Conclusiones
El sistema de salud argentino se encuentra fuertemente fragmentado y desarticulado y esta
circunstancia se constituye en una de sus principales características. Asimismo, la historia del formato
actual se remonta a la década de los años cuarenta y a la constitución de un sistema sustentado en un
modelo de desarrollo económico basado en el mercado interno y en el pleno empleo.
En este contexto, el subsector público se conforma como tal bajo una fórmula universalista de
atención que va encontrando, con el paso de los años, serias limitaciones en su impacto real.
Simultáneamente a este proceso, nos encontramos con la conformación del subsistema de
seguro social que se torna un elemento central y constitutivo del sistema de salud argentino. Este
subsector también se forma con el supuesto del pleno empleo y pretende dar cobertura de salud a los
trabajadores por rama de producción. Asimismo, se asocia con la constitución de un actor clave en la
arena política de Argentina de los últimos cincuenta años: el sindicalismo.
Entonces, tenemos un sistema de salud conformado por un sector público que pretende dar
cobertura médica a toda la población y no logra llegar a los sectores más carenciados, un subsector de
Obras Sociales que pretende dar cobertura a los trabajadores pero que no asegura a aquellos que
engrosan el creciente grupo de los desempleados y, sobre todo, de trabajadores informales. Y, por
último, un subsector privado, que apunta naturalmente a los estratos sociales con mayor capacidad
adquisitiva, pero que -como consecuencia no buscada de la acción/inacción de las Obras Sociales - está
logrando una cada vez mayor inserción como prestador del subsector de OS, por lo que se desdibuja
como competidor.
En este contexto, la reforma del área que se intenta llevar a cabo se centra en los subsectores
públicos y de Obras Sociales, aunque el impacto esperable sobre el conjunto del sistema será
consecuencia, fundamentalmente, de la reforma de este último subsistema. Esto es así porque, en
relación al sector público, la reforma –basada en el proceso de descentralización-, no conlleva realmente
en un elemento novedoso ya que desde la década de los años setenta se vienen impulsando este tipo de
transferencias desde la Nación hacia las provincias. Asimismo, el espíritu que guía estas reformas es
más bien de corte fiscal y no prioriza una reconversión de las capacidades institucionales y de
gerenciamiento de los hospitales. La atribución de capacidades decisorias a los niveles subordinados de
las organizaciones (desconcentración), por un lado, y la descentralización con transferencia de funciones
a los niveles regionales, provinciales o locales de gobierno, por el otro, implican una redefinición del
papel normativo y orientador del MS.
En la práctica, la descentralización es una compleja operación política que supone
negociaciones, asunción de responsabilidades, aprendizajes y maduración. Y, aunque este proceso es
posible de ser rastreado retrospectivamente, desde hace por lo menos dos décadas, los tiempos de
“maduración institucional” se vieron sucesivamente interrumpidos. En efecto, la evidencia disponible
muestra que el transitar este camino con exceso de velocidad, resiente la calidad de los servicios a la
vez que la frustración y el fracaso sustituyen a la acumulación de experiencias.
En general, las transferencias en el subsector público de la salud se han realizado a partir de
decisiones unilaterales del gobierno central, sin acuerdo con las provincias o municipios y con escasa
comprensión al nivel local de las consecuencias y requerimientos de la nueva situación. Además se ha
transferido las estructuras pero estas no han sido acompañadas proporcionalmente por los recursos,
humanos, financieros y de capacitación para tal fin. En realidad la descentralización se convirtió en un
desentendimiento del estado en la garantía del acceso de la atención de la salud.
En el caso argentino, la descentralización consistió –básicamente- en el otorgamiento de una
mayor autonomía de gestión a los Hospitales Públicos (HPA).
Sin embargo, la reforma tuvo su principal impacto sobre el vínculo entre el subsector público y el
de las obras Sociales. En efecto, el objetivo de lograr una mejora de los Hospitales incorporando la
recuperación indirecta del gasto producido por las prestaciones brindadas a personas con capacidad de
pago para las mismas, impactó directamente sobre las Obras Sociales que se vieron obligadas a revisar
sus finanzas por la reducción del presupuesto realizada por la SSS. En este sentido, la descentralización
y redefinición del subsistema público muestra un mayor acento en sus aspectos de "ajuste" que de
"reforma".