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RESUMEN PSICOLOGIA DEL DESARROLLO II PRIMER PARCIAL.
UNIDAD UNO
DOLTÓ FRANCOISE “LA CAUSA DE LOS ADOLESCENTES”.
CAPITULO I: El concepto de adolescencia: puntos de referencia, puntos de ruptura.
La autora plantea a la adolescencia como una fase de mutación. El adolescente pasa por una muda
respecto de la cual nada puede decir, y es para los adultos, objeto de un cuestionamiento que, según los
padres, está cargado de angustia o pleno de indulgencia. El estado de adolescencia se prolonga según las
proyecciones que los jóvenes reciben de los adultos y según lo que la sociedad las impone como límites
de exploración. Los adultos están ahí para ayudar a un joven a entrar en las responsabilidades y a no ser
lo que se llama un adolescente retrasado.
La infantilización es peyorativa viniendo de otro joven, afecta s al niño que si es su madre la que le
dice “No te hagas el pequeñín”. El preadolescente es también muy vulnerables a las observaciones
despectivas procedentes de otros adultos que tienen el papel de mandar a los jóvenes. Así como la
fragilidad de un bebé que nace, el niño no tiene en cuenta las cosas, no hace más que oír que hablan mal
de él, y se lo toma al pie de la letra. Se trata de algo que quede comprometer, de por vida, sus relaciones
con la sociedad. Lo mismo sucede con un joven en pleno desarrollo. Las personas secundarias juegan un
papel muy importante en la educación de los jóvenes durante este período. Aunque no estén encargadas
de dar dicha educación, todo lo que hacen puede favorecer la expansión y la confianza en sí, al igual que
el valor para superar sus impotencias, o, al contrario, pueden estimular el desaliento y la depresión. En
este momento de extrema fragilidad, se defienden contra los demás mediante la depresión o por medio
de un estado de negativismo que agrava aún más su debilidad.
La sexualidad podría ser un recurso para ellos. Con mucha frecuencia penetran en un falso nivel
expansivo de sexualidad, que depende de lo imaginario: la masturbación. Es un momento en el que los
jóvenes se sienten incomodos en la realidad de los adultos por falta de confianza en sí mismos, y su vida
imaginaria les sostiene. La masturbación, de remedio de su depresión, se convierte en una trampa;
trampa porque de este modo se descargan nerviosamente y tienen mayor dificultad para afrontar la
realidad, para vencer las deficiencias, mucho más imaginarias que reales, pero que han sido
alimentadas por frases inoportunas.
En este momento juegan un rol importante los educadores, encargados de darle la voz al niño,
pidiéndole su opinión, su juicio sobre un combate, su parecer sobre una exposición. Se trata de
animarlos. Se trata de una edad frágil pero también maravillosa, porque reacción además a todo lo
positivo que se hace por él.
De once a trece años es un punto de máxima fragilidad: tienen rubores, se tapan el rostro con los
cabellos, azotan el aire con las manos para vencer su malestar, su vergüenza, o pueden incluso
enmascarar una gran herida que quizá sea indeleble.
La época difícil es el momento de la preparación de la primera experiencia amorosa. El joven siento que
hay en ello un riesgo, lo desea y lo teme al mismo tiempo. El riesgo del primer amor es experimentado
como la muerte de la infancia. La muerte de una época. El hecho trascendental que marca la ruptura con
el estado de infancia es la posibilidad de disociar la vida imaginaria de la realidad, el sueño de las
relaciones reales.
A los once años se manifiestan los primeros indicios de una sexualidad que se anuncia con un fortísimo
componente imaginario antes de que el cuerpo entre en juego: en el muchacho las primeras emisiones
involuntarias de esperma, y en las muchachas las primeras reglas. Héroes e ídolos constituyen sus
compañeros en el juego de papeles donde lo imaginario desplaza a la realidad.
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La primera vida imaginaria se inicia a los tres-cuatro años. Los niños son enteramente de la opinión que
el padre, incluyendo sus opiniones políticas; está en relación con el mundo exterior mediantes las
opiniones de los padres.
Pero a los once os estallará el problema latente: en su segunda vida imaginaria, los temas de interés
que encuentra fuera del campo familiar y que deberían prepararle para la vida real siguen teniendo a
los padres como referencia. Sigue teniendo dificultades en distinguir el sonido de la realidad del sonido
de lo imaginario. Si todo ha ido bien, si no ha habido desgarro familiar, en su segundo mundo
imaginario ya no necesitará tomar sus modelos intramuros de la familia; en lo sucesivo, sus modelos
serán exteriores. Toda su energía se dirige ahora hacia el grupo de compañeros de la escuela, o a los
grupos deportivos y demás, y hacia la vida imaginaria que pueden proporcionar la televisión, las
lecturas o sus invenciones en los juegos.
Cuando llega a la adolescencia en cuando este mundo imaginario exterior le provocará, le hará decir que
quiere salir. Es atraído por pequeñas bandas de jóvenes mayores que él y en las que pretende
integrarse; y entrará así en su adolescencia saliendo de la familia y mezclándose con grupos
constituidos que, para él, tendrán momentáneamente un papel de sostén extrafamiliar. No puede
abandonar completamente los modelos del medio familiar sin antes disponer de modelos de relevo.
Fin de la adolescencia. Un individuo joven sale de la adolescencia cuando la angustia de sus padres no le
produce ningún efecto inhibidor. Los hijos han alcanzado el estado adulto cuando son capaces de
liberarse de la influencia paterna tras alcanzar este nivel de juicio: mis padres son como son; no los
cambiaría y no trataría de cambiarlos. No me toman como soy; peor para ellos: los abandono”.
Hoy en día, el paso a la edad adulta se traduce muy concretamente en términos de independencia
económica. (No es posible socialmente antes de los 16 años).
A la familia se le es infiel; se es infiel a los padres, esa es la ley. Uno se siente sostenido por la fuerza del
honor que se hace a los padres haciendo por uno mismo lo que se tiene que hacer, y no amándoles
puesto que no le comprenden a uno. Un joven tiene necesidad de amar a las personas de su edad, y de
formarse a través de los de su generación, y no de seguir dependiendo de alguien de una generación
anterior que en un momento dado ha sido un modelo. Si la influencia se prolonga, es un modelo
desestructurador.
CAPITULO II: El sueño de la eterna juventud. Mitos y arquetipos.
La mitología antigua dio cuerpo a los sueños de inmortalidad, y aporto respuestas a los grandes
interrogantes del hombre sobre la muerte de la infancia y la prueba de la adolescencia.
La mitología helénica es dialéctica: el mito de la eterna juventud que vence a la muerte es completado
por el mito antinómico de la juventud efímera, la juventud emparejada constantemente con la muerte. Y
el de la juventud sexuada. Cada sexo tiene su mito fúnebre. (Hebe, diosa de la juventud; hija de Hera,
esposa de Zeus, rey de los dioses.)
