En el mundo dominado por los varones de Roma, la castidad de las mujeres era importante, de
nuevo para asegurarse de que sus herederos fueran legítimos. De hecho las leyes para impedir
acercamientos sexuales impropios iban dirigidas a hombres que intentaban hablar con mujeres
casadas o vírgenes, engatusando a sus acompañantes para que alejaran de ellas, lo que implica
que las mujeres respetables no salían sin acompañantes. No resulta sorprendente que, bajo
Augusto, el adulterio se convirtiera en crimen, pero la ley no se aplicaba con el mismo rigor a
ambos sexos. Una mujer casada era culpable si tenía relaciones sexuales con cualquier otro
hombre que no fuera su marido. Por otro lado, un hombre era culpable solo si su amante estaba
casada, así que a la mujer engañada le resultaba más difícil que juzgaran a su marido; un hombre
solo tendría problemas con la ley si tenía relaciones con las esposas de otros hombres. Por tanto,
un hombre que tenía relaciones sexuales fuera del matrimonio con una mujer no casada de clase
alta cometía fornicación criminal (estupro), pero no era culpable de adulterio. La ley estaba
pensada para que un marido pudiera estar seguro de que su mujer le era fiel. Por consiguiente, las
penas por adulterio eran severas; el marido tenia sesenta días para procesar a una mujer adultera
y divorciarse de ella y, si este no lo hacía, el mismo podía ser acusado de actuar como proxeneta.
Una mujer condenada perdia la mitad de su dote y un tercio de su propiedad, el hombre, la mitad;
entonces, eran relegados (como una especia de exilio) a islas específicamente separadas. Una
mujer con este tipo de condena no podía casarse depues con un ciudadano romano nacido libre…..
Tomado y copiado por O.Britez del libro Historia de Roma, desde los orígenes hasta la caída del
imperio de Brian Cambell (2013).
La vida ulterior del derecho Romano.docx
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