| REVISTA PUERTORRIQUEÑA DE PSICOLOGÍA | V. 31 | No. 2 | PP. 328 – 241 | JULIODICIEMBRE | 2020 | ISSN 1946 2016 |
PROCESO DE EMPODERAMIENTO DE MADRES JÓVENES
EN SU VIDA COTIDIANA: ALCANCES DE UNA
INTERVENCIÓN PSICOSOCIAL EN COMUNIDAD
PROCESS OF EMPOWERMENT OF YOUNG MOTHERS IN THEIR DAILY LIFE:
SCOPES OF A PSYCHOSOCIAL INTERVENTION IN COMMUNITY
Recibido: 10 de septiembre de 2020 | Aceptado: 9 de marzo de 2021
Marisol Pérez Ramos
1
1.
Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Iztapalapa, Ciudad de México, México
RESUMEN
El proceso de empoderamiento en madres pudo observarse dentro de una intervención psicosocial dirigida a familias con hijos
e hijas adolescentes, la cual tuvo como objetivo mejorar el bienestar familiar a través de la disminución del estrés y así minimizar
la aparición de los eventos agresivos. La muestra estuvo compuesta por 19 madres de adolescentes. Los facilitadores trabajaron
con ellas durante un año, tiempo en el cual se hicieron visitas domiciliares semanales para hacer tanto el diagnóstico,
entrenamiento, así como el seguimiento. Con base en las narraciones recogidas en las bitácoras de campo se realizó un análisis
temático. Los resultados mostraron que en la última fase de la intervención las madres tomaron decisiones que implicaron la
mejora en la calidad de vida para mismas y sus familias (p. e. mayor cuidado en su salud personal, tomas de decisiones con
respecto a su situación marital, mayor contacto con miembros de su comunidad). Así mismo los datos muestran la importancia
de la intervención psicosocial en comunidad para la mejora de la autopercepción de las madres participantes para así convertirse
en sujetas activas, pese al ambiente de violencia social que les rodea.
PALABRAS CLAVE: Empoderamiento, estrés materno, intervención psicosocial, involucramiento comunitario
ABSTRACT
The empowerment process in mothers could be observed within a psychosocial intervention aimed at families with sons and
daughters’ teenagers, aiming to improve family well-being through the reduction of stress and thus minimize the appearance
of aggressive events. Nineteen volunteer mothers have participated in the study. The psychologists worked with them for a
year, during which time weekly home visits were made to carry out diagnosis, training, and follow-up. Based on the narrations
collected in the field logs, a thematic analysis was performed. The results showed that in the last phase of the intervention, the
mothers made decisions that involved improving the quality of life for themselves and their families (e.g., acquisition of self-
care habits, decision-making about their marital situation, better contact with members of the community). Likewise, the data
evidenced the importance of psychosocial intervention in the community to improve the self-perception of the mothers to
become active subjects, despite the environment of social violence that surrounds them.
KEYWORDS: Empowerment, maternal distress, psychosocial intervention, community involvement
1. Profesora-Investigadora de Tiempo Completo del Departamento de Sociología dentro de la Licenciatura en Psicología Social de la Universidad Autónoma Metropolitana
Unidad Iztapalapa, México; E-mail: [email protected]
Proceso de empoderamiento de madres jóvenes en su vida cotidiana
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INTRODUCCIÓN
La crianza es una responsabilidad que debe ser
asumida por las mujeres mientras que para los
varones es una opción de vida. Esta percepción
estereotipada sobre los roles de género se
fortalece por la creencia de que a las mujeres se
les otorga el don de tener hijos (as) y por tanto de
forma innata surgen las habilidades para criar
(Garrido-Luque, Álvaro-Estramiana y Rosas-
Torres, 2018). Al convertirse en madres se
espera que su prioridad sea ejercer ese rol y son
señaladas socialmente si no es así, facilitando su
exclusión de la participación pública, es decir, se
les anula políticamente o al menos se les obsta-
culiza decidir al respecto (Nussbaum, 2012).
Las mujeres cada vez más asumen
responsabilidades académicas y/o laborales, sin
embargo, las responsabilidades domésticas y de
cuidado a sus hijas(os) no se reducen, por no
mencionar las ocasiones donde además deben
hacerse cargo de familiares enfermos. Esto lleva
a una sobrecarga de trabajo que implica un
desgaste físico, emocional y social por las múlti-
ples tareas que deben realizarse en corto tiempo,
así como la sobredemanda de atenciones
solicitadas por sus familias Mayobre y Vázquez,
2015). Se ha evidenciado que las mujeres al ser
presionadas no rompen con los lazos familiares
o maritales, sino que buscan “adaptarse” (p.e.
dejan el almuerzo hecho y lavan por las noches)
para que no se note su ausencia y disminuir las
tensiones familiares agravando el daño socio-
emocional en ellas (Fawaz y Soto, 2012).
Cuando las mujeres son las únicas respon-
sables de la crianza (cuenten o no con una pareja
afectiva) suele ahondarse en ellas la sensación
de inseguridad al ejercer su rol sea por las
exigencias de su grupo social, por falta de apoyo
de parte de su pareja, porque fueron mamás sin
planearlo o muy jóvenes y por ello sienten que no
tienen la experiencia o habilidad necesaria para
tomar decisiones con respecto al bienestar de
sus hijas(os) (Espinoza-Lecca, 2011) generando
el denominado estrés parental aunque en
congruencia con la perspectiva de género se le
denominará estrés generado por ejercer la
crianza.
