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Periodización de la psicología en Argentina
Periodización de la psicología en Argentina
Hugo Klappenbach
CONICET - Universidad Nacional de San Luis
Revista de Historia de la Psicología, vol. 27, núm. 1, 2006 109-164
Resumen
El trabajo intenta por primera vez una periodización del desarrollo completo de la psicología
en Argentina. En primer lugar, se analiza el período de la psicología clínica, experimental y
social, entre 1895 y 1916.En segundo lugar, el período de la psicología fi losófi ca, desde 1916
hasta 1941. En tercer lugar, el período de la denominada psicotecnia y orientación profesional,
entre 1941y 1962. Posteriormente, el período centrado en el debate sobre el rol profesional
del psicólogo. El último período, iniciado en 1984, ha conducido a un importante desarrollo
de la psicología en todo el país.
Palabras clave: periodización, psicología, Argentina.
Abstract
This paper is the rst attempt to periodize the whole development of psychology in Argen-
tina. First of all, it analyzes the period of the clinical, experimental and social psychology,
between 1895 and 1916. Second, the period of philosophical psychology, from 1916 to 1941.
The third period is characterized by the so called psychotechnics and professional guidance,
between 1941 and 1962. Later, began the period centered on public debates about the profes-
sional role of psychologist. The last period, that began in 1984, led to a great development of
psychology in the whole country.
Keywords: periods, psychology, Argentina.
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INTRODUCCIÓN
La historia de la psicología argentina, tomada en su conjunto, ha sido exami-
nada en reiteradas oportunidades. En primer lugar, en algunos trabajos pioneros en
las primeras décadas del siglo
XX (Ingenieros, 1919b; Foradori, 1935; Piñero, 1903);
seguidamente, en aquellos trabajos producidos en las décadas de 1960, 1970 y 1980
(Ardila, 1979; Cortada, 1978, 1989; Gotthelf, 1969; Horas, 1961, 1981; Monasterio,
1965; Papini, 1985; Vezzetti, 1988). Mientras muchos de esos trabajos no han sido
ampliamente difundidos en la comunidad académica y profesional de la psicología,
mejor suerte han corrido aquellos publicados en los últimos quince os (Alonso, 1999;
Gentile, 2003; Klappenbach, 1995, 2004; Paolucci y Verdinelli, 1999; Rossi, 1997,
2001; Rovaletti, 1997; Vezzetti, 1996; Vilanova, 1993, 2003). Inclusive, tampoco han
faltado análisis que incluyeran el desarrollo de la psicología argentina en el marco de
la psicología latinoamericana (Alarcón, 1998; Ardila, 1986; Carpintero, 1993, 2005;
di Doménico y Vilanova, 1999; Foradori, 1954; Geuter y León, 1997; Klappenbach
y Pavesi, 1994; Quiñones, Pedraja y Vera, 1992; Vilanova, 1993, 2003; Vilanova y di
Doménico, 1999).
Desde ya, no resultaría sencillo encontrar rasgos comunes en tan variada biblio-
grafía, realizada desde presupuestos historiográfi cos diferentes, en función de objetivos
también diferentes y por actores situados en campos intelectuales, académicos o pro-
fesionales igualmente diferenciados.
Una cuestión que se destaca es la escasez de conceptualizaciones más o menos
generales o sintéticas, de la psicología argentina en su conjunto. Tales visiones generales
suelen ir acompañadas por periodizaciones que procuran, en buena manera, ordenar
racionalmente el conjunto de datos empíricos que constituye la materia del historiador
y constituyen un elemento característico en la historiografía de cualquier disciplina, y
aun la historia de las ideas o de las instituciones políticas.
En el caso de la historiografía de la psicología argentina, entonces, tales concep-
tualizaciones generales han sido muy limitadas (Foradori, 1935; Gotthelf, 1969; Papini,
1978; Vezzetti, 1996). Desde ya, podría afi rmarse con fundamento que tal limitación
panorámica es resultado del estado todavía incipiente de la investigación histórica.
En tal sentido, es oportuno remarcar que cualquier intento de periodización de
la psicología argentina parece ser, en primer lugar, una empresa prematura. Es decir,
no podría tratarse más que de un esquema provisorio, tentativo, pasible de ser rectifi -
cado en la medida en que las investigaciones parciales de carácter más empírico vayan
aportando nuevos conocimientos.
