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American Psychiatric Association (APA, 2013). Hasta el año 1990, el TLP fue catalogado
casi como intratable (Andreasson et. al, 2016). Su prevalencia entre la población clínica con
trastornos de personalidad se encuentra entre el 30-60%, diagnosticándose más
asiduamente en mujeres, con un 75% de los casos aproximadamente (APA, 2013). Además,
es el trastorno de personalidad más frecuente en poblaciones clínicas, diagnosticado en un
10% de poblaciones de pacientes ambulatorios y un 25% en poblaciones hospitalizadas
(Widiger y Weissman, 1991; y Zimmerman, Rothschild y Chellminski, 2005). Sobre la
prevalencia en la comunidad general, el TLP se muestra aproximadamente en el 1% de la
población (Torgersen, Kringlen y Cramer, 2001).
La severidad de este trastorno se valora por su cronicidad (Widiger y Weissman,
1991), comorbilidad (Lieb, Zanarini, Schmahl, Linehan y Bohus, 2004), letalidad (Soloff,
Lis, Kelly, Cornelius y Ulrich, 1994), gran uso del tratamiento (Bender et al., 2001),
intensas demandas hacia los profesionales de la salud (Benjamin, 1993), gran utilización de
servicios psiquiátricos (Bender et al., 2001) y pobres resultados en los mismos (Rizvi,
2011). Las personas diagnosticadas con TLP frecuentemente muestran varios tipos de
comportamientos impulsivos y autolesivos, tales como intentos de suicidio, autolesión o
abuso de psicofármacos (Lieb et al., 2004; y Soloff et al., 1994). Estos comportamientos
suelen funcionar como estrategias mal adaptativas, con el fin de lograr un alivio a corto
plazo de las intensas emociones negativas (Brown, Comtois y Linehan, 2002). Debe
recalcarse que el TLP es uno de los únicos trastornos que añade el intento de suicidio como
un criterio diagnóstico en el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales
(DSM; APA, 2013). Y es que la conducta suicida continúa siendo una complicación usual