El empoderamiento en beneficio de
la mujer y su comunidad
La lucha constante de los y las psicólogas comu-
nitarias es el vencimiento de las condiciones de
desigualdad social comunes en América Latina.
El empoderamiento es una herramienta impres-
cindible para que los(as) oprimidos(as) puedan
tomar acción en la búsqueda de mejores
condiciones de vida, la función principal del
empoderamiento es: “Promover y movilizar
recursos y potencialidades que posibiliten que las
personas, los grupos o las comunidades
adquieran control y dominio sobre su vida”
(Buelga, 2007, p. 164).
El empoderamiento desde la perspectiva
feminista se refiere a adquirir el control sobre
recursos, bienes y sobre situaciones en sus
interacciones cotidianas impedidas por la
jerarquía impuesta por el patriarcado a lo largo de
la historia (Casique, 2010). Sin embargo, es
importante no limitar el proceso sólo con el tener
o con el poder. Deben considerarse al menos
tres dimensiones del empoderamiento: 1)
personal: sentido de ser, confianza y capacidad
individual; 2) relaciones cercanas: habilidad para
negociar decisiones al interior de la pareja y el
grupo doméstico y 3) colectiva: trabajo conjunto
para lograr mayor impacto en instituciones
formales e informales (Pérez y Vázquez, 2009).
La visión de empoderamiento considerado en
este estudio es cooperativa (Sánchez-Vidal,
2017) donde el poder no es tener o buscar la
imposición de jerarquías, sino la capacidad de
poder hacer y poder decidir esto implica mayor
bienestar en las mujeres madres y en el grupo
social en donde ellas se desenvuelven con base
en crear y compartir relaciones cooperativas de
vinculación en específico en las relaciones que
ellas puedan establecer con sus parejas, familias
y su comunidad. En resumen: “El empodera-
miento es un medio que a nivel personal debe
generar desarrollo humano (entendible como “la
suma” de autonomía personal y vinculación
social) y justicia social, aportando más poder a
los que menos tienen” (Sánchez, 2013, p. 296).
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Las estrategias de empoderamiento materno
que son importantes considerar son: el auto-
cuidado comunitario que implica el desarrollo de
habilidades para el cuidado de a nivel físico y
emocional de manera activa pero que al cuidar
de se promueve el bienestar colectivo (Cantera
y Cantera, 2014); la autogestión la cual se logra
a través del desarrollo de la consciencia crítica,
en donde las madres reflexionan sobre su
cotidianidad y al cuestionarla se convierten en
agentes proactivas que les permiten tomar
decisiones en bienestar de mismas y de sus
hijas(os) (Casique, 2010) y el fortalecimiento de
las redes de apoyo comunitarias las cuales
comparten la responsabilidad de la crianza.
La crianza con hijas(os) en edad adolescente
La crianza es un proceso que va evolucionando
conforme las(os) hijas(os) crecen, igualmente las
madres pasan por diferentes etapas inherentes a
su propio desarrollo como mujeres y su
percepción de la maternidad cambia con el paso
de los años (Torres y Rangel, 2010). La teoría del
desarrollo analiza a las familias como un sistema
que crece y evoluciona con el paso del tiempo, a
las cuales todos los miembros deben adaptarse
(Kobak, Abbott, Zisk y Bounoua, 2017). Sin
embargo, el éxito o fracaso de dicha evolución no
depende la familia por misma sino también, del
contexto psicosocial en el que se desenvuelven.
Por ejemplo, las exigencias a las familias son
más adversas si coexisten en contextos de
violencia social o de pobreza (Gómez y
Klotiarenco, 2010) complejizando así el análisis
de los procesos familiares; de ahí la importancia
de no perder de vista la visión comunitaria-
ecológica.
Pese a la influencia multifactorial que incide
en el desarrollo familiar diversos estudios han
analizado la influencia de la conducta materna en
la aparición de conductas disruptivas en sus
hijas(os) adolescentes (Crandall, Ghazarian, Day
y Riley, 2016) pero son muy pocos los estudios
en donde se analice el estrés que experimentan
las madres ejerciendo su rol y de sus
consecuencias en su bienestar.
En contextos de violencia social y pobreza
donde es común la desigualdad social, el estrés
y el desgaste que viven las madres es mayor en
comparación a madres que viven en contextos
más favorables (Padilla y Álvarez-Dardet, 2014),
por el temor de que sus hijas(os) adolescentes
caigan en alguna conducta de riesgo o que
requieran atención especializada por la aparición
de algún problema de ajuste socioemocional
(Doan, Fuller-Rowell y Evans, 2012; Pei, Wang,
Yoon y Tebben, 2019).
El término estrés generado por ejercer la
crianza simplifica el agobio que experimentan las
madres en su vida cotidiana al sentirse
rebasadas no sólo por ejercer su maternidad sino
por los factores socioambientales que las rodean
(Mandelbaum et al., 2020). Las consecuencias
de vivir con altos niveles de estrés (además de
los problemas fisiológicos que ocasiona) incluyen
la presencia de sintomatología depresiva y fatiga
crónica (Pérez y Santelices, 2016;; deficiente
manejo de la afectividad negativa que provoca la
presencia de conductas de crianza inconsis-
tentes e incluso agresivas (Crum y Moreland,
2017;); además de que las madres bajo estrés se
perciben como deficientes al ejercer su rol
(Ayala-Nunes, Lemos y Nunes, 2014) y se
sienten poco satisfechas con sus vidas (Darling,
Coccia y Senatore, 2012).