(Adonis, primer hijo de afrodita, víctima de una muerte prematura, muere virgen; vaga por el mundo
invisible. Perséfona, víctima de un rapto y una violación que le arranca su adolescencia terrenal;
desciende a los infiernos, al reino de los muertos.)
Hay una intuición genial en los griegos que explica de una manera simbólica que la adolescencia y la
muerte están absolutamente unidas, son íntimas.
La leyenda de Niobe, cuyos seis hijos y seis hijas mueren a manos de Apolo y Artemisa en la flor de la
edad, suma al tema de la muerte adolescente el de los celos de los adultos. Esta matanza es reveladora
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del miedo que los dones y talentos de la juventud inspira a los adultos; no son los padres quienes matan,
sino terceros que quieren conservar el monopolio de la seducción y del amor.
Perséfona es arrancada de su madre para convertirse en posesión de otro adulto, Hades, el dios que
reina sobre los muertos. Sabiduría del mito que condena el rapto de los adolescentes que abandonan su
refugio de infancia. Si el adulto dominador no devuelve su libertad al adolescente al que gobierna, el
cautivo no se realizará.
El descenso a los infiernos de Perséfona sería una metáfora de la violencia que sufre la joven que pierde
su virginidad: el parece introducir la obligación del rapto y de la violación inherentes al matrimonio. La
adolescente núbil solo se vuelve mujer por medio de una ruptura brutal. La adolescencia es pasiva, la
maternidad da la madurez. La salida de la adolescencia no es idéntica en el muchacho que en la joven.
El mito de Narciso representaría el extremo, la patología en cierto sentido, del individuo que se niega a
elegir entre una sexualidad u otra.
Con el amor una arriesga demasiado la muerte de todo un pasado, sin esperanza de futuro. Es propio
del ser humano proyectar el futuro. Ahora bien, un muchacho o una joven que se aman no pueden
proyectar los frutos de su amor, no pueden hacer otra cosa que vivir ese amor que está en ellos, y, si
nace un niño, es una catástrofe: no han terminado sus estudios, no tienen vivienda, ni dinero. Así pues,
hay que evitar tener un hijo. Se ha llegado a métodos anticonceptivos seguros que ofrecen la posibilidad
de conocerse, pero siempre de conocerse reservándose, de manera que no hay un fruto de este
conocimiento. La sociedad no avalas las consecuencias de un amor de jóvenes, lo que hace que los
jóvenes no tengan derecho a llevar su propia vida en la época en que aman con más ardor. Es trágico.
En las relaciones sexuales llamadas libres, los seres no se encuentran. Los cuerpos como tales no son
nada si no hay proyectos y si el amor no trasciende aquello que pasa en los cuerpos y que se reduce, en
resumidas cuentas, a meras descargar nerviosas.
Un primer fracaso sentimental provoca una especie de recaída en una homosexualidad prepúber
ocasional, y que es inducida por una sociedad que no alienta a los jóvenes a hacerse adultos. Y es
haciéndose responsables como se convertirán en adultos, en lugar de regresar a una preadolescencia
narcisista.
CAPITULO III: La imagen del cuerpo.
En cuanto a las ropas, en la Antigüedad y hasta el Renacimiento, la desnudez estaba realmente
reservada a la representación masculina de la juventud. Perséfona aparece siempre vestida, lo único
que puede aparecer son los senos, que se muestran en la transparencia de su ropa, muy rara vez
desnudos; los senos son representados siempre sobresalientes y firmes.
En la Roma del siglo V a. de C. se representa a Afrodita en un mármol con sus dos acompañantes, que
encarnan cada una de las funciones tutelares de la diosa. Es decir, que hay una dialéctica en la
representación del Amor: por un lado una novia con velo, y por el otro una flautista desnuda; es una de
las primeras representaciones del cuerpo femenino desnudo, pero únicamente como atributo simbólico
de Afrodita. En esta representación, Afrodita aparece como una matrona mientras que las
acompañantes son dos aspectos del encanto femenino, la nubilidad y el poder de seducción. Se trata de
provocar el deseo del hombre, que sabrá fecundarla.
Lo prohibido sigue representado por el vestido. Los griegos representan a la mujer desnuda en la edad
adulta, pero siempre aparece con velo.
Con los romanos, tras los senos, se descubre el trasero femenino, se magnifica. A pesar de todo, el
erotismo del cuerpo desnudo y lascivo se reserva a los modelos de mujeres adultas.
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Hasta el renacimiento no aparecen las primeras representaciones de la adolescencia como tal. Hay aún
ambigüedad, como en los ángeles y los santos.
Rafael aparece como uno de los primeros grandes pintores que representó la adolescencia de la mujer.
Lo nuevo es que el pintor apunta al rostro y en la actitud de la mujer a la felicidad amenazada de la
juventud, un carácter adolescente tal como nosotros lo comprendemos actualmente. La Virgen Madre es
el tema impuesto.
El pintor a quien más conmueve el carácter adolescente del cuerpo es Botticelli. Con sus ángeles,
expresa esta fugacidad de la primavera de la vida. En sus mujeres hay una eflorescencia que podría ser
masculina y femenina.
Los frailecillos de la pintura religiosa expresan menos la adolescencia que la inocencia. Sirven de
ornamento. Son los servidores del arte, traen un libro o sostienen blandamente un instrumento de
música, incluso en la pintura marcial consagrada al tema de la guerra, la juventud sigue mostrándose
servil.
LÓPEZ DE ARCAUTE, JORGE. FICHA DE CATEDRA: “ADOLESCENCIA: UN ABORDAJE
MULTIDISCIPLINARIO”.
La ADOLESCENCIA es un constructo sociocultural que admite múltiples determinaciones. Varias son las
disciplinas que la abordan: sociología, antropología, biología y psicología.
Como concepto que es, no debe confundirse con las modificaciones corporales que tienen lugar en ese
momento de la vida. Recordemos que el término mismo no siempre existió en la historia de las lenguas.
Stephen Porter Dunn y Ethel Deikman señalan que uno de los puntos destacados como diferencia entre
las culturas asiáticas tradicionales y las occidentales es la ausencia de adolescencia.
En las sociedades que englobamos bajo el término de occidentales, la adolescencia es un tiempo de
aprendizaje y preparación por fuera de la familia. En cambio, en las sociedades asiáticas predomina por
sobre el individuo la estructura familiar y otras instituciones jerárquicas que están por encima del
individuo y la familia.
Estas observaciones son congruentes con las de Margaret Mead que destaca que los jóvenes en Samoa
son tratados como adultos jóvenes.
