EDWARD PALMER THOMPSON (1924-1993):
COSTUMBRES EN COMÚN, 1991
TIEMPO, DISCIPLINA DE TRABAJO Y CAPITALISMO INDUSTRIAL
I
El tiempo sideral, presente desde que empezara la literatura, se ha trasladado, en un solo movimiento, de los
cielos al hogar.
El cambio se debió a la difusión de los relojes en el siglo XIV, el reloj sube al escenario de la organización y el
cambio se produce con toda certeza. Con el avanzar del siglo XVII la imagen del mecanismo de relojería se extien-
de.
Problemática: ¿Hasta qué punto y en qué formas afectó este cambio en el sentido del tiempo a la disciplina de
trabajo, y hasta qué punto influyó en la percepción interior del tiempo de la gente trabajadora? Si la transición a la
sociedad industrial madura supuso una severa reestructuración de los hábitos de trabajo ¿hasta qué punto está
todo esto en relación con los cambios en la representación interna del tiempo?
II
Entre pueblos primitivos la medida del tiempo está generalmente relacionada con los procesos habituales del
ciclo de trabajo o tareas domésticas.
Una indiferencia tal ante las horas del reloj sólo se podía dar en una comunidad de pequeños agricultores y pes-
cadores con una estructura mínima de comercialización.
Se pueden observar ritmos de trabajo “naturales”: la organización del tiempo social en el puerto se ajusta a los
ritmos del mar; hay que ocuparse de las ovejas mientras crían y guardarla de los depredadores. La orientación del
tiempo que surge de estos contextos ha sido descrita como “orientación al quehacer”.
Se puede proponer tres puntos sobre la orientación al quehacer.
1) En cierto sentido es más comprensible humanamente que el trabajo regulado por horas.
2) Una comunidad donde es normal la orientación al quehacer parece mostrar una demarcación menor entre
“trabajo” y “vida”.
3) Al hombre acostumbrado al trabajo regulado por reloj, esta actitud le parece antieconómica y carente de
apremio.
Pero la cuestión de la orientación al quehacer se hace mucho más compleja en el caso de que el trabajo sea
contratado. Se señala el cambio de orientación al quehacer a trabajo regulado. No es el quehacer el que domina
sino el valor del tiempo al ser reducido a dinero. El tiempo se convierte en moneda: no pasa sino que se gasta.
III
No está claro hasta qué punto estaba extendida la posibilidad de disponer de relojes precisos en la época de la
Revolución Industrial. Desde el siglo XVI se erigieron relojes en iglesias y lugares públicos. El reloj de bolsillo era
de precisión dudosa hasta que se hicieron ciertos progresos.
El registro del tiempo pertenecía a mediados de siglo todavía a la gente acomodada, patronos, agricultores y co-
merciantes; y es posible que la complejidad de los diseños y la preferencia por los metales preciosos, fueran for-
mas intencionadas de acentuar el simbolismo de status.
Hacia 1790: se está produciendo una difusión general de los relojes en el momento exacto en que la Revolución
industrial exigía una mayor sincronización del trabajo. Además, el reloj era el banco del pobre, una inversión de
sus ahorros; en épocas malas podía venderse o empeñarse.
IV
La atención que se presenta al tiempo en la labor depende en gran medida de la necesidad de sincronización del
trabajo.
V
La tensión de esta transición recae sobre la totalidad de la cultura: la resistencia al cambio y el asentimiento al
mismo surge de la cultura entera.
Los ritmos irregulares de trabajo descritos en la sección anterior nos ayudan a entender la severidad de las doc-
trinas mercantilistas por lo que respecta a la necesidad de mantener bajos los salarios como prevención contra la
inactividad.
Entramos aquí, ya en 1700, en el conocido panorama del capitalismo industrial disciplinado, con las hojas de
hora, el vigilante del tiempo, los informadores y las multas.
