Historia Económica Mundial del Paleolítico a internet, Barbero y Saborido. Resumen: Maia Velazquez.
Tema 2: La Revolución Industrial en Francia y en Alemania.
Capítulo 6: “Los nuevos países industriales: Europa Occidental y los Estados Unidos.”
6.1. La industrialización de Europa continental
6.1.1. La economía europea en vísperas de la industrialización.
La Europa noroccidental (Holanda, Bélgica, Francia y Alemania). A fines del siglo XVII, la agricultura
holandesa era la más avanzada de Europa, y su población campesina se había liberado desde hacía
mucho tiempo de los lazos feudales. Las áreas de Holanda- Bélgica, Francia y la zona occidental del
territorio alemán habían incorporado las innovaciones y se había difundido la economía de mercado.
En Europa oriental la producción industrial se llevaba a cabo según los métodos tradicionales: la
industria artesanal urbana, la industria rural a domicilio y la manufactura centralizada. Europa
continental a lo largo del siglo XVI había habido un fuerte desarrollo de la industria a domicilio y de las
"protofábricas". Favorecido por el incremento de la demanda, la expansión del comercio y el avance de
la urbanización. La demanda interior fue la parte más significativa del mercado para los productos
manufacturados, y se vio estimulada por el incremento de la propensión a consumir, en particular, de
las clases medias urbanas.
El intercambio comercial extraeuropeo creció rápidamente a partir del siglo XVII. Entre 1750 y 1780, la
tasa de incremento demográfico osciló entre un 30 y un 50%, y respondió a una multiplicidad de causas.
Entre fines del siglo XVI y principios del XIX, Europa continental vivió un proceso de profundos cambios
institucionales, producto de la Revolución Francesa y de la expansión napoleónica, que fue acompañada
por la aplicación de las reformas revolucionarias en los territorios ocupados. La Revolución Francesa
ayudó a la creación de condiciones institucionales favorables a la industrialización. Abolió los últimos
residuos del orden feudal e instituyó un sistema jurídico que garantizó las libertades individuales y la
propiedad privada. Fueron suprimidas las corporaciones e instituida la libertad económica. La nueva
legislación fue recopilada en el Código Civil y el Código de Comercio, que fueron adoptados por la mayor
parte de los Estados europeos.
6.1.2. Los procesos de industrialización
EL PAPEL DEL MODELO INGLÉS: Inglaterra constituyó en gran medida el ejemplo que los nuevos países
industriales debieron imitar. Se había visto beneficiada también por el hecho de que durante más de
veinte años el Continente había vivido casi permanentemente en estado de guerra. En cada caso de
industrialización se debía tener en cuenta de las tradiciones preindustriales, la dotación de recursos, las
características del mercado, el papel del Estado y muchos otros factores otorgaron una singularidad al
proceso de difusión de la industria moderna. Europa continental pudo aprovechar lo que ALEXANDER
GERSCHENKRON denominaba "ventajas del atraso", al imitar un ejemplo ya existente, copiando
tecnología e incorporando recursos humanos y capitales.
LA TRANSFERENCIA DE TECNOLOGIA: Como señala POLLARD, a comienzos del siglo XIX la brecha
tecnológica entre Gran Bretaña y Europa noroccidental no era demasiado grande. La adopción de los
nuevos métodos de producción debió enfrentar diversos obstáculos. Debido a que el gobierno ingles
prohibía la exportación de maquinarias y la emigración de artesanos para mantener la superioridad
británica (burladas por el contrabando). La nueva tecnología debía superar otras dificultades, como, los
problemas técnicos de la nueva maquinaria, la falta de personal capacitado y con experiencia en su
manejo. En una primera etapa, la capacitación tuvo lugar de manera personal, en los puestos de trabajo,
pero más tarde fueron creadas escuelas técnicas en las que se formaron mecánicos e ingenieros.
EL PAPEL DEL ESTADO: en la industrialización de Europa continental el papel del Estado fue mucho más
activo que en Gran Bretaña. En primer lugar, los Estados estimularon el crecimiento industrial gracias a
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su capacidad de reestructurar las instituciones sociales, creando un ámbito favorable para el desarrollo
de la empresa privada. La supresión del poder de las instituciones feudales, la abolición de aranceles
internos y el mantenimiento de sistemas legales ordenados contribuyeron a dar forma al ambiente en
que se desarrollaron las empresas, incrementando la seguridad empresarial y coadyuvando a la libre
circulación de hombres y recursos. Otra forma de contribución fue la puesta en marcha de servicios que
permitieron la creación de economías externas que favorecieron la industrialización. Tomaron medidas
más directas para estimular el desarrollo de la empresa privada, a través de subsidios, tasas a la
importación, garantías a las inversiones y concesión de préstamos en condiciones favorables. En algunos
países con los ferrocarriles, el Estado podía asumir directamente la función de inversor y empresario.
LOS BANCOS Y LOS CAPITALES: Uno de los requisitos de los procesos de industrialización es el de la
disponibilidad de capitales para la inversión. A medida que avanzó surgieron nuevas formas de crédito
que respondieron a los crecientes requerimientos de capitales, tanto como para la industria y para
financiar la construcción de los ferrocarriles. En el siglo XIX nacieron los bancos especializados en la
financiación de la inversión industrial. El primero fue creado por el gobierno belga en 1822, pero otros
bancos del mismo tipo surgieron en Francia y en Alemania a partir de la década de 1850. Una forma muy
difundida a mediados del siglo XIX fueron los bancos de crédito industrial con el propósito explícito de
servir a la industria. A partir de la década de 1870, los bancos de crédito fueron reemplazados por los
bancos de inversión, que combinaban funciones de banca comercial y de banco de crédito industrial. La
financiación de la industrialización europea se llevó a cabo, además, mediante la inversión extranjera.
Los primeros flujos de capital partieron de Gran Bretaña, y se destinaron a financiar la construcción de
ferrocarriles en Francia y en Bélgica. Más tarde estos países y otros se transformaron en exportadores
de capitales hacia otras naciones europeas, financiando la construcción ferroviaria, y las actividades
industriales, sobre todo aquellas con mayores requerimientos de inversión, como la industria pesada.
6.1.3. La revolución de los transportes y las comunicaciones
Los procesos de industrialización en Europa y en los Estados Unidos se dieron en forma paralela a la
modernización del sistema de transportes.
En Europa la extensión de la red de canales, y los ríos eran el medio de comunicación interior más
rápido y barato. También se mejoraron las rutas terrestres gracias a nuevas técnicas de construcción.
Pero el invento más revolucionario fue el ferrocarril. Desde la década de 1820 se comenzó a utilizar y
para mediados del siglo XIX, prácticamente todos los países europeos contaban con redes ferroviarias. A
comienzos del siglo XIX, las máquinas a vapor comenzaron a utilizarse también en la navegación;
limitados hasta la década de 1840. El desarrollo de los ferrocarriles y de la navegación a vapor permitió
abaratar sensiblemente los costos de transporte. Otro de los elementos centrales en la revolución de las
comunicaciones fue el telégrafo, que se utilizó por primera vez en 1839 y se difundió masivamente a
partir de mediados de la década de 1840; en ese sentido, Gran Bretaña y los Estados Unidos fueron los
palauspioneros. El telégrafo tuvo una enorme repercusión en la sociedad del siglo XIX. Su uso fue muy
importante y a diferencia del ferrocarril, no tenía sustitutos que se compararan, y por primera vez
permitió que la información viajara más rápido que las personas.