En cuanto a la duración del período, no pueden establecerse pautas cronológicas rígidas. Ni Freud,
Winnicot y Erikson, fijan limites etarios, pero para ellos se trata de un período más bien corto. Todos
estos autores centran el eje no en la cuestión de edades cronológicas, sino en procesos, que implican el
pasaje del seno de la familia al cuerpo social, de adquisición de los típicos interese adultos: pareja,
trabajo, independencia de la autoridad parental. Vigotsky coincide planamente con estas afirmaciones.
Obviamente, sin cambio bilógico no hay pubertad y sin sistema nervioso no podemos pensar, pero lo
que nos saca de la biología es que lo real del cuerpo debe ser trabajado con los auxilios de los simbólico
y lo imaginario.
Habitualmente se distingue pubertad de adolescencia. Algunos autores como Susana Quiroga
subdividen la adolescencia en períodos: adolescencia temprana, media y tardía. Por otra parte Arnold
Gesell ofrece puntillosas tablas de cambios correlacionando ciertos observables externos con tal o cual
edad. En cambio, F. Doltó, desde la vertiente psicoanalítica, se centra en adquisiciones de tipo
cualitativo, del orden de la subjetividad. La adolescencia, para la autora francesa, implica que el
desasimiento de la autoridad parental se traduzca en formas novedosas de acción sobre el mundo. Es la
posibilidad de que las fantasías que provienen de la niñez cedan lugar a proyectos, con aparición de
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deseos propios y una actividad en el terreno de la realidad. El punto final que marca la autora de esta
etapa es la inmunidad del adolescente frente a la angustia que un proyecto suyo podría generar en los
padres.
Vigotsky comparte el criterio cronológico y difiere del criterio evolutivo y biologicista de Gesell. Para
Vigotsky, lo nuevo que aparece en cada edad no existía de ningún modo antes. Por eso plantea que los
conflictos en la adolescencia vienen marcados por dos crisis: la de los 13 años y las de los 17 años (regla
aproximada). La primera crisis está más ligada a los cambios biológicos propios de la pubertad, y la
segunda, por las preocupaciones de entrar en el mundo”. Con respecto al final de la adolescencia, dice
que la edad comprendida entre los 18 y 25 os, más que el final de una etapa, marca la entrada en las
edades maduras.
Rebeca Hillert y Guillermina Diaz consideran que la pubertad es el tiempo de la emergencia de lo real
sexual, en que empieza a definirse un nuevo anudamiento de la prohibición del incesto. Indican también
que ese momento simbólico recibe la marca de un rito de entrada, es decir, un acto en el sentido de
marca que traza un punto de inflexión, un antes y un después; es una nueva modalidad de relación con
el Otro parental y el Otro social. La adolescencia seria entonces el tiempo que sigue a ese inicio, tiempo
de re-situarse en la nueva ubicación libidinal.
Alba Flesler propone un indicador subjetivo al que llama el “ya”. Los pasos sucesivos obedecen a una
progresión lógica, no cronológica.
Los cambios de la adolescencia en la perspectiva de la BIOLOGÍA HUMANA.
La genética proporciona la base física para el inicio de los cambios somáticos que empiezan a
producirse en la pubertad. Estos cambios comprenden todo el cuerpo y se inician con la secreción
aumentada de la somatotrofina, hormona del crecimiento, con una variación cuali-cuantitativa en la
producción de las hormonas sexuales. Aparece así una distinción entre mujeres y hambres, con la
aparición de los caracteres sexuales secundarios y luego, la posibilidad biológica de engendrar.
Hay crecimiento en la altura, en el peso corporal y la fuerza muscular, especialmente en los varones.
Hay un incremento en el tamaño del corazón, la capacidad de transporte de hemoglobina y un aumento
de la presión sistólica.
En suma, desde lo biológico, el cuerpo del varón adolescente promedio se hace más apto para el tipo de
tareas que requieren de esfuerzo físico.
En las mujeres el pico de crecimiento en altura comienza antes que el del varón, la distribución de
músculos y células adiposas acentúan las formas redondeadas de cuerpo, se desarrollan los senos y los
órganos de la reproducción comienzan a prepararse para una eventual maternidad. Es notable cómo ha
variado histórica y geográficamente la edad de la menarca, lo que sugiere que la expresión de los genes
es modulada por factores externos, posiblemente de tipo socio-histórico o psicológico.
El problema con este tipo de enfoques es que, partiendo de un comprobable físico, fallan a la hora de
explicar el por qué o introducen una errónea relación causa-efecto entre sucesos que meramente
aparecen en forma simultánea. Creemos que sería más propicio el camino de investigar cómo simboliza
el adolescente los cambios que experimenta en su cuerpo.
Algunos enfoques de la antropología intentan establecer un nexo entre aquellos datos de la biología y la
experiencia humana, aunque se relativiza fuertemente el peso del factor biológico, en función de las
condiciones materiales de cada cultura y de la llamada superestructura de la sociedad. Marvin Harris
considera que las diferencias biológicas entre hombres y mujeres, producen una diferenciación de las
tareas, reservando a los varones aquellas más ligadas a la fuerza, la velocidad y el riesgo.
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Piaget y la epistemología genética.
Piaget dedicó su obra a estudiar el nacimiento de la inteligencia en el niño y postuló que se desarrolla
por estadios sucesivos, desde el nivel sensorio motor hasta el operatorio formal. Este último es el que
adviene en la adolescencia. En términos generales, el adolescente dispone de la posibilidad de
razonamientos abstractos, en los que la realidad es sólo un caso de todos los posibles. El pensamiento
deviene hipotético-deductivo. Y puede hacer razonamientos sobre problemas puramente verbales, sin
necesitar de la apoyatura de elementos concretos.
En cualquier cultura, el adolescente será capaz de razonamientos sobre su realidad, que son
superadores y cualitativamente diferentes a los que realiza un niño de la misma cultura.
Los enfoques SOCIOLÓGICOS y ANTROPOLÓGICOS.
Suele considerarse a la adolescencia media como un período especialmente conflictivo y crítico. El
imaginario social supone siempre adolescentes rebeldes. Sin embargos, como señalan Marc Bornstein y
Richard Lernes, aunque el adolescente se vuelque hacia el grupo de sus pares, la institución de la familia
sigue gravitando profundamente; hay relativamente pocas disidencias graves con sus padres. La misma
elección de su grupo de pares suele ser orientada e influida por los valores de la familia de origen.
Los conflictos de generación que indica Blos suelen ser más de orden cuantitativo que cualitativo.
Esto no quiere decir que la mayoría de los adolescentes no atraviese caminos de cierto dramatismo ni
que estén exentos de stress antes los desafíos nuevos. Lo que sucede es que, en la mayoría de los casos,
el conflicto se desarrolla y resuelve básicamente en forma intrapsíquica, por más que los choques reales
con sus padres sean comunes. El stress aludido es causado por la necesidad de encontrar una nueva
relación con el Otro, familiar y social, relación que concilie la existencia externa con la necesidad de
preservar la subjetividad deseante.
