
produciría, que ya se produce esbozadamente, anticipadamente, es la razón por la que su traducción es
denegada, pospuesta (todavía no).
En la Carta 52 entonces Freud observa dos tipos de transcripciones, dentro de la misma fase psíquica y entre
transcripciones de la misma variedad, que correspondería a reescrituras dominadas por el funcionamiento de
defensa normal del aparato, un displacer tolerable y, por otro lado, una defensa patológica, que opera contra
una huella mnémica aún no traducida en una fase anterior.
Otro detalle lo ofrece la atención que Freud coloca en el carácter cuantitativo de su explicación. Freud parece
cuidarse de que toda la explicación de las defensas (normal y patológica) se decida en la magnitud del
displacer; es así que hace operar otro factor: el recuerdo. En el caso de la defensa normal, cuanto más se
recuerda un suceso, tanto más inhibido terminará por quedar el desprendimiento de placer que produjo en su
momento. En cambio, en la defensa patológica, esta inhibición del recuerdo parece insuficiente, en tanto que
al Re despertar el suceso posee la misma intensidad que en un primer momento, esto responde a la diferencia
de comportamiento mnémico que tienen los sucesos sexuales, porque para la idea del Freud de la carta, como
dijimos, las magnitudes de excitación que desprenden los sucesos sexuales crecen con el tiempo, con el
desarrollo sexual. Hay aquí dos ideas que anticipan la dirección conceptual de la metapsicología: el
funcionamiento mnémico que implica lo sexual ha de ser el de la estructura fundamental del aparato psíquico,
el lugar del recuerdo y la memoria en psicoanálisis tomará la perspectiva de lo que aquí es defensa patológica.
YU además ya opera el elemento temporal: el recuerdo adquiere fuerza cuando lo sexual posterior opera y Re
despierta lo sexual anterior. El suceso sexual en una fase produce entonces efectos como si fuera actual y es,
por tanto, no inhibible en una fase siguiente. La condición de la defensa patológica (represión= es, entonces,
la naturaleza sexual del suceso y su ocurrencia dentro de una fase anterior.
En cuanto al problema de la no traducción a partir de la figura que ofrece Freud en cuanto a los relictos, es
necesario distinguir que, Freud, necesita que algo de este sistema pase, que atraviese la línea y que sin
embargo no se traduzca: pasa a otro lugar pero conserva rasgos del lugar anterior, conserva vestigios y
produce displacer pasando de esa manera, esto nos produce una idea de los lugares psíquicos denominada por
el problema del tiempo y por conexiones, más que tópicas, en red. Los lugares psíquicos no son como
habitaciones, sino que hay caminos en zigzag. Es una idea que luego se establece expresamente señalando que
la represión es en alto grado individual y móvil; no se reprime masivamente, cada representación tiene “una
marca en el lomo” que determinará su itinerario y sus conexiones individuales.
Freud, en el sistema Ps, de Signos de Percepción, indica que en su interior hay signos, se trata justamente de
signos, no de percepciones, son huellas, y las huellas, operando como signos, introducen el problema de la
significación; estas huellas se conectan y funcionan de determinada manera: las X allí se encuentran asociadas
por simultaneidad y no son susceptibles de conciencia.
En el segundo sistema Inconciencia, segunda transcripción, las huellas poseen otros nexos. Mientras tanto, en
el sistema Prc, preconciencia, tercera retrascripción, las huellas se presentan ligadas a representaciones-
palabra y Freud ya aproxima lo preconsciente a la idea de un yo “oficial” y al pensamiento secundario,
instalando, de manera latente, que el inconsciente es un pensamiento sin yo, como también deja en claro que
la conciencia, neuronas-conciencia, están ligadas a la percepción. Esto último se encuentra justificado más
que por la identidad entre una y otra, por el rasgo común de estar excluidas de la memoria.
La percepción es un lugar de ingreso de intensidad, es el lugar de estímulo, que opera como fuerza de trabajo
para la memoria. Así, las huellas no son el reflejo de la percepción sino donde se desarrolla un trabajo sobre
lo que no se registra de la percepción y sin embargo excita las transcripciones.
Aquí, en estos dos aspectos: la imposibilidad de la percepción y la intensidad que ingresa al aparato psíquico,
se encuentran las bases metapsicológicas para el concepto freudiano de trauma (y en relación con esto, de
síntoma), porque el trauma no es exactamente lo vivido, sino aquello que de la excitación no puede ser
tramitado. La intensidad traumática prevalece sobre el registro que puede tenerse de ella, siempre es un
exceso; el registro mnémico ya es un segundo tiempo, una deformación con la subsiguiente transcripción y
problema de traducción.
Con las fantasías originarias ( de la castración, de la escena originaria ante la imposibilidad de ser testigos del
acto sexual que nos engendra, de la seducción como modo de afrontar el nacimiento de nuestra sexualidad a
partir del Otro) Freud nos está indicando que nada de lo que determina la sexualidad se decide
perceptualmente, allí hay un traumatismo, el trauma de lo que no podemos percibir, la pura excitación sin
figura que ingresa por el polo perceptual del aparato psíquico y que lo tensa y provoca el trabajo psíquico de
su tramitación, transcripción, sustitución.
Por otro lado, La interpretación de los sueños es el estudio de la condensación y el desplazamiento, de los
métodos de desfiguración, de la condición de figurabilidad y de lo que él llama elaboración secundaria. Para