5
BORDES,
M.
(2011).Las
trampas
de
Circe.
Falacias
lógicas
y
argumentación
informal
(pp.
129-147).
Madrid:
Cátedra.
CarfruLo
4
Falacias
4.1.
LA
DEFINICION
DE
FALACIA:
LOS
ELEMENTOS
RETORICO,
EPISTÉMICO,
DIALECTICO
Y
LÓGICO
Fallaciae
era
la
denominación
latina
de
los
sophismata
o
ar
jumen-
tos
engafiosos,
como
los
formulados
por
los
oradores
de
la
Grecia
clásica,
denostados
por
Sócrates
y
Platón
y
clasificados
por
Ari
itóteles
en
sus
Refutaciones
Sofísticas.
Hoy
en
día
los
especialistas
coinc
den
en
usar
el
término
‘falacia’
para
remitir
a
cierto
tipo
de
errores
ar
nimen-
tativos,
aunque
difieren
en
determinar
el
tipo
de
error
de
arg1
menta-
ción
de
que
se
trata.
En
este
apartado
explicaré
las
teorías
y
finicio-
nes
más
importantes
que
se
han
ofrecido,
las
analizaré
y
evalu
iré
con
cierto
detalle
para,
finalmente,
proponer
las
que
voy
a
seguir
en este
libro.
Son
muchas
las
razones
prácticas
a
favor
de
aprender
qué
tipos
de
falacias
existen.
Algunas
de
ellas
son
las
siguientes:
1.
Los
argumentos
libres
de falacias
maximizan
la
posibil
dad
de
resolver
disputas
de
forma
no
violenta
(efecto
de
dialé
tica
ra-
cional),
así
que
saberlas
identificar
es
un
primer
paso
p
ara
evi-
tarlas.
2.
Saber
identificar
argumentos
falaces
es
un
arma
contr:
la
des-
protección
de
quienes
aceptan
esos
argumentos
sospe
:hando
que
contienen
errores
que
no
saben
cómo
denunciar
(efecto
instrurnental).
Material
oficial
UBA
XXI
129
59
3.
Los
argumentos
falaces
pueden
usarse
para
racionalizar
con-
ductas
inmorales,
que
perjudican
injustamente
a
otros.
Para
decidir
qué
hacer
necesito
determinar
antes
por
qué
objetivos
vale
la
pena
luchar,
y
eso
comporta
deliberar
o
sopesar
argu-
mentos
a
favor
y
en
contra
de
ciertas
conductas.
Si
mis
argumen-
tos
contienen
falacias,
me
pueden
llevar
a
aceptar
un
soborno,
actuar
por
mero
interés
personal,
o
votar
al
presidente
narcisista
e
incompetente
al
que
votan
algunos
de
rnis
colegas
en
lugar
de
optar
por
un
honesto
político
de
popularidad
baja
entre
mi
círcu-
lo
de
conocidos.
Así
pues,
identificar
las
falacias
no
sólo
es
parte
de
nuestros
deberes
epistémicos,
sino
que
comporta
también
una
responsabilidad
ética
(efecto
conductual).
4.
Saber
analizar
los
argumentos
del
oponente
y,
concretamente,
aprender
a
etiquetar
argumentos
falaces
enriquece
la
propia
ca-
pacidad
argumentativa
y
favorece
la
investigación
de
las
defi-
ciencias
de
las
propias
creencias,
haciéndonos
así
menos
vulne-
rables
a
los
ataques
del
oponente
y
proporcionándonos
instru-
mentos
para
revisar,
refinar
o
incluso
abandonar
algunas
tesis
propias
deficientes
(efecto
de
retroalimentación).
De
hecho,
cuando
se
acepta
como
razonable
un
argumento
falaz
no
se
es
simplemente
una
víctima,
sino
que
también
se
es
cómplice:
tenemos
la
responsabilidad
epistémica
de
evaluar
bien
un
argu-
mento.
Fue
debido
a
las
razones
1-4,
que
señalan
su
gran
potencial
crítico
y
su
aplicación
cívica,
por
lo
que
los
estudios
de
lógica
práctica
sobre
falacias
recibieron
tanta
atención
en
la
enseñanza
superior
de
países
como
los
Estados
Unidos
y
Gran
Bretaña
hacia
los
años
70.
El
térmi-
no
“falacia”
se
ha
popularizado,
también
en
nuestro
país,
aun
a
costa
de
crecer
sobre
un
suelo
académico
algo
desnutrido.
Ahora
bien,
al
des-
acuerdo
entre
los
especialistas
a
la
hora
de
definir
falacia”
no
se
debe-
rian
sumar
las
confusiones
que
se
derivan
del
uso
laxo
periodístico,
político
o
popular
del
término.
Para
evitarlo
conviene
señalar
cuáles
son
los
errores
más
frecuentes
que
se
cometen
cuando
se
habla
de
fa-
lacias.
Estos
incluyen
usos
en
los
que
se
supone
que:
i.
Una
falacia
es
una
creencia
falsa
sistemáticamente
repetida.
ii.
Las
falacias
sólo
las
cometen
personas
de
escasa
formación
in-
telectual.
'
ili.
Una
falacia
es
un
argumento
con
conclusión
y/o
premisas
falsas.
130
Seguinos
en
IG:
(Qapuntes.uba21
iv.
Una
falacia
es
un
argumento
inválido.
v.
S1
un
argumento
carece
de
falacias,
es
un
argumento
conclu-
yente.
vi.
Quien
formula
argumentos
falaces
tiene
intenciones
desho-
nestas
de
persuadir
a
su
audiencia
a
toda
costa
sin
justificar
bien
sus
afirmaciones.
-
Errores
comunes
y
sofisticados
acerca
del
concepto
de
falacia
El
error
que
se
comete
con
más
frecuencia
sin
duda
es
el
primero.
Incluso
lo
cometen
algunos
autores
de
publicaciones
sobre
racionali-
dad
y
lógica!?
(por
no
mencionar
los
documentos
monográficos
so-
bre
falacias
en
internet).
En
efecto,
en
muchos
documentos
transmiti-
dos
por
los
medios
de
comunicación
se
usa
el
término
“falacia’
aplica-
do
no
a
errores
lógicos
de
razonamiento,
sino
a
errores
empíricos
comunes,
a
simples
creencias
falsas
e
incluso
a
argumentos
moral-
mente
erróneos.
En
otros
casos,
escritores
especialistas
en
distintas
disciplinas,
como
la
historia,
la
epidemiología,
la
economía
o
la
juris-
prudencia,
bautizan
como
falacias
lo
que
son
realmente
errores
empí-
ricos
o
metaempíricos
reiterados
en
sus
respectivos
campos
de
estu-
dio.
Así,
la
llamada
“falacia
del
vistazo”
(snapshot
fallacy),
a
la
que
se
,
refiere
Shermer
(1997)
para
mostrar
el
error
de
algunos
defensores
del
revisionismo
sobre
el
holocausto
judío,
no
es
sino
un
tipo
de
negli-
gencia,
en
algunos
casos
perversa,
en
la
recopilación
de
datos.
Muchas
de
las
supuestas
falacias
comentadas
por
el
admirable
clásico
de
Hackett
(1970)
son
interesantes
errores
sistemáticos
presentes
en
la
historiografia,
pero
no
falacias!!4,
La
diferencia
entre
errores
empíricos
y
conceptuales,
aunque
no
precisa
ni
exhaustiva,
resulta
fundamental
a
la
hora
de
situar
el
lugar
lógico
de
los
errores
de
argumentación
o
falacias.
Los
errores
empíricos
son
errores
fácticos
o
de
hecho,
relativos
a
fallos
en
calcular
datos,
113
Harrison,
1992,
es
uno
de
ellos
cuando
afirma
que
una
falacia
es
«cualquier
idea
errónea
o
creencia
falsa,
o
error
en
el
razonamiento
o
en
el
argumento»
(mi
traducción).
También
Bentham,
1824,
Jenicek,
2005
y
2009,
Shermer,
1997,
Hackett,
1970,
o
Hunter,
2009,
incurren
en
el
mismo
error.