EL IMPACTO DEL FERROCARRIL: Con el ferrocarril, se logró abaratar el precio del transporte por tierra, y
a se pudieron incorporar nuevas regiones a los circuitos comerciales. Fue también un gran impulsor del
desarrollo industrial. ALBERT HIRSCHMAN define a los efectos del eslabonamiento (efectos expansivos
que una determinada actividad económica genera sobre otras) de una determinada línea de producto
como "Los eslabonamientos hacia atrás conducen a nuevas inversiones en actividades proveedoras de
insumos, y los eslabonamientos hacia adelante, a inversiones en actividades que utilizan sus productos".
En los primeros países industriales de Europa y en los Estados Unidos, el ferrocarril fue un gran
generador de eslabonamientos hacia atrás, favoreciendo el desarrollo de las diversas ramas de la
producción. La minería del carbón, la producción de hierro y acero, y la industria mecánica
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constituyeron los sectores más directamente afectados, entre otros. En Europa noroccidental y en los
Estados Unidos el ferrocarril llegó junto con la industrialización y se convirtió en una parte integrante de
ella. En el resto de Europa, en cambio, los ferrocarriles llegaron antes que el proceso de industrialización
se hubiera iniciado. Estas diferencias incidieron en el impacto de los ferrocarriles sobre el desarrollo
industrial, ya que mientras en los primeros países industriales se generaron rápidamente
eslabonamientos hacia atrás, en los de industrialización tardía el efecto fue menos significativo, sobre
todo porque la construcción de las redes ferroviarias fue financiada. Desde el punto de vista de la
organización empresarial, los ferrocarriles pueden considerarse las primeras empresas modernas.
ALFRED CHANDLER, a partir del caso de los Estados Unidos, señaló cómo el desarrollo del ferrocarril
contribuyó a la constitución de las sociedades anónimas y al nacimiento de empresas con una
organización gerencial y burocrática. En los países europeos, a diferencia de los Estados Unidos, en la
construcción y la gestión de los ferrocarriles hubo participación tanto del capital privado como del
Estado, y en Bélgica y Alemania, el Estado tuvo el papel más significativo. Aunque en algunos países,
como Inglaterra y Francia, hubo participación de empresas pequeñas en los inicios de la construcción de
las líneas, la tendencia a lo largo del siglo XIX fue a la concentración y la formación de grandes
compañías. En Inglaterra la primera línea fue inaugurada en 1825. Para 1850, las redes que enlazaban
Londres con los centros industriales y con otras grandes ciudades estaban casi todas abiertas a la
circulación. Inglaterra fue el país en el que la participación del Estado en la construcción de los
ferrocarriles fue más débil, y el control que éste ejercía sobre las compañías privadas fue muy limitado.
Los primeros ferrocarriles del continente fueron los de Bélgica, en los que el Estado fue el principal
constructor y administrador. Comenzaron en la década de 1830, y para 1850 el conjunto del territorio
estaba tan bien comunicado como el de Inglaterra. En Alemania, la construcción se inició a comienzos
de la década de 1840, y las líneas más importantes se terminaron antes de 1870. Francia fue el que más
tardó en construir su red de ferrocarriles la primera línea se inauguró en 1827, pero en 1850 comenzó la
construcción en gran escala, gracias al sistema de concesiones y ventajas financieras ofrecidas por el
Estado. Los primeros ferrocarriles fueron construidos por empresas locales pequeñas y con inversiones
inglesas, pero desde mediados del siglo, la construcción estuvo en manos de grandes grupos financieros
franceses, que también invirtieron en el tendido de líneas en Europa Central y del Mediterráneo.
6.2. Las primeras naciones industriales: Bélgica y Francia.
Comenzaron su proceso de industrialización a fines del siglo XVII; si bien tienen algunos rasgos comunes,
constituyen dos modelos diferenciados de desarrollo a lo largo del siglo XIX.
6.2.1. La industrialización de Bélgica
La difusión de la industria moderna empezó a fines del siglo XVIII, afectando en una etapa inicial, al
sector textil, y en las décadas de 1820 y 1830, a la industria del carbón y a la del hierro. En el siglo XIX,
fue el país más industrializado de Europa, después de Gran Bretaña. Hacia 1860-1870, había completado
su industrialización, y sus cuencas industriales pueden ser consideradas como el primero de los círculos
concéntricos de la industrialización europea. La razones del éxito de Bélgica son la abundancia del hierro
y el carbón, la disponibilidad de fuerza motriz, (los ríos de corrientes rápidas que proporcionaban
energía para molinos de agua, y que servían también como medios de comunicación y transporte), su
localización geográfica por la cercanía con respecto a Gran Bretaña que facilitó la transferencia de
tecnología, y la vecindad con Francia le permitió contar con un mercado externo al que destino la mayor
parte de su producción de carbón. Además de ello, Bélgica contaba con una larguísima tradición
industrial, tanto en la minería y la metalurgia como en el sector textil. El Estado también contribuyó a la
industrialización, invirtiendo en la infraestructura de transportes y promoviendo la creación de bancos
de inversión. Eso facilitó el desarrollo de las sociedades anónimas y la entrada de capitales extranjeros
en las décadas de 1830 y 1840.
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LA MINERÍA Y LA INDUSTRIA METALÚRGICA: Bélgica poseía varias cuencas carboníferas cuya producción
se destinaba al consumo local y a la exportación al norte de Francia. La modernización fue constante
desde mediados del siglo XVIII, obteniéndose grandes incrementos en la producción y en la
productividad. Bélgica fue el principal productor de carbón del continente europeo hasta la década de
1850. La industria del hierro se había desarrollado desde mucho antes del siglo XVII, sobre todo, en el
área de Lieja, la Revolución Industrial significó una ruptura con la tradición. En el caso de Lieja la
modernización la industria del metal fue encabeza da por WILLIAM COCKERILL, que se instaló en 1799.
COCKERILL fue el primero en fabricar máquinas de hilar, y desde 1813 comenzó a producir también
máquinas de vapor con el sistema de JAMES WATT. A fines de la década de 1820, la firma Cockerill era
probablemente la mayor empresa industrial del continente. La otra zona tradicional de producción de
hierro era la de Charleroi, en la que desde inicios del siglo XIX comenzaron a utilizarse los métodos
ingleses, lo que permitió reducir el precio e incrementar la producción, que prácticamente se
cuadruplicó entre 1835 y 1847.
