LA PROPUESTA Y LA PROVOCACIÓN DEL GÉNERO EN EL DERECHO
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Universidad Andina Simón Bolívar y que generosamente compartía su
programa conmigo. En otros casos, libros que descubría en librerías o
bibliotecas y que consideraba aceptables, libros que se experimentaban en
clases. De esos textos, hemos escogido aquellas lecturas que fueron
quedando por haberse convertido en imprescindibles (algunos textos no
pudimos incluir por no haber conseguido el permiso para publicarlos).
Esas lecturas están en esta edición. Lamentablemente pocos textos tratan
de forma amplia y profunda el tema del derecho y el género, tales como el
libro pionero editado por Alda Facio y Lorena Fries, Género y Derecho, la
colección “Identidad, mujer y Derecho”, publicado en Biblos en Buenos
Aires y el libro de Tamar Pitch, Un derecho para dos, editado en Madrid por
Trotta. Este libro pretende sumarse a esa pequeña lista de textos que den
luces para la construcción de una teoría del derecho que incluya al género.
Pero vuelvo a las clases.
Las clases de género y derecho tenían dos particularidades que hacían
que se distingan de las otras clases que dictaba y de las otras que se daban
en la Facultad. En primer lugar, la perspectiva de género en el derecho
tiene, como pocas otras áreas, la virtud de ser siempre crítica. Y esto ya es
refrescante en la tan pesada y monótona tradición jurídica. La ley nunca es
neutra. Esto ya lo había dicho la escuela realista norteamericana, pero se
hace una vez más evidente desde el género. Deconstruíamos las normas y
éstas, aparentemente proteccionistas, se tornaban en normas censurables
desde el derecho constitucional a la igualdad. En segundo lugar, y esto al
principio fue casual y luego intencional, la relación de la temática de género
se relacionaba directa e inevitablemente con la cotidianidad. Todas las
personas estamos en relación de poder en cuanto al género. Era fácil,
cuando se trataba de asuntos de familia, pensar, por ejemplo, en el trato
distinto que tienen las adolescentes, terriblemente controladas para evitar
que sean violadas, y los adolescentes, terriblemente libres para promover
que “violen”, las primeras escondiendo su actividad sexual y los segundos
jactándose de promiscuidad sexual. También era fácil visitar la galería de
presidentes de la asociación de estudiantes y constatar, por la simple
mirada a las fotos, que no había mujer alguna y que, éstas, ocupaban los