De todas maneras, diferentes razones inducen a avanzar en un intento de perio-
dización. En primer lugar, porque entre aquellos que nos ocupamos de la historia de
la psicología en el país, en nuestros trabajos específi cos, introducimos periodizaciones
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más o menos implícitas, tal vez no del todo sistematizadas, pero que tenemos razones
para suponer más o menos ajustados a los datos que vamos obteniendo. En segundo
lugar, los proyectos de investigación en historia de la psicología en Argentina, al menos,
en la mayoría de las universidades nacionales, han surgido desde posiciones académicas
relacionadas con la enseñanza de la historia de la psicología en la currícula de futuros
psicólogos. En esa dirección podría afi rmarse que la práctica pedagógica requiere es-
quemas sintéticos y clasifi caciones racionales y pertinentes de los temas de estudio, los
cuales, a su vez, exigen tentativas de periodización como los que aquí desarrollamos,
con la única condición de que eviten cristalizar un conocimiento provisorio e incom-
pleto. En tercer lugar, la periodización propuesta puede resultar útil para enmarcar
adecuadamente otras investigaciones historiográfi cas en el país.
Pero una vez justifi cada la pertinencia de periodizar la psicología argentina, surgen
algunos interrogantes. El primero deriva del tema mismo que se va a historiar, esto
es, la psicología argentina, ¿a qué temas habremos de referirnos para llevar acabo tal
periodización? ¿a las denominadas teorías científi cas?, ¿a la historia de determinadas
prácticas, a una historia biográfi ca de individuos? ¿a la historia de las instituciones
psicológicas?
En segundo lugar, ¿qué habremos de considerar psicología argentina? ¿la psico-
logía producida en Argentina, la psicología que ha circulado en el país, aun cuando
hubiera sido originalmente desarrollada en otras latitudes, o la psicología producida
por psicólogos argentinos, aun residentes en el exterior?
Y en tercer lugar, ¿qué criterios de periodización sería necesario considerar? ¿crite-
rios externos o internos al propio desarrollo de la disciplina? ¿criterios generacionales?
En relación con el primero de los planteos, es necesario subrayar que una historia
integral y general de la psicología en Argentina requiere abordar objetos de estudio
diferentes y complejos. Podría afi rmarse que una historia de la psicología incluye por
lo menos:
a) Una historia de las teorías científi cas consideradas psicológicas;
b) una historia de las personalidades que han contribuido al desarrollo de la
psicología;
c) una historia de las técnicas psicológicas (desde la historia de los tests menta-
les hasta la historia de la escucha y la interpretación, o más ampliamente, la
historia de dispositivos como el denominado encuadre analítico);
d) una historia de las prácticas psicológicas (desde la historia de la psicología
aplicada hasta las distintas intervenciones en los más variados campos de la
disciplina);
e) una historia de las instituciones psicológicas (entendiendo por tal no sólo a las
sociedades científi cas o profesionales, sino también a la historia de programas
universitarios, a la historia de publicaciones o editoriales, etc.).
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Por supuesto, esos diferentes tipos de historia exigen a su vez perspectivas de aná-
lisis diferentes e inclusive el análisis de fuentes documentales o testimoniales también
diferentes. Mientras una historia de las teorías psicológicas puede quedar limitada al
relevamiento de textos y de publicaciones periódicas, una historia de personalidades o
de instituciones exigiría el relevamiento de correspondencia, documentos de archivo,
resoluciones institucionales, catálogos, etc. Por su parte, una historia de las prácticas exi-
giría el relevamiento desde de historias clínicas u otro tipo de registros de intervenciones
psicológicas hasta coberturas y publicidades en medios masivos de comunicación
Es posible que una historia tan abarcativa de la psicología argentina todavía no
haya sido abordada. No obstante, una periodización general debería contemplar, al
menos como horizonte de aspiraciones, todos esos planos.
En relación con el segundo interrogante, entendemos por psicología argentina
la psicología que se produce y se recepciona en nuestro medio.