ALGUNOS RASGOS SIGNIFICATIVOS DE LA INDUSTRIALIZACIÓN BELGA: Para 1840 Bélgica se había
convertido en uno de los países más industrializados, por distintas razones. En primer lugar, el claro
ejemplo de la industrialización del modelo inglés, a través de la transferencia de tecnología, de recursos
humanos y de capitales. Otro de los rasgos distintivos fue el papel asumido por el Estado orientado a
estimular el desarrollo de la industria, y a partir de la década de 1830, a evitar las protestas obreras y el
alza de los salarios. La Revolución Industrial tuvo lugar en Bélgica en un período de gran inestabilidad
institucional. Recién en 1830, se transformó en un reino independiente. La industrialización comenzó en
la época austríaca, etapa en la que el gobierno ayudó a proteger a los fabricantes locales contra la
competencia de Inglaterra y Holanda. Se aceleró durante el dominio francés, gracias a la extensión del
mercado a todo el imperio napoleónico, lo que favoreció a los textiles. En la etapa de unificación con
Holanda, la monarquía realizó fuertes inversiones en la construcción de canales, pero también invirtió
directamente en acciones industriales y en subvenciones a la industria, y creó el primer banco de
inversión. Desde mediados de la década de 1830, el gobierno independiente, construyó y explotó las
principales líneas ferroviarias. Otros de los rasgos característicos del modelo belga fueron el activo
papel de los bancos y la temprana constitución de grandes sociedades. El primer banco de inversión en
forma de sociedad anónima que existió en el mundo fue la Société Générale de Belgique, fundado por el
rey de Holanda en 1822. Desde mediados de la década de 1830, la mayor parte de las empresas de
Charleroi pasaron a estar bajo el control de los grandes bancos de Bruselas. En 1842, los COCKERILL
tuvieron serios problemas financieros y sus empresas fueron transformadas en sociedades anónimas en
cuya propiedad también participaron los bancos acreedores.
La sociedad belga contó con un empresariado que contribuyó activamente a la industrialización, gracias
a su disposición a adoptar las innovaciones. En la industria textil, la modernización fue llevada a cabo
por los viejos capitalistas. En el carbón y el hierro, el liderazgo provino de los banqueros, de los
comerciantes de carbón y de algunos industriales locales. En ciertos sectores, como el del algodón y el
de la industria mecánica, fue importante el papel de los técnicos extranjeros.
La financiación de la Revolución Industrial provino de diversas fuentes. Por una parte, de la inversión de
las viejas dinastías de comerciantes e industriales; por la otra, la nobleza y los rentistas invirtieron a
través de los bancos. Una porción muy significativa de la producción industrial se destinó a la
exportación; Francia fue su principal mercado. Ello se vio favorecido por la cercanía geográfica y la
complementación económica; esta última se acentuó durante la etapa de dominación francesa. Francia
contaba con escasos recursos minerales e importaba el carbón belga. A su vez, exportaba capitales a
Bélgica, principalmente, con la mediación de los grandes bancos franceses vinculados a la banca belga.
6.2.2. La industrialización de Francia:
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La industrialización francesa se notó con cierto "retraso" fue una industrialización sin una etapa de
despegue claramente identificable. Constituyó un proceso gradual y, que se inició en las últimas décadas
del siglo XVII y en el que se alternaron períodos de aceleración y de desaceleración del crecimiento. La
modernización de la industria comenzó en el siglo XVIII, pero se vio interrumpida a partir de 1789 por el
estallido de la Revolución Francesa. Con el fin de las guerras napoleónicas, en 1815, el proceso se
reinició.
En términos generales, puede hablarse de dos grandes oleadas de industrialización en el siglo XIX. La
primera oleada se ubica entre 1815 y 1860, con una aceleración entre 1840 y 1860. Durante esta
primera etapa el crecimiento de la industria tuvo lugar, dentro de las formas de producción
tradicionales. Entre 1860 y 1885, el ritmo de crecimiento de la economía fue más lento como
consecuencia del agotamiento de los recursos de la primera industrialización. Una nueva etapa de
expansión tuvo lugar desde mediados de la década de 1885 hasta las vísperas de la Primera Guerra
Mundial, acompañada por una segunda industrialización de carácter más intensivo que la primera, con
una amplia difusión de las innovaciones características de la industria moderna. A lo largo de todo el
siglo XIX, la transformación de la estructura económica de Francia fue lenta, y la agricultura siguió
teniendo una alta participación en el producto total del país. Durante todo el siglo XIX, la tasa de
urbanización francesa fue baja, y, a diferencia de Inglaterra y Alemania, Francia siguió siendo un país
predominantemente rural. En 1846, la población urbana representaba sólo el 25% del total, contra un
75% de población rural. En 1901, todavía el 59% de la población vivía en el campos.
LA ECONOMÍA FRANCESA EN EL SIGLO XVI
En el siglo XVIII, Francia era uno de los países más ricos de Europa. Durante el siglo XVII, Francia tuvo un
fuerte crecimiento de las actividades protoindustriales. La industria a domicilio se expandió gracias al
impulso de la demanda exterior y a la acción de los comerciantes empresarios de las ciudades que
contrataron mano de obra rural. El sector más importante era el de la industria textil, especialmente la
lana y el algodón. Otros sectores industriales destacados eran la minería del carbón y la metalurgia, en
las que predominaban las viejas técnicas, aunque en el siglo XVIII empezaron a utilizarse bombas de
NEWCOMEN y nuevos métodos de producción del hierro. En algunas ramas de la industria funcionaban
protofábricas que se habían expandido desde el siglo XVI gracias al apoyo del Estado, que contribuyó
activamente a la creación de grandes empresas para la producción de bienes de lujo como gobelinos,
porcelanas y cristales. Para el historiador FRANÇOIS CROUZET, la diferencia fundamental entre ambas
economías de Francia y Gran Bretaña residía sobre todo en el terreno tecnológico. El desarrollo
industrial francés se dio en un marco de industria tradicional, mientras que el crecimiento de la
producción en Gran Bretaña estuvo signado por la innovación.
EL IMPACTO DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA
Desde el comienzo de la Revolución Francesa, en 1789, hasta el fin de las guerras napoleónicas, en 1815,
el país vivió casi permanentemente en guerra. Desde el punto de vista económico tuvo efectos
negativos, como la pérdida de su imperio colonial, de mercados externos y de fuentes de
abastecimiento, a los que debe sumarse la movilización masiva de la población para la guerra. En
general, el proceso de innovación tecnológica se detuvo, salvo para la industria textil del algodón. El
efecto fue aún más negativo en términos relativos, ya que a lo largo de 25 años la brecha con Gran
Bretaña se amplió. Por otro lado, muchas de las reformas institucionales impulsadas durante la
Revolución y el Imperio beneficiaron en el largo plazo el desarrollo industrial. La nueva legislación creó
un marco favorable para el desarrollo de la iniciativa privada, consolidando los derechos de propiedad y
suprimiendo los vestigios del régimen corporativo. Otro de los aspectos positivos de la etapa
revolucionaria fue la política educativa, con la creación de las escuelas especializadas en materias
científicas y en ingeniería, dedicadas a la formación de profesionales y a la investigación. La Revolución
modificó profundamente la agricultura, aboliendo los derechos feudales y consolidando un régimen de
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pequeña y mediana propiedad, que constituyó uno de los rasgos característicos de la economía
francesa. Como ya señalamos, el sistema de propiedad de la tierra explica, en gran medida, la baja tasa
de urbanización de Francia a lo largo del siglo XIX.
LA INDUSTRIALIZACIÓN EN EL SIGLO XIX: EL DUALISMO INDUSTRIAL FRANCES
La expresión "dualismo industrial" hace referencia a la coexistencia, complementaria, de formas
tradicionales y formas innovadoras de producción industrial, de la industria manual y la industria
mecanizada. En Francia, las estructuras protoindustriales se prolongaron y desarrollaron hasta muy
avanzado el siglo XIX, y acompañaron, ayudaron y facilitaron el surgimiento de la gran industria. La
producción industrial francesa se basó en el dualismo industrial.
