EL OFICIO
DE SOCIÓLOGO
Presupuestos epistemológicos
PIERRE BOURDIEU
JEAN-CLAUDE CHAMBOREDON
JEAN-CLAUDE PAS SERÓN
M
Siglo veintiuno editores Argentina
El oficio
de sociólogo
Presupuestos epistemológicos
por
Pierre Bourdieu
Jean-Claude Chamboredon
Jean-Claude Passeron
2. LA CONSTRUCCIÓN DEL OBJETO
EL MÉTODO DE LA ECONOMIA POLÍTICA
Al resumir, en la Introducción general de 1857, los principios de
su método, Marx rechaza a la vez "la ilusión de Hegel" que consi-
dera a "lo real como el resultado del pensamiento que se reabsorbe
en mismo", y la ingenuidad de los empiristas que toman por
objeto científico el objeto "real" en su totalidad concreta, por
ejemplo la población de una sociedad real, sin advertir que este
procedimiento no hace más que asumir las abstracciones del sen-
tido común negándose a realizar el trabajo de abstracción cientí-
fica que implica siempre una problemática histórica y sociálmente
constituida. Lo "concreto pensado", que la investigación recons-
truye al término de su trabajo, es distinto del "sujeto real que
subsiste, tanto antes como después, en su autonomía fuera del
espíritu".
20. K. MARX
Cuando consideramos un país dado desde el punto de vista econó-
mico-político comenzamos por su población, la división de ésta en
clases, la ciudad, el campo, el mar, las diferentes ramas de la
producción, la exportación y la importación, la producción y el
consumo anuales, los precios de las mercancías, etcétera.
Parece justo-comenzar por lo real y lo concreto, por el su-
puesto efectivo; así, por ejemplo, en la economía, por la población
que es la base y el sujeto del acto social de la producción en su
conjunto. Sin embargo, si se examina con mayor atención, esto se
revela [como] falso. La población es una abstracción si dejo de
lado, por ejemplo, las clases de que se compone. Estas clases son,
a su vez, una palabra vacía si desconozco los elementos sobre los
206
EL OFICIO DE SOCIÓLOGO'
cuales reposan, por ejemplo, el trabajo asalariado, el capital,
etcétera. Estos últimos suponen el cambio, la división del trabajo,
los precios, etc. El capital, por ejemplo, no es nada sin trabajo
asalariado, sin valor, dinero, precios, etc. Si comenzara, pues, por
la población, tendría una representación caótica del conjunto y,
precisando cada vez más, llegaría analíticamente a conceptos cada
vezs simples: de lo concreto representado llegaría a abstrac-
ciones cada vezs sutiles hasta alcanzar las determinaciones
s simples. Llegado a este punto, habría que reemprender el
viaje de retorno, hasta dar de nuevo con la población, pero esta
vez no tendría una representación caótica de un conjunto, sino
una rica totalidad con múltiples determinaciones y relaciones. El
primer camino es el que siguió históricamente la economía política
naciente. Los economistas del siglo xvn, por ejemplo, comienzan
siempre por el todo viviente, la población, la nación, el Estado,
varios Estados, etc.; pero terminan siempre por descubrir, me-
diante el análisis, un cierto número de relaciones generales abs-
tractas determinantes, tales como la división del trabajo, el dinero,
el valor, etc. Una vez que esos momentos fuerons o menos
fijados y abstraídos, comenzaron [a surgir] los sistemas econó-
micos que se elevaron desde lo simple —trabajo, división del tra-
bajo, necesidad, valor de cambio hasta el Estado, el cambio entre
las naciones y el mercado mundial. Este último es, manifiesta-
mente, el método científico correcto. Lo concreto es concreto por-
que es la síntesis de múltiples determinaciones, por lo tanto,
unidad de lo diverso. Aparece en el pensamiento como proceso
de síntesis, como resultado, no como punto de partida, aunque sea
el verdadero punto de partida, y, en consecuencia, el punto de
partida también de la intuición y de la representación. En el
primer camino, la representación plena es volatilizada en una
determinación abstracta; en el segundo, las determinaciones abs-
tractas conducen a la reproducción de lo concreto por el camino
del pensamiento. He aquí por qué Hegel cayó en la ilusión de
concebir lo real como resultado del pensamiento que, partiendo
