186 CAPÍTULO 6 • SISTEMA ESQUELÉTICO: EL TEJIDO ÓSEO
4.
Osteoclastos (-clastos, de klastós, roto). Son células gigantes
derivadas de la fusión de por lo menos 50 monocitos (una clase de
glóbulo blanco) y se agrupan en el endostio. En su cara proximal
a la superficie ósea, la membrana plasmática del osteoclasto se
pliega profundamente y forma un borde indentado. En este lugar,
la célula libera poderosas enzimas lisosómicas y ácidos que digie-
ren los componentes minerales y proteicos de la matriz osteoide
subyacente. Esta descomposición de la matriz osteoide, denomi-
nada resorción, es parte de la formación, el mantenimiento y la
reparación normales del hueso. (Nota: -clasto significa que la
célula degrada matriz osteoide). Como veremos más adelante, en
respuesta a ciertas hormonas, los osteoclastos participan en la
regulación del calcio circulante (véase Sección 6.7). También son
las células diana del tratamiento farmacológico de la osteoporosis
(véase Patología: Desequilibrios homeostáticos, al final del capí-
tulo).
El hueso no es completamente sólido porque contiene pequeños espa-
cios entre las células y los componentes de la matriz osteoide. Algunos
espacios constituyen conductos para los vasos sanguíneos que brindan
nutrientes a las células óseas. Otros espacios sirven como sitios de alma-
cenamiento de la médula ósea roja. Según el tamaño y la distribución de
los espacios, las regiones de un hueso pueden clasificarse como esponjo-
sas o compactas (véase la Figura 6-1). Aproximadamente 80% del esque-
leto está formado por hueso compacto y 20% por hueso esponjoso.
Tejido óseo compacto
El tejido óseo compacto contiene pocos espacios (Figura 6-3a) y es
el componente más fuerte del tejido óseo. Se encuentra por debajo del
periostio de todos los huesos y forma la mayor parte de las diáfisis de
los huesos largos. Brinda protección y soporte y ofrece resistencia a la
tensión causada por el peso y el movimiento.
El tejido óseo compacto se compone de unidades estructurales repe-
tidas denominadas osteonas o sistemas de Havers. Cada osteona
consta de un conducto central (conducto de Havers), alrededor del
cual se dispone una serie de laminillas concéntricas. Parecidas a los
anillos de crecimiento de los árboles, estas últimas son placas circula-
res compuestas por matriz osteoide mineralizada de diámetro crecien-
te que rodean una pequeña red de vasos sanguíneos, linfáticos y ner-
vios localizados en el canal central (Figura 6.3a). Estas unidades óseas
tubulares en general forman una serie de cilindros paralelos que, en
los huesos largos, tienden a disponerse en forma paralela al eje mayor
del hueso. Entre las laminillas concéntricas hay pequeños espacios
denominados lagunas, que contienen osteocitos. De las lagunas –y en
toda dirección– irradian pequeños canalículos, que contienen líquido
extracelular. Dentro de los canalículos existen delicadas protuberan-
cias de osteocitos con forma de dedo (véase sector ampliado a la dere-
cha de la Figura 6-3a). Los osteocitos vecinos se comunican entre sí
por medio de puentes (véase Sección 4.2). Los canalículos conectan
las lagunas entre sí y con el canal central formando un intrincado sis-
tema minúsculo de canales interconectados a través del hueso. Este
sistema ofrece numerosas vías de acceso a los osteocitos de nutrientes
y de oxígeno, así como una vía de eliminación de los desechos.
En el tejido óseo compacto, las osteonas están alineadas en la
misma dirección y son paralelas al eje mayor de la diáfisis del hueso.
Por lo tanto, la diáfisis de un hueso largo resiste la curvatura y la frac-
tura aun cuando se ejerza una fuerza considerable desde los extremos.