En los dos primeros tercios del siglo, las formas modernas de producción industrial continuaron siendo
excepcionales. En la década de 1860, el 60% de los establecimientos industriales de Francia utilizaba
energía hidráulica, y sólo el 31% usaba la energía del vapor. La industria francesa de caracterizó más por
la movilización y organización sistemática de la mano de obra que por la introducción masiva de técnicas
nuevas. Gran parte de la mano de obra empleada en la industria seguía viviendo en el campo y
trabajando a domicilio. En las empresas era muy frecuente una organización dualista, sobre todo, en la
rama textil.
Uno de los sectores que reviste particular interés es el de la industria de la seda, uno de los principales
bienes de exportación de la industria francesa hasta fines del siglo XIX. Desde fines de la década de
1860 hasta mediados de la de 1880 el ritmo de expansión de la economía francesa se desaceleró,
declinando las tasas de crecimiento de la renta nacional y las de la producción industrial. Debido a la
crisis de la agricultura, al agotamiento del modelo de industrialización que comenzó a revelar sus
insuficiencias, en particular su falta de competitividad. Como respuesta a la crisis, la industria se
modernizó, y a partir de la década de 1880 se aceleró la inversión en equipos. Se difundió masivamente
el uso de la máquina a vapor, y, en general, las industrias tradicionales se mecanizaron.
Al mismo tiempo, se desarrollaron la industria metalúrgica y la química, y aparecieron industrias nuevas,
como la producción de hidroelectricidad, la construcción de automóviles y la industria de material
fotográfico. En esta etapa se incrementó la financiación bancaria de las inversiones industriales y creció
el número de sociedades anónimas, favorecidas por una reforma de la legislación que facilitó su
formación de empresas, en primer lugar, en la siderurgia y la química, que dieron nacimiento a grupos
económicos de gran magnitud.
El desarrollo industrial de las últimas décadas del siglo XIX fue generando la transformación estructural
de la economía francesa, reduciendo el antiguo predominio de la agricultura. En 1914, el sector primario
todavía era el mayor sector en términos de empleo (40% de la población activa), pero ya no el primero
por su contribución al producto nacional. En ese año, la industria aportaba más del 40%, la agricultura
entre un 25 y un 30%, y el sector terciario, el resto. De todos modos, en comparación con Gran Bretaña,
la importancia del sector agrícola era aún muy alta a comienzos del siglo XX.
Los SECTORES DE LA ACTIVIDAD INDUSTRIAL
Francia fue, junto con Suiza, el que tuvo una menor dotación de recursos naturales. Recién en la
segunda mitad del siglo XIX, la cuenca carbonífera noroccidental jugó un rol estratégico en la fase
principal de la industrialización francesa. También la producción de hierro en el área noroccidental era
inferior a la belga. La protección aduanera favoreció el desarrollo de la industria siderúrgica desde la
década de 1820. En 1835, los departamentos del noroeste tenían casi la mitad del total de máquinas de
vapor existentes en Francia. La zona del valle del Loira superior fue la otra gran área productora de
carbón de alta calidad, y en ella fue muy visible la combinación de viejas y nuevas técnicas producción.
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El sector que más se modernizó fue el del algodón, cuyos principales centros de producción se
encontraban en el noroeste y en Alsacia.
Esta última región fue una de las más dinámicas de la economía francesa, en parte gracias a la
abundancia de energía hidráulica. La industria del hilado se mecanizó rápidamente desde la década de
1820 e impulsó la industria química y maquinaria. A mediados del siglo XIX, el complejo industrial de
Alsacia comprendía la producción siderúrgica, textil, de azúcar y otros artículos para la exportación.
Como Bélgica, era un centro secundario para la difusión de la tecnología británica hacia otras áreas. En
la industria de la lana, en cambio, fue mayor la persistencia de los métodos de producción tradicionales.
El hilado comenzó a mecanizarse en la década de 1820, y el telar mecánico empezó a utilizarse en la de
1840, pero su difusión fue muy lenta. El otro sector destacado en la industria textil era el de la seda,
cuyo centro principal de producción era el área de la ciudad de Lyon. La industria de Lyon dominaba el
mercado mundial de la seda.
LAS EMPRESAS Y LOS EMPRESARIOS
Diversos historiadores han atribuido la lenta difusión de la industria moderna en Francia tanto a las
características de la sociedad conservadora y una imagen de los empresarios franceses como poco
innovadores. SAWYER hacía hincapié en los rasgos tradicionales de la sociedad francesa del siglo XIX,
habrían obstaculizado el proceso de innovación y la toma de riesgos por parte de los empresarios.
LANDES, en cambio, centró su argumentación en las características de los empresarios franceses, a los
que consideraba conservadores. Ambos argumentos, el de los empresarios conservadores y el de las
empresas poco evolucionadas, son hoy fuertemente rebatidos.
El caso de los empresarios. Del punto de vista más crítico al modelo francés, los pintan como
empresarios arcaicos, que seguían utilizando los métodos de producción tradicionales. Pero en la
industria francesa de la primera mitad del siglo XIX, no veían que la opción más racional era la
modernización tecnológica. Los métodos de producción tradicionales presentaban una serie de ventajas,
y el sistema industrial funcionaba con mínimos costos y con los menores riesgos. El capital fijo era
reducido, la fuerza hidráulica era más barata que el vapor y la utilización de reservas de mano de obra
cos taba menos que la de maquinaria. Desde esta perspectiva, los empresarios son percibidos como
empresarios racionales que se adaptan a las condiciones del mercado y sacan ventajas de la
combinación de lo viejo y lo nuevo.
En el caso de las empresas, las firmas francesas eran menor que en los otros países industrializados. El
desarrollo de la gran empresa moderna, gerencial y descentralizada fue lento. Las empresas familiares
siguieron siendo predominantes, y hasta la década de 1870 se crearon muy pocas sociedades anónimas.
EL DEBATE SOBRE EL MODELO DE INDUSTRIALIZACIÓN FRANCESA
En realidad, el debate sobre el empresariado francés forma parte del debate más amplio acerca del
presunto retraso de esa nación con respecto a otros países industriales. Según CROUZET, el producto
nacional francés creció más lentamente que el de otros países occidentales, porque la población
también creció a una tasa menor. En consecuencia, el producto per cápita se expandió a un ritmo que
no fue inferior al de los países de industrialización más exitosa.
En lo relativo al crecimiento de la producción industrial, PATRICK O'BRIEN y CAGLAR KEYDER
comparando a Francia e Inglaterra, llegando a la conclusión de que a lo largo del siglo XIX la industria
francesa en su conjunto no estuvo retrasada con respecto a la inglesa. Hacen hincapié en que la
industria francesa fue competitiva al concentrarse en actividades para las que tenía ventajas relativas, y
a pesar de la menor difusión de la innovación tecnológica, la productividad de la industria francesa no
fue inferior. En realidad, O'BRIEN y KEYDER subrayan que la población francesa tuvo en el siglo XIX una
calidad de vida superior, sobre todo porque el sistema de propiedad fue más igualitario en Francia,
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favoreciendo la persistencia de la pequeña propiedad rural y manteniendo por mucho más tiempo a la
población en el campo. Sostienen que el desarrollo francés puede ser considerado como "una transición
más humana, y tal vez no menos eficaz, hacia la sociedad industrial".
LANDES, considera que su tesis es provocadora, y que su comparación entre Francia y Gran Bretaña
ignora temas que para él son centrales, como la importancia del cambio tecnológico y la transformación
estructural de la economía.
