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Puntualizaciones psicoanalíticas sobre un caso de paranoia (Dementia paranoides)
descrito autobiográficamente (1911 [1910])
Caso Schreber
Según Freud, en el historial recurrió a un solo dato no contenido en las Memorias de Schreber:
la edad de este en el momento en que cayó enfermo.
Después de ser dado de alta a fines de 1902, Schreber parece haber llevado durante algunos
años una vida exteriormente normal. En noviembre de 1907 sufrió un ataque (aunque vivió
hasta 1912), lo cual precipitó quizás un rebrote de sus dolencias. Schreber debió ser internado
nuevamente 15 días más tarde. Permaneció allí en un estado de grave perturbación y tras un
período de gradual deterioro físico murió en la primavera de 1911, poco antes de que
publicara el trabajo de Freud.
Datos sobres los 3 hospitales para enfermos mentales:
1- Clínica psiquiátrica de la Universidad de Leipzig. Director: profesor Flechsig.
2- Schloss Sonnenstein: asilo público en Sajonia. Director: Dr. G. Weber.
3- Asilo privado de Lindenhof. Director: Dr. Pierson.
Se plantean especiales dificultades traducir las producciones de los esquizofrénicos. Ante las
Memorias de Schreber, el traductor enfrenta los mismos problemas con que a menudo se topa
en el caso de los sueños, las operaciones fallidas y los chistes.
Tabla cronológica:
1842 (25 de julio) Nace el Leipzig
1861 (Noviembre) Muere el padre a los 53 años
1877 Muere su hermano (3 años mayor) a los 38 años
1878 Contrae matrimonio
Primera enfermedad
1884 (Otoño) Es candidato a la Cámara baja del Parlamento.
(Octubre) Internado algunas semanas en el asilo Sonnenstein
(8 de diciembre) Clínica Psiquiátrica de Leipzig
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1885 (1º de junio) Dado de alta
1886 (1º de enero) Inicia su actividad en el Tribunal Regional de Leipzig
Segunda enfermedad
1893 (Junio) Se le informa su designación para el Superior Tribunal
(1º de octubre) Inicia su actividad como senatspräsident
(21 de noviembre) Internado nuevamente en Leipzig
1894 (14 de junio) Trasladado al asilo de Lindenhof
(29 de junio) Trasladado al asilo de Sonnenstein
1900-02 Escribe sus Memorias e inicia la acción judicial para se dado de
alta
1902 (14 de julio) Pronunciamiento del tribunal a favor del alta
(20 de diciembre) Es dado de alta
1903 Se publican las Memorias
Tercera enfermedad
1907 (Mayo) Muere la madre a los 92 años
(14 de noviembre) La esposa sufre un ataque. Después el cae enfermo
(27 de noviembre) Es internado en el asilo de Dösen, Leipzig
1911 (14 de abril) Muere
1912 (Mayo) Muere la esposa a los 54 años
Introducción
El tratamiento supone como condición la perspectiva del éxito terapéutico, lo nos que veda
admitir a tales enfermos o retenerlos durante mucha tiempo.
La indagación psicoanalítica de la paranoia sería imposible si los enfermos no poseyeran la
peculiaridad de traslucir, aunque en forma desfigurada, justamente aquello que los otros
neuróticos esconden como secreto. A los paranoicos no se los puede compeler a que venzan
sus resistencias interiores, y dicen solo lo que quieren decir.
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No le parece a Freud improcedente hilar interpretaciones analíticas a partir del historial clínico
de un paranoico (dementia paranoides) a quien Freud no ha visto personalmente pero que ha
descrito él mismo su caso.
Se trata de ex presidente del Superior Tribunal de Sajonia, el Dr. en jurisprudencia Daniel P.
Schreber, cuyo libro Memorias de un enfermo nervioso apareció en 1903 y ha despertado
interés entre los psiquiatras.
I. Historial Clínico
Schreber informa: “He estado dos veces enfermo de los nervios, ambas a consecuencia de un
exceso de esfuerzo mental; la primera vez (como director del Tribunal Regional en Chemnitz),
con ocasión de una candidatura al Reichstag, y la segunda, por la inusual sobrecarga de trabajo
en que me vi al asumir el cargo de presidente del Superior Tribunal de Dresde para el cual se
me acababa de asignar.”
La primera enfermedad le sobrevino en el otoño de 1884, y a fines de 1885 había sanado
totalmente. Flechsig, en cuya clínica el paciente pasó esa vez unos 6 meses, definió más tarde
su estado en un informe oficial- como un ataque de hipocondría grave. Schreber asegura que
esa enfermedad pasó “sin incidente alguno que rozara el ámbito de lo suprasensible”.
Ni sus escritos, ni los informes de los médicos dan noticias sobre la prehistoria del paciente y
las circunstancias de su vida. Ni siquiera indican la edad en la época en que estaba enfermo
[tenía 42 años en momentos de su primera enfermedad y 51 al sobrevenirle la segunda]. En la
época de la hipocondría Schreber llevaba ya largo tiempo casado.
