y "se la come la envidia" y, las más de las veces, no es
fácil deducir, a partir de sus enunciados, a quién se refiere en realidad pues se ve
cómo sus propios sentimientos están "depositados" en esta última.
2.3. La relación "yo-otro". Existe una conexión directa entre estos dos elementos
analizados, que se expresa con el emparejamiento del "yo" al mundo simétrico del
"otro"; nos hallamos en el plano del espejo y que se representa como (a-a')
A esta relación que ahora describimos, Lacan la denomina "eje imaginario", debido a
que el ego es básicamente una construcción imaginaria, ya que su carácter
fundamental es de espejismo. Aquí es donde debemos ubicar el inmenso poder que
tienen las imágenes sobre el humano, pudiéndose observar en todo su esplendor en
las relaciones sociales, las cuáles se hallan tejidas sobre aquellas, funcionando del
siguiente modo: "me presento ante ti como una persona maravillosa, para que tú me
veas de esa misma forma; paralelamente, te veo a ti extraordinario, porque quieres
producir en mí esa idea. Conclusión: "los dos somos estupendos y maravillosos"
También se han de ubicar en este eje las "identificaciones" pues, al ponernos en
contacto con los demás, encontramos similitudes y nos identificamos con ellos. Como
ejemplo, presentamos a una paciente nuestra quién, tras varias rupturas
sentimentales, hace una elaboración paranoide de la figura masculina, al tiempo que
busca a interlocutoras que le den la razón. Estas últimas son, por lo general, mujeres
que están pasando por circunstancias parecidas y con las que la paciente puede
identificarse. El proceso seguido por ella da cuenta de la estricta reciprocidad del "yo"
con el "otro", en cuyo caso no es extraño que se produzca un discurso común,
monótono y repetitivo (p. ej. "los hombres nos hacen daño", "hay que tener mucho
cuidado con ellos", "nosotras somos débiles y tenemos que protegernos", etc).
2.4. El sujeto. Lacan se esfuerza en diferenciar el "yo" del "sujeto", ya que
frecuentemente se confunden en la literatura al uso. Para Freud la realidad del sujeto
se halla en el inconsciente, excluido el sistema del "yo"; por tanto, el sujeto no puede
nunca coincidir con el "yo". Análogamente, se puede afirmar que el inconsciente es el
sujeto ignorado por el "yo".
Esto se demuestra cuando escuchamos al paciente y contemplamos que se quiere ver
en el "yo" y hasta se cree que es el "yo", pero no es ese el lugar que le corresponde;
su sitio se encuentra más allá. La mayor parte de aquello sobre lo que el sujeto cree
poseer una certeza reflexiva no es más que una disposición superficial, racionalizada,
justificada secundariamente de lo que es su propio ser, que descansa, como luego
veremos, en su deseo.
Añadimos que el sujeto cuando habla no sabe lo que dice porque no se ve realmente,
solo acierta a contemplarse del lado del ego y escucha tan solo aquello que proviene
de este último, por propia boca o por la boca del "otro". De ahí la necesidad de un
analista que sirva de testigo para esas palabras que se pronuncian y no son recogidas
por quién las enuncia.
El sujeto se representa con la letra (S).
2.5. El Otro. Lacan diferencia con gran claridad el "otro", representado como (a'), y el
"Otro", para el que utiliza el matema (A). El gran "Otro" no es ese "otro" que es
intercambiable con el "yo", del que es su imagen y que hemos estudiado líneas arriba;
se trata de ese otro sujeto que se constituye en la "alteridad fundamental", el "Otro
radical" podríamos decir. Con este último no puede haber identidad alguna y
trasciende todo lo ilusorio, lo imaginario. Se encuentra, por tanto, más allá del "muro
del lenguaje".
El Otro se halla inscrito en el "registro simbólico", el lugar en el que está constituida la
palabra y que es desconocido por el "yo". En este sentido, se tiene la ilusión de que la
palabra procede del "yo", pero no es así pues se organiza en el Otro; de ahí que Lacan
lo nombre como: "tesoro de significantes".
Indica esto que la palabra se encuentra más allá del propio control consciente, viene
desde "otro lugar", fuera de la conciencia.
El lenguaje precede a nuestro nacimiento, es independiente de nosotros, no nos
pertenece específicamente. A partir del momento en que venimos al mundo van a
producirse una serie de palabras (significantes) que nos van a ubicar en la estructura
familiar e incluso social. Estas palabras (que proceden del Otro) son fundadoras del
sujeto y, al mismo tiempo, lo apresan, forma lo simbólico que lo atrapa y que el
análisis pacientemente debe descubrir
2.6. La relación "Otro-Sujeto". Esta conexión implica recibir del Otro el lugar que le
corresponde a uno en el tejido social, lo que supone como hemos visto, la realización
simbólica del sujeto. De ahí, que nos encontremos en el "eje simbólico".
una organización de lenguaje en la que se encuentran ciertos "lugares" en los que el
sujeto es ubicado desde los designios del Otro, de quién viene la "verdadera palabra".
En este sentido, un paciente nuestro desde pequeño fue nombrado como el "inteligente
de la familia" y el que "irá a la universidad", mientras su hermano era el "torpe", que
"solo podrá dedicarse a trabajos que no requieran esfuerzo intelectual"; tales designios
procedentes de la alteridad radical se cumplieron a rajatabla en ambos hermanos.
Nuestro paciente, a quién no le gustaba estudiar, tubo que seguir los pasos marcados
por ese gran Otro; su análisis personal desvela lo que serían para él verdaderas
inclinaciones profesionales más allá de aquel lugar simbólico en el que había sido
coagulado.
De lo expuesto se sigue que la relación (A -> S) representa al inconsciente, por eso
Lacan afirma que "el inconsciente es el discurso del Otro".
Lacan utiliza el "esquema L" (entre otras cosas) para colocar la palabra en la
dimensión intersubjetiva, pero existe algo que parece paradójico en toda esta trama:
el sujeto se halla separado de sí mismo por el orden del lenguaje y, paralelamente, se
construye como sujeto por el lenguaje ¿cómo puede ser esto? Lacan, apoyándose en
Saussure (16), diferencia entre "palabra" y "lenguaje" indicando que mientras la
función de la primera es simbólica, el uso del lenguaje es imaginario. Este último
adquiere la función imaginaria en tanto objetiviza al sujeto como "yo", digamos que lo
clave en una "representación-imagen" de la que no puede liberarse en lo sucesivo. La
palabra, en cambio, cumple la función de reconocimiento subjetivo oponiéndose a la
función objetivante del lenguaje
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