de sí mismo, se considera en sí mismo, profundiza en sí mismo y
se mueve por sí mismo, mientras que el método que consiste en
elevarse de lo abstracto a lo concreto es para el pensamiento sólo
la manera de apropiarse de lo concreto, de reproducirlo como un
concreto espiritual. Pero esto no es de ningún modo el proceso de
formación de lo concreto mismo. Por ejemplo, la categoría econó-
micas simple, como, por ejemplo, el valor de cambio, supone
LA CONSTRUCCIÓN DEL OBJETO
22 7
la población, una población que produce ^en determinadas con-
diciones, y también un cierto tipo de sistema familiar o comuni-
tario o político, etc. Dicho valor no puede existir jamás de otro
modo que bajo la forma de relación unilateral y abstracta de un
todo concreto y viviente ya dado. Como categoría, por el contrario,
el valor de cambio posee una existencia antediluviana. Por lo
tanto, a la conciencia, para la cual el pensamiento conceptivo es
el hombre real y, por consiguiente, el mundo pensado es como tal
la única realidady la conciencia filosófica está determinada de
este modo—, el movimiento de las categorías se le aparece como
el verdadero acto de producción (el cual, aunque sea molesto
reconocerlo, recibe únicamente un impulso desde el exterior) cuyo
resultado es el mundo; esto es exacto en la medida en que —pero
aquí tenemos de nuevo una tautología la totalidad concreta,
como totalidad del pensamiento, como un concreto del pensa-
miento, es in facta un producto del pensamiento y de la concep-
ción, pero de ninguna manera es un producto del concepto que
piensa y se engendra a sí mismo, desde fuera y por encima de la
intuición y de la representación, sino que, por el contrario, es un
producto del trabajo de elaboración que transforma intuiciones y
representaciones en conceptos. El todo, tal como aparece en la
mente como todo del pensamiento, es un producto de la mente
que piensa y que se apropia el mundo del único modo posible,
modo que difiere de la apropiación de ese mundo en el arte, la
religión, el espíritu práctico. El sujeto real mantiene, antes como
después, su autonomía fuera de la mente, por lo menos durante el
tiempo en que el cerebro se comporte únicamente de manera
especulativa, teórica. En consecuencia, también en el método teó-
rico es necesario que el sujeto, la sociedad, esté siempre presente
en la representación como premisa.
KARL MARX
Introducción general a la critica
de la economía política
LA ILUSIÓN POSITIVISTA DE UNA CIENCIA SIN SUPUESTOS
Si la concepción weberiana de la construcción del objeto de inves-
tigación se refiere a una representación de la función epistemoló-
gica de los valores, que da a su teoría del conocimiento de lo social
un carácter y expectativas específicos, la crítica de la ilusión según
la cual el sabio podría determinar, independientemente de todo
supuesto teórico, lo que es "esencial" y lo que es "accidental" en
un fenómeno, hace resaltar con vigor las contradicciones metodo-
lógicas de la imagen positivista del objeto científico: además de
que el conocimiento de las regularidades, instrumento irrempla-
zable, no suministra por mismo la explicación de las configura-
ciones históricas singulares consideradas en su especificidad, la
aprehensión de las regularidades se realiza en función de una
problemática que determina lo "accidental" y lo "esencial" res-
pecto a los problemas planteados, sin que nunca se pueda dar una
definición realista de estos dos términos.
21. M. WEBER
Ahora bien, el derecho al análisis unilateral de la realidad cultural
desde unas "perspectivas" específicas —en nuestro caso la de su
condicionalidad económica resulta en primer lugar de forma
puramente metodológica por el hecho de que el adiestramiento del
ojo para una observación del efecto de unas categorías causales
cualitativamente semejantes, así como la constante utilización del
mismo aparejo metodológico-conceptual, ofrece todas las ventajas
de la división del trabajo. Dicho análisis, mientras vaya refren-
dado por el éxito, no es "arbitrario". Esto es, mientras ofrezca un
conocimiento de relaciones que demuestren ser valiosas para la
atribución causal de unos acontecimientos históricos concretos.