El tejido óseo compacto tiende a ser más grueso en las regiones del
hueso en las que la fuerza se aplica relativamente en pocas direccio-
nes. Las líneas de fuerza del hueso no son estáticas. Cambian cuando
la persona aprende a caminar y en respuesta a la actividad física inten-
sa repetida, como en el levantamiento de pesas. Las líneas de fuerza
de un hueso también pueden cambiar a raíz de una fractura o una
deformidad física. Por lo tanto, la organización de las osteonas no es
estática, sino que cambia a lo largo del tiempo en respuesta a las exi-
gencias físicas que soporta el esqueleto.
Las regiones comprendidas entre las osteonas vecinas contienen
ciertas laminillas denominadas laminillas intersticiales, que también
presentan lagunas con osteocitos y canalículos. Son fragmentos de
osteonas precedentes que han sido parcialmente destruidas durante la
reconstrucción o el crecimiento del hueso.
Los vasos sanguíneos y linfáticos, y los nervios del periostio pene-
tran el hueso compacto a través de los canales perforantes transver-
sos o canales de Volkmann. Los vasos y los nervios de los canales per-
forantes se conectan con los de la cavidad medular, el periostio y los
canales centrales.
Alrededor del 100% de las circunferencias externa e interna de la
diáfisis de un hueso largo presenta laminillas denominadas laminillas
circunferenciales, que aparecen durante la fase inicial de la forma-
ción del hueso. Las laminillas circunferenciales que están justo por
debajo del periostio se denominan laminillas circunferenciales exter-
nas. Se conectan con el periostio mediante fibras perforantes (fibras
de Sharpey). Las que revisten la cavidad medular se denominan lami-
nillas circunferenciales internas (Figura 6.3a).
Tejido óseo esponjoso
A diferencia del tejido óseo compacto, el tejido óseo esponjoso
–también denominado tejido óseo trabecular– no contiene osteonas
(Figura 6.3b, c). Siempre es profundo y está protegido por una cubier-
ta de hueso compacto. Está compuesto por laminillas dispuestas en un
patrón irregular de finas columnas denominadas trabéculas, entre las
que existen espacios que pueden apreciarse a simple vista. Estos espa-
cios macroscópicos contienen médula ósea roja en los huesos que pro-
ducen células sanguíneas, y médula ósea amarilla (tejido adiposo) en
los otros huesos. Ambos tipos de médula ósea están irrigados por
numerosos vasos sanguíneos que nutren los osteocitos. Cada una de
las trabéculas consta de laminillas concéntricas, osteocitos ocupantes
de lagunas y canalículos que irradian en forma excéntrica desde las
lagunas.
El tejido óseo esponjoso es el componente profundo principal del
tejido óseo de los huesos cortos, aplanados, sesamoideos e irregulares.
En los huesos largos, es el núcleo de las epífisis y está cubierto por
una delgadísima capa de hueso compacto, además de conformar un
plano delgado variable que reviste la cavidad medular de la diáfisis. El
tejido esponjoso siempre está cubierto por una capa de hueso compac-
to que lo protege.
A simple vista, las trabéculas del hueso esponjoso pueden parecer
más desorganizadas que las trabéculas del hueso compacto. Sin
embargo, tienen una orientación precisa a lo largo de las líneas de
fuerza, característica que permite al hueso resistir y transmitir fuerzas
sin romperse. El tejido óseo esponjoso es más abundante en los hue-
sos que no reciben mucha presión o en los que reciben presiones
desde direcciones múltiples. Las trabéculas no se organizan en forma
definitiva hasta que no se aprende a caminar perfectamente; incluso
pueden desorganizarse cuando las líneas de fuerza cambian debido a
una fractura mal consolidada o a una deformidad.
El hueso esponjoso difiere del tejido óseo compacto en dos aspec-
tos. En primer lugar, es liviano, lo que reduce su peso total. Esta dis-
minución del peso le permite moverse más rápidamente al ser traccio-
nado por un músculo esquelético. En segundo lugar, las trabéculas del
tejido óseo esponjoso sostienen y protegen la médula ósea roja. El