Pese a lo abrumador que es la crianza en
mujeres, algunos estudios (Bäckström, Larsson,
Wahlgren, Golsäter, Martensson y Thorstensson,
2017; Bloch, Webb, Mathews, Dennis, Bennett, y
Culhane, 2010; Darwin, Green, McLeish, Willmot
y Spiby, 2017) han demostrado que para
disminuir los niveles de estrés y la percepción
negativa hacia la maternidad es muy importante
el apoyo social sea por la pareja o por otros
miembros de la familia e incluso por parte de la
comunidad, lo cual permita descargar la sobre
responsabilidad que la crianza implica sobre todo
en contextos sociales adversos.
Marco sociodemográfico de la comunidad
Este trabajo se desarrolló el municipio de
Ixtapaluca en el Estado de México. Ixtapaluca
forma parte de la zona metropolitana por su
cercanía a la Ciudad de México (25km vía
autopista Mexico-Puebla). Según datos del
Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de
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Seguridad Pública (SESNSP) en el 2020 de los
125 municipios que componen el Estado de
México, Ixtapaluca ocupa el décimo lugar en
incidencia delictiva (SESNSP, 2020) y desde el
2015 el Sistema Nacional para Prevenir y
Atender la Violencia contra las Mujeres activó la
alerta de género, por la alta incidencia en casos
de violencia de género dirigida a mujeres, sin
muchos resultados hasta el momento (Instituto
de Estudios Legislativos, 2020).
La colonia en donde se desarrolló este trabajo
es una zona semiurbana, su nivel económico es
bajo, la principal actividad económica es el
comercio, la educación de los adultos es en
promedio básica concluida y la mayor parte del
gasto se invierte en cubrir las necesidades
básicas, hay poca infraestructura pública dado
que no todas las vialidades están pavimentadas,
persiste la escasez en el alumbrado público y
baja presencia de elementos de seguridad
estatal lo que facilita la incidencia delictiva y
violencia comunitaria (Pastrana de la Garza,
2020).
La vulnerabilidad comunitaria es una
constante en esta zona e infortunadamente la
violencia de género está presente en la vida de
sus habitantes todos los días. Este documento
muestra el proceso de empoderamiento que
construyeron las mamás que decidieron ser parte
de una intervención psicosocial en su comunidad
la cual coadyuvó en la mejora de la relación que
establecen con sus hijas(os) así como en el
fortalecimiento de sus redes de apoyo social
interpersonal y comunitario pese a las condi-
ciones adversas de su contexto social.
TODO
Antecedentes
A partir de datos recolectados (tanto cuantitativos
como cualitativos) en una escuela secundaria
ubicada en Ixtapaluca, se realizaron diversas
intervenciones psicosociales con todos los
integrantes de la comunidad escolar (directivos,
docentes, trabajadoras sociales, alumnos y
alumnas, madres y padres) enfocadas a
disminuir las conductas agresivas entre pares
dentro del plantel y se aplicaron diversas
estrategias para fomentar la crianza no violenta
entre las madres/padres y sus hijas(os)
adolescentes sin embargo los avances no se
mantuvieron en el mediano plazo. En conse-
cuencia, a partir del 2016 se planeó y ejecutó una
intervención que tuvo como objetivo principal
aumentar el bienestar familiar a través de la
reducción de los niveles de estrés y las
conductas agresivas entre padres/madres y sus
hijas(os) adolescentes. Este trabajo se realizó
fuera de la escuela es decir a nivel comunitario
(Pérez-Ramos, 2017) con la finalidad de lograr
mayor involucramiento de las familias.
Estructura y procedimiento de la intervención
Invitación
En acuerdo con las autoridades de la secundaria
se hizo una convocatoria dirigida a
madres/padres que tuvieran un(a) hijo(a) que
estuviese cursando el primer grado para que
asistieran a una reunión informativa. En esa
primera sesión se expusieron todos los objetivos
del proyecto, así como la duración y compromiso
de las y los facilitadores hacia a sus familias, los
padres y madres interesadas se anotaron una
lista y así se agendó una cita en su domicilio para
una primera entrevista y así consensuar las
condiciones de la intervención. Es relevante
aclarar que se convocó tanto a madres como a
padres sin embargo el involucramiento en el
proceso fue tomado en su mayoría por mujeres.
Lineamientos éticos
En la primera entrevista se les hizo llegar a las
familias participantes un consentimiento
informado, éste contenía los objetivos y el
cronograma de trabajo en donde también se
aseguró el resguardo de su privacidad. Además
del consentimiento informado inicial, en las
sesiones individuales y diádicas se les solicitó
una vez más su autorización para ser audio o
video grabadas, en caso de que no aceptaran las
actividades se ejecutaron según lo programado,
no condicionando así la intervención al registro
audiovisual.
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Estructura de la intervención
Los tópicos que se manejaron en la intervención
se dividieron en: a) área socio-emocional (dismi-
nución y control del estrés, expresión emocional);
b) área socio-conductual (fomento de conductas
empáticas, asertividad); c) manejo de habilidades
sociales (aplicación y seguimiento de las habili-
dades reforzadas y aprendidas) y d) fortaleci-
miento de redes de apoyo social y comunitarias
(Pérez-Ramos, 2020). La estructura de cada
área buscó que las madres con el apoyo de sus
familias y sus hijas(os) generaran estrategias que
favorecieran la disminución de eventos agresivos
en las interacciones maritales, filiales, parentales,
con otros miembros externos de la familia y con
la comunidad.