“Tras la curación de mi primera enfermedad, he convivido en mi esposa 8 años felices y sólo de
tiempo en tiempo turbados por la repetida frustración de la esperanza de concebir hijos”.
En junio de 1893 fue noticiado de su nombramiento como presidente del Superior Tribunal;
asumió su cargo el de octubre de ese mismo año. En el intervalo (antes que pudiera influir
el exceso de trabajo de este nuevo puesto al cual le atribuyó la culpa de su segunda
enfermedad) tuvo sueños, algunas veces soñó que su anterior enfermedad nerviosa había
vuelto. Además, en una oportunidad, llegando la mañana, en un estado entre el dormir y la
vigilia, había tenido “la representación de lo hermosísimo que es sin duda ser una mujer
sometida al acoplamiento”, una representación que de estar con plena conciencia habría
rechazado con gran indignación.
La segunda enfermedad le sobrevino a fines de octubre de 1893 con un martirizador insomnio
que le hizo acudir de nuevo a la clínica de Flechsig, donde su estado empeoró con rapidez. Un
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informe posterior del director del asilo Sonnenstein describe: “Al comienzo de su estadía en la
clínica de Leipzig, él exteriorizó más ideas hipocondríacas, se quejaba de padecer de un
reblandecimiento del cerebro, decía que pronto moriría, etc.; luego se mezclaron unas ideas
de persecución en el cuadro clínico, basadas en espejismos sensoriales, al par que imperaban
un alto grado de hiperestesias y gran susceptibilidad al ruido y a la luz. Luego espejismos
visuales y auditivos, que sumados a perturbaciones de la cenestesia, gobernaron todo su sentir
y pensar; se daba por muerto y por apestado, imaginaba que en su cuerpo emprendían toda
clase de horribles manipulaciones. Las inspiraciones patológicas reclamaban al enfermo a
punto tal que permanecía sentado durante horas totalmente inmóvil (estupor alucinatorio), y
por otra parte lo martirizaba tanto que deseaba la muerte: en el baño hizo varios intentos de
ahogarse y pedía el “cianuro que le estaba destinado”. Poco a poco las ideas delirantes
cobraron el carácter de lo tico, religioso, mantenía trato directo con Dios, era juguete de
los demonios, veía milagros, y creía vivir en otro mundo.
Insultaba a personas por las cuales se creía perseguido y perjudicado, sobre todo a Flechsig:
lo llamaba “almicida” (asesino de almas). Tras breve estadía en otro instituto (el del Dr.
Pierson), en junio de 1894 pasó de Leipzig al asilo de Sonnenstein, y aquí permaneció hasta la
definitiva configuración de su estado. Con los años el cuadro clínico se alteró. El director del
asilo el Dr. Weber describe:
“A partir de la psicosis inicial más aguda, que afectaba de manera directa a todo el acontecer
psíquico y cabía definir como un delirio alucinatorio, se fue destacando cada vez más
dedicadamente el cuadro clínico paranoico”.
El Dr. Weber informa en su pericia de 1899:
“Si prescindimos de los síntomas psicomotores que aun el observador ocasional no podrá
menos que juzgar enseguida patológicos, por momentos el Dr. Schreber, no parece ni
confundido, ni inhibido psíquicamente, ni dañado en su inteligencia; es reflexivo, posee
excelente memoria y un muy considerable saber, capaz de exponerlo en una argumentación
ordenada. Es difícil que el observador no advertido le encuentre nada extraño”.
Este enfermo, tan alterado, se consideró a sí mismo capaz, y emprendió los pasos adecuados
para conseguir que se levantara su curatela y lo dieran de alta del asilo. En julio de 1902 se
levantó la discapacidad que pesaba sobre Schreber: el año siguiente aparecieron las Memorias
de un enfermo nervioso, si bien censuradas y despojadas de muchos fragmentos valiosos de su
contenido.
Del fallo que devolvió la libertad al doctor Schreber se resume en pocas palabras el contenido
de su sistema delirante: “Se considera llamado a redimir el mundo y devolverle la
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bienaventuranza perdida. Pero cree que sólo lo conseguirá luego de ser mudado de hombre
en mujer”.
Según lo pronunciado por el doctor Weber en 1899: “El sistema delirante del paciente remata
en estar él llamado a redimir el mundo y devolverle su perdida bienaventuranza. Sostiene
haber recibido esta misión por inspiraciones divinas; es que unos nervios más
desequilibrados como lo han estado los suyos, tendrían la propiedad de ejercer sobre Dios
un efecto de atracción; sostiene tratarse de cosas que no se pueden expresar en el lenguaje
humano, puesto que se situarían fuera de toda experiencia humana y sólo a él le habrían sido
reveladas. En esta misión suya redentora, lo esencial es que primero tiene que producirse su
mudanza en mujer. No es que él quiera mudarse en mujer, se trata de un “tener que ser”
fundado en el orden del universo y al que no puede sustraerse, aunque en lo personal habría
preferido permanecer en su posición viril; pero él y el resto de la humanidad no podrían
reconquistar el más allá de otro modo que por medio de una mudanza en mujer. Él es el
objeto exclusivo del milagro divino. A cada hora y a cada minuto experimenta ese milagro en
su cuerpo, y también le es corroborado por las voces que hablan con él. Sostiene haber
experimentado en los primeros años de su enfermedad destrucciones en diversos órganos
de su cuerpo, que a cualquier otro hombre le habrían provocado la muerte, pero él ha vivido
un largo período sin estómago, sin intestinos, sin pulmones, con el esófago desgarrado, sin
vejiga, con las costillas rotas, muchas veces se ha comido parte de su laringe al tragar, etc.