6.3. La industrialización de Alemania
Alemania comenzó su revolución industrial en la década 1840. A principios del siglo XIX, los mayores
obstáculos a la industrialización alemana eran de orden institucional. Aunque la unificación política de
Alemania se completó recién en 1871, ya en 1834 se llevó a cabo una unión aduanera (el Zollverein) que
permitió la unificación del mercado interno.
Los rasgos feudales en la sociedad y lazos de servidumbre en las áreas rurales, sobre todo en las
regiones orientales limitaba la movilidad geográfica y social, y desalentaba la iniciativa individual y las
innovaciones.
Alemania contaba con una serie de condiciones ventajosas que sirvieron para motorizar el proceso de
industrialización más exitoso del continente. Como la disponibilidad de recursos naturales
(principalmente hierro y carbón), una fuerte tradición en la industria doméstica y artesanal, y un sistema
educativo avanzado, con tasas de analfabetismo inferiores a las del resto de Europa.
Una de las peculiaridades de la Revolución Industrial alemana fue el avance simultáneo de la tecnología
manufacturera y de la conversión en una economía de mercado.
Al igual que en casi todas las naciones que se industrializaron a partir del siglo XVI, en Alemania fueron
muy marcadas las diferencias regionales. A medida que avanzó la industrialización, las zonas tendieron
a complementarse: el este proveía al oeste de materias primas y alimentos, y el oeste vendía al este
productos manufacturados. El este fue, además, un área de emigración de mano de obra, que se dirigía
a los centros industriales de la zona occidental. Por otro lado, la producción agraria del este también se
destinaba al mercado externo sobre todo a Gran Bretaña contribuyendo a equilibrar la balanza
comercial.
El caso alemán es un ejemplo de industrialización derivada, ya que el modelo inglés ejerció una
profunda influencia sobre él. La industrialización recibió su mayor impulso en un período relativamente
breve, y se basó en los mismos sectores: carbón, hierro, industria mecánica y textil. Pero a diferencia de
Inglaterra, en Alemania la importancia de la industria textil fue limitada, y los sectores de punta fueron
la industria pesada y la de bienes de capital.
En los comienzos de su industrialización, recibió el aporte de capitales extranjeros (ej capitales franceses
en la minería), e importo insumos industriales (como hierro e hilados de algodón) y bienes de capital
(máquinas de vapor, maquinaria textil, locomotoras, etc.). Más tarde, la industria local sustituyó
paulatinamente a las importaciones, y la inversión contó con fuentes de financiación interna.
6.3.1. Las etapas de la industrialización alemana
La primera etapa, comprendida entre 1780 y las décadas de 1830-1840, constituye lo que se denomina
"primera industrialización". Este período fue el de los comienzos de la mecanización y las reformas
institucionales que favorecieron la liberalización del comercio, y de los mercados de mano de obra y de
la tierra.
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La segunda, que transcurre entre 1840-1850 y la década de 1870, corresponde a al "despegue" en
términos rostowianos. En esta etapa fueron cruciales el desarrollo del ferrocarril y su impacto sobre la
industria del carbón, la del hierro y la de las maquinarias.
La tercera etapa se ubica entre la década de 1870 y la Primera Guerra Mundial, y se caracteriza como
"fase industrial madura". Coincide con la difusión de la industria moderna, y con la aceleración del
cambio estructural y de la urbanización. En este período tuvo lugar la expansión internacional de la
economía alemana, que comenzó a desplazar a Gran Bretaña en el liderazgo industrial.
6.3.2. La protoindustrialización
La actividad protoindustrial contribuyó a crear condiciones favorables a través de diversos canales.
Desde mucho antes del siglo XIX existían regiones industriales que producían bienes textiles y
metalúrgicos, entre las que se destacaban Romania, Sajonia y Silesia. En todas ellas la protoindustria
favoreció la acumulación de capital, la capacitación de la mano de obra y el desarrollo de los circuitos
comerciales.
De todos modos, la transición hacia el sistema de fábrica no fue automática. En Renania y en Sajonia la
base protoindustriai dio el impulso para el desarrollo de la industria de fábrica, mientras que en Silesia la
industria tradicional no se transformó y terminó desapareciendo. La principal zona de la industria
metalúrgica productora era Renania, en la que se fabricaban productos de metal. Silesia (situada en el
área oriental del reino de Prusia) se había especializado en la industria textil del lino. A partir del fin de
las guerras napoleónicas y de la reanudación del comercio europeo con Gran Bretaña, la producción
textil de Silesia comenzó a entrar en crisis. Frente a la competencia británica la industria no se
modernizó, sino que inició una de cadencia irreversible y perdió sus mercados. La resistencia a la
mecanización fue producto de la industria a domicilio en la región, y, en general, a la estructura social e
institucional, que conservaba fuertes rasgos feudales. Por otro lado, la industria del lino fue uno de los
sectores protoindustriales más negativamente afectados en toda Europa por la Revolución Industrial, ya
que, como ya dijimos, debió enfrentar la competencia del algodón como producto sustituto.
La región de Renania tuvo, en cambio, una evolución muy distinta. Er más integrada al mercado
mundial, gracias a la cercanía con Holanda. En ella el sistema feudal se debilito tempranamente, y se vio
favorecida por las reformas institucionales. El sector más desarrollado en la etapa protoindustrial fue el
de la industria textil: en una primera etapa, la del lino, más tarde, también la de la seda, y, desde fines
del siglo XVIII, la del algodón.
A diferencia de Silesia, Renania pudo competir con la producción inglesa especializándose en la
fabricación de bienes textiles de alto valor agregado, mecanizando la industria de tejidos de algodón y
utilizando hilados importados de Inglaterra. Las razones de esta reacción tan diversa frente al desafío de
la competencia británica radican, en gran medida, en las características de la sociedad, en la que las
estructuras agrarias tradicionales habían sido erosionadas y el marco social era mucho más abierto a la
innovación.
Por otra parte, en ambas regiones la organización del sistema de trabajo a domicilio había sido
diferente. En Silesia, predominaba el Kaufsystem, en el que los pequeños productores vendían su
producción a los comerciantes, asumiendo todos los riesgos. En Renania, en cambio, el sistema más
extendido era el Verlagssystem, en el que los comercian tes empresarios encargaban el trabajo y
proveían la materia prima. Fa este último caso, las posibilidades de adoptar innovaciones eran mucho
más amplias.
La región de Sajonia, por último, era otra de las zonas de mayor tradición protoindustrial. La actividad
principal era la industria textil, seguida por la metalurgia y otros rubros. La artesanía textil rural derivó
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desde comienzos del siglo XIX hacia la industria mecanizada, favorecida, como en el caso de Renania,
por condiciones institucionales y sociales que propiciaban la innovación.
6.3.3. La primera industrialización (1780-1840)
Alemania contaba con una importante tradición protoindustrial, sustentada en la producción artesanal y
la industria doméstica, en la que se destacaban el sector textil y el metalúrgico. Debido a una serie de
transformaciones, se implantó base para el proceso de industrialización que se aceleró a partir de los
años cuarenta.
Fueron removidos muchos de los obstáculos de orden institucional legal que dificultaban el desarrollo
industrial, se alteraron las estructuras tradicionales, y la nueva legislación debilitó a las instituciones
feudales. Fue desapareciendo la servidumbre en las áreas rurales y, se liberalizó la actividad industrial,
suprimiendo los privilegios gremiales.