Procedimiento de la intervención
La intervención tuvo una duración total de un año
y de forma simultánea se involucró tanto a las
madres y a sus hijas(os) adolescentes, sin
embargo, este reporte está enfocado en el
proceso de las madres. Las sesiones fueron
semanales y de 60 minutos de duración en sus
hogares. Aunque cada sesión se enfocó a un
objetivo específico, siempre se flexibilizaron las
actividades y los temas a las problemáticas
expuestas en el momento permitiendo la conver-
sación abierta y libre.
Para lograr mayor involucramiento comu-
nitario se ejecutaron 2 acciones adicionales:
a. En un primer momento con la coordina-
ción principal de las autoridades escolares
se realizó un foro dentro del plantel en
donde fueron convocadas diversas
asociaciones e instituciones gubernamen-
tales y no gubernamentales del municipio
a explicar a los asistentes de la colonia
cuál era su labor, su ubicación y datos de
contacto. Esto ayudó a que tanto profe-
sores como padres de familia, pudieran
reconocerlos y acudir a ellas si así lo
necesitaban.
b. Trimestralmente se organizaron reunio-
nes con las madres participantes en la
intervención para que compartieran sus
experiencias y así facilitar la construcción
de un grupo de acompañamiento.
Facilitadores
El grupo de las y los facilitadores estuvo
compuesto por estudiantes del último año de la
licenciatura en Psicología Social, quiénes
recibieron un entrenamiento de 40 horas antes
de ir a campo en 4 áreas: 1) tópicos contenidos
en la intervención; 2) habilidades profesionales
para el acompañamiento psicosocial en
comunidad; 3) creación de material psicoedu-
cativo y 4) técnicas de recolección de datos
cuantitativos y cualitativos.
Participantes
Se contó con la colaboración de 19 madres todas
residentes de Ixtapaluca. El promedio de edad de
las madres es de 32 años (DT = 2.5) es decir
fueron madres entre los 15 y los 18 años; 15 de
ellas estaban casadas o vivían con su pareja, 5
eran madres solteras. La mayoría estudió hasta
nivel secundaria (n = 16), el resto tenía el
bachillerato incompleto (n = 2) y sólo una contaba
con un bachillerato técnico terminado; 11 de ellas
eran amas de casa y no realizaban alguna
actividad renumerada, el resto se dedicaban al
comercio informal (n = 6) y sólo dos de ellas
tenían un trabajo formal.
Recolección de los datos
Los resultados que se expondrán en este
documento pertenecen a 235 bitácoras de
campo que fueron realizadas por los facilitadores
después de cada sesión. En las bitácoras se
anotaron además de los datos de identificación,
las narraciones de las mamás sobre sus
preocupaciones, avances y expectativas sobre
los temas revisados, además se cuentan con
audios para complementar la información.
Para este análisis se incluyeron las
transcripciones de audio grabaciones y las
narraciones de las bitácoras de campo de
aquellas sesiones donde sólo se contó con la
presencia de las madres producto del último
trimestre de trabajo con el objetivo de conocer
cómo la intervención desarrollada coadyuvó a su
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proceso de empoderamiento en su rol como
madres narrada desde su propia subjetividad, en
consecuencia algunas de las narraciones están
en primera persona y otras en tercera donde los
facilitadores dieron voz a las palabras de las
madres, se incluyeron algunas descripciones que
hicieron los facilitadores quiénes fueron los que
directamente presenciaron los avances de las
madres participantes en la intervención.
Diseño
La información se analizó a través del análisis
temático que permite clasificar la información
respetando las narrativas y la subjetividad del
discurso, todo esto dentro de un escenario
delimitado donde coexiste una perspectiva socio-
cultural específica (Mieles, Tonon y Alvarado,
2012). Las categorías se construyeron con
respecto a los cambios en las actitudes y los
hábitos que desarrollaron las madres las cuales
describen su proceso de empoderamiento,
mismos que fueron identificados en las narra-
ciones contenidas en las bitácoras.
RESULTADOS
En total se identificaron 18 categorías, por
cuestiones de espacio en este documento se
mostrarán 4 por contar con mayor contenido
narrativo y que al tiempo describen las habili-
dades usadas por las madres con mayor claridad
(Tabla 1). Para identificar el origen de las trans-
cripciones, se hará referencia al número de
identificación dado a las participantes y así no
generar confusión en el lector.
TABLA 1.
Descripción de categorías descritas en las bitácoras con relación al empoderamiento materno.
Categoría
Código
Descripción
Subcategorías
Relación con
las(os) hija(os)s
RH
Conjunto de actitudes y conductas que
ayudaron a mejorar la convivencia y la
comunicación con los hijos.
Manejo de la ira al establecer reglas.
Desarrollo de habilidades
comunicativas.
Toma de
decisiones
TD
Se refiere al conjunto de decisiones
que tomaron las madres que permi-
tieron mejorar su autopercepción
dentro de su familia y en las relacio-
nes con los demás.
Establecimiento de límites dentro de
casa.
Decisiones sobre su relación de pareja.
Búsqueda de fuentes de ingreso
complementarias.
Autocuidado
AUT
Actividades hechas por las madres a
favor de su salud física y mental.
Asistencia al médico.
Actividades que fomentan el bienestar.
Apoyo Social
Comunitario
APC
Realizar peticiones a la comunidad y
el apoyo recibido sea de tipo moral,
afectivo, económico, entre otros por
parte de la comunidad.
Peticiones hechas a la comunidad.
Apoyo recibido por la comunidad.