Por último, en relación con los criterios para periodizar la cuestión merece un
análisis más detenido. Las posibilidades de un criterio generacional al estilo orteguiano
desarrollado por Julián Marías (1949) presentan algunas difi cultades. En primer lugar, se
han señalado reparos a los presupuestos mismos del concepto. Por ejemplo, en relación
con la conocida generación del ochenta, Adolfo Prieto señalaba:
El concepto de «generación» ha sido defi nido y controvertido con insistencia en los
trabajos de muchos críticos e historiadores de la cultura. Y muy frecuentemente, suele
desencantar a aquellos que intentan aplicarlo a ciertos fenómenos culturales, tantas
son las excepciones, las correcciones y los malos entendidos que se producen (...) En
efecto, (...) el concepto de «generación» se apoya en el supuesto de que los hombres
nacidos y criados alrededor de un mismo eje cronológico, y sometidos a parecidas
presiones sociales, tienden a comportarse y a expresarse según módulos que refl ejan
esa comunidad de origen y de experiencias. Pero rara vez, o nunca, un grupo humano
sufre exactamente las mismas experiencias ni sufre de igual modo la presión del mismo
fragmento de la historia. De ahí el error que se sigue de utilizar el concepto de «gene-
ración» sin los infi nitos recaudos que su buen empleo requiere (...) La aceptación de
todos estos reparos no impide, sin embargo, admitir que en determinadas ocasiones el
uso del esquema generacional puede resultar bastante efectivo para el análisis de algu-
nos fenómenos culturales (...) (Prieto, 1980, p. 49).
En segundo lugar, se ha hecho notar que las escalas generacionales, en torno a los
quince años, no siempre resultan coincidentes con las denominaciones ya establecidas
por la crítica. Un ejemplo característico es la denominación que realizara Julián Ma-
rías de generación de 1871 para la conocida como generación de 1998 (Carpintero,
2005).
En tercer lugar, se podría argumentar la imposibilidad de establecer gene racio-
nes específi cas para la psicología, con independencia de la periodización generacional
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establecidas para el pensamiento en su conjunto. En esa dirección, las etapas generacio-
nales fundamentales del pensamiento argentino ya han sido establecidas: la generación
del 80, la de 1896, la del centenario, la de 1925, la de 1940 (Pró, 1962, 1965). Tal
periodización puede resultar coincidente con la establecida por Julián Marías, aun
cuando sus denominaciones resulten divergentes, y en tal sentido acaba de ser apli-
cada tentativamente para un análisis de la psicología iberoamericana en su conjunto
(Carpintero, 2005).
De cualquier manera, resulta posible fundamentar períodos bien característicos
en el desarrollo de la psicología argentina. Aquí, hemos partido de períodos conocidos
de la historia institucional y de la historia de las ideas, en función del impacto de los
acontecimientos políticos y sociales sobre la psicología en el país, aun cuando no sea
posible establecer una correlación directa y lineal entre los acontecimientos del orden
político-institucional o social y los procesos de constitución de la psicología.
No pretendemos tampoco reintroducir la falsa disyuntiva entre historia externa-
lista o internalista que fuera prototípica de la historia de la ciencia de varias décadas
atrás. Más bien, hemos partido de criterios de demarcación de períodos relacionados,
al mismo tiempo, con el desarrollo de la psicología en Argentina y con el desarrollo
de las ideas –entre ellas de las ideas políticas– y de las instituciones en el país. En tal
dirección, creemos posible identifi car cinco períodos diferenciados en la psicología en
Argentina:
1) período de la psicología clínica, experimental y social (1895-1916);
2) período de la psicología fi losófi ca (1916-1941);
3) período de la psicotecnia y orientación profesional (1941-1962);
4) período de la discusión del rol del psicólogo y de la psicología psicoanalítica
(1962-1984);
5) período de la plena institucionalización de la psicología (desde 1984).
Hay otras dos advertencias previas al análisis de cada uno de estos períodos. La
primera, es que si bien la investigación historiográfi ca empírica en Argentina todavía es
incipiente, de los tres primeros períodos existe un caudal de investigaciones sufi cientes
como para intentar una caracterización general. En cambio, del cuarto período es poco
lo que se ha investigado hasta el momento y menos todavía del último. En tal sentido,
si consideramos que nuestra periodización es en general provisoria y tentativa, esa
provisoriedad alcanza muy especialmente a los últimos períodos.