Se disponía de otra institución no industrial que podía emplearse ara inculcar la “economía del tiempo”: la escue-
la. Se consideraba la educación como un entrenamiento en el “hábito de la industriosidad”; cuando el niño llega-
ra a los seis o siete años debía estar “acostumbrado” (para no decir naturalizado) al Trabajo y la Fatiga. Las ex-
hortaciones a la puntualidad y regularidad están inscritas en los reglamentos de todas las escuelas primarias.
La embestida, desde tan varias direcciones, a los antiguos hábitos de trabajo de las gentes no quedó, sin oposi-
ción. En la primera etapa, encontramos simple resistencia. Pero en la siguiente, mientras se impone la nueva
disciplina de tiempo, los trabajadores empiezan a luchar, no contra las horas sino sobre ellas. Hacia finales del
siglo XVIII existen algunos indicios de que algunos de los oficios más favorecidos habían conseguido algo parecido
a la jornada de diez horas.
Al principio algunos de los peores patronos intentaron expropiar a los trabajadores de todo conocimiento del
tiempo. A menudo, se adelantaban los relojes de las fábricas por la mañana y se atrasaban por la tarde; y en
lugar de ser instrumentos para medir el tiempo, se utilizaban para el engaño y la opresión.
Los patronos enseñaron a la primera generación de obreros industriales la importancia del tiempo; la segunda
generación formó comités de jornada corta en el movimiento por las diez horas; la tercera hizo huelgas para con-
seguir hora extra y jornada y media. Habían aceptado las categorías de sus patronos y aprendido a luchar con
ellas. Habían aprendido la lección de que el tiempo es oro demasiado bien.
VI
Hemos visto algo sobre las presiones externas que imponía la disciplina pero ¿Qué hay sobre la interiorización de
la misma? ¿Hasta qué punto era impuesta y hasta qué punto asumida?
No se puede pretender que hubiera nada radicalmente nuevo en predicar la industriosidad o en la crítica moral
de la ociosidad. Pero hay quizás una insistencia nueva, un acento más firme, cuando los moralistas que habían
aceptado esta nueva disciplina para sí la prescriben para la gente que trabajaba.
El tiempo es visto como moneda. “Que tus horas de sueño sean sólo tantas como exige tu salud”. Se desprecia a
la pereza y se incita al máximo aprovechamiento del tiempo. Consiguen introducir la imagen del tiempo como
moneda en el mercado del trabajo.
VII
Los nuevos hábitos de trabajo se formaron, y la nueva disciplina de tiempo se impuso, de todos estos modos: la
división del trabajo, la vigilancia del mismo, multas, campanas y relojes, estímulos en metálico. En algunos casos
tardó muchas generaciones y se puede poner en duda ñeque medida se consiguió plenamente: los ritmos irregu-
lares de trabajo se perpetuaron (e incluso institucionalizaron) hasta el presente siglo.
A lo largo del siglo XIX se continuó dirigiendo a los obreros la propaganda de la economía del tiempo, degradán-
dose la retórica, deteriorándose cada vez más los apóstrofes a la eternidad.
Las clases ociosas comenzaron a descubrir el problema del ocio de las masas. En una sociedad capitalista
madura hay que consumir, comercializar, utilizar todo el tiempo; es insultante que la mano de obra simplemente
“pase el rato”. Podemos sostener que la extensión de este sentido a la gente obrera durante la Revolución indus-
trial puede ayudarnos a explicar el énfasis obsesivo en la muerte de sermones y tratados que eran consumidos
por la clase trabajadora. Durante la Revolución los incentivos salariales fueron claramente efectivos.
Puede creerse que el problema consiste en adaptar los ritmos estacionales rurales, con sus festejos y fiestas
religiosas, a las necesidades de la producción industrial. O se puede considerar que consiste en conservar la
mano de obra al precio de perpetuar métodos ineficaces de producción.
Las sociedades industriales maduras de todo tipo se distinguen porque administran el tiempo y por una clara
división entre “trabajo” y “vida”.