'
-
!^
En
otros
casos
se
trata
de
ejemplificaciones
historiográficas
de
falacias
informa-
les
tpificadas.
Asi,
la
falacta
de
los
prodigios
(que,
según
Hackett,
1970,
llevaría
al
histo-
riador
a
dar
cuenta
sólo
de
los
sucesos
extraordinarios
y
magnificos
de
la
historia)
no
es
sino
un
tipo
de
enfoque
metodológico
sesgado
que,
si
pretende
abarcar
todo
lo
histo-
riable,
constituiría
a
lo
sumo
un
caso
especifico
de
falacia
por
inducción
precipitada,
Material
oficial
UBA
XXI
131
60
averigt
ar
hechos
o
recabar
información
en
general.
Creer
que
la
Se-
mana
(rágica
tuvo
lugar
en
Barcelona
en
1930,
que
un
embrión
de
tres
dí..s
tiene
ya
tronco
neuronal,
o
que
ningún
progenitor
macho
incubs
los
huevos
de
su
pareja
(los
casuarios
machos,
aves
oriundas
de
Austra
ia
y
Nueva
Guinea,
lo
hacen)
son
errores
empíricos.
En
cam-
bio,
lo
;
errores
conceptuales
son
fallos
en
la
comprensión
de
conceptos
abstrac
tos
o
de
relaciones
entre
ellos.
Ejemplos
de
errores
conceptua-
les
serí
in
confundir
un
dilema
con
una
dificultad,
creer
que
son
posi-
bles
lo:
círculos
cuadrados,
o
cometer
la
falacia
del
espantapájaros.
Los
errores
conceptuales
que afectan
a
la
inferencia
argumentativa
reciben
el
norr
bre
de
'falacias
lógicas'.
Otro
tipo
de
errores
son
los
errores
éticos,
errores
sobre
evaluaciones,
decisiones
y
conductas
morales:
menospre-
ciar
a
'ina
persona
simplemente
porque
se
la
envidia,
ser
paternalista
-
con
ur
a
persona
enferma
pero
intelectualmente
competente,
o
hacerle
mobbin
:
a
un
colega
para
gozar
de
los
privilegios
laborales
que
a
cambio
te
otor
;a
un
jefe.
El
error
del
actual
gobierno
israelí,
al
reclamar
Jerusa-
lén
co:ao
«su
capital
eterna
e
indivisible»,
contra
las
demandas
de
Pa-
lestina
y
de
la
comunidad
internacional,
también
es
un
error
ético.
Cv
indo
un
error
empírico
comporta
una
desviación
sistemática
en
los
:
esultados
o
inferencias
se
denomina
'sesgo
cognitivo”,
algo
que
estudi:
n
y
tienen
muy
en
cuenta
tanto
los
psicólogos
como
los
epide-
miólo;
os.
Un
sesgo
cognitivo
es
una
desviación
sistemática
de
un
crite-
rio
noi
mativo
que
afecta
al
pensamiento
causando
errores
de
juicio!!5,
como
-:1
del
«efecto
del
rebaño».
'
La
falta
de
sistematicidad
de
los
errores
empiricos
no
afecta
a
su
carácte
r
fáctico.
Existen
patrones
de
error
empírico
como
los
basados
en
la
e
:cala
temporal
o
los
errores
de
magnitud.
Los
primeros
son
un
tipo
error
por
falta
de
imparcialidad,
cuando
se
toman
decisiones
consid
:rando
sólo
las
consecuencias
a
corto
y
medio
plazo.
Así,
un
-
estudiz
nte'que
posponga
su
trabajo
siempre
que
tenga
ocasión
de
to-
mar
ur:a
copa
con
sus
amigos
actúa
de
modo
miope
respecto
de
su
futuro
profesional,
al
considerar
sólo
los
beneficios
a
corto
plazo
de
su
con
lucta.
Un
error
de
magnitud
lo
cometió
Descartes
en
su
polé-
mica
c
2n
Harvey
acerca
de
la
circulación
sanguínea,
cuando
insistía
en
que
el
corazón
calentaba
la
sangre
y
la
impulsaba
por
el
cuerpo
por
efecto
de
la
expansión
del
fluido.caliente.
Otro
ejemplo
lo
ofrecen
quient
3
creen
que
reducir
la
conducción
de
coches
a
la
mitad
com-
portari
1
una
reducción
sustancial
del
consumo
de
petróleo,
ya
que
el
115
[
itvak
y
Lerner,
2009,
132
"
Seguinos
en
IG:
@apuntes.uba21
petróleo
es
sólo
una
pequeña
fracción
del
combustible
que
v
san
los
automóviles
y
el
resto
del
petróleo
importado
lo
consume
fun
lamen-
talmente
la
industria!!6,
Un
caso
de
confusión
entre
una
falacia
con
un
error
no-ar
¡umen-
tativo
es
el
de
Livingston
(1981),
en
su
libro
sobre
la
falacia
d
la
con-
servación
de
la
vida
salvaje.
Como
saben
muchos
ambientalistas
el
bió-
logo
canadiense
argurnentó
contra
lo
que
consideraba
la
arrogancia
humana
negligente
del
cuidado
de
la
naturaleza,
senalando
jue
no
hay
un
argumento
racional
para
la
conservación
de
la
vida
salvaje
(igual
que
no
hay
explicación
racional
de
la
experiencia
cua
itativa,
decía)
en
el
marco
de
nuestro
esquema
industrial
de
valores
ce
1trados
en
los
seres
humanos,
en
el
que
la
vida
salvaje
siempre
pierde
Según
€l,
necesitaríamos
una
visión
espiritual
más
amplia
que
nos
in
:luyera
como
una
especie
más
en
una
comunidad
ecológica
y
sin
el-cc
ncepto
de
propiedad
privada
del
entorno
natural.
Independientemen
e
de
la
sensatez
de
su
crítica,
lo
que
denuncia
es
a)
una
cosmovisión
moral-
mente
errada,
lo
que
no
implica
que
la
argumentación
sea
de
iciente
y
b}
la
supuesta
inadecuación
de
las
herramientas
racionales
:n
este
campo.
Al
aceptar
b)
no
resulta
coherente
que
use
un
términ»
de
ló-
gica
como
el
de
“falacia”.
Es
un
hecho
que
personas
de
buena
formación
intelectua
come-
ten
y
dan
crédito
a
argumentos
falaces,
a
menudo
involuntari
imente
(contra
ii).
Creer
lo
contrario
suele
estar
en
la
base
de
las
teorí:
s
sobre
la
dependencia-de-disciplina
respecto
del
pensamiento
critzo.
Lo
cierto
es
que,
aunque
resulte
sorprendente
a
primera
vista
qu«
un
es-
pecialista
riguroso
pueda
presentar
resultados
basados
en
argu
nentos
falaces,
no
debería
extrañamos
tanto
si
recordamos
que
sorr
os
una
especie
muy
dotada
para
autoengañarse
con
frecuencia
y,
en
el
caso
de
tener
buena
formación
intelectual,
hacerlo
sistemática
y
s
fistica-
damente.
El
caso
de
la
tesis
sociopolítica
de
los
genetistas
M
irray
y
Webstein
en
los
años
90
ilustra
bien
el
segundo
caso;
publicz
ron
un
libro
en
el
que
divulgaban
su
tesis
según
la
cual
la
inversión
ec
»nómi-
ca
destinada
a
la
mejora
educativa
de
los
afroamericanos
era
v
na
pér-
dida
de
tiempo,
de
dinero
y
de
energía.
Supuestamenge
sus
e
¡tudios
mostraban
que
el
componente
genético
era
el
mayor
respons:
ble
del
rendimiento
intelectual
y
que
ese
componente
dejaba
en
m
1y
mal
lugar
a
esa
etnia
frente
a
la
etnia
de
pertenencia
de
los
autc
res
del
texto.
La
mitología
sobre
el
alcance
predictivo
de
muchos
e
¡tudios
116
De
Bono,
1976,
68.