El yo, precipitado de identificaciones no siempre armónicas entre sí, vacila y debe reconstituirse en
forma diferente. Esto implica que habrá momentos en que el soporte identificatorio no provee la
tranquilidad que le daba habitualmente en la niñez.
La sociedad espera del adolescente una definición: que elija un oficio o carrera, que elija una identidad
sexual definitiva.
Según Freud, la adolescencia implica una vuelta de tuerca, una reactualización y revisión del complejo
de Edipo, la castración y la prohibición del incesto. “prohibición del incesto” es equivalente a decir
“introducción de lo simbólico”, porque se necesita de este registro para diferenciar entre procreación y
paternidad.
Rito de iniciación. En todas las sociedades tradicionales existían ceremonias fuertemente ritualizadas
que marcaban el abandono de la niñez y la entrada del sujeto en la edad adulta. Es una ceremonia
pública y tiene un carácter social fuertemente ligado a la introducción del iniciado en la cultura. Es
lógicamente anterior a la primera experiencia sexual. Estos ritos proveían una apoyatura social al
ingreso del niño en la sociedad adulta. Es a la vez marca simbólica.
Martín Gusinde estudió la ceremonia de iniciación de los indios Selk`Nam, de Tierra del Fuego. Se la
conoce como la ceremonia del Klóketen, término que denomina al candidato. La ceremonia es a la vez
social y restringida, sólo pueden participar varones adultos. En cuanto a la edad, no tiene fijeza. Para el
rito de iniciación no cuenta la edad en sí, sino la capacidad de reunir ciertos requisitos: que sepa
guardar un secreto, que se muestre reflexivo y con autodominio, que pueda constituirse en transmisor
de las tradiciones culturales y a la vez, independiente de la familia de origen.
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Otra cultura relacionada con esta con los Yámana, que tienen dos tipos de ceremonias: Chiexaus y Kina.
La primera incluye tanto varones como mujeres. En ambos casos tiene que ver con la enseñanza de la
conducta moral esperada de ellos, la instrucción en las tradiciones orales y el entrenamiento en las
tareas del adulto. Las ceremonias en esta cultura suelen realizarse cuando una ballena encalla en la
playa.
La antropóloga Anne Chapman señala que la diferencia de rituales entre las dos culturas mencionadas
refleja la división del trabajo y las diferencias en las formas en que se maneja el poder. En ambos casos,
es elocuente la escenificación del tiro de iniciación: se teatraliza la muerte del niño y el nacimiento del
adulto.
Peter Heintz señala que el status social del adolescente contemporáneo se caracteriza por la
inseguridad; esta situación nace del abismo entre la vida de la niñez y la adulta, sin que existan
elementos intermedios que permitan al joven prepararse progresivamente para pasar de un lugar al
otro.
Francoise Doltó señala la importancia social de la existencia de algún rito de iniciación como medio de
transitar ese vacío. La ausencia en nuestra cultura de ritos claramente marcados aumenta el
sentimiento de inseguridad y de no pertenencia. Doltó propone que los proyectos que suelen
emprender los adolescentes pueden oficiar de puente entre la niñez y la adultez, tomando así un valor
semejante a los ritos. Se trata de una acción, no de una fantasía; a diferencia del juego infantil, los
objetos son usados por su valor social compartido, no como significante de otra cosa.
En suma, vemos que las distintas disciplinas abordan el tema de la adolescencia desde ángulos que uno
creería complementarios. Sin embargo, no siempre las conclusiones de cada una son compatibles con
las otras, porque pueden estar en juego distintos paradigmas epistemológicos y diversas maneras de
concebir al sujeto humano.
URRESTI MARCELO, UNA ESCUELA PARA LOS ADOLESCENTES. PARTE I: ADOLESCENCIA Y
JUVENTUD: DOS CATEGORÍAS CONSTRUIDAS SOCIALMENTE”.
Adolescencia y juventud con dos términos a través de los cuales las sociedades modernas han intentado
ordenar segmentos poblacionales partiendo de la edad. En todo orden social la edad funciona como un
criterio clasificatorio. Estas dos categorías no se pueden definir con base en criterios etarios.
Si bien términos como adolescencia y juventud definen “grupos de edad”, no se los puede demarcar con
la exactitud que suponen los criterios de edad, puesto que sus límites son variables y sus fronteras son
sociales; es decir que están socialmente construidos y por lo tanto, varían histórica, geográfica y
culturalmente.
Es posible constatar con relativa facilidad que la definición de la población adolescente o joven ha
cambiado con el paso del tiempo. Los grupos jóvenes comienzan a existir históricamente cuando se une
a cierta bonanza demográfica la capacidad cultural de elaborar la diferencia que la estructura
reproductiva de esa sociedad hace posible.
Hay sociedades que no tienen jóvenes. Muchas constan de un rito de pasaje que suele consistir en un
período breve de alejamiento de los púberes de sus aldeas, seguido de una ceremonia de marcación
corporal, a través de la cual los miembros de esa sociedad pasan casi sin transición directamente desde
la infancia a la adultez. La madurez corporal es suficiente como condición para entrar en el mundo
adulto. La mayoría de las sociedades han funcionado de esta manera, es decir que lo inusual es que haya
sociedades con juventud.
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El presente actual en constante explosión se encuentra con una variedad creciente de grupos de edad,
producto de esta diversificación: niños, púberes, adolescentes, jóvenes, jóvenes adultos, maduros,
mayores, tercera edad, gerontes, y hasta comienza a surgir una cuarta edad.
Tanto adolescencia como juventud son categorías construidas social e históricamente, y articulan un
material escaso. Las diferencias entre estas categorías responderán al tipo de cultura al que nos
refiramos. Por lo tanto, adolescentes y jóvenes serán todos aquellos que una determinada sociedad
considere como tales. Para aclarar de qué se habla cuando se habla de jóvenes, primero hay que
detenerse en las características que definen a un adulto normal, para luego ver qué es lo que conduce
hasta él.
Un adulto se define como alguien que h establecido su vida al margen de su familia de origen, que se
autosustenta, que ha construido su propia familia, que tiene hijos, que ha definido exitosamente un
destino laboral. Entonces, ¿qué sería la juventud? Ese periodo de mora, en el cual cierto segmento de la
población llegado a la madurez sexual, a su plena capacidad biológica para reproducirse, no termina de
consumarse como un adulto y se encuentra a la espera de adquirir los atributos que lo identifiquen
como tal. En esa moratoria, en ese periodo de espera, estarían los jóvenes.
