la nutrición y el crecimiento de cualquier ser vivo, postuló que el agua era esta “materia primordial” de
la cual todo está compuesto.
El surgimiento del lógos en la Antigüedad en oposición al mýthos puede ser considerado uno de
los primeros abordajes de la cientificidad en Occidente. Por supuesto, muy lejos nos encontramos
aún de la demarcación que estamos buscando para definir con claridad lo que es la ciencia. De
hecho, los límites entre lógos y mýthos son en la Grecia antigua bastante porosos. Autores como
Francis Cornford (1984) consideran que el lógos de los primeros filósofos no es un discurso
puramente racional y completamente separado del pensamiento religioso del mýthos, sino que
constituye una racionalización explicativa de las narraciones de los mitos y leyendas: aquello que en
el mito son poderes naturales personificados, en los primeros filósofos son cualidades abstractas
naturales. De hecho, gran parte del vocabulario utilizado por estos filósofos aún responde a
caracterizaciones divinas, espirituales y cuasi mágicas. No obstante, el lógos sí puede ser visto como
un primer paso hacia una visión racional, objetiva, crítica y fundamentada sobre la realidad, algo que,
como veremos más adelante, forma parte de la caracterización de la ciencia.
Con el paso del tiempo y los posteriores desarrollos del pensamiento antiguo, surge en el siglo
V a.C. dentro del discurso del lógos “otra oposición a partir de la cual es posible rastrear con mayor
precisión el origen remoto de nuestro actual concepto de ciencia” (Pardo, 2012, p.18). Nos referimos
a la distinción clásica entre dóxa y epistḗmē, trabajada en detalle por filósofos como Platón y
Aristóteles. Dóxa refiere a la mera opinión o el saber vulgar, mientras que epistḗmē constituye un
conocimiento en sentido estricto, un saber “científico”. De hecho, quizás nos resulte familiar el término
epistḗmē, dado que está en la raíz etimológica de la disciplina filosófica que se ocupa del
conocimiento científico, su naturaleza y fundamentos: la epistemología. En este estadío, la cultura
griega clásica ya distinguía, dentro del ámbito del lógos, un conocimiento sólidamente fundamentado
(epistḗmē) y otro tipo de conocimiento que, si bien racional, no alcanza a fundamentar
adecuadamente su “verdad” (dóxa). La caracterización platónica
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de dóxa y epistḗmē puede servirnos
para comprender mejor cómo opera esta distinción y cómo podemos vincularla con la DC:
- La dóxa u opinión es un saber orientado a objetos sensibles, particulares y contingentes. Dado
que se basa en las apariencias de lo sensible, se obtiene de manera espontánea, sin
esfuerzo, y se mueve en el ámbito de la verosimilitud. Consecuentemente, se trata de un
saber inestable, no fundamentado, acrítico, y asistemático.
- La epistḗmē o conocimiento, por su parte, se encuentra orientado a objetos inteligibles,
universales y necesarios. Se trata de un saber más elevado y difícil de acceder, dado que va