Desde fines de las guerras napoleónicas se inició un proceso de crecimiento de la población. Ello se vio
acompañado por el incremento de la producción agrícola, que se amplió la superficie cultivada, pero
que implico también un proceso de modernización.
En la industria textil y metalúrgica comenzaron a mecanizarse, pero había una lenta difusión entre los
antiguos métodos y los nuevos. Los mayores pasos tuvieron lugar en la fabricación de bienes (como el
acero o los objetos de ese material) que requerían pericia técnica y un alto empleo de mano de obra.
En 1834, se constituyó una unión aduanera, el Zollverein, que permitió la integración económica de la
mayor parte de los territorios. El mercado se unificó gracias a la abolición de las aduanas interiores, y se
establecieron aranceles comunes para el comercio exterior, que ofrecieron una protección moderada a
la industria.
6.3.4. La Revolución Industrial (1840-1870)
A partir de la década de 1840, la modernización de la industria se aceleró, gracias a la construcción de
los ferrocarriles. La construcción ferroviaria disminuyó un poco en la década de 1850, pero luego
continuó aún después de la de 1870.
Los ferrocarriles permitieron, el abaratamiento del transporte, la integración del mercado interno, y se
complementó con la de canales y carreteras, que también se expandieron y mejoraron. El impacto más
significativo de los ferrocarriles fue el impulso a la industria siderúrgica y mecánica, que pasaron a
liderar el proceso de industrialización desde los años cuarenta.
En los primeros años, la demanda generada por los ferrocarriles era cubierta mediante la importación,
pero rápidamente se desarrolló una industria sustitutiva. El acelerado desarrollo de la siderurgia se vio
favorecido por la disponibilidad de yacimientos de hierro y carbón. Desde la década de 1840, la
principal zona productora de hierro y carbón fue la de la cuenca del Ruhr, que se desarrolló en forma
tardía, pero a un ritmo muy rápido. En el lapso de medio siglo se transformó en la principal región
industrial del continente, gracias a sus riquísimos yacimientos de hulla y a su ubicación geográfica; esta
última le permitía comunicarse con el resto del territorio por vía fluvial (a través de ríos y canales) o por
vía terrestre, mediante el ferrocarril.
La explotación sistemática de los yacimientos de carbón se inició recién en la década de 1840, porque
requirieron tecnología muy avanzada. Recién en 1848 fue instalado el primer alto horno para la
producción de hierro mediante la utilización de coque. En la segunda mitad del siglo XIX, la producción
de carbón creció a un ritmo vertiginoso.
Junto con la producción de carbón se expandió la industria siderúrgica, cuyo principal centro fue
también la zona del Ruhr, en la que se desarrollaron las primeras empresas que integraron
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verticalmente la producción. Las mayores corporaciones, como Krupp, Thyssen y otras, eran propietarias
de minas de hierro y carbón, de plantas para la producción de coque, de altos hornos, de fundiciones, de
plantas de laminación, y de fábricas de productos metálicos y de maquinarias. El ritmo de la innovación
tecnológica fue muy rápido. Desde la década de 1860 comenzaron a adoptarse nuevos métodos para la
producción de acero: el proceso Bessemer (que redujo notablemente los costos) y los altos hornos
Siemens-Martin (que posibilitaron elevar la calidad). En la década del ochenta empezó a utilizarse el
proceso Gilchrist Thomas, que permitió usar hierro con alto contenido de fósforo y emplear el mineral
proveniente de la región de Lorena, que estuvo bajo dominio alemán desde el fin de la guerra franco-
prusiana (en 1871) hasta el término de la Primera Guerra Mundial (1918). Entre 1870 y 1913, la
producción alemana de acero creció a una tasa anual superior al 6%. El incremento más acelerado tuvo
lugar después de 1880, tras la incorporación de las minas de Lorena: entre 1880 y 1900, la producción se
multiplicó por 10. En 1895, la producción de acero alemana superó a la inglesa, y en 1914, la había
duplicado Para fines de siglo, el costo de la elaboración del acero era sólo el 10% del nivel que tenía en
la década de 1860. La reducción del precio del acero permitió incrementar su uso, y comenzó a utilizarse
en forma creciente para la construcción ý para la fabricación de barcos y ferrocarriles.
6.3.5. La industrialización madura (1870-1914)
Entre 1873 y 1914, el producto bruto interno de Alemania se triplicó, y la actividad industrial contribuyó
de manera decisiva a su expansión. Debemos aclarar que a lo largo de ese período las tasas de
crecimiento variaron: fueron menores hasta la década de 1890 y se incrementaron después. Ello fue
consecuencia del impacto de la depresión económica que se extendió entre 1873 y 1895, la cual afectó a
Alemania menos que a otros países europeos. Entre 1873 y 1914, la participación de la industria en el
producto total pasó de un tercio a la mitad. En esos años también se aceleraron el ritmo de crecimiento
demográfico y el proceso de industrialización.
A pesar del incremento demográfico y de la acelerada urbanización, la población urbana estaba mucho
menos concentrada en grandes ciudades y que las áreas urbanas estaban mucho más dispersas en el
territorio. Además, las diferencias regionales entre el oeste industrial y el este agrario siguieron
teniendo un fuerte peso en la economía. Con respecto a los Estados Unidos, la diferencia esencial fue
que la tasa de crecimiento de la población era más baja pero el ingreso per cápita era mayor en
Alemania.
Debido a las características del mercado interno alemán, la gran expansión de las últimas décadas del
siglo XIX tuvo como correlato el incremento de las exportaciones de productos industriales, lo que
ocurrió a un ritmo vertiginoso. Hasta fines del siglo XIX, Alemania exportaba sobre todo bienes de
consumo a los mercados urbanos, pero a partir de inicios de este siglo la exportación de bienes de
capital pasó a ser el rubro principal; abarcó, funda mentalmente, metales, maquinaria, productos
químicos y equipos eléctricos.
En el terreno de la innovación tecnológica y de la actividad industrial, en las últimas décadas del siglo
XIX, uno de los centros de irradiación de la Segunda Revolución Industrial, caracterizada por la
expansión de nuevos sectores de punta, como la siderurgia y la producción de bienes de capital, la
industria química, y la de equipo y material eléctrico.
La industria química comenzó a acelerar su crecimiento en la década de 1860, y en visperas de la
Primera Guerra Mundial se había transformado en una de las ramas más dinámicas. Los principales
productos fueron en esa etapa los colorantes y los fertilizantes artificiales, con los que por primera vez
se pudo reemplazar a los abonos naturales en la agricultura. Desde fines de siglo se desarrolló, en sus
inicios como un derivado de la química, la industria farmacéutica. La industria eléctrica se expandió
rápidamente desde la década de 1880. Al comienzo, sus aplicaciones más relevantes fueron la
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iluminación y los transportes urbanos, pero ya a partir del siglo XX los motores eléctricos empezaron a
competir con las máquinas a vapor y a reemplazarlas.
El éxito alemán fue resultado de la combinación de una pluralidad de factores. En la base estuvo, sin
duda, la dotación de recursos naturales, que fue privilegiada en términos de los requerimientos de la
industria en el siglo XIX. La industrialización alemana no pue de comprenderse sin hacer referencia a la
formación de sus recursos humanos, a la acción del Estado, al papel de los bancos y al de las empresas y
empresarios. A eso debemos agregar, por supuesto, la circunstancia de que la industrialización alemana
constituyó, como ya dijimos, una industrialización derivada, en la que otras naciones industriales
estimularon el desafío y la competencia, y proveyeron, en las primeras etapas, tecnología, recursos
humanos y capitales.