Relación con los hijos
La principal preocupación de las madres era
mejorar la relación con sus hijas(os) por lo que el
trabajo se enfocó en generar estrategias en
conjunto para que ellas pudieran comunicarse y
establecer una relación de calidad con ellos. Una
de las principales dificultades para lograr una
buena relación parental, fue que el enojo
rápidamente se volvía en ira. Las madres se
molestaban porque sus hijos no eran obedientes
o no eran buenos estudiantes o porque no hacían
los quehaceres domésticos, la principal
consecuencia de esto es la lejanía afectiva de los
hijos y poca confianza que tenían con sus
madres. En las sesiones finales las madres
reflexionaron sobre cómo la relación con sus
hijos mejoró por el control de su enojo.
“Ella reconocía que su cambio en el control de
ira fue muy bueno y fue en esta última etapa
donde reconoció aceptar las diferentes
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opiniones de A (su hijo). Ella mencionó que
debería tener paciencia ya que A. Tiene
habilidades que no cualquiera tiene y sabe
que saldrá adelante por sus propios méritos”
(Id. 5).
La madre al controlar su ira pudo además de
escuchar más a su hijo, aprendió a aceptarlo y a
tener paciencia. En este caso en particular, al
adolescente le gustaba dibujar y contar historias,
ella lo rechazaba porque sentía que no iba a
lograr a hacer algo importante cuando se
volviese adulto, negando la importancia de crear
y ser imaginativo. Es importante hacer notar la
percepción estereotipada sobre la masculinidad,
dado que la madre hubiese sentido más
tranquilidad si su hijo mostrase habilidades más
afines al ser hombre. El que ella pudiese
controlar su enojo permitió que pusiera más
atención en lo que su hijo le quería comunicar, lo
que generó que aceptara las habilidades de su
hijo.
En el siguiente ejemplo, la madre admite
haber disminuido el uso de la violencia y con ello
se siente más tranquila al no sentirse
responsable de las emociones y decisiones de
sus hijas(os):
“… ella comenta que ha aprendido a escu-
char antes de usar la violencia, a compartir
con sus hijos y de que no siempre tiene la
razón. Ella observo en A (su hija) que ahora
puede expresarle sus cosas y hacerle
comentarios sin el miedo que antes le
producía hacerlo. Durante las sesiones dice
que aprendió a darse cuenta que no es tan
fuerte, lo que le ha permitido expresar
sentimientos frente a su hijos y que espera
que el cambio dure por siempre” (Id. 11).
Una de las características del sistema
patriarcal es transmitir y mantener la creencia de
que el expresar la tristeza, el cansancio o el
hartazgo emocional es un rasgo de debilidad
esto favorece que las mujeres se mantengan
sumisas y los varones usan la afectividad
negativa en el control del poder a través de la
agresividad (Langle de Paz, 2018). El mostrar
que expresar la afectividad de forma libre es
parte de este proceso. El controlar la afectividad
negativa no implica que la madre se aguante el
enojo o la frustración o que no deba llamar la
atención al adolescente si es necesario, sino a
manejarlo de tal forma que al permitir que sus
hijas(os) se expresen, ella también pueda
sentirse libre de expresarse y entonces
establecer diálogos abiertos y horizontales, sobre
todo al establecer reglas familiares que a un(a)
adolescente siempre le crearán conflicto
cumplirlas si siente que son imposiciones sin
sentido, lo anterior puede leerse en el siguiente
testimonio:
“…se vio un mayor avance en la madre quien
aprendió a controlar sus emociones e
impulsos, fomentaba la argumentación, razón
y explicación a la hora de poner normas y
sanciones y escuchaba más a su hija cuando
ella hacia conductas que en otras ocasiones
hubieran sido fuente de gritos y golpes.”
(Id. 3).
El generar nuevas estrategias de
comunicación tampoco es un proceso sencillo,
porque también implica mostrar vulnerabilidad
dado que en la intervención se pedía que se
dejara de usar las críticas, las ofensas o
descalificativos, si esto se mantiene se pueden
establecer largas horas de discusiones sin llegar
a nada, el fortalecer estrategias de apoyo,
solidaridad, peticiones claras y directas implica
dejar de controlar las interacciones para
establecer relaciones abiertas y afectivas. La
siguiente narración es otro ejemplo:
“Lo positivo en B (la madre) es que ha logrado
mucho disminuir las quejas y las críticas,
ahora trata de escuchar a K (su hijo) y le
interesa más su opinión, en ese aspecto la
familia ha mejorado mucho” (Id. 16).
El mejorar las interacciones cotidianas entre
madres y sus hijas(os) adolescentes implica
trabajo en conjunto para mejorar las
interacciones cotidianas, entre ellas fueron el
establecimiento de nuevas normas de
convivencia en casa, pudieron expresar mejor
sus puntos de vista y manejar la afectividad
negativa como consecuencia del estrés que
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provoca irritabilidad constante, lo cual puede
desencadenar eventos agresivos, mismos que
disminuyeron al terminar la intervención.
Toma de decisiones
En el caso de las madres que cohabitaban con
sus parejas y que no se sentían ni seguras ni
tranquilas con su relación la toma de decisiones
puede llevar tiempo. Aunque éste no fue un tema
específico de la intervención, el proceso ayudó a
las madres a darse cuenta de que, así como las
interacciones con sus hijas(os) eran agresivas,
las interacciones con sus parejas también lo
eran. A partir de ello empezaron a reflexionar y a
actuar al respecto cuando ellas sentían la
confianza de abrir un punto de encuentro con sus
parejas con el fin de mejorar su relación:
“La señora N. le pidió hablar con él, pero solo
ellos dos, y le dijo: Tenemos que poner un
punto, o le seguimos o ya cada quién por su
camino… al parecer su esposo accedió.