Material
oficial
UBA
XXI
133
61
genéticos
no
cesa
de
ser
hoy
en
día
el
mejor
escudo
a
favor
del
con-
formismo,
el
racismo
y
tantas
otras
creencias
culpables.
Sigo
ahora
con
la
lista
de
errores
generales
sobre
falacias.
También
se
suele
creer
que
si
un
argumento
contiene
una
falacia,
entonces
su
conclusión
tiene
que
ser
falsa
(111)!77.
Pero
no
es
así
y
creerlo
comporta
cometer,
de
hecho,
la
falacia
ad
logicam.
El
carácter
falaz
de
un
argu-
mento,
tanto
como
su
validez
o
invalidez
lógica,
son
independientes
de
la
verdad
o
falsedad
de
las
proposiciones
que
lo
componen,
como
ya
dije
en
el
capítulo
1.
Basta
con
recordar
simplemente
que
la
razo-
nabilidad
de
un
argumento
no
garantiza
la
verdad
de
su
conclusión.
En
casi
todas
las
novelas
policíacas
las
pistas
iniciales
apuntan
como
asesino
a
un
inocente;
la
extraña
conducta
de
mi
amiga,
que
última-
mente
me
rehuía
como
si
estuviera
resentida
por
algo,
resultó corres-
ponder,
contra
todo
pronóstico,
al
esfuerzo
por
evitar
que
me
entera-
ra
de
que
me
preparaba
una
fiesta
sorpresa.
El
cuarto
error
(iv),
lo
es
dependiendo
del
concepto
de
validez
que
se
adopte.
En
el
sentido
de
la
lógica
deductiva
ya
he
explicado
que
un
argumento
válido
es
un
argumento
deductivo
en
el
que
la
verdad
de
las
premisas
implica
necesariamente
la
verdad
de
la
conclusión.
Ahora
bien,
según
esta
acepción
algunas
falacias
serían
argumentos
vá-
lidos,
por
ejemplo,
la
ignoratio
elenchi
y
las
falacias
del
círculo
vicioso,
de
modo
que
(iv)
sería
falso.
Walton
(1982)
puso
su
empeño
en
mostrar
que
todas
las
falacias
son
realmente
inválidas,
haciendo
uso
de
sistemas
de
lógica
como
la
lógica
inductiva
en
el
análisis
de
las
falacias
secundum
quid
y
post
hoc,
ergo
propter
boc,
de
la
lógica
del
razonamiento
plausible
en
la
falacia
ad
verecundiam,
o
de
la
lógica
relacional
en
el
caso
de
la
ignoratio
elenchi,
entre
otras.
No
obstante,
el
éxito
de
su
proyecto
com-
porta
una
ampliación
del
alcance
del
concepto
de
validez
que
escapa
a
la
definición
de
la
lógica
deductiva,
de
forma
que
“válido”
pasa
a
ser
si-
nónimo
de
“sujeto
a
ciertas
normas
de
diálogo
correcto”,
algo
que
él
mismo
parece
concluir
en
Walton
(1987,
329),
al
entender
por
"falacia”
todo
tipo
de
debilidad,
deficiencia
o
ruptura
de
un
procedimiento
ra-
zonable
en
un
argumento.
A
esta
cuestión
me
referiré
más
adelante,
cuando
trate
del
elemento
lógico
en
la
definición
de
falacia.
Con
respecto
a
(v.),
y
según
la
definición
que
di
en
el
capítulo
1,
desde
luego
es
cierto
que
un
argumento
razonable
o
racionalmente
convincente
es
un
argumento
libre
de
falacias.
No
obstante,
que
un
117
Vid.
la
entrada
'falacia'
del
Diccionario
de
la
Lengua
Latina
(L.
Macchi,
Ed.
Don
Bosco),
que
se
analiza
como
«engaño,
fraude
o
mentira
con
que
se
intenta
dañar
a
otro.
Hábito
de
emplear
falsedades
en
daño
ajeno»,
134
Seguinos
en
IG:
@apuntes.uba21
argumento
sea
razonable
no
lo
convierte
en
un
argumento
conclu-
yente,
sino
tan
sólo
en
un
buen
argumento,
junto
a
otros
también
plausibles
aunque
incompatibles
con
él.
'
Por
último,
(vi)
remite
a
dos
rasgos
psicológicos
que
durante
mu-
cho
tiempo
se
han
considerado
definitorios
de
una
falacia,
a
saber,
a)
su
poder
retórico
o
su
apariencia
de
validez
y
b)
la
mala
intención
de
quien
la
formula.
]
Ladefinicióntradícíonala.rístotélica(l-]amb!ín,l-lanscn)
y
sus
variantes
-
La
definición
tradicional
de
‘falacia’
remite
al
primer
rasgo,
el
ele-
mento
retdrico.
Siguiendo
la
tradición
aristotélica
Hamblin
(1970,
12)
define
falacia
como
«argumento
que
parece
válido,
pero
que
no
lo
es»1!*.
L
3
principal
debilidad
de
esta
definición
se
halla
en
que
es
fá-
cilmente
refutable
por
contraejemplo.
Corno
ya
he
dicho,
existen
buenas
razones
para
considerar
como
falacias
argumentos,
como
el
círculo
vicioso,
que
no
sólo
parecen
válidos,
sino
que
lo
son.
Otro
defecto
grave
de
la
definición
tradicional
basada
en
el
ele-
mento
retórico
se
debe
a
que
la
referencia
a
la
psicología
de
la
audien-
cia
es
en
misma
problemática
por
tres
razones:
1)
que
es
subjetiva,
2)
que
no
es
condición
necesaria
de
la
presencia
de
una
falacia
y
3)
que
convierte
la
definición
de
falacia
en
una
definición
psicologista.
En
efecto,
un
argumento
puede
parecer
a
primera
vista
convincen-
.
te
a
unos,
pero
no
confundir
a
otros.
Además,
existen
falacias
tan
tri-
viales
que
se
detectan
enseguidal!?,
Si
el
concepto
de
falacia
dependie-
ra
de
la
reacción
psicológica
de
la
audiencia,
la
presencia
o
ausencia
de
una
falacia
dependería
de
cuestiones
extrínsecas
a
su
naturaleza,
concretamente
de
la
mayor
o
menor
capacidad
de
convicción
de
la
audiencia
que
la
considerara.
Como
ya
comenté
en
la
Introducción,
el
precio
teórico
que
hay
que
pagar
por
el
psicologismo
en
la
clasifica-
ción
y
definición
de
las
falacias
es
demasiado
alto!??,
Si
se
las
clasifica
118
También
lo
hacen
así
Bentham,
1824,
Bearsdley,
1950,
Toulmin,
Rieke
y
Janik,
1979,
y
Tindale,
2007,
entre
otros
(especialmente
toda
la
tradición
aristotélica
medieval,
p:
¢j.,
Alberto
de
Sajonia
en
su
-Logica
Perutilis,
Tratado
V,
1456).
.
15
La
que
comete
A
en
este
diálogo
es
el
cjemplo
prototipico:
«A:
Creo
que
Dios
existe,
estoy
seguro,
R:
¿Cómo
lo
sabes?,
A:
Porque
lo
dice
la
Biblia»,
120
Vid,
Hamblin,
1970,
quien
advirtió
sobre
este
riesgo
que
corren
taxonomías
coma
la
de
Curtis,
2001,
con
su
incorporación
de
la
falacia
por
creencia
desiderativa,
por
ejemplo.
'
Material
oficial
UBA
XXI
135
62
en
fun
:ión
de
si
cierta
emoción
o
estado
mental
está
o
no
presente
en
los
int
:rlocutores,
entonces
su
identificación
como
falacias
depende-
‘ria
de
la
detección
de
esos
estados.
Ahora
bien,
sean
cuales
sean
las
mc
tivaciones
tanto
de
la
audiencia
como
de
quien
argumenta,
la
presen
:ia
de
falacias
depende
exclusivamente
de
la
estructura
del
ar-
gumer
to
(su
E/f)
en
un
contexto
de
diálogo.