Sin embargo, la "parcialidad" e irrealidad de la interpretación
puramente económica de lo histórico sólo constituye un caso espe-
LA CONSTRUCCIÓN DEL OBJETO
209
cial de un principio que guarda una validez muy general para el
conocimiento científico de la realidad cultural. [... ]
No existe ningún análisis científico "objetivo" de la vida cul-
tural o bien de los "fenómenos sociales", que fuese independiente
de unas perspectivas especiales y "parciales" que de forma expresa
o tácita, consciente o inconsciente, las eligiese, analizase y articu-
lase plásticamente. La razón se debe al carácter particular del
fin del conocimiento de todo trabajo de las ciencias sociales que
quiera irs allá de un estudio meramente formal de las normas
—legales o convencionales de la convivencia social.
La ciencia social que nosotros queremos practicar aquí es una
ciencia de la realidad. Queremos comprender la peculiaridad de la
realidad de la vida que nos rodea y en la cual nos hallamos in-
mersos. Por una parte, el contexto y el significado cultural de sus
distintas manifestaciones en su forma actual, y por otra las causas
de que históricamente se haya producido precisamente así y no de
otra forma.
Ahora bien, tan pronto como intentamos tener conciencia
del modo como se nos presenta la vida, ésta nos ofrece una casi
infinita diversidad de acontecimientos sucesivos y simultáneos,
que aparecen y desaparecen "en" y "fuera de" nosotros. Y la
infinidad absoluta de dicha diversidad subsiste de forma no ami-
norada, incluso cuando nos fijamos aisladamente en un único
"objeto" —acaso una transacción concreta. A saber, tan pronto
como intentamos describir de forma exhaustiva este objeto
"único", en todos sus elementos constitutivos individuales, y mu-
chos todavía cuando intentamos captar su condicionalidad
causal. Debido a ello, todo conocimiento de la realidad infinita
mediante el espíritu humano finito, está basado en la tácita pre-
misa de que sólo un fragmento finito de dicha realidad puede
constituir el objeto de la comprensión científica, y que sólo resulta
"esencial" en el sentido de "digno de ser conocido".
¿Según qué principios se selecciona dicho fragmento? De
continuo se ha creído poder encontrar la característica decisiva
—incluso en el caso de las ciencias de la cultura en la repetición
regular de determinadas conexiones causales. Según esta concep-
ción, el contenido de tales "leyes", que somos capaces de reconocer
en la inmensa diversidad del curso de los fenómenos, ha de ser lo
único científicamente "esencial" en ellas. Tan pronto hayamos
demostrado la total validez de la "regularidad de una conexión
causal con los medios de una amplia inducción histórica, o bien
210
EL OFICIO DE SOCIÓLOGO'
hayamos aportado la evidencia intuitiva para la experiencia ín-
tima, todos los casos semejantes —por muy numerosos que sean
quedan subordinados a la fórmula así encontrada. Todo aquello
de la realidad individual que siga incomprendido después de sub-
rayada esta regularidad", o se lo considera como un remanente
todavía no elaborado científicamente, que mediante continuos per-
feccionamientos debe ser integrado en el sistema de "leyes", o
bien se lo deja de lado. Esto es, se lo considera "casual" y científi-
camente secundario, precisamente porque resulta "ininteligible"
respecto a las leyes y no forma parte del proceso "típico". Todo
ello tan sólo lo hace objeto de una "curiosidad ociosa".
En consecuencia, incluso entre los representantes de la escuela
histórica, aparece siempre de nuevo la creencia de que el ideal
hacia el cual confluyen todos los conocimientos, incluso los cultu-
rales —aunque sea en un futuro lejano—, es un sistema de tesis
del cual pudiera "deducirse" la realidad. Como es sabido, uno
de los portavoces de las ciencias de la naturaleza creyó poder
afirmar que la meta ideal (prácticamente inalcanzable) de una
tal elaboración de la realidad cultural sería un conocimiento "as-
tronómico" de los procesos de la vida. Por muy debatida que sea
esta cuestión, no queremos escatimar esfuerzos en aportar nuevas
consideraciones.