Dentro de las peticiones que tiene la señora
N. con su esposo es hacerla sentir impor-
tante, que la haga sentir “una persona, y no
solo la que le sirve”. Nos dijo la señora N. que
se ha sentido muy cansada y triste” (Id. 8).
El argumento que usó N para abrir la
conversación derivó de una amenaza de
separación, aunque puede que esa no sea su
intención, el uso de la coerción fue el medio que
ella encontró para llamar la atención de su pareja
y así poder explicar cómo se siente dentro de la
relación. Su petición fue clara; quiere sentirse
como una persona, ya no quiere ser usada, es
una declaración muy fuerte, sensible y delicada y
lo importante es que empieza a reconocerse a sí
misma y pide que su pareja la reconozca igual.
Sin embargo, pese a que la conversación pueda
suceder entre la pareja, puede que ellos no estén
dispuestos a negociar:
“…también le comentó a su esposo que no le
gusta que se enoje siempre que sale, ella
argumenta que se va con sus hijos no “de
señorita”. Dijo que su esposo le deseó buena
suerte (de manera muy fría)” (Id. 7)
Dentro de este argumento aparece la idea de
que las mujeres deben respetar su rol de madres
y esposas incluso cuando nadie las ve. Esa es la
justificación que ella usa ante su pareja para
pedirle que no se moleste si ella tiene que salir,
pero no hay respuesta a la petición.
En otros casos ellas deciden que su relación
no puede avanzar más.
“R. admite que ha considerado como alterna-
tiva separarse definitivamente de su marido,
no solo por las situaciones de la agresión sino
porque tiene problemas de infidelidad por
parte de él” (Id. 4).
“…lo que E. dejó muy en claro es que ella ya
no quería estar con él por lo mismo, porque
ya no era un matrimonio feliz y que pudieran
llegar a un arreglo para solucionar ese
problema -infidelidad de él- (Id. 7)
La toma de decisiones sobre la ruptura del
matrimonio implica un proceso muy complicado
sobre todo si dependen económicamente de sus
parejas. Entonces pueden generar estrategias
para ser más independientes en el mediano
plazo o simplemente se torna más sencilla la
decisión de separarse si ellos deciden ya no
solventar a la familia. Si ninguna de estas
situaciones sucede, las relaciones con el esposo
se sostienen pese a que ellas y sus hijas(os)
experimenten constantemente eventos de
violencia física, verbal o sexual. El decidirse
separarse por infidelidad o porque ellas
reconocen las agresiones es un paso de empo-
deramiento muy grande porque la ideología
patriarcal justifica las agresiones y las infide-
lidades de los varones (Cavazos, 2018).
Para lograr la independencia económica, se
debe salir de casa, pero esto genera conflictos en
casa, dado que la normatividad se rompe, como
se observa en la siguiente narración:
“…le preguntamos acerca del trabajo y nos
comentó que empezaría mañana vendiendo
periódico en Santa Catarina, casi llegando a
Tláhuac. Ella dijo que no se sentía apoyada
por su esposo, pues nunca la había dejado
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trabajar y que tendría muchos problemas
desde mañana. Ella nos dijo que lo habló con
sus hijos y que la apoyan, sin embargo,
cuando se lo comentó a su esposo él se enojó
y la amenazó diciéndole se separaría de ella.
La señora R. nos contó que ella lo hacía por
necesidad ya que uno de sus hijos entraría a
la prepa, y nos dijo que no alcanzará con lo
que gana su esposo” (Id. 4).
La toma de decisiones es parte de un proceso
de empoderamiento porque no se mantienen
sujetas al dominio de alguien o algo y es común
aparezcan eventos de violencia dado que el
dominante no apreciará perder su poder. El
punto es que ellas en sus argumentos no
mencionan una liberación sino una necesidad
trascendente de mantener a la familia, lo que al
final, el empoderamiento se rompe porque se
sigue cayendo en un cumplimiento de un rol y no
en un derecho de poder ser y decidir. Sin
embargo, es un avance que tomen decisiones y
las ejerzan. Finalmente, no todas las negocia-
ciones de las mujeres con sus parejas terminaron
mal, tenemos un ejemplo de cooperación:
“La señora repite que su esposo la ha estado
apoyando mucho y que él ha estado
cambiando, al estar preguntándoles por las
tareas. La señora comenta que su esposo si
ha cambiado mucho… ahora se ponen de
acuerdo para salir a pasear, para dar
permisos, para tener actividades cada uno de
ellos, tanto en familia como individualmente”
(Id. 2).
El empoderamiento no es tener más poder
sobre el otro, sino tener la libertad de elegir
libremente, así como establecer relaciones de
confianza y cooperación, como responsables de
crianza. Tanto ellas como ellos deben de tomar
decisiones en colaboración y en acuerdo para
realmente garantizar el bienestar dentro de la
familia.
Autocuidado
En esta categoría se agruparon todas las
conductas que generaron las mamás con
respecto a la atención puesta a su bienestar
personal. Esto implicó cambios en la dieta, dormir
mejor, tomarse tiempo para descansar entre
otros. El que reconocieran sus necesidades
permitió que se relajaran y tomaran acciones en
beneficio de mismas, como lo indica la
siguiente narración:
“…también nos dijo que practicó los ejercicios
de relajación que le sugerimos y que pudo
dormir mejor, por lo que le sugerimos seguirlo
haciendo en las noches para que descansara
mejor” (Id. 13).
