
Freud inicia en 1890 su autoanálisis, a partir de éste construye gran parte de los aspectos más
importantes de su teoría. En este sentido, es posible ver una gran ruptura con los postulados
positivistas de la época, postulados que plantean que el investigador/observador debe ser exterior al
objeto de investigación, que lo subjetivo no tiene lugar en el proceso de construcción de la teoría
científica.
Además del autoanálisis, Freud otorgaba a la clínica y a sus pacientes un lugar fundamental en la
construcción de su teoría;
aprendía constantemente de sus pacientes, pacientes que
predominantemente eran mujeres con histeria. Esto es sumamente importante en el contexto de
clínica psicoanalítica,
nunca se debe anteponer la teoría a la clínica, sino que el contexto clínico,
y en ese sentido, los pacientes, siempre son antepuestos a la teoría, en el sentido de que sea la
clínica la que permanentemente ponga en cuestión los postulados teóricos.
Es decir; la teoría no debe ser considerada como una verdad inmutable que se aplica de manera
rígida en la terapia, sino que debe estar en constante diálogo con la experiencia clínica y la realidad
de los pacientes.
Algunos ejemplos de está construcción teórica a partir de su autoanálisis y del trabajo con sus
pacientes son, por ejemplo, el complejo de Edipo.
Freud abre un consultorio en donde utiliza un método directivo, paternalista, en donde trata a sus
pacientes de manera física (hidroterapias, etc.) y moral (especie de pedagogía moral indicando a
sus pacientes como llevar adelante su vida), y además una metodología de sugestión hipnótica.
Así, comienza a tratar con hipnosis a pacientes con histeria y con neurosis.
La sugestión hipnótica es un método mediante el cual se hipnotiza al paciente, y se lo sugestiona
(se lo convence) diciéndole que cuando despierte de esa hipnosis, su síntoma va a desaparecer.
Mediante su práctica con pacientes, Freud comienza a percibir que la sugestión es de corto
alcance; si bien los síntomas desaparecen durante un tiempo, al final terminan por volver a aparecer,
por lo que es necesario volver a hipnotizar al paciente para quitarle ese síntoma nuevamente. En este
sentido, Freud plantea que esto se debe a que la sugestión hipnótica solo trata al síntoma (es un
trabajo cosmético), pero no trata a la causa de este, y que, por lo tanto, lo necesario es trabajar con
aquello que ocasiona el síntoma. Más adelante Freud dirá que el tratamiento psicoanalítico, en
tanto que, si trabaja con la causa del síntoma, es como una cirugía (lleva más tiempo, puede
provocar dolor, es más trabajoso, pero trabaja con la causa del síntoma). Está analogía manifiesta
su formación predominante médica.
Además de este corto alcance del método por sugestión hipnótica, Freud ve que no todos sus
pacientes son hipnotizables; el método sugestivo tampoco le permitía trabajar con las
resistencias del paciente y, por lo tanto, no era posible que el paciente elaborara sus posibles
hechos traumáticos; Freud, además, no se concebía como un buen hipnotizador y, finalmente, se
da cuenta que este método producía una dependencia hacía el hipnotizador, en tanto que no se podía
abandonar el método debido a que los síntomas tendían a volver a aparecer y el paciente siempre
tendría que recurrir a que lo curen. Debido a todo esto, Freud abandona dicho método.
Breuer, Anna O. y el método catártico
A partir de entonces comienza a trabajar con el método catártico de Breuer. Este método
catártico, creado por Breuer durante su tratamiento de Ana O. parte de la base de que el síntoma
es ocasionado por un hecho traumático que quedó reprimido (aunque
Breuer
no utiliza este