nuestro cuerpo como a pensamientos estresantes sobre tareas que
debemos llevar a cabo o a la presencia física de un tigre ante
nosotros, las funciones de este sistema controladas
automáticamente nos permiten sobrevivir. Estos mecanismos están
regulados por una rama del sistema nervioso autónomo llamada
rama simpática (o sistema nervioso simpático, para simplificar). El
sistema nervioso simpático aumenta la frecuencia cardíaca,
aumenta la frecuencia respiratoria, reduce la profundidad
respiratoria, envía flujo sanguíneo hacia los músculos en los brazos
y las piernas desviándolo del hígado y el tracto digestivo y dilata las
pupilas de nuestros ojos. Al hacerlo, este sistema nos permite luchar
contra los estresores o «huir» y alejarnos de los estresores que se
presentan. Cuando el sistema nervioso simpático está activo,
decimos que está en estado de «lucha-o-huida».
Por el contrario, en el sistema nervioso autónomo hay otra rama
que nos permite relajarnos y recuperarnos de la tensión y las tareas
cotidianas. Nos permite permanecer en calma, reduce nuestra
frecuencia cardíaca, reduce nuestra frecuencia respiratoria para que
respiremos de forma más profunda y plena y desvía el flujo
sanguíneo de nuestras extremidades para dirigirlo hacia los órganos
internos, permitiendo que nuestro cuerpo se recupere, permanezca
en calma e incluso procree. Esta rama del sistema nervioso
autónomo se denomina rama parasimpática (o sistema nervioso
parasimpático, para simplificar). Cuando el sistema nervioso
parasimpático se activa, decimos que está en estado de «reposo-y-
digestión».
La gran mayoría de los controles del sistema nervioso
parasimpático dependen de un par de nervios específico: el nervio
vago, que constituye el objeto de estudio de este libro. Es el único
nervio que se origina en el tronco encefálico y recorre todo el
cuerpo. El nervio vago (en rigor los nervios vagos, puesto que son
dos estructuras emparejadas, cada una presente en cada lado del
cuerpo) es responsable de regular el control del corazón, los
pulmones, los músculos del cuello y las vías respiratorias, el hígado,
el estómago, el páncreas, la vesícula biliar, el bazo, los riñones, el
intestino delgado y parte del intestino grueso. El funcionamiento del