Las
aproximaciones
psi-
cologi:
tas
olvidan
que
para
la
evaluación
lógica
de
un
argumento,
no
-
es
preciso
identificar
ningún
estado
mental
en
los
interlocutores,
sino
que
be
sta
con
evaluar
el
uso
del
argumento
en
una
estructura
nor-
mativa.
-
En
algunas
variantes
de
la
definición
tradicional
se
supone
que
si
es
recesaria
la
presencia
de
ciertos
estados
mentales
especificos
(adem:
s
de
los
que
comportan
entender
y
emitir
un
argumento)
para
que
se
cometa
una
falacia:
la
intención
de
inducir
a
engaño
a
una
audien
zia
(el
elemento
epistémico).
Bentham
(1824)
dice
que
una
falacia
es
«cu:
lquier
argumento
empleado
(...)
con
el
propósito
de
inducir
a
engañc,
o
que
con
probabilidad
produzca
ese
efecto,
o
el
de
hacer
que
ad
>pte
una
opinión
errónea
la
persona
a
cuya
mente
se
le
presen-
ta
el
ar
numento»!*!.
Es
cierto
que
fallere
significa
engañar
o
usar
estra-
tagem:
s
engañosas!?,
pero
eso
no
implica
que
toda
falacia
sea
em-
pleada
zon
el
fin
de
engañar
a
otros
o
a
uno
mismo.
Creer
lo
contrario
por
es:
sola
razón
conllevaría
cometer
la
falacia
etimologista,
además
de
con
er
de
nuevo
el
riesgo
del
psicologismo.
De
hecho,
en
muchos
casos
«
ometemos
y
confiamos
en
argumentos
falaces
involuntaria-
mente
y
sin
intención
deliberada
de
engañar
a
nadie,
simplemente
por
ig1
orancia,
precipitación
o
pereza
mental.
Esa
deficiencia
racio-
nal
o
esa
falta
de
deliberación
de
quien
argumenta
y
de
su
audiencia
-
no
afe:
ta
al
carácter
falaz
de
un
mal
argumento.
Ad
rertir
la
insuficiencia
y
superfluidad
de
los
elementos
retórico
y
epist
:mico
en
la
definición
de
falacia
ha
conducido
a
los
especialis-
tas
a
mirar
hacia
otro
lado
a
la
hora
de
ofrecer
definiciones
basadas
en
un
terc
2r
elemento,
el
elemento
dialéctico.
En
él
se
basan
principalmen-
te
la
te
»ría
de
Walton
(1992)
o
la
pragma-dialéctica
de
van
Eemeren
y
Groote
ndorst
(1984,
1987)
de
la
llamada
‘Escuela
de
Ámsterdam”,
que
sitúan
las
falacias
en
un
contexto
de
intercambio
verbal
dinámico
entre
ciferentes
participantes
y
las
presentan
como
violaciones
de
las
121 ]
imbién
Carroll,
1977;
Beardsley,
1950;
Hamblin,
1970;
Toulmin,
Rieke
y
Ja-
nik,
197'
,
y
Walton,
1995;
pero
no
Mackie,
1967,
por
ejemplo.
122
]
»wis
y
Short,
según
Walton,
1992,
recuerdan
que
faliere
viene
de
sphal,
«produ-
cir
una
«
sida»,
bien
en
una
competición
deportiva,
bien
en
un
debate
verbal.
136
Seguinos
en
IG:
(Qapuntes.uba21
normas
dialécticas
de
cada
tipo
de
didlogo.
Un
rasgo
común
:
las
de-
finiciones
basadas
en
el
elemento
dialéctico
es
su
enfoque
rel
itivista,
ya
que
las
normas
dialécticas
variarían
según
el
tipo
de
diálo
;0
y
las
características
de
la
audiencia.
Ese
relativismo
consustancial
a
las
definiciones
basadas
ex
:lusiva-
mente
en
el
elemento
dialéctico
es
una
dificultad
para
quient
s
creen
que
al
menos
una
buena
parte
de
esas
normas
debe
definirse
p
1ra
una
audiencia
universal
(subrayando
así
que
la
lógica
informal,
c
»mo
la
formal
es,
después
de
todo,
Zógica,
no
un
mero
código
conven
:ional).
Esos
autores
ofrecen
definiciones
cuyo
eje
es
el
elemento
ldg
:o.
Así,
Mackie
(1967)
entiende
que
una
falacia
es
una
forma
inválida
1
le
argu-
mento,
distinguiendo
entre
/alacias
y
sofismas,
donde
sólo
es
os
últi-
mos
se
formularían
deliberadamente
para
engañar,
confundi
o
sim-
plemente
vencer
en
una
disputa
verbal.
Kahane
(1982,
206)
t
imbién
analiza
falacia
como
argumento
que
1)
es
inválido,
2)
contiene
alguna
premisa
sin
justificar,
o
3)
ignora
información
conocida
o
re:
=vante.
Ahora
bien,
identificar
falacia
con
argumento
inválido
o
que
cor
traviene
los
cánones
de
la
lógica!?
ya
hemos
visto
que
es
un
movimiento
insatis-
factorio
por
sus
contraejemplos,
especialmente
los
constituiios
por
los
argumentos
inductivos
razonables.
Las
deficiencias
de
las
definiciones
construidas
exclusivar
1ente
a
partir
de
los
elementos
retórico,
epistémico,
dialéctico
y
lófico
me
conducen
a
adoptar
una
definición
que
combina
las
ventajas
del
ele-
mento
lógico
con
las
del
dialéctico
y
que
conserva
la
falta
de
-elativi-
dad
a
cada
audiencia
específica.
Esa
definición
se
construye
a
p
artir
de
los
conceptos,
ya
explicados
en
los
capítulos
1
y
3,
de
argumer
to
razo-
nable
y
criterios
de
buena
argumentación,
así
como
el
de
‘error
infe
:encial'
o
error
por
fallo
de
fundamentación
en
el
razonamiento
qu:
va
de
premisas
a
conclusión.
-
Falacia
def-
es
un
argumento
no
razonable
o
racionalmente
n
»
con-
vincente,
es
decir
que,
aunque
puede
ser
válido,
contiene
ur
error
inferencial
por
violar
uno
o
más
criterios
de
buena
argument
:ción.
13
Michalos,
1986.
Material
oficial
UBA
XXI
137
4.2.
TEORÍAS
SOBRE
LAS
FALACIAS
Más
espinoso
es
el
asunto
relativo
a
la
formulación
de
una
teoría
de
falacias.
Hamblin
(1970)
y
Woods
y
Walton
(1982,
ix),
creen
que,
al
igual
que
en
el
caso
de
la
teoría
de
la
argumentación,
tampoco
dis-
ponemos
de
una
(plausible)
teoría
de
falacias.
Según
Grootendorst
(1987)
una
teoría
de
falacias
debería
ser
sistemática
(en
cuanto
a
defi-
nir
la
identidad
de
una
falacia)
y
explicativa
(decir
por
qué
unos
argu-
mentos
lo
son
y
otros
no),
ideales
de
dificil
cumplimiento
para
dar
cuenta
del
abigarrado
bosque
de
las
falacias.
Algunos
autores
como
Finocchiaro
(1980)
han
desistido
del
intento,
alegando
de
modo
ex-
tremista
que
no
existen
realmente
las
falacias,
porque
en
un
discurso
falaz
o
bien
no
hay
argumento,
o
no
es
comün,
o
no
es
lógicamente
incorrecto.
Dejando
a
un
lado
este
tipo
de
derrotismos
poco
iluminadores,
lo
cierto
es
que,
aun
habiendo
de
darle
la
razón
a
Hamblin
y
sus
partida-
rios,
debemos
disponer
de
una
clasificación
de
las
principales
proto-
teorías
de
falacias.
Al
menos
tres
enfoques
son
posibles:
el-lógico,
cl
relativista
y
el
meramente
dialéctico.
Segün
el
enfoque
lógico
una
falacia
es
un
argumento
que
ejemplifica
un
esquema
argumentativo
racionalmente
no
convincente
respecto
de
una
audiencia
universal.
