peraban, y puesto que les estás obligado, tam-
poco puedes emplear medicines fuertes contra
ellos; porque siempre, aunque se descanse en
ejércitos poderosísimos, se tiene necesidad de la
colaberación de los “provincianos” para entrar
en una provincia. Por estas razones, Luis XII,
rey de Francia, ocupó rápidamente a Milán, y
rapidamente lo perdió; y bastaron la primera
vez para arrebatárselo las mismas fuerzas de
Ludovico Sforza; porque los pueblos que le
habían abierto las puertas, al verce defraudados
en las esperanzas que sobre el bien futuro
habian abrigado, no podían soportar con resig-
nación las imposiciones del nuevo príncipe.
Bien es cierto que los territorios rebelados
se pierden con más dificultad cuando se con-
quistan por segunda vez, porque el señor,
aprovechándose de la rebelión, vacila me- nos
en asegurar su poder castigando a los delin-
cuentes, vigilando a los sospechosos y refor-
zando las partes más débiles. De modo que, si
para hacer perder Milán a Francia bastó la pri-