En primer lugar salta a la vista que aquel conocimiento "as-
tronómico" en el que se piensa en dicho caso, no es en modo alguno
un conocimiento de leyes, sino ques bien extrae de otras disci-
plinas —como la mecánica aquellas "leyes" con las que trabaja
a modo de premisas para su empresa. En cuanto a la astronomía
propiamente dicha, se ocupa de la pregunta de qué resultado indi-
vidual produce el efecto de tales leyes sobre una constelación
individual dado que tales constelaciones tienen importancia para
nosotros. Como es natural, toda constelación individual que la as-
tronomía nos "explica" o predice, sólo resulta explicable causal-
mente a modo de consecuencia de otra constelación igualmente
individual que le precede. Y por mucho que nosotros nos remon-
temos en la oscuridad dels lejano pasado, la realidad para la
cual tales leyes son válidas continúa siendo individual e imposible
de deducir de leyes.
Se comprende que un "estado original" cósmico que no pose-
yera un carácter individual, o que lo tuviera en menor grado que
la realidad cósmica presente, sería un pensamiento sin sentido
alguno. Sin embargo, ¿no pervive en nuestra especialidad un resto
LA CONSTRUCCIÓN DEL OBJETO
211
de semejantes imaginaciones en las suposiciones de "estados pri-
mitivos" socioeconómicos sin "casualidades" históricas, ya sea
obtenidas por el derecho natural, o bien verificadas mediante la
observación de los "pueblos primitivos"? Es el caso, por ejemplo,
del "comunismo agrario primitivo", de la "promiscuidad" sexual,
etcétera, de los cuales nace •—mediante una especie de "pecadora
caída" en lo concreto el desarrollo histórico individual.
No cabe duda alguna de que el punto de partida del interés
por las ciencias sociales está en la configuración real, esto es:
individual, de la vida soc.iocultural que nos rodea. Y todo ello en
su contexto universal, pero no por ello menos individual, y en su
devenir a partir de otros estados socioculturales, naturalmente
también individuales. Resulta evidente que la situación extrema
que acabamos de exponer en el caso de la astronomía (y que los
lógicos utilizan hasta el fin), está formulada aquí específicamente
acentuada. Mientras que en el campo de la astronomía los cuerpos
celestes sólo despiertan nuestro interés por sus relaciones cuantita-
tivas, susceptibles de mediciones exactas, en el campo de las cien-
cias sociales, por el contrario, lo que nos interesa es el aspecto
cualitativo de los hechos. A ello cabe añadir que en las ciencias
sociales se trata de la intervención de procesos mentales, cuya
"comprensión" reviviscente constituye una tarea específicamente
diferente a la que pudieran o quisieran solucionar las fórmulas
del conocimiento exacto de la naturaleza. A pesar de todo, tales
diferencias no son tan fundamentales como pudiera parecer a
primera vista.
Aparte de la mecánica pura, ninguna ciencia exacta puede
prescindir de las cualidades. Por añadidura, en nuestro campo
especializado topamos con la opinión —errónea de que el fenó-
meno fundamental de nuestra civilización del tráfico financiero es
susceptible de cuantificación y, por lo tanto, cognoscible mediante
"leyes". Por último, depende de la concepción amplia o concreta
del concepto "ley" el que se incluyan en él las regularidades no
susceptibles de una expresión numérica, debido a no ser cuanti-
ficables.
En lo que concierne especialmente a la intervención de mo-
tivos "mentales", no excluye en modo alguno el establecimiento
de reglas de una actuación racional. Pero sobre todo, en la actua-
lidad todavía no ha desaparecido del todo la opinión de que es tarea
de la psicología desempeñar, para las distintas "ciencias del espí-
ritu", un papel comparable con el de las matemáticas. Para ello
212 EL OFICIO DE SOCIÓLOGO'
habría de descomponer las complicadas manifestaciones de la vida
social según sus condiciones y efectos psíquicos, y reducirlos a
factores psíquicos los sencillos posibles, clasificar estos
últimos por géneros y analizarlos según sus relaciones funcionales.