“Algo que también la tiene contenta es que
regreso a las clases de zumba, la tiene muy
contenta.” (Id. 1).
Algunas estrategias de salud comenzaron a
aplicarlas en compañía de sus hijas(os), aunque
también eso implica algunas confrontaciones con
sus parejas:
“…también la felicitamos porque nos dijo que
llevaba la dieta que le enseñaron en los
talleres, dijo que le advirtió al señor J (su
esposo) que, si no lo apoyaba en esta
decisión que no se metiera con sus hijos,
porque ella quiere ver a sus hijos sanos y no
enfermos cómo a él, ya que sus padres y
abuelos tuvieron diabetes y murieron de eso.”
(Id. 6)
Pese a la confrontación, al final se siguen
tomando decisiones en bienestar de sus familias
y de ellas. Por otro lado, también fue importante
notar que en cuanto las madres implementaron
estrategias de autocuidado, su estado de ánimo
mejoró:
“Al verla la percatamos algo diferente a
sesiones anteriores ya que anteriormente la
expresión de su rostro la hacía ver algo dura
y hasta enojona, pero esta ocasión se notó
mucho más expresiva, pero sobre todo más
relajada y hasta sonriente…” (Id. 9).
Autocuidado también implica reconocer
necesidades para manejar el enojo, la frustración
o la tristeza:
Proceso de empoderamiento de madres jóvenes en su vida cotidiana
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“… su actividad favorita es estar sola y pasar
un momento con ella misma, mientras le dura
el enojo” (Id. 14).
Un punto interesante es que a las mamás no
se les permite estar tiempo a solas. Es muy
complicado que se den un tiempo para respirar,
descansar, o simplemente no hacer nada y si lo
hacen son juzgadas. La narración anterior
permite mostrar un gran progreso ya que el
admitir que prefiere estar sola para que el enojo
pase, es una decisión que seguramente no fue
sencilla ni de admitir, ni de ejecutar.
Apoyo Social Comunitario
El apoyo social comunitario, logró afianzarse en
diferentes niveles: dentro de la familia, con las y
los facilitadores que las acompañaron en su
proceso por un año, con las compañeras de
grupo que también fueron voluntarias dentro de
la intervención y con las instituciones guberna-
mentales a las que acudieron con mayor
frecuencia para recibir atención o asesoría.
El apoyo social al interior de la familia mejoró
porque las relaciones entre los diferentes
miembros mejoraron, haciendo que las madres
ya no se sintieran solas ejecutando su rol
cotidianamente:
“… lo observó cocinando y ella le dijo: ¡y
ahora que te dio por cocinar! y comenzó a
reírse. A. valoró el comportamiento y
compromiso de C. (su hijo) mencionó que
estaba muy contenta porque ha notado que
él toma la iniciativa para apoyarla en los
quehaceres.” (Id. 10).
Tuvieron más apoyo social de sus familiares
cercanos sobre todo cuando decidieron salir con
más frecuencia de casa:
“…no me atrevía, no podía no sé qué me iba
a decir mi mamá o L. (su vecina) si les decía
que me cuidaran a los hijos un rato en la
tarde, que les echaran un ojo, pensé que me
dirían que no, pero me dijeron que sí, que
ellas se ponían de acuerdo para estar al
pendiente de ellos, así ya una puede andar
más tranquila ¿no? Pero aun así namás me
voy a ir de a ratitos.” (Id. 17)
Esta narración muestra la importancia de que
las madres se sientan acompañadas. Si el
cuidado se comparte con la familia o con otros
miembros de la comunidad se garantiza no sólo
la tranquilidad de las madres sino la seguridad de
los propios menores. Esto disminuye la proba-
bilidad de que se expongan a algún riesgo, dado
que no hay adultos que los supervisen en casa.
Así mismo tuvieron la confianza de acudir a más
instituciones que las apoyaran en diversos
sentidos:
“S. contó que con el folleto que le dimos
acudió con el doctor, ya la revisaron y que ya
está tomando sus medicinas, nos contó que
quiere llevar a su mamá, ya vio que es fácil
llegar y no le salió cara la consulta” (Id. 12).
Las relaciones que se establecieron en el
grupo también fueron importantes:
“La señora O. comentó que se sentía muy
contenta de ir a las reuniones con las mamás,
porque se dio cuenta de que todas batallan
con sus hijos y sus maridos (se ríe) el que
entre todas se escuchen y se echen porras la
hace sentir bien” (Id. 19).
Las madres se sintieron acompañadas por
las y los facilitadores que las visitaban semanal-
mente a sus casas, eso favoreció que tuvieran un
espacio para expresarse y sentirse valoradas
pese a los problemas que enfrentan regular-
mente:
“Para esta experiencia fue muy
satisfactoria aparte de recibir ayuda
psicológica encontré dos grandes amigas, ya
que ellas me dieron la confianza a pesar de
ser muy jóvenes de poder lograr grandes
cambios en y en mi hija, pudimos quitar
esa barrera entre ambas, a poner límites, a
creer en mí, a saber que llorar es símbolo de
fortaleza, a caerme y levantarme con más
ganas, a saber que si me cuido yo cuido a mi
familia. A saber que debo permitirle a mi hija
su espacio y a expresar en lo que está en
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desacuerdo de sin enojarme, a saber que
aunque es pequeña me puede ayudar, a
relajarme y a mantenerme en calma y
manejar mi ira, a ser empática y ponerme en
el lugar de la otra persona, a quererme a
cuidarme y levantar mi autoestima en verdad
muy agradecida por el espacio” (Id. 3).