En una sociedad como la nuestra, es necesario plantear la coexistencia de distintas sociedades en una
misma sociedad. Distintas clases sociales tendrán distintos tipos de maduración social. No todos los
individuos que tienen la edad de ser jóvenes se encuentran socialmente en la misma situación. Casi no
hay juventud en los sectores populares.
En la definición social del modelo de la juventud está operando un sistema de dominación social que
hace aparecer como jóvenes sólo a los miembros de una clase, excluyendo implícitamente a los
miembros de otras clases que no acceden objetivamente a la moratoria social. De una o de otra manera,
los enfoques de la moratoria social reproducen este modelo de dominación social en sus esquemas
conceptuales.
(MORATORIA SOCIAL: Equivale a la idea de “tiempo muerto” en la búsqueda de la identidad, al
constituir un momento de intensa interacción con el entorno, ya sean personas, objetos, sentimientos,
etc. aplazando las posibles consecuencias, convirtiéndose así en una especie de “campo de pruebas”. Por
ello, se trata de una especie de experimentación, que es comprendida y permitida externamente por
quienes rodean al individuo. La moratoria facilitaría el desarrollo del yo y la percepción personal de lo
que da sentido a la vida; en suma, se facilita el desarrollo de la identidad.)
La adolescencia aparece como el periodo previo a la juventud o en menor medida como la primera
juventud, y supone el momento problemático en que se consuma la madurez corporal y se discute por
primera vez la herencia familiar en la constitución de la personalidad. De modo que se manifiesta como
un período de crisis en el que se asumen nuevas posiciones de rol junto con una corporalidad en
desarrollo. Es una etapa transicional.
El período adolescente escenifica una crisis: por un lado un abandono, una pérdida, la del cuerpo y el
lugar del niño, y por otro, una búsqueda, la de la identidad en el mundo adulto. La crisis se manifiesta en
el cuestionamiento que el adolescente hace del sistema de referencias que constituyen la identidad que
ha heredado de la familia. La adolescencia comienza en lo corporal con la madurez sexual y en lo
psicosocial con el cuestionamiento de esta herencia recibida, y a través de las búsquedas posteriores
afirma la necesidad de constituirse frente al mundo de los padres, en oposición y conflicto frente al
mismo. La familia otorga una historia en la que se es individualizado, y la adolescencia supone el primer
paso en la construcción autónoma de esa nueva historia que constituila nueva identidad. Es por ello
que aparece como un período crítico en el que sobreviene la madurez psicológica propia de la
constitución del adulto promedio sano: con un nuevo sistema de identificaciones que lo defina y una
forma de sexualidad asumida.
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La adolescencia coincide con la salida desde la familia hacia los grupos de pares, hacia la relación
autónoma con otras instituciones o con la comunidad en general, que comenzaran a ser, de modo
creciente, elecciones autónomas de los sujetos. Este modelo de interpretación se identifica como el de
un adolescente moderno. El adolescente actual no tendría a qué oponerse, al menos no claramente, en
la medida en que no habría ideologías fuertes con las que elaborar el contraste, hecho que expresaría un
identidad formada en el collage, la composición sin plan, como un pastiche en el que no habría conflicto
ni rebelión, y por lo tanto, no habría brecha, sino simplemente huida sin choques, indiferencia. Esto
genera una confusión entre los mundos adulto y juvenil. Al vacilar la socialización dura, tradicional, el
conflicto movilizador desaparece, y la etapa adolescente se va convirtiendo en un estado. Otros
estímulos sociales del presente estarían afirmando esta tendencia: la extensn de la estética
adolescente como modelo de conductas a ser imitado.
Es difícil negar que la adolescencia se va convirtiendo en un modelo social a imitar, que se extiende cada
vez más por la acción del mercado, los medios masivos y la publicidad, con lo que va dejando de ser una
etapa para convertirse en un estado permanente. La vejez se va convirtiendo en algo vergonzoso, que
habría que esconder. La adolescencia sería una forma de estética muy atractiva que hasta los más viejos
estarían imitando.
Hay modelos dominantes de ser joven o de ser adolescente que tienen por detrás la articulación de
estrategias sociales de dominación, que luchan por establecer esos modelos que funcionan como
herramientas de dominación. Detrás de estas clasificaciones la sociedad disputa el acceso a recursos, a
su distribución, a la lucha por su control y monopolización.
El más importante de estos conflictos es el generacional. Si hay algo que define el ser joven no es tanto
una estética o moratoria social, sino el lugar temporal que marca la experiencia, que sitúa al sujeto en el
mundo de la vida y que le indica las probabilidades de afrontar efectivamente la muerte.
Con esto no se quiere negar la importancia de la estética, sino un planteo que posicione la definición en
una instancia previa: la de la experiencia de vida diferencial que supone tener una edad y no otra. Con
esto se trata de recuperar esa base “material” de la edad pero procesándola culturalmente: tener una
edad y no otra supone pertenecer a una generación y no a otra, supone haber sido socializado en un
momento histórico determinado, ser hijo de una coyuntura y darle un tipo de relieve temporal a la
propia experiencia.
El crédito temporal disponible y la facticidad es lo que le da profundidad histórica a la experiencia
personal en la que cada sujeto construye su propia identidad. La juventud más que una estética o una
moratoria social, es un posicionamiento objetivo en el conjunto de las distintas generaciones que luego
toma características de clase específicas, pero que comparte la definición de situarse en uno y solo en
un momento de la historia, por lo que es una experiencia singular e intransferible de cada uno, común
con aquellos “hermanos de generación”.
Para recapitular, la juventud es una condición de facticidad, un modo de encontrarse arrojado en el
mundo, que articula la moratoria vital, la historicidad de la generación en la que se es socializado y la
experiencia de las duraciones y de la temporalidad. Ser joven es una forma de experiencia histórica
atravesada por la clase y el género, pero que no depende exclusivamente de ellos, sino que adquiere
modalidades diferenciales. Es una condición que se articula social y culturalmente en función de la edad
con la generación a la que se pertenece, en tanto moratoria social incorporada, experiencia de vida
diferencial, con la clase social de origen y con el género.
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BLOS, “LA TRANSICIÓN ADOLESCENTE”.
INTRODUCCIÓN.
La supervivencia depende del apoyo que reciban necesidades biológicas y de contacto humano, de
naturaleza tanto física como emocional, y que se sintetizan en la reciprocidad de la conducta vincular.
Las variantes de adaptabilidad y la presencia empática de la persona que brinda los cuidados maternos
durante el proceso madurativo del bebé, determinan un equilibrio óptimo. Desde el comienzo de la vida
el organismo humano es un animal social. En un debido momento tiene lugar una declinación de la
dependencia total respecto del entorno. El avance hacia la etapa de la autonomía se funda en la
formación de la estructura psíquica; este proceso representa la transformación de las influencias
vivenciales en una realidad interior dotada de un orden legal propio. Son instituciones o sistemas que
comprenden el ello, el yo, el superyó y el ideal del yo.