Las
falacias,
tanto
formales
como
infor-
males,
violan
criterios
de
corrección
dialécticos
en
la
medida
en
que
son
casos
de
esquemas
argumentativos
inadecuados:
la
dificultad
ra-
dica
en
definir
correctamente
ese
esquema.
Según
el
enfoque
relativista,
en
cambio,
las
presuntas
falacias,
como
los
verbos
irregulares,
a
veces
lo
son,
otras
no.
Así,
por
ejemplo,
un
argumento
por
pendiente
resbaladiza
puede
no
ser
falaz
en
algunas
proferencias,
pero
otras
veces
sí,
dependiendo
de
múltiples
variables
relativas
al
tipo
de
diálogo
y
al
tipo
de
audiencia.
Algunos
creen
que
un
mismo
esquema
argumentativo
puede
tener
ejemplificaciones
fa-
laces
y
ejemplificaciones
no
falaces.
En
mi
opinión,
en
los
casos
en
los
que
este
enfoque
resulta
plausible
lo
que
ocurre
es
que
el
EA
ha
sido
mal
descrito
o
presentado
de
modo
ambiguo!**.
El
enfoque
meramente
dialéctico
acepta
que
ciertos
prmc1p1os
gcnc-
rales
deben
ser
reconocidos
de
cara
a
identificar
falacias,
pero
que
no
124
Cf
el
capitulo
1.
138
Seguinos
en
IG:
(Qapuntes.uba21
son
absolutos,
sino
que
existen
«circunstancias
mitigantes»!?5
que
de-
ben
ser
consideradas
en
la
evaluación
de
las
supuestas
falacias
y
que
nos
permiten
distinguir
entre
falacias
reales
y
aparentes
falacias.
Así,
por
ejemplo,
si
la
autoridad
citada
es
una
fuente
que
satisface
ciertos
criterios
de
fiabilidad,
entonces
la
apelación
a
la
autoridad
no
sería
falaz;
no
así
si
se
confia
en
un
experto
en
un
ámbito
distinto
de
aquel
al
que
pertenece
la
proposición
defendida
(por
ejemplo,
si
argumen-
tando
sobre
cuestiones
teológicas,
se
apela
a
la
opinión
del
fisico
Einstein).
A
las
deficiencias
de
estos
dos
últimos
enfoques
me
referiré
en
breve.
-
Sobre
el
interés
de
una
teoría
de
falacias
con
respecto
a
la
teoría
general
de
la
argumentación
informal
cabe
decir
que
algunos
la
con-
sideran
imprescindible!*,
a
pesar
de
que
otros
la
han
creído
inconve-
niente
e
incluso
perjudicial!?7,
Groarke
y
Tindale
(2004)
se
han
opues-
to
a
lo
que
denominan
el
fallacy
approach
en
la
pedagogía
de
la
lógica
informal.
Según
ellos,
enseñar
a
localizar
falacias
en
textos
argumen-
tativos
no
es
adecuado
porque
1)
usar
la
lógica
para
hallar
errores
no
es
un
buen
método
para
aprender
a
razonar
bien;
ii)
existen
muchos
tipos
de
argumentos
considerados
falaces
que
constituyen
buenos
ar-
gumentos
si
son
bien
usados
(p.
ej.;
la
reducción
al
absurdo,
el
ad
ho-
minem,
apelar
a
la
autoridad
o
la
generalización
inductiva)'5,
y
iii)
in-
sistir
en
las
falacias
resalta
ejemplificaciones
pobres
de
esquemas
a
veces
razonables
que
invitan
a
rechazar
ciertas
construcciones
en
cuanto
se
las
identifica
superficialmente.
Como
ya
he
adelantado
en
la
Introducción,
no
comparto
la
posi-
ción
de
Groarke
y
Tindale
(2004)
y
ahora
explicaré
por
qué,
mostran-
do
a
un
tiempo
los
inconvenientes
de
los
enfoques
relativista
y
dialécti-
co
a
los
que
me
referí
antes.
-
125
Grootendorst,
1987,
pág.
335,
distingue
entre
excusating
circumstances
y
mitigating
cireumstances.
Como
en
el
lenguaje
jurídico,
las
primeras
no
eximen
de
culpa,
mientras
que
las
segundas,
aun
sin
exonerarle,
sirven
para
reducir
la
carga
de
responsabilidad
y
justifican
en
parte
su
conducta.
.
126
Kahane,
1971,
cree
que
la
teoría
de
falacias
es
la
teoría
de
evaluación
de
argu-
mentos.
En
esa
línea
siguen
Johnson
y
Blair,
1977,
Fogelin,
1978,
y
Hintikka,
1989.
Para
este
último,
igual
que
la
virtud
es
la
ausencia
de
vicio,
también
un
buen
argumento
es
un
argumento
que
no
contiene
falacias.
177
El
medieval
Petrus
Ramus
decía
que
no
era
necesaria
una
teoría
del
mal
razona-
miento,
sino
de
una
teoría
de
cómo
razonar
bien
se
seguían
ya
los
casos
que
hay
que
evitar.
-
U5
Walton,
1987,
también
cree
que
hay
usos
ad
verecundiam
y
ad
baculum
no
falaces.
.
Material
oficial
UBA
XXI
139
64
En
primer
lugar,
el
enfoque
de
Groarke
y
Tindale
(2004)
es
re-
lativis:a
y
parte
de
la
retórica.
Se
entiende
entonces
que
consideren
a
vece:
correcto
apelar
a
la
autoridad,
por
la
fuerza
retórica
que
eso
tiene
«
n
una
audiencia
apropiada.
Sin
embargo,
a
pesar
de
que
no
sea
im
orrecto
apelar
a
veces
a
la
autoridad
de
modo
ilustrativo
o
inforn
ativo
(siempre
y
cuando
la
autoridad
satisfaga
ciertos
requi-
sitos),
siempre
es
incorrecto
apelar
a
ella
como
sustituto
de
una
justific
ación
racional,
que
es
independiente
de
quien
la
formule.
Realm
:nte
las
falacias
tienen
lugar
cuando
y
siempre
que
se
ejem-
plifica
un
EAF,
es
decir,
un
EA
falaz.
Cuando
muchos
autores
se.
refiere
1
a
argumentos
ad
hominem
correctos,
no
se
refieren
a
los
que
ejemp
ifican
el
EAF
correspondiente,
sino
que
usan
'argumento
ad
homim
m’
de
modo
ambiguo,
de
forma
que
bajo
el
alcance
del
con-
cepto
:aen
argumentos
próximos
que
apelan
a
la
conducta
de
un
-
agente,
a
su
carácter
o
condición,
sin
precisar
cuál
es
la
conclusión
del
arg
umento,
que
puede
ser
tanto
‘el
agente
no
es
idóneo
para
ser
mieml
ro
de
este
jurado”
como
“toda
creencia
del
agente
sobre
este
tema
1
o
merece
consideración
por
ser
falsa”.
Sólo
la
segunda
con-
clusió:1
es
condición
necesaria
para
que
se
trate
de
la
falacia
ad
bomin
m.
En
segundo
lugar,
ningün
especialista
que
se
precie
cree
que
una
genera
ización
inductiva
o
un
argumento
por
reducción
al
absurdo
sean
fz
lacias.
_
En
tercer
lugar,
Groarke
y
Tindale
(2004)
asimilan
erréneamen-
te
el
e
ifoque
de
las
falacias
(el
fallacy
approach)
con
el
enfoque
de
la
lista-et.
queta-ejemplo.
Este
último
se
limita
a
ofrecer
listas
de
etique-
tas
co1.
nombres
de
falacias
más
un
breve
e
insuficiente
resumen
y
alguncs
ejemplos
artificiales
y
a
menudo
triviales
de
falacias.
Se
trata
ce
un
enfoque
simplista,
el
que
se
puede
hallar
en
muchas
webs,
-r
que,
efectivamente,
favorece
una
falsa
habilidad
identifica-
tiva,
con
exceso
de
falsos
positivos
y
que
propicia
lo
que
Damer
(1995)
denomina
el
fallacymongering.
