despojarse de sus antiguos valores, a una individualización: distanciamiento de la dimensión comunitaria y desarrollo
de una dimensión societal en la que los vínculos entre los sujetos son más flojos.
Junto al descubrimiento de sí mismo como individuo, el hombre descubre su rostro, signo de su singularidad y de su
cuerpo, objeto de una posesión. El nacimiento del individualismo occidental coincidió con la promoción del rostro.
En el pasado, estaba mezclado a un gran río, nunca estaba separado, con una vida propia; pero me miré a un espejo
y decidí ser libre. Tenía un cuerpo y durante determinada cantidad de años debía alimentar y vestir ese cuerpo. Si la
existencia se reduce a poseer un cuerpo, como si fuese un atributo, entonces, en efecto, la muerte carece de
sentido: no es más que la desaparición de una posesión.
Polisemia del cuerpo
Las imágenes que intentan reducir culturalmente el misterio del cuerpo se suceden de una sociedad a otra.
En las sociedades tradicionales, de composición holística, comunitaria, en las que el individuo es indistinguible. el
cuerpo no es objeto de una escisión y el hombre se confunde con el cosmos, la naturaleza, la comunidad.
El cuerpo como elemento aislable del hombre sólo puede pensarse en las estructuras sociales de tipo individualista
en las que los hombres están separados unos de otros, son relativamente autónomos en sus iniciativas y en sus
valores. El cuerpo es factor de individuación. El vocabulario anatómico estrictamente independiente de cualquier
otra referencia marca también la ruptura de la solidaridad con el cosmos. En las sociedades de tipo comunitario el
cuerpo no existe como un elemento de individuación ya que el individuo no se distingue del grupo.
El aislamiento del cuerpo en las sociedades occidentales nos habla de una trama social en la que el hombre está
separado del cosmos, de los otros y de sí mismo. El cuerpo, factor de individuación en el plano social, está disociado
del sujeto y es percibido como uno de sus atributos. Las sociedades occidentales hicieron del cuerpo una posesión
más que una cepa de identidad.
El cuerpo de la modernidad marca la frontera entre un individuo y otro, el repliegue del sujeto sobre sí mismo. La
especificidad del vocabulario anatómico y fisiológico que no tiene ninguna referencia muestra también la ruptura
ontológica entre el cosmos y el cuerpo humano.
La palabra cuerpo puede existir en muchas sociedades africanas, pero su sentido difiere de un lugar a otro. La
estructura holística de estas sociedades en las que el hombre no es un individuo (es decir indivisible y distinto) sino
un nudo de relaciones. El hombre africano tradicional está sumergido en el cosmos, en la comunidad, participa del
linaje de sus antepasados.
En las sociedades occidentales de tipo individualista el cuerpo funciona como interruptor de la energía social; en las
sociedades tradicionales es, por el contrario, el que empalma la energía comunitaria. Por medio del cuerpo, el ser
humano está en comunicación con los diferentes campos simbólicos que le otorgan sentido a la existencia colectiva.
Pero el “cuerpo” no es la persona, pues otros principios participan de su fundación.
Hay una infinidad de percepciones del “cuerpo”. La definición del cuerpo es hueca si se la compara con la de la
persona. “cuerpo” sólo existe cuando el hombre lo construye culturalmente. La mirada sobre la persona de las
sociedades humanas marca sus contornos, el cuerpo sólo cobra sentido con la mirada cultural del hombre.
La comprensión de las relaciones entre el cuerpo y la modernidad impone una genealogía. Con el correr del tiempo,
se instala una concepción paradójica del cuerpo. Por una parte, el cuerpo como soporte del individuo, frontera de su
relación con el mundo y, en otro nivel, el cuerpo disociado del hombre al que le confiere su presencia a través del
modelo privilegiado de la máquina.
Capítulo 2 EN LAS FUENTES DE UNA REPRESENTACION MODERNA DEL CUERPO: EL HOMBRE ANATOMIZADO
El cuerpo popular