El logro de la individualización, la interiorización y la estructura psíquica resguarda automáticamente el
funcionamiento óptimo del organismo psíquico. El proceso recíproco de “ajuste” establece entre el self y
su entorno una pauta de interacción que poco a poco va conformando la individualidad y la singularidad
personal.
El efecto inexorable de las influencias ambientales se vuelve a lo largo de la vida un requisito
imprescindible para el mantenimiento de un funcionamiento organísmico óptimo. La autonomía
psíquica y la madurez emocional se logran merced al uso selectivo que hacen el niño y el adolescente se
sus particulares elementos ambientales y constitucionales dados, que con el tiempo configuran pautas
adaptativas peculiares. Sea cual fuese la pauta adaptativa, es escogida y organizada activamente por el
niño en crecimiento a fin de proteger su integridad psíquica, su sensación de bienestar, y mantener
intacto su cuerpo y alerta y sensible su mente.
Con el advenimiento de la maduración sexual se tornan no sólo factibles sino imperiosos los saltos
cognitivos a niveles superiores y nuevas aptitudes físicas, un desprendimiento de las dependencias
infantiles de la familia en busca de un medio social más amplio. El ambiente del niño y el niño mismo se
vuelven más complejos a medida que pasan los años y a medida que encuentran un mundo, en
permanente expansión, de fuerzas interactuantes que se provocan, se rechazan y se neutralizan
mutuamente. Entre la gama de influencias que constituyen la matriz familiar, puede siempre
descubrirse un conjunto de vivencias prototípicas. La posibilidad de combinar estas influencias en una
totalidad unitaria decisiva, a la que suele titularse identidad y carácter”, dependerá el grado de
integración y diferenciación de que sea capaz el yo adolecente.
En el mundo occidental el rito de cambio es lento, para su completamiento requiere un lapso
prolongado. Pero en algunas sociedades primitivas, los ritos de iniciación expulsan al adolescente, con
la rapidez de un parto, hacia la posadolescencia y la participación en la comunidad. No importa en qué
dirección avance la adolescencia, pronto se observa que el nuevo entorno adolescente hereda funciones
y significados que antaño pertenecieron a la matriz familiar, y que en la adolescencia son sometidos a
modificación por rechazo parcial o absoluto, transitorio o permanente (“modulación idiosincrásica y la
selectividad crítica). Solo utilizando un entorno social más amplio, como continuación, rechazo o
revisión de las pautas familiares habituales, adquiere el adolescente pautas propias estables, duraderas,
acordes a su yo, y se convierte en un adulto.
El primer capítulo da cuenta de la lucha en pro de la autonomía llevada a cabo por jóvenes incapaces de
lograrle sin el apoyo y la servicial ayuda de la generación de sus padres.
La inestabilidad y vulnerabilidad psíquicas del adolescente son bien conocidas. Esta labilidad hace
posible que un desarrollo anormal se torne permanente, pero también que se superen potencialidades
anómalas anteriores ya sea compensando su influjo debilitador o aislando sus penosos interferencias.
Los residuos de la historia infantil de la formación de la estructura psíquica permanecen activos en
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todos los estadios de desarrollo subsiguientes y adquieren una urgencia extrema durante la
adolescencia.
Se sabe desde siempre que los adolescentes participan intensa y apasionadamente en su ambiente
global, y en las relaciones con sus pares en particular. La teoría psicoanalítica de la adolescencia ha
tendido a poner de relieve las vicisitudes del hallazgo de objeto fuera de la familia.
La involucración sociocéntrica del adolescente en las relaciones con los pares no sólo contiene metas de
libido de objeto, sino que representa un esfuerzo por llegar a una conciliación con los restos
interiorizados de la escisión infantil preambivalente en objetos “bueno” y “malos”.
CAPITULO I: Realidad y ficción de la brecha generacional.
La creación de un conflicto entre las generaciones y su posterior resolución es la tarea normativa de la
adolescencia. Sin este conflicto no habría reestructuración psíquica adolescente. No debemos olvidar
que la maduración sexual o pubertad progresa en forma independiente del desarrollo psicológico. No
existe correlación directa entre la actividad genital per se y la genitalidad como etapa del desarrollo.
Este desarrollo progresivo en términos de cambios internos y desplazamientos internos de investidura,
no son necesariamente advertibles en lo exterior por el observador casual o ambiente; son cambios
intrapsíquicos.
El conflicto generacional es esencial para el crecimiento del self y de la civilización. La inmadurez física
y emocional del niño determina su dependencia de la familia y, consecuentemente, establece los
modelos esenciales de relaciones de objeto. Las instituciones psíquicas se originan en la interiorización
de las relaciones de objeto y son una manifestación de estos orígenes cuando se instaura la
individuación adolescente. El conflicto entre las generaciones es generado por una desvinculación
emocional respecto de lo antiguo y un acercamiento a lo nuevo, que sólo puede alcanzarse a través de la
gradual elaboración de una solución transaccional o transformación: la estructura psíquica no se
modifica, pero en cambio se alteran radicalmente las interacciones entre las instituciones psíquicas. El
superyó sigue existiendo y funcionando, pero la influencia crítica del yo y su creciente autonomía
alteran el absolutismo superyoico y modifican su cualidad así como su influjo en la personalidad.
En la adolescencia el self ilusorio alimentado por los padres a lo largo de los años de la latencia es
finalmente rechazado, en un empeño por lograr una definición más adecuada de uno mismo. Los actos
de rebeldía o de independencia, desde la desobediencia civil hasta la libertad sexual, son con frecuencia
resultado de rupturas violentas de las dependencias, más que señales madurativas de la elaboración o
resolución del conflicto.
La brecha generacional es un mecanismo de distanciamiento, merced del cual los conflictos internos y el
desapego emocional son reemplazados por separaciones espaciales e ideológicas. Es resultado es una
detención en el nivel adolescente, a causa de la evitación del conflicto; se pierde así la maduración a que
da lugar la resolución del conflicto.
En hogares de clase media por lo general liberales o progresistas, los lazos afectivos son una
permanente expresión de la pronta gratificación de las necesidades; este tipo de crianza obstaculiza el
normal desarrollo de la latencia. Los avances del yo característicos de esta etapa, nunca se desprenden
lo suficiente de las relaciones de objeto y en consecuencia nunca adquieren autonomía esencial. Esos
niños carecen totalmente de preparación para elaborar la regresión normativa adolescente porque
viven con un temor mortal a quedar sumidos en la regresión. No tienen otra opción que la ruptura total
con el pasado, el autoexilio espacial y el absolutismo opositor.