Pero los milagros divinos (los rayos) le habrían restablecido cada vez lo destruido, y por eso
dice ser inmortal mientras siga siendo varón. Aquellos peligrosos fenómenos le
desaparecieron desde hace tiempo; en cambio, ha pasado al primer plano su feminidad.
Tiene el sentimiento que han pasado a su cuerpo unos “nervios femeninos”, de los cuales
por fecundación directa de Dios saldrán hombres nuevos. Sólo entonces podrá morir de
muerte natural y conseguir la bienaventuranza como los demás seres”.
a. El médico informante destaca, como los dos puntos esenciales, el papel redentor y
la mudanza en mujer. El delirio de redención es una fantasía que a menudo constituye el
núcleo de la paranoia religiosa. La ambición de hacer el papel de redentor sería lo pulsionador
en este complejo delirante y la emasculación no podrá reclamar otro significado que el de un
medio para ese fin. El estudio de las Memorias impone una concepción diversa, que la
mudanza en mujer (emasculación) fue el delirio primario, juzgado al comienzo como un acto
de grave daño y persecución, y que sólo secundariamente entro en relación con el papel
redentor. Un delirio de persecución sexual se transformó en el paciente, con posterioridad, en
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el delirio religioso de grandeza. Inicialmente hacía el papel de perseguidor el médico que lo
trataba, el profesor Flechsig; más tarde Dios ocupó ese lugar.
“De esta manera se tramó un complot contra mí (marzo o abril de 1894), luego que se
hubiese reconocido o supuesto que mi enfermedad nerviosa era incurable, se me entregaría
a un hombre, y le darían mi alma, y en cuanto a mi cuerpo, mudado en un cuerpo de mujer
por un malentendido que esta en la base del orden del universo- sería entregado al hombre
en cuestión (Flechsig) para que cometiera el abuso sexual y luego lo dejarían yacer, lo
abandonarían”.
Era natural que viera mi enemigo sólo en el profesor Flechsig y considerara la omnipotencia
de Dios como mi aliada natural. Que Dios mismo ha sido cómplice, si no maquinador, del
plan dirigido a perpetrar el almicidio contra mí y a entregar mi cuerpo como mujerzuela, he
ahí un pensamiento que se me impuso mucho después; y me es lícito decir que sólo cobré de
él plena conciencia mientras redactaba el presente ensayo.
“Han fracasado todos los intentos dirigidos a perpetrar un almicidio, a la emasculación y más
tarde, a la destrucción de mi inteligencia. Salgo vencedor, tras muchos sufrimientos y
privaciones, de esta lucha de un hombre solo y débil contra el propio Dios; y salgo vencedor
porque el orden del universo esta de mi parte”.
Las voces escuchadas por el paciente nunca trataron la transformación en mujer de otro modo
que como una injuria sexual, en virtud de la cual se consideraban autorizadas a burlarse del
enfermo. Rayos de Dios (idénticos con las voces que hablan en el lenguaje fundamental), no
rara vez se creían autorizados a burlarse de mí llamándome “Miss Schreber””.
La naturaleza primaria de la fantasía de emasculación y su inicial independencia respecto de la
idea del redentor, es atestiguada por aquella “representación” que afloró en duermevela:
tiene que ser hermoso ser una mujer sometida al acoplamiento. Esta fantasía había devenido
conciente en la época de la incubación de la enfermedad.
El propio Schreber señala el mes de noviembre de 1895 como el período en que se estableció
el nexo entre la fantasía de emasculación y la idea del redentor. “Se me hizo conciente que el
orden del universo pide imperiosamente la emasculación y no me resta sino avenirme a la idea
de la mudanza en una mujer. La ulterior consecuencia de la emasculación solo podría se una
fecundación por rayos divinos con el fin de crear nuevos hombres”.
La mudanza en mujer habría sido el primer germen de la formación delirante; demostró ser la
única pieza que sobrevino al restablecimiento, la única que supo asegurarse su lugar en el
obrar efectivo del ahora sano. “Lo único que a los ojos de otras personas puede aparecer como
algo irracional es la circunstancia de ser yo a veces sorprendido ante el espejo, descubierta la
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parte superior del pecho, con algunos aderezos femeninos (cintas, collares falsos). Ello
sucede únicamente en soledad y nunca a la vista de otras personas”.
b. La relación de Schreber con Dios.