6.3.6. Educación, ciencia y desarrollo tecnológico
En el siglo XIX, el sistema educativo alemán fue el más avanzado del continente europeo. Como observa
LANDES, la calidad de la educación primaria alemana era muy elevada, y la escolaridad constituía
también una experiencia de disciplinamiento. Por otra parte, a medida que avanzó la industrialización,
los requerimientos de instrucción de los trabajadores fueron aumentando.
En Alemania se estableció de modo precoz la enseñanza profesional, técnica y científica, cuyo impacto
sobre el desarrollo industrial fue mucho más directo. La formación en escuelas reemplazó al sistema de
aprendizaje en los puestos de trabajo, y la complejidad creciente de la tecnología requirió un mayor
adiestramiento del personal. En las primeras décadas del siglo, las universidades alemanas fueron
reformadas, siguiendo el modelo de las grandes escuelas francesas, y se convirtieron en centros de
excelencia académica, en las que se promovió el desarrollo de las carreras técnicas y de la investigación
científica. Las universidades fueron pioneras en la adquisición y transferencia del conocimiento, y se
orientaron hacia el desarrollo de la física, la química y sus aplicaciones en el campo de la medicina y la
tecnología industrial. Desde fines del siglo XIX se crearon posgrados en ingeniería, y se establecieron
universidades técnicas con el objeto de formar personal pura la industria. A principios de siglo nacieron
las primeras escuelas de negocios, para la formación de cuadros gerenciales.
El gobierno creó también institutos de investigación científica, que mantuvieron lazos estrechos con las
universidades, las escuelas técnicas y las grandes empresas industriales.
A medida que el desarrollo de la industria comenzó a estar crecientemente subordinado al de la ciencia,
y que la gestión de las empresas tendió a complejizarse y a requerir personal cada vez más calificado, el
sistema educativo y científico alemán fue un factor de terminante en el desarrollo de su economía.
6.3.7. El papel del Estado
En la industrialización alemana el papel del Estado fue muy activo, y se manifestó de varios modos. El
papel que jugaron las reformas institucionales de la primera mitad del siglo XIX (que liberalizaron la
estructura económica y social heredada del Antiguo Régimen y crearon las condiciones para una
economía de mercado) y, más tarde, la Unión Aduanera (que permitió la constitución de un mercado
interno unificado). La intervención estatal fue también muy relevante en la modernización del sistema
de comunicaciones. A partir de mediados de 1870 los Estados alemanes adquirieron las compañías
ferroviarias, y las nuevas líneas fueron construidas por cuenta del gobierno. El Estado fijó las tarifas
ferroviarias de modo de favorecer el intercambio entre las diversas regiones, y la promoción de las
actividades industriales y las exportaciones.
A fines de los años setenta, la política arancelaria viró hacia el proteccionismo, tanto para la industria
como para la agricultura, como reacción a los efectos negativos de la crisis económica que se inició a
comienzos de la década. Los aranceles proteccionistas favorecieron la expansión de las exportaciones
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industriales alemanas, ya que las empresas pudieron vender a precios elevados en el mercado interno
(protegido por las barreras aduaneras) y a precios bajos en el mercado externo, practicando políticas de
dumping. El Estado, a su vez, contribuyó en forma directa a la promoción de las exportaciones
industriales, facilitando a los empresarios el acceso a la información y promoviendo su penetración en
los mercados externos. En este punto no es ocioso recordar que las últimas décadas del siglo XIX fueron
un período de ascenso del nacionalismo en los países europeos, y que el desarrollo industrial pasó a ser
percibido como un requisito para la expansión económica y militar de las naciones. En el caso de
Alemania, que fue uno de los países que más tarde logró su unificación política, su afirmación como
potencia fue respaldada por su poderío industrial, que fue, a su vez, explícitamente fomentado por el
Estado.
6.3.8. El papel de los bancos en la industrialización
Los bancos constituyeron otro factor decisivo en el proceso de industrialización de Alemania: éste fue el
país de Europa en el que existió la relación más estrecha entre crédito bancario y desarrollo industrial,
sobre todo en las últimas décadas del siglo XIX.
La construcción de los ferrocarriles, que hasta la década de 1870 fue llevada a cabo mayoritariamente
por empresas privadas, creó una creciente demanda de capital que favoreció la creación de nuevas
instituciones financieras.
Hacia 1850 nacieron en Alemania los bancos de crédito, creados según el modelo de Crédit Mobilier
francés, que hasta la década de 1870 proveyeron la mayor parte del capital invertido en el sector
ferroviario y actividades industriales. Desde mediados del siglo XIX fueron creados los grandes bancos
de inversión, que sustituyeron a los bancos de crédito desde la década de 1870. Los bancos de crédito y
los grandes bancos alemanes estuvieron entre las primeras instituciones financieras que combinaron la
función comercial con la de inversión, y por ello se los suele llamar "bancos mixtos". Además de las
operaciones de crédito (de corto y de largo plazo), promovían la formación de nuevas empresas y
canalizaban el ahorro hacia ella a través de la emisión de acciones y obligaciones En las últimas décadas
del siglo XIX, los grandes bancos tuvieron un papel que fue mucho más allá que el de intermediarios
financieros. Los bancos se convirtieron en accionistas de las grandes empresas industriales, y
comenzaron a participar de su dirección.
Desde la década de 1870, las sociedades anónimas alemanas tenían la obligación contar, junto con el
consejo directivo, con un consejo de supervisores, que era elegido para los accionistas, y podía
intervenir en la toma de decisiones estratégicas. En su carácter accionistas, los grandes bancos pasaron
a formar parte del gobierno de las empresas. El grado de dependencia entre bancos y empresas
industriales variaba de sector a sector, y fue mayor en la minería que en las industrias química y
eléctrica.
La fuerte influencia de los bancos sobre la industria alcanzó su culminación a comienzos del siglo XX,
pero a partir de entonces comenzó a disminuir. La tendencia a las fusiones entre empresas que los
mismos bancos habían promovido aumentó el poder de las em presas industriales, cuyas necesidades
de capital superaban a menudo la capacidad financiera de un solo banco.
6.3.9. Las empresas y los empresarios
El surgimiento de la empresa moderna se dio en Alemania en las últimas décadas del siglo XIX, a la par
que en los Estados Unidos. Con el incremento paulatino del número de sociedades anónimas y las
dimensiones de las empresas. Generaron el desarrollo de una organización burocrática y gerencial que
tomó como modelo la organización burocrática del Estado.
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La competitividad de las empresas alemanas reposó, en la eficiencia de su organización y en la
tecnología innovadora. Una característica distintiva en las grandes empresas alemanas fue la tendencia
a la expansión y a la integración vertical, con el fin de controlar las diversas fases de la producción.
Desde la década de 1870 se manifiestan otros dos rasgos sobresalientes: la estrecha vinculación entre
empresas y bancos y los acuerdos de cooperación entre empresas, que llevaron a la formación de
carteles (del alemán “Kartell"). Es decir, asociaciones entre empresas en las que cada una conservaba su
independencia. Tenían como objeto el control del mercado, para contrarrestar las caídas de precios y la
sobreproducción en la época de la Gran Depresión. Una vez superada la crisis, el número de carteles no
disminuyó, sino que se incrementó. Sirvieron para limitar la competencia y controlaron el mercado en
forma monopólica. Recién se declararon ilegales después del fin de la Segunda Guerra Mundial.