DISCUSIÓN
Las narraciones son sólo una pequeña muestra
de los procesos de empoderamiento que fueron
recolectados por las y los facilitadores a lo largo
de la intervención. En general, las madres se
sintieron más seguras de mismas y de sus
decisiones, capaces de proponer nuevas reglas
de convivencia. También, pudieron fortalecer
redes de apoyo social, familiares y comunitarias,
todo esto a través de la disminución de niveles de
estrés y de la generación de habilidades de
autogestión emocionales y sociales.
Las estrategias de empoderamiento gene-
radas por las madres a lo largo de la intervención
pueden deberse a distintos factores. Estos
pueden ir desde sus propias habilidades indivi-
duales hasta sus capacidades sociales cons-
truidas por sus diferentes redes a lo largo de su
vida. Es decir, no se puede asegurar que los
cambios observados en este sentido sean
consecuencia directa de la intervención dado que
los objetivos no estaban dirigidos a promover el
empoderamiento. Más bien, ellas nos permitieron
ser testigos de esos cambios. Es viable aseverar
que el acompañamiento que experimentaron
facilitó que ellas pudieran tomar decisiones de
forma más libre.
Un punto por destacar es el acompañamiento
de los y las facilitadores en el proceso. Aunque
no fue una propuesta intencional en el método,
las mamás pudieron expresarse. Las y los
facilitadores nunca tomaron un papel vertical.
Todo lo contrario, su formación se enfocó en dar
apoyo, escucha activa, no daban consejos o
advertencias, sino que simplemente reforzaron
las capacidades y fortalezas detectadas en las
familias para que ellas mismas pudieran ver,
aceptar y avanzar pese a sus debilidades.
El acompañamiento a las madres ha
demostrado que favorece que ellas asuman su
rol de forma natural (Parra, 2014) lo que
disminuye el estrés y favorece la interacción
positiva con sus hijas(os) (Pérez y Santelices,
2016). Las pocas o muchas estrategias de
empoderamiento adquiridas por las madres no
las pueden sostener por ellas mismas. Es
importante mantener una red de apoyo social
que coadyuve con la crianza (Bäckström et al.,
2017), al tiempo que se garantice la disminución
de la violencia de género a través del
fortalecimiento de las instituciones en servicio de
las comunidades (Bedoya-Hernández, 2013).
Es transcendental reflexionar sobre las
distintas dificultades que se detectaron en
comunidad para conseguir que el proceso de
empoderamiento materno realmente se
consolide. La ideología machista está muy
presente en la vida cotidiana, lo que impide que
se discuta abiertamente en los hogares la
perspectiva de género en el establecimiento de
las reglas, quehaceres, ejercicio del dinero, hasta
la libertad de expresar emociones libremente.
Por tanto, es poco probable que el
empoderamiento logrado al cierre de la
intervención se mantenga con el tiempo.
El empoderamiento logrado en este trabajo
responde a un proceso de empoderamiento
individual más que colectivo. De acuerdo con el
Proceso Multigradual del Empoderamiento de
Tereso, Cardillo y Verdugo (2020) pudo
concretarse el empoderamiento afectivo, familiar,
dialógico, laboral y en algunos casos, económico.
Esto constituye el límite entre el empoderamiento
individual y el colectivo. Será necesario generar
estrategias de trabajo donde la comunidad se
involucre aún más y facilitar así la construcción
de redes comunitarias más estables y duraderas.
Esta intervención arrojó muchos resultados
positivos para las madres y sus familias
participantes. Sin embargo, requirió un año de
trabajo continuo, lo que implica un gran gasto de
recursos, no sólo económicos sino también
humanos y el alcance de los resultados no es
muy amplio. Es importante que se sumen más
grupos interesados en el trabajo comunitario para
replicar las estrategias que resultaron de utilidad
Proceso de empoderamiento de madres jóvenes en su vida cotidiana
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REVISTA PUERTORRIQUEÑA DE PSICOLOGIA | V. 31 | No. 2 | JULIODICIEMBRE | 2020
y aplicarlas paulatinamente en distintas
comunidades y seguir construyendo conoci-
mientos en conjunto.
En conclusión, los resultados cualitativos
muestran cómo se generó el proceso de
empoderamiento en las madres después de un
año de seguimiento. Las mujeres tomaron
decisiones que implicaron mejoras en la calidad
de vida para mismas y sus familias. La
intervención psicosocial en comunidad resultó
fundamental en la mejora de la autopercepción
de las madres participantes en el estudio para así
convertirse en sujetos más activos, pese al
ambiente de violencia social y exclusión
económica que les rodea.
Cumplimiento con Estándares
de la Ética en la Investigación
Financiamiento: Este trabajo es producto de
la investigación titulada: Aplicación de un
modelo biopsicosocial para el bienestar
familiar. Disminución de factores estresantes
y conductas agresivas durante la convivencia
cotidiana. Financiada por el Consejo de
Ciencia y Tecnología (CONACYT) en México,
como parte del programa: Atención a
Problemas Nacionales 2015 clave: PDCN
2015-601
Conflicto de Intereses: Declaro ausencia de
conflicto de intereses.
Consentimiento Informado: Se ofreció
consentimiento informado a los/as participan-
tes del estudio.
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