El alma humana está contenida en los nervios del cuerpo; hay que representárselos como unos
productos comparables a unas finísimas hebras-. Algunos de estos nervios solo son aptos
para recibir percepciones sensoriales; otros, (los nervios del entendimiento) operan todo lo
psíquico, en lo cual rige la circunstancia de que cada nervio del entendimiento representa a
toda la individualidad espiritual del ser humano. Mientras todos lo hombres constan de cuerpo
y nervios, Dios es ante todo puro nervio. Y estos poseen las mismas propiedades que los
nervios humanos. En su virtud creadora, es decir, en trasponerse en todas las cosas posibles
del universo creado, se llaman rayos.
Un comercio regular de Dios con almas de hombres ocurre solo después de la muerte. Cuando
un hombre fallece las partes de su alma (los nervios) son sometidas a un procedimiento de
purificación para ser finalmente integradas a Dios mismo como “vestíbulos del cielo”.
Las almas purificadas en virtud del proceso purgador se encuentran en el goce de la
bienaventuranza. Durante la purificación las almas aprenden la lengua que el propio Dios
habla, el llamado “lenguaje fundamental”, un alemán algo anticuado.
El presidente Schreber en sus días sanos había sido un incrédulo en asuntos de religión; no
había podido abrazar una fe sólida en la existencia de un Dios personal.
Resultó que Dios está muy lejos de la perfección que las religiones le atribuyen. A lo largo de
todo el libro de Schreber se extiende la acusación de que Dios, acostumbrado sólo al trato con
difuntos, no comprende a los hombres vivos.
“Pero en esto reina un malentendido fundamental, que consiste en que Dios, de acuerdo con
el orden del universo, en verdad no conocía a los hombres vivos sino que estaba
acostumbrado a tratar con cadáveres o con el hombre durmiente (que sueña)”.
Solo en virtud de ese malentendido de Dios respecto de los hombres vivos pudo suceder que El
fuera el maquinador del complot contra Schreber, que Dios lo tuviera por idiota y lo sometiera
a las más gravosas pruebas. Para sustraerse de ese juicio adverso, tuvo que avenirse a una
“compulsión a pensar” fatigosa.”A cada suspensión de mi actividad de pensar, Dios al instante
reputaba extinguidas mis capacidades intelectuales, logrando la destrucción del entendimiento
(idiotez)”.
Una indignación muy violenta es provocada por el comportamiento de Dios en materia del
esfuerzo de evacuar o de c…
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“¿por qué no c…usted, pues? Como todo lo demás en mi cuerpo, también la necesidad de
evacuación es provocada por un milagro; esto acontece por ser el excremento esforzado
dentro de los intestinos hacia delante y cuando, a consecuencia de las evacuaciones
cumplidas, ya no queda material suficiente, al menos los mínimos restos de contenido
intestinal son untados en mi ano. Trátese de un milagro del Dios superior.”
“Sólo a mí me cabe el derecho de burlarme de Dios. Para los otros hombres, Dios sigue siendo
el creador omnipotente del cielo y de la tierra, la razón primordial de todas las cosas, a quien
se debe adoración y suprema veneración.”
La enfermedad es concebida como una lucha del hombre Schreber contra Dios, en la cual
sale triunfador el débil humano porque tiene de su parte el orden del universo.
De las pericias médicas, se habría podido inferir que en Schreber se asistía a la forma corriente
de la fantasía del redentor. Sería el hijo de Dios, llamado a salvar al mundo de su miseria o de
la ruina que lo amenaza. Que ningún difunto puedo devenir bienaventurado mientras su
persona (la de Schreber) absorba, por su fuerza de atracción, la masa principal de los rayos de
Dios. También la franca identificación con Jesucristo sale a la luz más tarde.
La bienaventuranza es para Schreber “la vida en el más allá” a que es elevada el alma humana
mediante la purgación tras la muerte. La describe como un estado de continuo gozar, unido a
la visión de Dios. El distingo que Schreber hace entre una bienaventuranza masculina y una
femenina: la bienaventuranza masculina se sitúa más alto que la femenina, pues esta última
parece tener que consistir en un continuo sentimiento de voluptuosidad”.
Esta concepción de bienaventuranza es una pieza del delirio de Schreber que proviene de los
primeros estadios de la enfermedad y luego se eliminara por inconciliable. Todavía en el
“alegato de apelación” (julio de 1901), el enfermo destaca que “la voluptuosidad mantiene un
vínculo cercano con la bienaventuranza de los espíritus separados”.
Este “vínculo cercano” es la roca sobre la cual el enfermo edifica la esperanza en una
reconciliación final con Dios y el cese de su padecer. Los rayos de Dios pierden su intención
hostil tan pronto como están seguros de asimilarse con voluptuosidad de alma al cuerpo de él.
De acuerdo con las muestras del delirio de Schreber que hasta aquí se ha dado, cabe
rechazar el temor de que esta enfermedad paranoide pudiera resultar el “caso negativo”
buscado desde hace tiempo, en que la sexualidad desempeña un ínfimo papel. Schreber
siempre menciona “nerviosidad” y “pecado erótico”, como si fueran inseparables entre sí.