Tan pronto como surge una discrepancia, el totalitarismo juvenil se afirma en esta alternativa: se está a
favor de los jóvenes o se está en contra de ellos. Lo que el adolescente quiere es que el adulto
estereotipado admita su equivocación, su egoísmo y su incompetencia. Todo esto tiene validez
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únicamente para aquellos jóvenes que experimentan una brecha generacional, lo cual por definición
indica su incapacidad de experimentar el conflicto generacional.
Cuando se establece la brecha generacional como mecanismo prolongado de distanciamiento, en
términos de un desapego total del individuo respecto de su contexto original, el conflicto generacional
resulta débil, carente de estructura y de elaboración. Si, en cambio, se afirma este conflicto, que actúa
con miras a la individualización y la diferenciación, la brecha generacional, en cuanto estilo de vida, no
encuentra terreno fértil en el cual crecer y sostenerse. En tales condiciones, es transitoria y tiende a su
autoeliminación.
WAINSZTEIN SILVIA Y MILLAN ENRIQUE, “INTERPRETAR LA PUBERTAD”.
En la teoría, los adolescentes han corrido la misma suerte que corren en la vida: como no se sabe dónde
situarlos, se los condena al silencio del que sólo han podido salir dando gritos, causando molestias. Con
los adolescentes se puede jugar, pero no como se juega con los niños. Con los adolescentes se puede
hablar, pero no como se habla con los adultos.
El yo, el cuerpo, el espacio.
“porque yo ya no soy yo, ni mi casa es ya mi casa”, Federico García Lorca.
Una problemática fundamental de la adolescencia es una pregunta que se reitera en el discurso de los
adolescentes “¿Quién soy?”.
Puede decirse que estamos ante un cuerpo que interpreta: entre el primer y el segundo “yo” del verso
hay una diferencia. Si anatomía es destino, es en la pubertad donde se descubre el número uno de la
serie. El cuerpo es el sonido que produce, en su materialidad, el significante. Pero no es el significante
presente, sino aquel que denuncia su encadenamiento de ausencias, las modificaciones corporales
certifican lo que antes faltaba. Si la identificación consiste en los cambios que se producen en un sujeto
cuando éste asume una imagen, entonces la imagen a la que el sujeto se enfrenta en la pubertad es una
imagen tambaleante e insegura que, en su cambio constante, se sustrae de la posibilidad de su asunción.
Los cambios corporales trastocan lo imaginario retorna el cuerpo, fragmentado con violencia y sin
piedad, abriendo la dimensión de la angustia frente a los otros que no lo comprenden.
“Los adolescentes no son comprendidos”; ese es el modo en el que el cuerpo habla de su fragmentación.
La castración se resignifica en la diferencia de los sexos, la cual implica la muerte de lo que
ilusoriamente de hallaba unificado a través de la bisexualidad. Es justamente en eso en lo que falla la
anticipación de la imagen. Algo pasa en el cuerpo real que no coincide con la imaginarización que se
tiene de él. Es la evidencia de la enajenación de una imagen, los síntomas más observables con esas
torpezas que traducen la relación entre ese cuerpo y l espacio, entre ese cuerpo y los objetos.
El cuerpo aparece en mismo como una transgresión: hay algo que antes no había, no es el mismo
cuerpo, no es la misma voz. Se inaugura un nuevo dominio del goce del cuerpo: el goce del cuerpo para
Otro. Los ritos de iniciación funcionan como un “debes gozar”. Y si el goce es fálico, la tensión narcisista,
cuyo correlato es la agresividad, hace que aquellos descubran la transgresión de sus progenitores, que
como ellos, debutaron transgrediendo.
Si la posibilidad del coito redimensiona el cuerpo como significante para Otro en tanto goce, el otro
sentido de “para Otro” es un hijo. La apoyatura en lo fisiológico permite la posibilidad de la
reproducción, perite un cambio de lugar: el de hijo de un padre al de padre de un hijo. El asesinato del
Padre consiste en ocupar el lugar de éste sosteniendo sus emblemas, identificándose con él.
El yo, el cuerpo, el tiempo.
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Si hablamos de un cuerpo para Otro, de un cuerpo que se hace evidente en la mirada del Otro, el púber
descubre los caracteres sexuales secundarios en la mirada del Otro. Es una trasgresión de doble
vertiente: goce en la relación sexual y goce en la paternidad. En púber se queda sin palabra, su discurso
es fóbico; se aísla, se retrae; su sorpresa se expresa como envidia fálica, al modo de la angustia de
castración: el hombre esconde su masturbación, la mujer exalta su menarca.
Si cuando se esante esa mirada se sabe que se debe trasgredir, yo que estoy ante ella, ¿qué se de mí?
Se inicia así un tiempo en el que es necesario comprender, hallar una respuesta acerca de sí. El dialogo
se convierte en monologo impenetrable. En su rigidez monolítica, las teorizaciones del adolescente
acerca del amor, del sexo, la pareja, la vida, la muerte, la sociedad, esconden la incertidumbre de una
reciprocidad que es siempre ajena. Pero ese tiempo no puede ser infinito.
Dice Laca que el juicio asertivo se manifiesta en un acto, que es en la pubertad aquí acto sexual, y que
asume carácter concluyente. Es la confirmación de una aserción anticipada, del encuentro con algo de lo
que ya se sabía.
Resumiendo.
Los tres tiempos lógicos constitutivos de la pubertad son:
1. Tiempo de la mirada.
2. Tiempo de comprender.
3. Tiempo de concluir.
UNIDAD DOS
FREUD LA METAMORFOSIS DE LA PUBERTAD.
Con la pubertad se introducen cambios que llevan la vida sexual infantil a la conformación normal
definitiva. La pulsión sexual era predominantemente auto erótica y ahora halla al objeto sexual; hay una
nueva meta sexual. Todas las pulsiones parciales cooperan subordinándose al primado de la zona
genital. LA NUEVA META SEXUAL ASIGNA A LOS DOS SEXOS FUNCIONES DIFERENTES.
En el hombre el desarrollo es más consecuente y el más accesible para comprender. La meta sexual
consiste en la descarga de los productos genésicos. La pulsión sexual se pone al servicio de la función de
reproducción.
En la mujer la vida sexual es garantizada por la coincidencia de las dos corrientes dirigidas al objeto y a
la meta sexual: La tierna y la sensual.
1.EL PRIMADO DE LAS ZONAS GENITALES Y EL PLACER PREVIO.
Lo esencial de los procesos de la pubertad: Crecimiento de los genitales externos y; al mismo tiempo el
desarrollo de genitales internos avanzando hasta el punto de ofrecer o recibir productos genésicos para
la gestación.
El aparato debe ser puesto en marcha mediante estímulos que pueden alcanzarse por tres caminos:
- Desde el mundo exterior.
- Por excitación de las zonas erógenas.