Ahora
bien,
se
puede
defen-
der
el
=nfoque
de
falacias,
con
la
justificación
psicológica
que
he
ofreci
p
y
alertando
de
la
tendencia
a
simplificar,
ofreciendo
junto
con
ua
exposición
clara
y
amplia
de
la
falacia
y
de
su
EAF
casos
de
arg
imentos
próximos
(que
no
ejemplifican
el
EAF)
en
los
que
no
ha:-
falacia,
y
ejemplos
de
complejidad
variable
y
realista
para
evitar
as
caricaturas.
:
De
cuanto
he
dicho
se
sigue
que
mi
enfoque
en
el
análisis
de
fala-
cias
es
esencialmente
lógico.
Con
el
enfoque
lógico,
si
se
quiere
dar
cuenta
del
contexto
de
uso
de
los
argumentos,
es
imprescindible
que
140
Seguinos
en
IG:
(Qapuntes.uba21
se
remita
a
una
audiencia
universal'®.
La
relativización
a
auc
iencias
específicas
distrae
del
objetivo
fundamental
que,
por
consiste
1cia
in-
terna,
no
puede
ser
a
la
vez
retórico
y
lógico,
pace
Groarke
y
Tindale
(2004),
y
que
realmente
dificulta
el
aprendizaje:
el
estudiant
:
se
en-
cuentra
con
demasiadas
relativizaciones
que
le
hacen
dudar
de
sus
aciertos.
Asi,
bautizar con
“argumento
pro
bomine'
a
los
argu
nentos
que
se
apoyan
en
la
condición,
carácter
o
circunstancias
de
q
iien
ar-
gumenta
para
concluir
que
según
sea
esa
condición,
carácter
o
cir-
cunstancias
la
conclusión
se
sigue
o
no,
resulta
pedagógicam
:nte
in-
sensato,
El
tal
pro
homine”
no
es
más
que
una
falacia
ad
vere
undiam
vestida
con
piel
de
cordero.
Puede
que
sea
una
buena
estrate;
ia
retó-
rica,
pero
nunca
será
un
buen
argumento
lógico
descartar
o
aceptar
una
proposición
por
el
hecho
de
que
la
defiendan
unos
u
otros,
sean
cuales
sean
sus
ideologías.
Es
ese
limbo
desde
el
que
están
esc
ritos
li-
bros
como
el
de
Groarke
y
Tindale
(2004),
a
veces
en
la
ret
rica,
a
veces
en
la
lógica,
lo
que
resulta
altamente
insatisfactorio
para
el
rigor
de
la
disciplina
de
la
lógica
informal
y
del
fomento
del
pensa
miento
crítico.
4.3.
TAXONOMÍAS
DE
FALACIAS
Los
nombres
y
tipos
de
las
falacias
tradicionales
se
han
fiirmado
como
las
ciudades,
creciendo
irregularmente
alrededor
de
un
núcleo
(el
aristotélico),
según
contingencias
ideológicas
(sobre
todo
l1s
de
la
teología
medieval
cristiana),
sociales
y
caprichos
varios,
auncjue
res-
pondiendo
habitualmente
al
criterio
de
mayor
frecuencia.
]
or
esta
última
razón,
localizar
una
falacia
y
constatar
que
recibe
un
1
:ombre
estandar
produce
cierto
solaz
intelectual:
parece
indicar
que
s*
posee
un
olfato
lógico
acertado.
_
Buena
parte
de
las
clasificaciones
o
taxonomías
recogen
/alacias
simples,
es
decir,
falacias
que
no
son
combinaciones
de
varios
errores
de
argumentación,
como»es
el
caso
de
las
falacias
miéltiples,
N>
todos
los
especialistas
aceptan
como
falacias
todas
las
legadas
por
a
tradi-
ción.
El
cuadro
que
sigue
muestra
algunas
de
las
más
cuestio
1adas
y
los
autores
que
intentan
justificar
su
exclusión:
123
Perelman
y
Olbrechts-Tyteca,
1958.
Material
oficial
UBA
XXI
141
65
FALACIAS
TRADICIONALES
CUESTIONADAS
POR
DISTINTOS.ESPECIALISTAS
Gerber,
1974
Broyles,
1975
u
quoque
composición/división
Barker,
1976
petitio
principu
Toulmin,
Rieke
y
Janik,
|
Govier,
1982
1979;
Ulrich,
1985
.
Copi,
1986
Falacia
por
pendiente
Falacia
por
anfibologia
ad
baculum
resbaladiza
No
obstante,
hay
acuerdo
unánime
en
que
de
una
taxonomía
de
falacias
no
debe
faltar
un
grupo
básico,
como
el
que
constituyen
las
fala-
cias
ad
populum,
ad
hominem,
ad
verecundiam,
por
inducción
precipita-
da,
de
la
correlación
coincidente
y
por
falso
dilema,
además
de
las
falacias
de
la
lógica
deductiva.
.
Aun
así,
el
espeso
bosque
de
las
distintas
clasificaciones
de
falacias
sigue
y
seguirá
sin
un
jardinero
oficial
que
ordene
su
salvaje
variedad:
una
taxonomía
domesticada
para
las
falacias
informales
sería
proba-
blemente
un
artificio
poco
interesante.
Desde
la
taxonomía
aristotéli-
ca,
que
dividía
trece
tipos
de
falacias
en
dos
grandes
grupos:
lingilísticas
(en
la
clasificación
medieval,
ad
dictionem)
y
no
lingiísticas
(extra
dic-
ttonem),
se
han
sucedido
hasta
nuestros
días
muchos
otros
intentos
de
clasificación,
unos
lógicamente
objetables
(por
faltar
a
las
condiciones
de
no-solapamiento,
inclusión
inapropiada
o
falta
de
exhaustividad)
y
otros
plausibles,
pero
incompatibles
entre
si,
de
forma
que
no
existe
una
taxonomía
ortodoxa
aceptada
por
la
comunidad
internacional
experta
en
lógica
informal.
El
cuadro
que
sigue
pretende
tan
sólo
dar
una
idea
aproximada
de
esa
variedad
de
taxonomías.
Merece
la
pena
hacer
unos
cuantos
comentarios
acerca
de
algunas
de
estas
taxonomías,
aunque
me
limitaré
tan
sólo
a
las
clasificaciones
que
gozan
de
más
rigor
y/o
vigencia.
La
distinción
entre
falacias
formales
y
materiales
parece
tener
su
ori-
gen
en
Whately
(1901),
quien
consideraba
materiales
aquellas
falacias
en
las
que
la
conclusión
se
sigue
de
las
premisas
(eso
vale
para
la
¿gno-
ratio
elenchi
y
la
petitio
principit)
y
formales
el
resto,
de
cuyas
premisas
-
NO
se
sigue
la
conclusión.
Se
trata de
una
clasificación
muy
objetable,
dado
que
muchos
argumentos
inductivos
razonables
satisfacen
su
de-
finición
de
falacia
formal.
]
En
otros
casos
la
distinción
material/formal
se
hace
identificando
las
falacias
materiales
con
las
falacias
de
la
presuposición.
No
hay
que
confundir
esta
distinción
con
la
correspondiente
a
falacias
forzzalzs/
informales,
que
se
halla
en
Baggini
y
Fosl
(2003),
para
quienes
las
fala-
cias
informales
se
deben
a
un
error
en
el
contenido
del
argumento,
Seguinos
en
IG:
(Qapuntes.uba21
142
ALGUNAS
TAXONOMÍAS
DE
FALACIAsU?
