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informe posterior del director del asilo Sonnenstein describe: “Al comienzo de su estadía en la
clínica de Leipzig, él exteriorizó más ideas hipocondríacas, se quejaba de padecer de un
reblandecimiento del cerebro, decía que pronto moriría, etc.; luego se mezclaron unas ideas
de persecución en el cuadro clínico, basadas en espejismos sensoriales, al par que imperaban
un alto grado de hiperestesias y gran susceptibilidad al ruido y a la luz. Luego espejismos
visuales y auditivos, que sumados a perturbaciones de la cenestesia, gobernaron todo su sentir
y pensar; se daba por muerto y por apestado, imaginaba que en su cuerpo emprendían toda
clase de horribles manipulaciones. Las inspiraciones patológicas reclamaban al enfermo a
punto tal que permanecía sentado durante horas totalmente inmóvil (estupor alucinatorio), y
por otra parte lo martirizaba tanto que deseaba la muerte: en el baño hizo varios intentos de
ahogarse y pedía el “cianuro que le estaba destinado”. Poco a poco las ideas delirantes
cobraron el carácter de lo mítico, religioso, mantenía trato directo con Dios, era juguete de
los demonios, veía milagros, y creía vivir en otro mundo.
Insultaba a personas por las cuales se creía perseguido y perjudicado, sobre todo a Flechsig:
lo llamaba “almicida” (asesino de almas). Tras breve estadía en otro instituto (el del Dr.
Pierson), en junio de 1894 pasó de Leipzig al asilo de Sonnenstein, y aquí permaneció hasta la
definitiva configuración de su estado. Con los años el cuadro clínico se alteró. El director del
asilo el Dr. Weber describe:
“A partir de la psicosis inicial más aguda, que afectaba de manera directa a todo el acontecer
psíquico y cabía definir como un delirio alucinatorio, se fue destacando cada vez más
dedicadamente el cuadro clínico paranoico”.
El Dr. Weber informa en su pericia de 1899:
“Si prescindimos de los síntomas psicomotores que aun el observador ocasional no podrá
menos que juzgar enseguida patológicos, por momentos el Dr. Schreber, no parece ni
confundido, ni inhibido psíquicamente, ni dañado en su inteligencia; es reflexivo, posee
excelente memoria y un muy considerable saber, capaz de exponerlo en una argumentación
ordenada. Es difícil que el observador no advertido le encuentre nada extraño”.
Este enfermo, tan alterado, se consideró a sí mismo capaz, y emprendió los pasos adecuados
para conseguir que se levantara su curatela y lo dieran de alta del asilo. En julio de 1902 se
levantó la discapacidad que pesaba sobre Schreber: el año siguiente aparecieron las Memorias
de un enfermo nervioso, si bien censuradas y despojadas de muchos fragmentos valiosos de su
contenido.
Del fallo que devolvió la libertad al doctor Schreber se resume en pocas palabras el contenido
de su sistema delirante: “Se considera llamado a redimir el mundo y devolverle la