Estos rasgos llevaron a distintos autores a caracterizar al modelo alemán como "capitalismo organizado"
o "capitalismo gerencial cooperativo".
6.4. La industrialización de los Estados Unidos
6.4.1. Las etapas de la industrialización norteamericana
La base la periodización que propone el historiador DOUGLASS NORTHGO. El promedio anual de la tasa
de crecimiento del producto per cápita fue del 1,3% hasta la guerra, y del 1,8% en la etapa posterior.
Además, estos factores se combinaron con un proceso constante de innovación tecnológica y
organizativa, que les otorgó a los Estados Unidos fuertes ventajas frente a sus competidores europeos.
En la etapa colonial, la economía era agraria, predominaban las explotaciones agrícolas familiares, y en
el sur, las grandes plantaciones esclavistas. La producción industrial era limitada, y se llevaba a cabo en
unidades domésticas o en talleres artesanales: La situación comenzó a cambiar con la revolución de la
independencia.
Entre fines de la década de 1780 y 1920 transcurrió la etapa que NORTH denomina "primeras tentativas
industriales". Fue un periodo en el cual la producción industrial se expandió y en el que comenzó la
mecanización, sobre todo en la industria textil. La industrialización tropezó con dificultades
considerables. La insuficiencia y la dispersión del mercado interno, las comunicaciones eran muy
difíciles, y el sistema de transportes inadecuado. Otros obstáculos eran la escasez de mano de obra y
capitales, y el alto costo del trabajo. Al mismo tiempo, las posibilidades de desarrollo industrial se vieron
estimuladas por la expansión del comercio exterior. La ruptura con Inglaterra alteró las viejas prácticas
comerciales y abrió nuevas regiones al intercambio. La transformación más decisiva fue el crecimiento
del comercio del algodón, en 1780. El "boom" del algodón contribuyó al desarrollo de la actividad
comercial, del transporte y del sistema financiero, y a la acumulación de capitales.
Entre 1820 y 1860 transcurre lo que NORTH denomina "la era de la industrialización". Fue el período en
el que la industria manufacturera se afirmó en una serie de sectores, con el liderazgo de la industria
textil. El desarrollo industrial y la difusión del sistema de fábrica se vieron estimulados por la
construcción de los ferrocarriles, que comenzó en 1830 y se aceleró a partir de 1840. En una primera
etapa, la red ferroviaria complemento a la de vías fluviales (ríos y canales), pero luego pasó a ser, un
factor clave en la unificación del mercado interno y en la constitución de un mercado de masas. En el
período 1840-1860, la industrialización se basó, sobre todo, en la producción de bienes de consumo. La
industria textil generó fuertes eslabonamientos hacia atrás y hacia adelante. En el primer caso, impulsó
la fabricación de maquinaria textil, que comenzó en la década de 1810. Las fábricas de maquinaria textil
fueron el punto de partida para el desarrollo de la industria mecánica, ya que dieron origen a
establecimientos dedicados a la fabricación de otro tipo de bienes, desde máquinas-herramientas hasta
locomotoras. Hacia adelante, la industria textil derivó en la industria del vestido, que ocupó un lugar
relevante en la expansión manufacturera.
Historia Económica Mundial del Paleolítico a internet, Barbero y Saborido. Resumen: Maia Velazquez.
En esta etapa, el desarrollo de la industria del hierro fue todavía limitado debido a la escasez de carbón
en la zona de la primera industrialización y a las dificultades de comunicación con las áreas de
producción. El hecho de que la oferta de carbón fuera restringida estimuló el uso de la energía
hidráulica, sobre la base de la cual se desarolló la industria textil de Nueva Inglaterra. Además, en la
primera etapa de la construcción de los ferrocarriles, hasta la década de 1860, sus efectos sobre la
producción local de hierro y acero fueron limitados, ya que en la construcción de vías y material rodante
se utilizó una gran proporción de hierro importado. El período que va de 1860 a 1914 fue la etapa de
afirmación de los Estados Unidos como nación industrial; en ese lapso, se profundizaron las
transformaciones estructurales que se habían iniciado en las décadas anteriores.
La industria incrementó la participación en el producto nacional, a expensas de la agricultura, y el
proceso de urbanización se aceleró. Mientras que entre 1860 y 1910 la población rural se duplicó, la
población urbana se multiplicó por siete. Debido a esto el mercado interno se amplió
considerablemente y se convirtió en un mercado de masas como consecuencia de la extensión de la red
ferroviaria y de la difusión del uso del telégrafo.
En esta etapa hubo cambios notables en la estructura de la industria, y el liderazgo pasó de los sectores
productores de bienes de consumo a los productores de bienes de capital. Al igual que Alemania, en las
últimas décadas del siglo XIX, los Estados Unidos fueron protagonistas de la Segunda Revolución
Industrial.
En la industria, el proceso de innovación tecnológica fue constante, y las ramas que más crecieron
fueron la del hierro y el acero, la mecánica y la producción de bienes de consumo durables. Entre fines
del siglo XIX y principios del siglo XX, comenzó la expansión de nuevos sectores que tuvieron un papel
decisivo en las décadas sucesivas. En primer lugar, la industria automotriz, que inició la producción en
masa a partir de la década de 1910, y la refinación de petróleo, que tuvo una importancia creciente
desde la década de 1880. Junto con la expansión y la transformación de la industria, hubo variaciones en
su distribución regional, declinando el peso relativo del nordeste a favor de la zona de los Grandes
Lagos, que fue la principal área productora de hierro y acero, y, más tarde, de la industria automotriz.
Además, se fueron incorporando otras zonas, por ejemplo, las áreas productoras de petróleo en el oeste
y el sudoeste.
Por el volumen de su producción, en 1914, los Estados Unidos eran el país más industrializado del
mundo, y su ingreso per cápita estaba entre los más elevados.
6.4.2. La población, el mercado interno y los recursos naturales
La industrialización de los Estados Unidos en el siglo XIX se basó casi exclusivamente en el mercado
interno. Aunque las exportaciones contribuyeron a la expansión de la economía entre 1800 y 1914 en
una parte pequeña con y las exportaciones de materias primas y alimentos. Hasta 1860 el algodón fue el
rubro más importante, y desde entonces fue desplazado por los granos. La elevadísima proporción de
bienes agrícolas en las exportaciones no reflejaba, sin embargo, las transformaciones que había sufrido
la economía norteamericana a lo largo del siglo XIX, en el que la participación de la agricultura en el PBI
había descendido del 50% en 1800 a poco más del 15% en 1913.
Sé evidenciaba en cambio el boom agrícola posterior a 1850, producto de la explotación de nuevas
tierras a medida que avanzaba la frontera hacia el Oeste y de los altos niveles de productividad
alcanzados en la producción de granos gracias a la temprana mecanización del agro. Tras el fin de la
Guerra de Secesión, los Estados Unidos favorecidos por el crecimiento de la producción, la caída de
precios y la reducción de los costos de transporte se convirtieron en el principal abastecedor de granos y
carnes para el mercado británico, y mantuvieron dicha posición hasta que fueron desplazados a fines de
siglo por Canadá, Australia y Argentina.

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