Antes de contraer su enfermedad, Schreber había sido un hombre de rígidas costumbres:
“Pocos hombres hay que como yo se hayan criado en unos principios éticos tan rigurosos, y
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que a lo largo de toda su vida, sobre todo en el aspecto sexual, se hayan impuesto una
contención acorde a estos principios”. Tras la seria batalla anímica que se dio a conocer hacia
afuera por las manifestaciones de la enfermedad, la relación con el erotismo se había
alterado. Había llegado a la intelección de que el cultivo de la voluptuosidad era un deber
para él, y sólo su cumplimiento pondría fin al grave conflicto que había estallado dentro de
él. La voluptuosidad era, como las voces se lo aseguraban, cosa que debía hacerse en temor
de Dios”.
He ahí el resumen de la alteración patológica de Schreber, siguiendo las dos principales
direcciones de su delirio. Antes era alguien inclinado al ascetismo sexual y no creía en la
existencia de Dios; discurrida la enfermedad fue un creyente de Dios y un buscador de
voluptuosidad. Pero así como su recuperada fe en Dios era de rara índole, también la pieza
de goce sexual que se había conquistado presentaba un carácter harto insólito. No era ya
una libertad, sexual masculina, sino un sentimiento sexual femenino; adoptaba una actitud
femenina frente a Dios, se sentía mujer de Dios.
Ningún otro fragmento de su delirio es tratado por él con tanto detalle e insistencia como la
mudanza en mujer por él aseverada. Los nervios por él absorbidos han cobrado en su cuerpo el
carácter de unos nervios de voluptuosidad femenina. Si ejerce leve presión con la mano sobre
un lugar cualquiera del cuerpo, siente estos nervios bajo la superficie de la piel como unas
formaciones a modo de hilos o cordones, ellos están presentes sobre todo en el torso, donde
la mujer tiene los pechos. “Mediante una presión, sobre todo si pienso en algo femenino,
puedo procurarme una sensación de voluptuosidad correspondiente a la femenina”. El sabe
con certeza que estas formaciones no son nada más que ex nervios de Dios. Por medio de un
“dibujar” (un representar visual) es capaz de procurarse a mismo y a los rayos la impresión
de que su cuerpo está dotado de pechos y partes genitales femeninas: “Dibujar un trasero
femenino en mi cuerpo se me ha hecho un hábito, a punto tal que casi siempre lo hago
involuntariamente al agacharme”….Reclama un examen médico para que se compruebe que
todo su cuerpo está recorrido por nervios de voluptuosidad, lo cual ocurre sólo en el cuerpo
femenino, mientras que en el varón, por lo que él sabe, se encuentran los nervios de
voluptuosidad lo en las partes genitales. La voluptuosidad de alma que se ha desarrollado
por esta acumulación de los nervios en su cuerpo es tan intensa que, sobre todo yacente en la
cama, le hace falta un mínimo gasto de fuerza imaginativa para obtener un contento sensual,
que le otorga una vislumbre bastante nítida del goce sexual femenino en el acoplamiento.
Si se recuerda el sueño que tuvo en el período de la incubación de su enfermedad, se vuelve
evidente que el delirio de la mudanza en mujer no es más que la realización de dicho
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contenido onírico. En aquel tiempo se había revuelto con viril indignación contra ese sueño, y
de igual modo se defendió de él al comienzo. Pero llego un momento (noviembre de 1895) que
empezó a reconciliarse con esa mudanza y la conectó con unos propósitos superiores de Dios.
Luego llego a la convicción de que Dios mismo, para su propia satisfacción, le demandaba la
feminidad: “Pero tan pronto como quedo a solas con Dios, es para mí una necesidad conseguir
que los rayos divinos reciban de mí con la máxima continuidad la impresión de una mujer que
se regalaba en medio de voluptuosas sensaciones”.
Las dos piezas principales del delirio de Schreber, la mudanza en mujer y el vínculo privilegiado
con Dios, están enlazadas en su sistema mediante la actitud femenina frente a Dios.
II. Intentos de interpretación
Desde dos ángulos se podría ensayar el avance hacia la inteligencia de este historial clínico
paranoico, y descubrir en él los consabidos complejos y fuerzas pulsionales de la vida anímica;
desde las exteriorizaciones delirantes del propio enfermo y desde las ocasiones a raíz de las
cuales contrajo su enfermedad.
Schreber se queja de que lo acosaban los que llama “pájaros de milagro” o “pájaros
hablantes”, a los que atribuye una serie de propiedades muy llamativas. Según su convicción
han sido formados a partir de restos de ex “vestíbulos del cielo”, es decir de almas de seres
humanos que fueron bienaventuradas y cargadas con veneno cadavérico, han sido azuzados
contra él. Los han habilitado para proferir unas “frases aprendidas de memoria y carentes de
sentido”, que les han sido “inculcadas”. Ellos no comprenden el sentido de las palabras que
pronuncian, pero tienen una natural receptibilidad para su homofonía, que no necesita ser
total.