Aristóteles,
Johnson
y
Blair,
|
Bacon,
1620
Camey
y
Sheer,
Whately,
1901,
Pedro
Hispano,
|
1977
1964,
Baggini
y
Fosl,
Alberto
de
idola
tribus
2003,
Sajonia
falacias
que
idola
specus
por
falta
de
violan
los
nterios
|
idolz
fori
relevancia,
datos
falacias
in
dictione
de
aceptabilidad,
|
idolz
theatri
insuficientes
y
informales
(por
extra
dictionem
suficiencia
y
ambigüedad
error
en
el
+
trece
subtipos
|
relevancia
contenido
.
del
argumento)
y
formales
(error
en
la
forma
o
estructura)
Curtis,
2001
Hamblin,
1970
Occam,
1323
Encydopedia
Mill,
1863,
:
Britannica,
1964,
formales
de
simple
informales
falacias
verbales,
|
inspección
+
21
subtipos
materiales
(a
priori,
de
relevancia
observación,
generalización,
racionalización,
confusión),
de
inferencia
Damer,
1995-
Lau,
2003
Bowel
y
Kemp,
Toulmin,
Rieke
y
|
Pirie,
2006
2002
Janik,
1979
que
violan
el
inconsistencia
.
formales
verbales
enterio
de
presuposiciones
|
formales
presuposiciones
informales,
por
relevancia,-
inapropiadas
sustantivas
injustificadas
falta
de
aceptabilidad,
relevancia
relevancia
suficiencia
y
insuficiencia
(omisión,
réplica
eficaz
intrusión,
(con
diez
presuposicón)?
subtipos)
Engel,
1986
Richardson,
2005
|
Thompson,
2005
Copi,
1972
P.
Suber
ambigiledad
materiales
deductivas
formales
(tantas
como
presuposición
irelevancia
inductivas
informales
(de
nombres
de
wrelevancia
verbales
retroductivas
atinencia,
dc
falacias)
de
escritura
ambigüedad)
cientifica
Enciclopedia
Fogelin,
Sinnott-
|
Holther
y
Feamside,
Británica,
1997
Armstrong,
2005
|
1959
materiales,
falacias
de
materiales
verbales,
claridad,
de
sicológicas
formales
relevancia
y
de
ógicas
vacuidad
139
Pirie,
2006.
Jenicek,
2009,
23,
comete
una
torpeza
al
atribuirle
erróneamente
a
Pirie,
2006,
una
clasificación
con
solapamientos
en
un
libro
por
lo
demás
innovador
en
su
aplicación
de
la
lógica
informal
a
casos
biomédicos,
pero
que
adolece
de
una
redac-
ción
precipitada
y
poco
rigurosa
conceptualmente.
'
Material
oficial
UBA
XXI
143
66
mientras
que
las
falacias
formales
comportan
un
error
en
su
forma
o
estructur
1.
En
esta
clasificación,
formal
se
entiende
en
el
segundo
sen-
tido
de
E
arth
y
Krabbe
(1982),
sentido
que
no
permite
dar
cuenta
de
que
las
E
lacias
informales
son
estructurales,
y
que,
por
tanto,
tampo-
co
deper
den
de
cualquier
tipo
de
contenidos.
Cabe
destacar
que
a
veces,
de
un
especialista
a
otro,
el
bosque
de
falacias
s
:
hace
sospechosamente
espeso.
Se
bautizan
presuntas
nue-
vas
falaci
15
que
guardan
una
relación
muy
estrecha
con
algunas
de
las
clásicas.
.
\si,
volviendo
a
Hackett
(1970),
lo
que
este
historiador
califi-
ca
como
a
falacia
del
hecho
aislado,
del
anacronismo,
del
túnel
bistórico,
la
falacia
tel
scópica
(consistente
en
reducir
un
proceso
extenso
como
una
revolucic
n
a
una
transformación
momentánea),
la
falacia
interminable
(acortar
t
na
historia
larga
o
alargar
una
corta,
como
el
surgimiento
de
la
clase
n
edia)
o
la
falacia
de
los
arquetipos
(conceptualizar
el
cambio
en
términos
de
reactivación
de
arquetipos
primordiales
extratemporales,
como
el
-
aso
de
Toynbee
y
sus
«civilizaciones»)
no
deberían
contar
en
el
listado
de
las
falacias
genéricas,
ya
que
o
bien
son
ejemplificaciones
de
las
fa
acias
clásicas,
o
bien
son
falacias
dependientes
del
campo
específic
de
la
historia.
Lo
mismo
ocurre
con
falacias
que
suelen
es-
tar
incor
»oradas
en
las
listas
de
falacias
clásicas,
especialmente
por
la
frecuenc
a
con que
se
incurre
en
ellas,
como
la
falacia
del
jugador,
que
pertenec:
al
campo
de
la
estadística.
Por
¢
lo
propongo
hacer
una
distinción
entre
/alacias
dependientes
de
tema
(
IT)
y
falacias
independientes
de
tema
(IT).
De
las
primeras
se
debería
:
cupar
cada
disciplina,
como
una
tarea
metadisciplinar
(de
pensami
nto
crítico
sobre
cada
especialidad)
que
comportaría
exami-
nar
las
f2
acias
más
habituales
en
ese
campo
y
otras
que
dependan
de
postulad
»s
disciplinarios,
fruto
de
la
inercia
en
cometer
errores
tipifi-
cados
pr
ipios
de
ciertos
estilos
de
razonamiento.
Así
como
Hackett
(1970)
ll«
a
cabo
una
gran
labor
al
detallar
algunas
de
las
principa-
les
falaci
:s
de
los
historiadores,
Ingle
(1972)
y
Jenicek
(2005,
2009)
lo
han
hecl
o
en
parte
con
las
propias
de
la
biología
y
la
medicina!31,
11
Un
mupo
de
investigadores
clinicos,
en
su
mayoría
epidemiólogos,
se
quejaron
en
el
siglo
:asado
de
la
falta
de
conocimientos
metodológicos
y
epidemiológicos
o
de
consulta
ac
ualizada
de
información
de
los
clinicos,
que
normalmente
buscaban
como
guía
médic
1
para
tomar
decisiones
clínicas
a
las
autondades
locales.
Sus
debates
dieron
lugar
a
lo
«
ve
se
conoce
como
‘medicina
basada
en
los
datos'
(euidence
based
medicine,
EBM).
En
1
Universidad
de
McMaster
un
grupo
de
investigadores
publicó
una
seric
de
artículos
er
el
Canadian
Medical
Association
Journal
sobre
habilidades
de
evaluación
criti-
ca
de
artíc
los
de
investigación
clínica
según
los
principios
de
la
epidemiología
clínica,
habilidade:
que
se
solapan
con
las
promovidas
por
la
corriente
del
pensamiento
crítico.
144
Seguinos
en
IG:
@apuntes.uba21
Bentham
(1824)
con
las
de
la
política,
Pope
(2003)
con
las
de
|
a
psico-
logia
y
Salpeter
(2005)
con
las
de
la
astronomia
y
la
medicina.
Contra
las
apariencias
y
lo
que
podría
esperarse
de
los
títulos
de
sus
.
scritos,
Normand
(1998)
o
Misham
(2002,
2009)
no
llevan
a
cabo
esa
area
en
economía!??,
ni
tampoco
Stelmach
y
Brozek
(2006)
en
argume
atación
jurídica!?,
Moreso
(2006),
y
Alchourrón
y
Bulyguin
(1987)
en
oría
del
razonamiento
juridico,
o
Miró
Quesada
(1956),
Atienza
(2001)
tampo-
co
detallan
las
correspondientes
falacias
jurídicas,
por
ejemp
o,
sino
que
señalan
lo
que
consideran
errores
sistemáticos
o
falsedad
2s
reite-
radas
en
esos
ámbitos.
Lo
mismo
ocurre
con
Rideau
(2003),
que
no
señala
falacias,
sino
tesis
falsas
o
perversas
razones
en
casos
d
:
poder
político.
Una
taxonomía
de
falacias
D7
en
filosofia
todavía
está
por
lle-
gar"^,
El
capítulo
noveno
de
este
libro
pretende
hacerlo
con
ilgunas
falacias
D7
y
ejemplificaciones
habituales
de
las
77
en
el
ámbi:o
de
la
bioética.
Además
de
la
distinción
entre
falacias
múltiples
y
simles,
fa-
lacias
/T
y
DT,
me
serviré
también
de
la
diferencia
entre
/alacias
formales
y
falacias
informales.