Lo que hay que decir no es que una forma de vida es mejor que otra, sino que es parte de un problema mucho
más profundo; que el testimonio histórico no es sencillamente cambio tecnológico neutral e inevitable, sino tam-
bién explotación y resistencia a la explotación; y que los valores son susceptibles de ser perdidos y encontrados.
XVIII
Es un problema por el que tienen que pasar, y superar, los pueblos del mundo en vías de desarrollo. En cierto
sentido, también, en el ámbito de los países industriales avanzados, ha dejado de ser un problema situado en el
pasado. Porque hemos llegado a un punto en que los sociólogos están disertando sobre el problema” del ocio. Y
parte del problema es cómo llegó a convertirse en tal. El puritanismo, en su matrimonio de conveniencia con el
capitalismo industrial, fue el agente que convirtió a los hombres a la nueva valoración del tiempo, que saturó las
cabezas de los hombres con la ecuación el tiempo es oro.
Si van a aumentar nuestras horas de ocio, en un futuro automatizado, el problema no consiste en cómo podrán
los hombres consumir todas estas unidades adicionales de tiempo libre, sino qué capacidad para la experiencia
tendrán estos hombres con este tiempo no normatizado para vivir. Si conservamos una valoración puritana del
tiempo, una valoración de mercancía, entonces se convierte en cuestión de cómo hacer ese tiempo útil, o como
explotarlo para las industrias del ocio.
Los hombres tendrán que aprender cómo llenar los intersticios de sus días con relaciones personales y sociales
más ricas, más tranquilas; cómo romper otra vez las barreras entre trabajo y vida. El pasar el tiempo sin finalidad
sería un tipo de comportamiento visto con aprobación por nuestra cultura. No existe el desarrollo económico si no
es, al mismo tiempo, desarrollo o cambio cultural; y el desarrollo de la conciencia social, como el del pensamiento
del poeta, no puede, en última instancia, seguir un plan determinado.
TEÓRICO 02/11
-¿Cómo puede ser que se haya organizador el capitalismo industrial de una forma tan rápida, tan sistemática y
tan disciplinada que es posible analizar y verificar, por lo menos, en las sociedades ya industrializadas?
Una faceta indispensable para esta cuestión es el tiempo.
Thompson está convencido que no hay una sola causa, sino varios hechos concurrentes. Hay dos tendencias que
explican el desarrollo industrial:
- Max Weber
Expone el factor ético, la ética del trabajo. Asociado con la abnegación, el esfuerzo, el disciplinamiento, el or-
den. Esta ética no explicaría el surgimiento del individualismo.
La razón fundante de la sociedad industrial ética protestante que dio XXX y dinamismo.
- Karl Marx
El proceso de acumulación monetaria de capital, basado en tres pilares: técnica, XXX, la explotación de la natu-
raleza y del hombre. No? Son suficientes para explicar el industrialismo del siglo XIX.
Thompson une ambas propuestas, convencido de que por solas son insuficientes, pero juntas se complemen-
tan.
- El capitalismo se caracteriza por el control del tiempo.
Problema: ¿cómo hacer para que personas educadas en una concepción del tiempo adoptaran, rápidamente, las
creencias, actitudes y costumbres que exige el trabajo industrial?
- Desarrollo industrial base del orden que propone el protestantismo.
Base protestante + capitalismo industrial = nueva concepción del tiempo.
Tiempo identitario (reloj): coordinación de una misma concepción del tiempo nos transforma y fuerza a adap-
tarnos.
- ¿Cómo aprendió la clase obrera una rutina alienadora?
Está representado por horas o por cantidades evidentes. El trabajador sólo se preocupa por satisfacer una canti-
dad determinada.
- El hombre acostumbrado al trabajo regulado por reloj siente que el trabajo organizado sobre la base de la nece-
sidad, es asistemático, ergo antieconómico.
- no hay forma de vivir en sociedad que pueda escapar a una temporalidad rígida.
