
texto de Kojève) puede referir el sujeto que se contempla a sí mismo, puede impulsarlo a
decir “yo” (Moi). “El Yo (humano) es el Yo de un –o del– Deseo.” Pero este Deseo que lo
impulsa a decir « yo » no es todavía un deseo propiamente humano; más bien, vincula al
hombre a la vida biológica y animal. Este Deseo es sólo una condición necesaria, pero no
suficiente para la antropogénesis. Por sí mismo, sólo da lugar al “sentimiento de sí”. En
efecto, si bien este deseo, a diferencia del comportamiento cognitivo, da lugar a una
acción negadora y transformadora; origina simplemente un “yo” cosista (chosiste), animal.
Según el ejemplo que nos ofrece el autor, el hambre como deseo nos lleva a destruir-
transformar (mediante una acción negadora) la comida, para satisfacerla. El deseo se
colma, entonces, con el contenido de aquello que lo satisface. Para que se pase del
“sentimiento de sí” a la “conciencia de sí” es necesario que el deseo sea deseo de una
realidad no-natural, es decir, de una realidad que supere el ser dado de las cosas. Como
lo único que supera la realidad natural de lo dado es el propio Deseo, sólo un Deseo que
sea Deseo de otro Deseo puede dar lugar a la conciencia de sí. «El Deseo que se dirige a
otro Deseo, tomado en cuanto Deseo, creará pués, por la acción negadora y asimiladora
que lo satisface, un Yo esencialemente disitnto del ‘Yo’ animal. […] Este Yo no será, como
el ‘Yo’ animal, ‘identidad’ o igualdad consigo mismo, sino ‘negatividad-negadora’. Dicho de
otra manra, el ser mismo de este Yo será Devenir, y la forma universal de este ser no será
espacio, sino tiempo. » En este sentido, el hombre no es una realidad natural, algo dado,
sino acción, devenir lo que no es. El hombre es su propia obra.
Para que haya hombre, entonces, es necesaria una pluralidad de deseos animales
(“El hombre no puede aparecer, entonces, sino dentro de una manada.”) El animal se
nutre de cosas, el hombre, en cambio, de deseos. Por ello, el hombre no sólo es
esencialmente devenir, historia, sino también una realidad social. La historia humana es la
historia de los deseos deseados.
Por el momento, el camino de la antropogénesis ha dado los siguientes pasos: 1)
Lo que define al hombre no es el comportamiento cognitivo, sino el deseo, deseos que
desean otros deseos. 2) Como lo propio del deseo es la actividad negadora (aniquilación,
transformación), el deseo supone un devenir, una historia, y también una pluralidad de
deseos animales. Ahora bien, a partir de aquí, Kojève da un paso más adelante: distingue,
para ello, entre deseo animal y deseo humano. Todo deseo, tanto humano como animal,
es deseo de un valor. El valor supremo del deseo animal es la conservación de la vida; en
el caso del deseo humano, en cambio, el deseo es humano sólo en la medida en que el
hombre, a diferencia del animal, arriesga su vida.
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