Schreber: A gran número de las restantes almas de pájaros les he puesto en broma, para
distinguirlas, nombres de muchachas, pues a todas ellas se las puede comparar a niñas
pequeñas por su curiosidad, su tendencia a la voluptuosidad, etc. Y luego estos nombres de
muchachas han sido capturados por los rayos de Dios y conservados para designar las
respectivas almas de pájaros”.
La relación de Schreber con su primer médico, el consejero privado profesor Flechsig, de
Leipzig.
El caso Schreber llevaba al comienzo el sello del delirio de persecución, solo borrado a partir
del punto de inflexión de la enfermedad (la reconciliación). Desde entonces las persecuciones
se vuelven cada vez más tolerables, y el carácter ignominioso de la emasculación que lo
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amenazaba es relegado, por responder ella a una finalidad del orden del universo. Ahora bien,
el autor de todas las persecuciones es Flechsig, quien sigue siendo su maquinador durante
toda la trayectoria de la enfermedad.
Flechsig ha intentado un “almicidio” en la enfermedad, acto que tal vez quepa asimilar a los
empeños de Lucifer y los demonios por apoderarse de un alma.
Pronto siguió un ulterior desarrollo del delirio, que afectó la relación del enfermo con Dios sin
modificar su relación son Flechsig. Si hasta ese momento había visto solo en Flechsig (o en su
alma) su genuino enemigo, y considerado la omnipotencia de Dios como su aliada, no pudo
ahora rechazar el pensamiento de que Dios mismo era el cómplice, sino el maquinador del
plan dirigido contra él. Pero Flechsig siguió siendo el primer seductor, a cuyo influjo sucumbió
Dios. Se había ingeniado para elevarse hasta el cielo con toda su alma o una parte de ella, y así,
para convertirse en “conductor de rayos” –sin muerte no previa purificación-. El alma de
Flechsig conservó este papel aun después que el enfermo trocó la clínica de Leipzig por el asilo
de Pierson. El influjo del nuevo contorno se manifestó en sumársele al alma del enfermero jefe
en quien el enfermo reconoció a un ex vecino-, como el alma de Von W. Luego el alma de
Flechsig inició la “división de almas”, que cobró grandes dimensiones.
En las primeras semanas de su estancia en Sonnenstein entró en acción en alma del nuevo
médico, doctor Weber y poco después sobrevino aquel ímpetu subvirtiente en el desarrollo del
delirio del que nos anoticiamos como la “reconciliación”.
Durante la posterior estadía en Sonnenstein, cuando Dios empezó a estimar mejor al enfermo
se produjo una razzia entre las almas multiplicadas. El alma de Flechsig perduró en una o dos
figuras. Estas partes del alma de Flechsig poco a poco perdieron su inteligencia así como su
poder. Pero el alma de Flechsig conservó su significación hasta el final.
En casos de delirio persecutorio, la relación del enfermo con su perseguidor se puede
resolver mediante una fórmula simple. La persona a quien el delirio atribuye un poder y un
influjo tan grande, y hacia cuyas manos convergen todos los hilos del complot, es la misma
que antes de contraerse la enfermedad poseía una significatividad de similar cuantía para la
vida de sentimientos del paciente, o una persona sustitutiva de ella, fácilmente reconocible.
La intencionalidad del sentimiento es proyectada como un poder exterior, el tono del
sentimiento es trastornado en lo contrario, y la persona ahora odiada y temida a causa de su
persecución es alguien que alguna vez fue amada y venerado. La persecución estatuida en el
delirio sirve para justificar la mudanza de sentimiento en el interior del enfermo.
Schreber en 1884 y 1885, había atravesado por una primera enfermedad nerviosa que pasó
“sin incidente alguno que rozara el ámbito de lo suprasensible”. En el curso de este estado,
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definido como “hipocondría”, que en apariencia se mantuvo dentro de los límites de la
neurosis, Flechsig fue su médico. Schreber residió 6 meses en la clínica de Leipzig. Guardaba
buen recuerdo de su médico. En sus Memorias Schreber no presenta sin algunas restricciones
la alabanza del primer tratamiento de Flechsig, pero ello puede comprenderse a partir de la
postura ahora alterada hacia lo opuesto.
En el periodo de la incubación de la enfermedad (entre su nombramiento y la asunción del
cargo), tuvo sueños en donde retornaba la anterior enfermedad nerviosa. Además en estado
de duermevela afloró la sensación de que era hermosísimo ser una mujer sometida al
acoplamiento. Si se pone estos sueños y la representación fantaseada en un nexo de
contenido, se puede inferir que con el recuerdo de la enfermedad despertó también el del
médico, y la postura femenina de la fantasía valía desde el comienzo para el médico. O quizás
el sueño de que la enfermedad volvía tuvo el sentido de una añoranza: Me gustaría volver a
ver a Flechsig”. De la primera enfermedad quedo como resto una dependencia tierna respecto
al médico, que ahora cobró refuerzo hasta elevarse a una simpatía erótica. Se le instaló
enseguida un rechazo indignado de esa fantasía femenina. Pero en la grave psicosis que pronto
estallaría, la fantasía femenina se iría imponiendo sin pausa y apenas hace falta corregir un
poco la indeterminación paranoica de los modos de expresión de Schreber para colegir que el
enfermo temía un abuso sexual de su dico. Un avance de libido homosexual fue el
ocasionamiento de esta afección: es probable que desde el comienzo su objeto fuera el
médico Flechsig.