- No importa tanto el tiempo cronométrico, como la temporalidad imaginaria.
- significación mítica > incontestable, NO falsa
- Tiempo imaginario: significación global que una sociedad confiere a su temporalidad. Es el discurso que se pro-
pone lo que está por venir. ¿Efectos prácticos en la sociedad? La temporalidad fije un sentido de pertenencia. El
sujeto se siente adherido a una experiencia colectiva que la trasciende.
Tiempo identitario: se explicita en unidades de tiempo, establecidas perfectamente (por ejemplo, con la naturale-
za) Hace referencia a una medida cuantitativa, a una segmentación temporal.
Entrelazamiento del tiempo identitario y del imaginario.
¿De qué manera la sociedad impone al resto de las clases sociales una nueva temporalidad o disciplina?
¿Cómo era la sociedad que hubo que disciplinar? Una sociedad conservadora, tradicional. Habitan un universo
simbólico de estructura circular, el cual establece una periódica regulación de la temporalidad.
El tiempo identitario en las sociedades tradicionales se corresponde con el ritmo de la naturaleza. Es muy inflexi-
ble.
LO QUE DIJO EL PELA:
Mecanismos que se utilizaban para imponer la disciplina a través del tiempo.
Hubo transformaciones históricas y culturales como el avance del capitalismo, industrialismo y modernización.
Las características de la sociedad moderna tenían que avanzar de una forma lineal.
Thompson discute con los que planteaban que la modernización fue inevitable por el avance lineal capitalista.
Para Thompson los enfoques de modernización como avance lineal dejan de lado que los procesos dominantes
no se generan con una lógica lineal sino por una compleja trama de conflictos y de reacomodamientos.
Muestra la relación entre tiempo y disciplina de trabajo cuando el capitalismo industrial se va imponiendo sobre
las clases trabajadoras.
Hasta qué punto influyó la percepción del tiempo en los trabajadores: Cambian las costumbres, hay resistencia de
las clases subordinadas. Porque a las realidades sociales no las hacen sólo las clases dominantes sino que sur-
gen del conflicto y la tensión entre sectores trabajadores y clases dominantes.
Se trataba de imponer la percepción del tiempo que requería la industria (tiempo de reloj), de regirse por una
medida abstracta de tiempo, lo cual era una novedad absoluta.
Se llevaron a cabo entonces, desarrollos técnicos de distintos tipos de relojes,etc. La motivación de esto era el
desarrollo de la industria moderna.
Esta imposición no es una cuestión neutral sino que implica una relación de poder, de dominio. No hay que natu-
ralizar eso, no hay que pensar que la tecnología es algo neutro o positiva en sí misma para el progreso.
No son racionales los que quieren imponer la tecnología e irracionales las clases populares que la rechazan: la
tecnología no es neutral y afecta a las culturas de las clases subordinadas en un sentido muy personal e íntimo.
Se van racionalizando muchas áreas de la vida. Se mete a las clases trabajadores en los ritmos que requerían los
industriales, en un ritmo contabilizado, en horas y minutos.
Por qué la industria requiere tanto del reloj: Porque es una industria capitalista y requiere del reloj para tener más
capital. Esto implica que la industria tiene que administrar cada vez más el tiempo.
Inculcar la noción del tiempo a las clases trabajadoras implicó un proceso cultural de gran alcance. En todos los
ámbitos de la cultura se utilizan las nociones de tiempo. El enemigo de la ética burguesa es el pobre que no quie-
re trabajar (el pobre indolente). Éste aparece en relación con la ética burguesa que trata de imponer una manera
etnocéntrica sus valores sobre el resto de las clases y se ponen en el rol de tutores. Se imponen a sí mismos la
necesidad de sancionar moralmente a los otros. El ocio aparece como el centro de todos los vicios. Las clases
subordinadas aceptan la subordinación pero también la resisten. La hegemonía implica imposición pero también
aceptación.
6) Thompson - Tiempo,.doc
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