Con ello se habría logrado crear, si no una "mecánica", sí en
cambio una especie de "química" de la vida social en sus bases
psíquicas. No podemos decidir aquí si tales análisis pueden aportar
alguna vez unos resultados parciales valiosos y —lo que es dife-
rente útiles para las ciencias de la cultura. Sin embargo, ello
no afecta en modo alguno al problema de si la meta del conoci-
miento socioeconómico, tal como lo entendemos —conocimiento
de la realidad según su significado cultural y su relación causal—,
puede ser alcanzada mediante la búsqueda de la repetición regular.
Suponiendo que alguna vez —ya sea mediante la psicología,
ya sea de otro modo se lograra analizar según unos "factores"
últimos y sencillos todas las conexiones causales imaginables de la
coexistencia humana, tanto en el pasado como en el futuro, y que
se consiguiera abarcarlos de forma exhaustiva según una inmensa
casuística de conceptos y de reglas de estricta validez, ¿qué signi-
ficaría dicho resultado para el conocimiento del mundo cultural
históricamente dado o el de algún fenómeno particular, como el
del capitalismo en su desarrollo y su significación cultural? Como
medio de conocimiento, no significa nis ni menos que acaso
un diccionario de las combinaciones químico-orgánicas para el
conocimiento biogenètico del reino animal y vegetal.
Tanto en un caso como en otro, se habría realizado un impor-
tante y útil trabajo preliminar. Sin embargo, tanto en un caso
como en el otro resultaría imposible deducir jamás la realidad de
la vida a partir de aquellas "leyes" y "factores". Pero en modo
alguno por el hecho de que en los fenómenos vitales todavía
habrían de subsistir unas "fuerzas" superiores y misteriosas ("do-
minantes", "entelequias" o como se las quiera denominar), cosa
que constituye un problema aparte, sino sencillamente por el
hecho de que para el conocimiento de la realidad interesa la cons-
telación en la que aquellos "factores" (hipotéticos) se agrupan
formando fenómenos culturales de interés para nosotros. Y tam-
bién porque si queremos "explicar causalmente" tales agrupacio-
nes individuales, tendríamos que remontarnos siempre a otras
agrupaciones igualmente individuales, a partir de las cuales las
"explicaríamos", aunque utilizando naturalmente aquellos (hipo-
téticos) conceptos de "leyes".
LA CONSTRUCCIÓN DEL OBJETO
213
Por lo tanto, establecer tales "leyes" y "factores" (hipotéti-
cos) sólo constituirá para nosotros la primera de varias tareas que
nos conducirían al conocimiento al que aspiramos. La segunda
tarea, completamente nueva e independiente a pesar de basarse en
esa tarea preliminar, sería el análisis y la exposición ordenada de
la agrupación individual e históricamente dada de tales "factores"
y de su importancia y concreta colaboración, dependiente de
aquélla. Pero, ante todo, consistiría en hacer inteligible la causa y
la naturaleza de dicha importancia. La tercera tarea sería remon-
tar los lejos en el pasado las distintas particularidades indivi-
duales de tales agrupaciones, de importancia para el presente, y
ofrecer una explicación histórica a partir de constelaciones ante-
riores, igualmente individuales. Por último, una posible cuarta
tarea consistiría en la evaluación de las posibles constelaciones en
el futuro.
Para todos estos fines sería muy útil, casi indispensable, la
existencia de unos conceptos claros y el conocimiento de esas (hi-
potéticas) "leyes" a modo de medio de conocimiento, mas única-
mente como tal. Pero incluso en esta función, hay un punto
decisivo en el que queda demostrado el límite de su alcance. Y con
esta comprobación llegamos a la particularidad decisiva del estudio
de las ciencias de la cultura. Hemos calificado de "ciencias de la
cultura" a aquellas disciplinas que aspiran a conocer los fenó-
menos de la vida según su significado cultural. El significado de
la estructuración de un fenómeno cultural y la causa de tal signi-
ficado no se pueden deducir, sin embargo, de ningúif sistema de
conceptos legales, por muy perfecto que éste sea, como tampoco
pueden ser fundamentados ni explicados por ellos, puesto que
aquéllos presuponen la relación de los fenómenos culturales con
las ideas de valor. El concepto de cultura es un concepto de valor.
