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Ahora bien, el auditorio no es la persona que el orador interpela por su nombre
sino aquellos en quienes el orador pretende influir con su argumentación
(Perelman y Olbrechts-tyteca, 1994, 55) y puede ir desde el orador mismo, cuando
este pretende, a partir de una meditación intima, persuadirse en relación con una
decisión, hasta el auditorio universal. En ocasiones el auditorio no concuerda con
la persona a la que se interpela, como en el caso del parlamentario que se dirige
al presidente de la corporación cuando en realidad esta argumentado para sus
colegas o el público asistente (Perelman, 1997, 34-35).
El conocimiento del auditorio es una condición básica para la eficacia de la
argumentación (Perelman, 1993, 141), y si bien el auditorio es una construcción
del orador, esta se encuentra determinada por los objetivos perseguidos y las
características del grupo de individuos a quien va dirigida, de allí que éste deba
tener en cuenta, al momento de argumentar, el aspecto psicológico y sociológico
para adaptarse a él. Perelman cita a Aristóteles y Cicerón y recuerda que este
último sugería hablar de manera diferente al vulgar que al culto (Perelman y
Olbrechts-tyteca, 1994, 56-57).
La existencia de una variedad de auditorios conduce a la cuestión de la
objetividad, de si es posible una técnica argumentativa valida para argumentar en
todos ellos, de manera que se puedan trascender las particularidades históricas
mas allá del tiempo y el espacio, discusión esta que renueva el antiguo debate
entre filósofos y retóricos (Perelman y Olbrechts-tyteca, 1994, 65), entre Platón y
los sofistas y permite a Perelman introducir la distinción entre las nociones de
persuadir y convencer.
Quien busca el resultado, la acción, privilegia la persuasión, no así quien se
interesa por la adhesión racional, éste prioriza la convicción sobre la persuasión,
tanto en los medios como a la facultad a la que se orienta: la razón (Monsalve,
1992, 62). Perelman, sin embargo no admite esta distinción y plantea, que la
argumentación persuasiva es la que sirve y es usada cuando se esta ante un
auditorio particular, mientras que la denominada convincente, busca la adhesión
de una auditorio universal (Perelman y Olbrechts-tyteca, 1994, 67). No obstante,
reconoce que esta persuasión al ser imprecisa, debido a la imposibilidad de