Capítulo 1- Algunos fragmentos
El primer período, desde el 24 de febrero, o desde la caída de Luis Felipe, hasta el 4 de mayo de 1848, fecha en que se reúne la
Asamblea Constituyente, el período de febrero, propiamente dicho, puede calificarse como de prólogo de la revolución. Su carácter se
revela oficialmente en el hecho de que el Gobierno por él improvisado se declarase a sí mismo provisional, y, como el Gobierno, todo lo
que este período sugirió, intentó o proclamó, se presentaba también como algo puramente provisional. (...)Todos los elementos que
habían preparado o determinado la revolución, la oposición dinástica, la burguesía republicana, la pequeña burguesía
democrático-republicana y los obreros socialdemócratas encontraron su puesto provisional en el Gobierno de febrero.
No podía ser de otro modo. Las jornadas de febrero proponíanse primitivamente como objetivo una reforma electoral, que había de
ensanchar el círculo de los privilegiados políticos dentro de la misma clase poseedora y derribar la dominación exclusiva de la
aristocracia financiera. pero cuando estalló el conflicto real y verdadero, el pueblo subió a las barricadas, la Guardia Nacional se
mantuvo en actitud pasiva, el ejército no opuso una resistencia seria y la monarquía huyó, la república pareció la evidencia por sí misma.
Cada partido interpretaba a su manera.
Arrancada por el proletariado con las armas en la mano, éste le imprimió su sello y la proclamó república social. Con esto se indicaba el
contenido general de la moderna revolución, el cual se hallaba en la contradicción más peregrina con todo lo que por el momento podía
ponerse en práctica directamente, con el material disponible, el grado de desarrollo alcanzado por la masa y bajo las circunstancias y
relaciones dadas. De otra parte, las pretensiones de todos los demás elementos que habían cooperado a la revolución de febrero fueron
reconocidas en la parte leonina que obtuvieron en el Gobierno.