Para nosotros, la realidad empírica es "cultura", porque mientras
la relacionamos con las ideas de valor ella abarca aquellos elemen-
tos de la realidad que a través de sus relaciones cobran importancia
para nosotros. Una parte íntima de la realidad individual obser-
vada cada vez se tiñe con el interés condicionado por tales ideas
de valor. Sólo esa parte tiene importancia para nosotros, precisa-
mente porque revela unas relaciones que nos importan por su
vinculación con ideas de valor. Sólo porque ocurre así y mientras
ocurra, nos interesa conocer su característica individual.
Ahora bien, lo que para nosotros tiene importancia, no puede
ser conocido mediante ningún análisis "incondicional" de lo empí-
214 EL OFICIO DE SOCIÓLOGO'
ricamente dado, sino que su comprobación es la premisa para que
algo se convierta en objeto del análisis. Como es natural, lo signi-
ficativo, como tal, no coincide con ninguna ley como tal, y ello
tanto menos cuantos general es dicha ley. Porque el significado
específico que tiene para nosotros un fragmento de la realidad,
no se halla precisamente en aquellas relaciones suyas que com-
parte con el mayor número de otros elementos. La referencia de
la realidad a unas ideas de valor que le confieren significado, así
como el subrayar y ordenar los elementos de lo real así teñidos
desde la perspectiva de su significado cultural, es un punto de
vista completamente heterogéneo y disparatado, comparado con
el análisis de la realidad para conocer sus leyes y ordenarla según
unos conceptos generales. Ambos tipos de orden mental de lo real
no guardan entre sí ninguna relación lógica necesaria. Puede que
en un caso concreto coincidan alguna vez, pero si esa coincidencia
casual nos oculta su discrepancia de principio, puede acarrear las
s funestas consecuencias.
El significado cultural de un fenómeno —por ejemplo del
comercio financiero puede consistir en que se manifieste como
fenómeno masivo, elemento fundamental de la vida cultural con-
temporánea. Pero, acto seguido, es el hecho histórico que desem-
peña dicho papel lo que debe hacerse comprensible desde el punto
de vista del significado cultural y explicarse causalmente desde el
punto de vista de su origen histórico.
Tanto el análisis de la esencia general del cambio como el de
la técnica del tráfico comercial constituyen una tarea preliminar,
aunque en extremo importante e indispensable.
Pero con ello no queda contestada la pregunta de como el
cambio ha llegado a tener históricamente la importancia funda-
mental que posee hoy. Lo que en última instancia nos interesa,
esto es, el significado cultural de la economía financiera —en aras
de la cual nos interesamos por la descripción de la técnica de
circulación, en aras de la cual existe hoy una ciencia que se ocupa
con dicha técnica—, no se deduce de ninguna de tales "leyes".
Los caracteres genéricos del cambio, de la compra, etcétera, intere-
san al jurista. Pero lo que nos interesa a nosotros, es la tarea de
analizar el significado cultural del hecho histórico de que el cam-
bio constituye en la actualidad un fenómeno de masa. Allí donde
ese hecho ha de ser explicado, allí donde queremos comprender la
diferencia entre nuestra civilización socioeconómica y la de la
Antigüedad —donde el cambio presentaba las mismas cualidades
LA CONSTRUCCIÓN DEL OBJETO
215
genéricas que hoy—, allí donde queremos comprender en qué
consiste el significado de la "economía financiera", allí aparecen
en el análisis unos principios lógicos de origen claramente hetero-
géneo. Ciertamente, mientras contengan elementos significativos
de nuestra cultura, utilizaremos los conceptos que nos ofrece el
análisis de los elementos genéricos de los fenómenos económicos
de masa a modo de medios de descripción. Ahora bien, por muy
exacta que sea la descripción de tales conceptos y leyes, no sólo no
habremos alcanzado la meta de nuestra tarea, sino que la pregunta
sobre cuál debe ser el objeto de la formación de conceptos genéricos
no está desprovista de premisas, puesto que ha sido decidida en
vistas al significado que poseen para la cultura determinados ele-
mentos de esa inmensa diversidad que nosotros denominamos
"tráfico".