Entenderé
por
falacia
formal
v
a
argu-
mento
deductivamente
inválido
(es
decir,
inválido
exclusiv
imente
por
razones
de
forma,
lógica),
mientras
que
consideraré
falacias
informales
los
argumentos
no
razonables,
cuya
invalidez
se
debe
a
razones
de
forma,
y
no
de
forma,,
según
las
definiciones
d
idas
en
el
capítulo
1.
132
El
prometedor
título
del
artículo
de
Normand,
1998
(«Ten
popular
h
alth
eco-
nomic
fallacies»)
y
los
correspondientes
de
Mishan,
2002
y
2009,
no
hacen
h
»nor
a
su
contenido,
ya
que
en
su
desarrollo
se
detallan
errores
empíricos
comunes
ac
:rea
de
la
economía
de
la
salud
y
de
la
economía
en
general,
respectivamente,
no
err
.res
argu-
mentativos.
33
En
castellano
disponemos
de
estudios
de
análisis
de
la
argumentacién
en
:l
tereno
juridico.
Cfr.
Atienza,
2006,
Casanovas
y
Moreso,
1991.
Ninguno
de
ellos,
s
n
embar-
go,
ofrece
estudios
de
falacias
en
ese
campo.
134
Sobre
las
falacias
en
teología
el
libro
de
Geisler
y
Brooks,
2000,
no
ofre
:e
ningu-
na
aportación.
Estos
autores
evangelistas
escriben
un
texto
sobre
argumentac
5n
(basa-
do
exclusivamente
en
la
lógica
silogística
aristotélica
y
plagado
de
falacias
por
circulari-
dad
y
en
su
misma
definición
de
falacia,
que
confunden
con
el
mero
error).
E
1
él
expli-
can
distintos
tipos
de
falacias
para
un
público
de
esa
confesión
religiosa
y
qu
:
tiene
el
curioso
mérito
de
que
todas
las
ilustraciones
de
casos
pertenecen
al
campo
1
:ológico,
de
forma
que
el
libro
se
convierte
en
un
catecismo
encubierto,
una
instrumental
:ación
de
la
lógica
informal
que
no
puede
estar
más
en
contra
del
espíritu
que
animé
el
movi-
miento
del
pensamiento
crítico.
Así,
resulta
gracioso
encontrar
una
lista
de
:jercicios
sobre
sujeto
y
predicado
cuyos
ejemplos
son:
‘Bertrand
Russell
era
ateo”,
los
:ristianos
se
salvarán',
‘Dios
no
cambia",
y
así
a
lo
largo
de
todo
el
libro.
Material
oficial
UBA
XXI
145
67
Todas
las
falacias
son
lógicas,
en
la
medida
en
que
comportan
un
error
inferencial,
estructural.
La
clave
del
error
en
una
falacia
no
está
en
que
contenga
premisas
falsas,
sino
en
que,
tanto
si
lo
son
como
si
no,
comportan
una
inferencia
inadecuada:
aunque
fueran
verdaderas,
de
su
verdad
no
se
seguiría
razonablemente
la
de
la
conclusión.
Así
pues,
‘falacia
lógica”
es
una
mera
redundancia.
El
converso
de
falacia
(lógica)
sería
error
empírico,
que
se
debe
a
aceptar
una
o
más
proposicio-
nes
falsas.
.
Por
mi
parte,
seguiré
una
taxonomía
basada
en
la
violación
de
criterios
de
buena
argumentación
ya
explicados
en
el
capítulo
3,
en
linea
con
Damer
(1995)
y
Sinnott-Armstrong
y
Fogelin
(2005),
distin-
guiendo
entre
distintos
subtipos
de
falacias
en
función
del
nücleo
ló-
gico
en
el
que
resida
el
error
de
inferencia.
Como
ya
indiqué
en
la
Introducción,
empleo
la
noción
de
«subtipo»
o
«subfalacia»!?5
para
referirme
a
una
falacia
específica,
que
tiene
rasgos
de
la
genérica,
pero
que
también
ostenta
otros
que
la
hacen
merecedora
de
nombre
pro-
pio
(p.
ej.,
la
falacia
del
falso
dilema
es
la
genérica
respecto
de
la
falacia
específica
del
blanco-o-negro).
La
clasificación
que
presento
tiene
las
ventajas
siguientes:
1)
se
señalan
las
dependencias
lógicas
entre
fala-
cias
específicas
según
el
eje
conceptual
del
error,
lo
cual
facilita
tanto
su
ordenación
como
su
reconocimiento;
2)
se
clasifican
las
falacias
-
genéricas
según
la
falta
de
adecuación
a
los
criterios
de
buena
argu-
mentación,
con
lo
que
se
fomenta
la
orientación
a
favor
de
argumen-
tar
correctamente,
y
3)
no
se
cae
en
el
psicologismo
de
algunas
supues-
tas
falacias
que
describe,
que
son
realmente
nombres
de
sesgos
cog-
noscitivos
(como
la
de
“creencia
desiderativa’).
-
Por
otra
parte,
se
trata
de
una
taxonomía
de
falacias
/T
de
modo
que
sólo
ocasionalmente
me
referiré
a
algunas
específicas
de
ciertas
disciplinas.
Aunque
algunas
de
las
falacias
que
describo
son
múlti-
ples
(como
la
del
«ningún
verdadero
escocés»),
en
su
mayoría
son
simples.
'
Algunas
falacias
presentes
en
otras
clasificaciones
no
están
inclui-
das
en
la
taxonomia
que
presento
y
eso
es
algo
que
merece
una
expli-
cación.
Me
refiero,
por
ejemplo,
a
la
falacia
n97-seguitur,
que
se
produ-
ce
cuando
de
las
premisas
no
se
sigue
la
conclusión.
Su
exclusión
se
-
debe
a
su
excesiva
generalidad:
cubre
los
casos
de
argumentos
inváli-
dos
y
no-razonables
en
general,
es
decir,
corresponde
a
la
definición
misma
de
“falacia”.
135
Curtis,
2001.
Segui
:
.
146
eguinos
en
IG:
(Qapuntes.uba21
FALACIAS
LOGICAS
FALACIAS
FORMALES
FALACIAS
INFORMALES
del
condicional
contra
el
criterio
de
claridad
ambigüedad
equivocidad
anfibología
vaguedad
sobre alcance
de
cuantificador
y
falacias
modales
obscurum
per
obscuris
de
la
disyunción
contra
el
criterio
de
relevancia
por
omisión
del
testaferro
blanco-o-negro
falso
dilema
perfeccionista
sesgo
confirmacional
datos
anecdóticos
ad
logicam
silogfsticas
por
intrusión
pistas
falsas
*
genética:
etimológica,
origen/justificación
*
ad
bominem:
circunstancial,
abusiva,
envenenando
el
pozo,
/u
quoque,
culpable
asociativa
*
ad
consequentiam:
ad
baculum,
ad
metum
del
hombre
enmascarado
(sustituibilidad
de
términos
correferenciales)
por
vacuidad
*
falacia
de
la
pregunta
compleja
*
falacia
por
inconsistencia
,
*
falada
por
drculo
vicioso
o
petitio
prznapit,
ad
laptdem,
lenguaje
emotivo,
definición
persuasiva,
ad
nauseam
*
naturalista,
ad
naturam
criterio
de
suficiencia
*
falacias
causales
(pendiente
resbaladiza,
correlación
coincidente,
efecto
conjunto,
causa
genuina
insignificante,
dirección
equivocada,
a
priori/a
posterion,
caasa
compleja,
condición
necesaria/suficiente)
*
falacias
de
la
inducción
(precipitada,
-
tokenism,
perezosa,
exclusión,
falsa
analogia
a
priori,
hipotética)
*
falacias
estadísticas
(por
accidente
o
dicto
simpliciter,
por
accidente
inverso)
*
falacia
ad
ignorantiam
Material
oficial
UBA
XXI
147
68
Seguinos
en
IG:
Qapuntes.uba21
Bordes, M. (2011). Las trampas de Circe. Falacias lógicas y argumentación informal.pdf
browser_emoji Estamos procesando este archivo...
browser_emoji Lamentablemente la previsualización de este archivo no está disponible. De todas maneras puedes descargarlo y ver si te es útil.
Descargar
. . . . .