Su delirio de ser mudado en mujer era una idea patológica. Solo hay que ocuparse de la
intencionalidad y del origen de esa idea.
Pero en ningún pasaje se dice expresamente que la temida mudanza en mujer deba cumplirse
en beneficio a Flechsig ”De esta manera se tramó un complot contra (marzo abril de
1894), luego que se hubiese reconocido o supuesto que mi enfermedad nerviosa era
incurable, se me entregaría a un hombre, de tal suerte que le darían mi alma y en cuanto a
mi cuerpo, mudado en un cuerpo de mujer, sería entregado al hombre en cuestión para que
cometiera abuso sexual”. Al final de la estadía en Leipzig, aflora el temor de que lo “arrojen a
los enfermeros” con el fin del abuso.
Nos declaramos autorizados a retener como base de la contradicción de la enfermedad de
Schreber el estallido de la moción homosexual.
¿Por qué al paciente le sobrevino ese estallido de libido homosexual en aquel tiempo, en la
situación de transición entre el nombramiento y la asunción del cargo? El ser humano oscila
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a lo largo de su vida entre un sentir homosexual y uno heterosexual, y una frustración o un
desengaño de un lado suele forzarlo hacia el otro.
Schreber tenía 51 años en el momento que contrajo esta enfermedad; se encontraba en la
época crítica para la vida sexual, aquella en que la función sexual de la mujer experimenta una
vasta involución, pero tampoco parece estar a salvo el hombre, para este también hay un
climaterio.
Cuan incierto tiene que parecer el supuesto de que una sensación de simpatía hacia un médico
pueda estallar de pronto en un hombre ocho años después (intervalo entre la primera y la
segunda enfermedad), reforzada, y convertirse en la ocasión de una perturbación mental tan
grave. No es difícil que la sensación de simpatía hacia el médico proviniera de un “proceso de
transferencia”, por el cual una investidura de sentimiento es, es el enfermo, trasladada de una
persona sustantiva para él a la del médico. El médico le ha hecho recordar la esencia de su
hermano o de su padre, ha reencontrado en él a su hermano o a su padre, y entonces, dadas
ciertas condiciones, no es asombroso que reaflore en el enfermo la añoranza por esta persona
sustitutiva y ejerza efectos de una violencia que solo se comprende por su origen y por su
primaria intencionalidad.
Según Freud, ya no nos revolveremos más contra el supuesto de que la ocasión de contraer la
enfermedad fue la emergencia de una fantasía de deseo femenina (homosexual pasiva), cuyo
objeto era la persona del médico. La personalidad de Schreber le contrapuso una intensa
resistencia, y la lucha defensiva, escogió la forma del delirio persecutorio. El ansiado devino
entonces perseguidor, y el contenido de la fantasía de deseo pasó a ser el de la persecución.
Pero lo que singulariza el caso Schreber es el desarrollo que cobró y la mudanza que sufrió en
el curso de ese desarrollo.
Uno de esos cambios consiste en la sustitución de Flechsig por la persona superior de Dios;
parece significar un acrecentamiento de la persecución insoportable, pero pronto se muestra
que ella prepara el segundo cambio, y así la solución del conflicto. Si era imposible avenirse al
papel de la mujerzuela frente al médico, la tarea de ofrecer al propio Dios la voluptuosidad que
busca no tropieza con igual resistencia del yo. La emasculación deja de ser insultante, sirve al
fin de una recreación del universo humano sepultado. “Hombres nuevos de espíritu
schreberiano”. Así se ha encontrado un expediente que satisface a las dos partes en pugna. El
yo es resarcido por la manía de grandeza, y a su vez la fantasía de deseo femenina se ha
abierto paso, ha sido aceptada. Pueden cesar la lucha y la enfermedad.
En los manuales de psiquiatría suele hablarse de un desarrollo del delirio de grandeza desde el
delirio de persecución. El enfermo quien primariamente es aquejado por el delirio de ser el
perseguido por unos poderes intensísimos, siente la necesidad de explicarse esa persecución y
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así da el supuesto de que él mismo es una personalidad grandiosa, digna de su semejante
persecución. El accionamiento del delirio de grandeza es atribuido a un proceso se llama
racionalización”.