Aspiramos al conocimiento de un fenómeno histórico, esto es,
significativo en su característica. Y lo decisivo de ello está en que
únicamente mediante la premisa de que sólo una parte finita de
la infinita multitud de fenómenos está plena de significado,
adquiere un sentido lógico la idea de un conocimiento de los fenó-
menos individuales. Incluso con els amplio conocimiento de
todas las "leyes", quedaríamos perplejos ante la pregunta de cómo
es posible una explicación causal de un hecho individual, ya que
ni tan sólo puede pensarse de manera exhaustiva la mera descrip-
ción dels mínimo fragmento de la realidad. Porque el número
y la naturaleza de las causas que han determinado algún aconte-
cimiento individual, siempre son infinitos, y no existe en las cosas
mismas ningún rasgo que permita elegir entre ellas aquellas que
interesan. Lo único que conseguiría el intento de un conocimiento
de la realidad "desprovisto de premisas", sería un caos de "juicios
existenciales" acerca de innumerables percepciones particulares.
E incluso este resultado sólo sería posible en apariencia, ya que
la realidad de cada una de las percepciones, expuestas a un análisis
detallado, ofrece un sinnúmero de elementos particulares, que no
pueden ser expresados nunca de forma exhaustiva en juicios de
percepción. Este caos sólo puede ser ordenado por la circunstancia
de que en todo caso únicamente una parte de la realidad individual
posee importancia para nosotros, puesto que sólo esa parte se halla
en relación con las ideas de valor cultural con las cuales aborda-
mos la realidad. Por lo tanto, sólo algunos aspectos de los fenó-
menos particulares infinitamente diversos, precisamente aquellos
216
EL OFICIO DE SOCIÓLOGO'
a los que conferimos un significado cultural general, merecen ser
conocidos, pues sólo ellos son objeto de la explicación causal.
MAX WEBER
Sobre la teoría de las ciencias sociales
HAY QUE TRATAR A LOS HECHOS SOCIALES COMO COSAS"
Protestando contra los errores de lectura cometidos a propósito de
este precepto, Durkheim demuestra que al enunciarlo no pretendía
postular el primer principio de una filosofía social, sino la regla
metodológica que es la condición sine qua non de la construcción
del objeto sociológico. Ése es el sentido de los análisis con los que
trata de evitar que el análisis sociológico ceda a las tentaciones de
la sociología espontánea, invitando al investigador a orientarse pre-
ferentemente hacia los aspectos morfológicos o institucionales, es
decir a las formas más objetivadas de la vida social. Si hay que
tener presente este texto, es porque desde el comienzo dio lugar
a lecturas que, siendo contradictorias, eran igualmente inexactas y
también porque, ya clásico, está expuesto a que se lo mire sin
leerlo.
22. E. DURKHEIM
La primera regla y las fundamental es considerar los hechos
sociales como cosas. [..
.
]
Y sin embargo, los fenómenos sociales son cosas y deben ser
tratados como cosas. Para demostrar esta proposición, no es pre-
ciso filosofar acerca de su naturaleza ni discutir las analogías que
presentan con los fenómenos de reinos inferiores. Es suficiente
comprobar que son el único datum que se le ofrece al sociólogo.
Efectivamente, es cosa todo lo que está dado, todo lo que se ofrece
o,s bien, se impone a la observación. Tratar los fenómenos
sociales como cosas, es tratarlos en calidad de data, que constituyen
el punto de partida de la ciencia. Los fenómenos sociales presentan
indiscutiblemente este carácter. Lo que nos es dado no es la idea
que los hombres se hacen del valor, ya que ésta es inaccesible: son
los valores que se intercambian realmente en el curso de las rela-
ciones económicas. No es tal o cual concepción del ideal moral,

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