- Desde el interior del organismo.
A través de los tres caminos se provoca lo mismo: EXCITACIÓN SEXUAL. Se da a conocer por dos clases
de signos:
- Signos anímicos: peculiar sentimiento de tensión, carácter esforzante.
- Signos somáticos.
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Tensión sexual.
El estado de excitación sexual presenta el carácter de una tensión. Un sentimiento de tensión tiene que
conllevar el carácter de displacer. Un sentimiento de esa clase conlleva un esfuerzo de alterar la
situación psíquica: opera pulsionalmente. Si la tensión del estado de excitación sexual se computa entre
sentimientos de displacer se encuentra con el hecho de que es experimentada inequívocamente como
placentera. SIEMPRE LA TENSION VA ACOMPAÑADA DE PLACER.
Mecanismo del placer previo.
Hay una diferencia de naturaleza entre el placer provocado por la excitación de zonas erógenas y el
producido por el vaciamiento de las sustancias sexuales. El primero puede relacionarse con el placer
previo por oposición con el placer final.
- Placer previo: es en escala reducida, la pulsión sexual infantil.
- Placer final: es nuevo, por lo tanto depende de condiciones que solo se instalan con la pubertad.
La nueva función de las zonas erógenas es que son empleadas para posibilitar la producción del placer
de satisfacción mayor.
Peligros del placer previo.
El nexo del placer previo con la vida sexual infantil se acredita por el papel patógeno que puede
corresponderle. El malogro de la función del mecanismo sexual por culpa del placer previo se evita
cuando en la vida infantil se prefigura el primado de las zonas genitales. En la segunda mitad de la niñez
(8 años hasta la pubertad) las zonas genitales se comportan de manera similar a la época de la madurez
pasando a ser la sede de sensaciones de excitación y alteraciones preparatorias cuando se siente alguna
clase de placer por satisfacción de otras zonas; carece de fin: no contribuye al curso del proceso sexual.
2. EL PROBLEMA DE LA EXCITACIÓN SEXUAL.
Placer y tensión sexual solo pueden estar relacionados de manera indirecta.
Papel de las sustancias sexuales.
Solo la descarga de las sustancias sexuales pone fin a la excitación sexual.
Puede vincularse la tensión sexual con productos sexuales, el aparato genésico suele descargarse de sus
materiales por la noche en periodos variables (polución nocturna); esto ocurre con una sensación de
placer y mediante una alucinación onírica de un acto sexual.
La acumulación de los materiales sexuales crea y sostiene a la tensión sexual; si la excitación de zonas
erógenas aumenta la tensión sexual, puede deberse a que tienen una prefigurada conexión anatómica
con centros que elevan el tono de la excitación y, cuando la tensión es suficiente, ponen en marcha el
acto sexual. Cuando la tensión no es suficiente se incita a la producción de sustancias genésicas.
3. LA TEORÍA DE LA LIBIDO.
Libido: “fuerza susceptible de variaciones cuantitativas que podría medir procesos y trasposiciones en
el ámbito de la excitación sexual”.
La excitación sexual no es brindada solo por las partes genésicas, sino por todos los órganos del cuerpo;
se llega a una representación de un “quantum” de libido llamado libido yoica.
La producción de la libido yoica, el aumento o disminución, la distribución y desplazamiento, ofrecen la
posibilidad de explicar los fenómenos psico sexuales.
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La libido yoica se convierte en libido de objeto cuando, la vemos concentrarse en objetos, fijarse a ellos
o abandonarlos y pasar de unos a otros guiando el quehacer sexual del individuo que lleva a la
satisfacción, es decir, a la extinción parcial y temporaria de la libido.
En cuanto a los destinos de la libido de objeto, que es quitada de los objetos se mantiene en particulares
estados de tensión para ser recogida en el interior del yo y convertirse nuevamente en libido yoica.
4. DIFERENCIACION ENTRE EL HOMBRE Y LA MUJER.
Solo con la pubertad se establece la separación tajante entre el carácter masculino y el femenino,
aunque la activación auto erótica de las zonas erógenas es la misma en ambos sexos lo cual suprime en
la niñez la posibilidad de establecer una diferencia entre los sexos como la que se producirá después de
la pubertad.
En relación a las manifestaciones sexuales auto eróticas y masturbatorias: la sexualidad de la niña
pequeña tiene un carácter enteramente masculino.
Zonas rectoras en el hombre y en la mujer.
En la niña la zona erógena rectora se sitúa en el clítoris siendo homologa a la zona genital masculina: el
glande. Las descargas espontaneas del estado de excitación sexual se exteriorizan en contracciones del
clítoris y las frecuentes erecciones de este posibilitan juzgar a la niña las manifestaciones sexuales del
varón. Le transfiere las sensaciones de sus propios procesos sexuales.
La pubertad en la niña se caracteriza por una nueva oleada de represión que afecta la sexualidad del
clítoris; en cambio, la pubertad del niño trae aparejado un gran empuje de libido.
El refuerzo de las inhibiciones sexuales en la niña, creado por la represión en la pubertad le
proporciona al varón un estímulo a la libido que se ve forzada a intensificarse aumentando la
sobrestimación sexual que va a tener un valimiento para la mujer que desmiente su sexualidad.
Cuando por fin el acto sexual es permitido, el clítoris mismo es excitado y recae sobre el mismo, el papel
de retransmitir esa excitación a las partes femeninas vecinas. Para que esta transferencia se realice, se
requiere de cierto tiempo. Durante ese lapso la joven es anestésica.
La anestesia de la mujer puede ser duradera cuando la zona del clítoris se rehúsa a ceder su
excitabilidad. Es anestésica en la vagina siendo inexcitable, de algún modo, desde el clítoris o desde
otras zonas.
Cuando se logra transmitir la estimulabilidad erógena del clítoris a la vagina, la mujer ha mudado la
zona rectora para su práctica sexual posterior. A diferencia de esto, el hombre conserva desde la
infancia la estimulabilidad erógena.
5. EL HALLAZGO DE OBJETO.
Cuando la primerísima satisfacción sexual estaba todavía conectada con la nutrición, la pulsión sexual
tenía un objeto fuera del cuerpo propio: el pecho materno. Este se pierde más tarde cuando el niño
pudo formarse la representación de la persona a quien pertenecía el órgano que le daba cierta
satisfacción.
Después la pulsión para a ser auto erótica y pasado el periodo de latencia se restablece la relación
originaria; EL HALLAZGO (ENCUENTRO) DE OBJETO ES PROPIAMENTE UN REENCUENTRO.
Objeto sexual del periodo de lactancia.
A lo largo del periodo de latencia, el niño aprende a amar a personas que remedian su desvalimiento y
satisfacen sus necesidades; lo hace siguiendo el modelo de sus vínculos de lactante.

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