¿Por qué caminos y con qué medios se consuma es ascenso de Flechsig a Dios? ¿De dónde
extrae él su delirio de grandeza, que con tanta felicidad le permite reconciliarse con la
persecución, o analíticamente expresado: que le permite aceptar la fantasía de deseo que
debía reprimir? Para el enfermo Flechsig y Dios se sitúan dentro de la misma serie. Una
fantasía le hace espiar con las orejas una conversación de Flechsig con su esposa en la que
aquel se presenta como “Dios Flechsig”, a raíz de lo cual ella lo tiene por loco; pero llama la
atención el siguiente rasgo de la formación delirante de Schreber: si abarcamos el conjunto
del delirio, el perseguidor se descompone el Flechsig y Dios, de igual modo que el propio
Flechsig se escinde después en dos personalidades, Flechsig “superior” y “medio”; y también
Dios, en el Dios “inferior” y el superior”. Respecto de Flechsig, esa descomposición avanza en
ulteriores estadios de la enfermedad. Un proceso de descomposición de esta índole es muy
característico de la paranoia. La paranoia fragmenta, así como la histeria condensa. La
paranoia vuelve a disolver las condensaciones e identifica emprendidas en la fantasía
inconciente. Todas esas escisiones de Flechsig y Dios en varias personas significan lo mismo
que la partición del perseguidor entre Flechsig y Dios. Son duplicaciones de idéntica
constelación sustantiva. La fragmentación del perseguidor en Flechsig y Dios hay que
concebirla como una reacción paranoide frente a una identificación preexistente entre
ambos o su pertenencia a la misma serie. Si el perseguidor Flechsig fue una persona amada,
tampoco Dios es más que el retorno de otra persona amada de parecido modo.
Si se sigue esta ilación de pensamiento, esa otra persona no puede ser sino el padre, con lo
cual Flechsig es esforzado hacia el papel del hermano. A raíz de aquella fantasía femenina
que desató tanta resistencia en el enfermo habría sido la añoranza por padre y hermano,
que alcanzó un refuerzo erótico: de ellos, el segundo pasó por la transferencia al médico
Flechsig, mientras que con su reconducción al primero se alcanzó una nivelación de la lucha.
El padre de Schreber no había sido un hombre insignificante; fue el Doctor Daniel Gottlieb
1
Moritz Schreber. Era un médico cuyos empeños en torno a la formación armónica de los
jóvenes, de la educación familiar y escolar combinadas, del ejercicio y el trabajo corporal para
mejorar la salud.
Un padre así no era inapropiado para ser transfigurado en Dios en el recuerdo tierno del hijo,
de quien fue arrebatado tan temprano por la muerte.
1
El nombre verdadero era Gottlob. Gottlieb significa “amor a Dios” “querido Dios”
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La postura frente a su padre contiene la misma alianza entre sumisión respetuosa y rebelión
que se halla en la relación de Schreber con su Dios. El hecho de que su padre fuera un médico
y de gran prestigio y venerado por sus pacientes, explicas los más llamativos rasgos de carácter
que Schreber destaca de manera crítica en su Dios. Responde a la esencia de Dios hacer
milagros, pero también un médico los hace.
El universo divino consta de los “reinos de adelante de Dios”, que son llamados también
“vestíbulos del cielo” y contienen las almas separadas de los hombres, y del Dios “inferior” y
“superior”, llamados en conjunto “reinos de atrás de Dios”…. “Pájaros de milagro”,
desenmascarados como muchachas, derivaban de los vestíbulos del cielo, y reclamemos para
los reinos de adelante de Dios y vestíbulos
2
del cielo el simbolismo de la feminidad; y para los
reinos de atrás de Dios el de la masculinidad. Si se supiera con certeza que el hermano muerto
era mayor que Schreber, sería lícito ver la fragmentación de Dios en uno inferior y otro
superior como expresión del recuerdo que, tras la muerte temprana del padre, el hermano
mayor ocupó su lugar.
El Sol con sus “rayos” ha adquirido gran significatividad para la expresión del delirio. El Sol
habla con palabras humanas y así se da a conocer como un ser animado.
En el caso Schreber nos encontramos en el terreno bien familiar del complejo paterno. Si la
lucha con Flechsig se le revela al enfermo como un conflicto con Dios, no podemos menos que
traducirlo a un conflicto infantil con el padre amado. En esas vivencias infantiles el padre
aparece como el perturbador de la satisfacción buscada por el niño, autoerótica la más de las
veces. En el desenlace del delirio, la fantasía sexual infantil celebra un triunfo grandioso; la
voluptuosidad misma es dictada por el temor a Dios y Dios mismo (el padre) no deja de
exigírsela al enfermo. La más temida amenaza del padre, la castración, ha prestado su material
a la fantasía de deseo de la mudanza en mujer combatida primero y aceptada después. En
enfermero jefe es hallado idéntico al vecino Von W., el cual, según las voces, lo habría acusado
falsamente de onanismo. Las voces dicen, fundamentando la amenaza de castración: “usted
debe ser figurado como dado a vicios voluptuosos”. Por último, la compulsión a pensar a que
el enfermo se sometía por suponer que, si dejaba de pensar en un momento, Dios creería que
se había vuelto estúpido y se retiraría de él, es la reacción ante la amenaza o temor de que uno
perdería el entendimiento por causa del quehacer sexual, en especial de onanismo.
Nuestra tarea es entramar el surgimiento de una fantasía de deseo con una frustración, una
privación en la vida real y objetiva. Schreber confiesa una privación así. Su matrimonio, que él
2
Palabra con que se designa también a la zona de los genitales femeninos (aparece en el análisis de Dora)

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