La segunda advertencia es que las características que analizaremos en cada pe-
ríodo, por lo general, no desaparecen en el período siguiente ni tampoco aparecen
súbitamente. Al contrario, suelen perdurar aunque a veces lo hagan en una aspecto
sumamente acotado, o como corriente marginal o en tensión con las características
salientes del período que sigue, de la misma manera que lo más característico de cada
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Hugo Klappenbach
período en cierto sentido también se ha ido gestando en períodos anteriores. En ese
sentido, el cuadro que correspondería trazar en cada período es sumamente complejo,
por momentos contradictorio y fuertemente dinámico. Cualquier imagen supuesta-
mente estática en cada uno de los períodos debería ser rápidamente dejada de lado. En
su clásico estudio sobre las etapas de modernización social en América Latina, Gino
Germani señalaba:
Pueden proponerse dos criterios principales para identifi car las etapas: a) el surgimien-
to de una confi guración con características (en la estructura económica, política y so-
cial) dotadas de cierto grado de estabilidad y permanencia y diferenciadas con claridad
de la disposición estructural precedente y subsiguiente; b) la importancia causal de la
confi guración para determinar el curso ulterior del proceso.
Desde otra perspectiva la etapa puede ser percibida como un «punto crítico» en el
proceso de transición. Ciertamente todo proceso histórico es un continuo movimiento
concreto y la noción de «punto crítico» siempre es, en gran medida, un recurso arbitra-
rio o convencional» (Germani, 1969, p. 108; las cursivas en el original).
Análogamente, aquí se han identifi cado confi guraciones con características gene-
rales de los períodos que excluyen otras que no nos han parecido tan signifi cativas pero
que igualmente han existido. En verdad, esta periodización apenas traza un mapa luego
de un recorrido inicial por los distintos momentos de la psicología argentina. Nuevos
recorridos, con el consiguiente conocimiento de zonas no incluidas en esta cartografía,
deberán necesariamente corregir este mapa, ya sea parcial o completamente.
1. PERÍODO DE LA PSICOLOGÍA CLÍNICA, EXPERIMENTAL Y SOCIAL
EN EL INICIO DEL SIGLO (1895-1916).
El primer problema que surge cuando se analiza la psicología argentina de princi-
pios de siglo es el de su correcta caracterización. Para la bibliografía clásica, empezando
por los trabajos de Foradori (1935) y siguiendo por Tavella (1957), Papini (1976),
Cortada (1978) aquella primera psicología era considerada, sin mayores especi caciones,
como psicología experimental.
Tal caracterización, aunque a la distancia pueda merecer reparos, estaba fundada
en que la institución del laboratorio de psicología experimental apareció tempranamente
en el país. Ya en 1891, Víctor Mercante había establecido en San Juan un Laboratorio
de Psicofi siología, en el cual había realizado mediciones psicofísicas en cerca de qui-
nientos alumnos. Por su parte, en 1899 Horacio G. Piñero establecía un Laboratorio
de Psicología Experimental en el Colegio Nacional Central, y un par de años después
en la Facultad de Filosofía y Letras, donde estaba a cargo de la enseñanza de psicología
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(Klappenbach, 1996). Pocos años después, en 1905, en la Universidad Nacional de
La Plata, Víctor Mercante también organizaba un Laboratorio de Psicología Experi-
mental.
A pesar de ello, se hace necesario examinar en detalle qué implicaba el adjetivo
experimental que califi caba a aquellos laboratorios así como también el objetivo de los
mismos en el contexto intelectual de la Argentina de aquellos años.
En febrero de 1903, Horacio Piñero, profesor titular de Fisiología en la Facultad
de Medicina y profesor titular de Psicología en la Facultad de Filosofía y Letras, ambas
de la Universidad de Buenos Aires, pronunciaba en el Institut Général Psychologique
de la Sorbonne, en París, su conocida conferencia La psychologie expérimentale dans la
République Argentine, que luego sería publicada en francés en el propio Bulletin del
lnstitut Général Psychologique, y, siempre en francés, en la Revista de la Sociedad Mé-
dica de Buenos Aires (Piñero, 1903), en el mismo año y en varias ediciones posteriores
(Klappenbach, 1996).
La publicación en francés, aun para las ediciones argentinas, ponía de manifi esto
el afrancesamiento de la elite cultural argentina de principios del siglo
XX. Si bien
entre 1880 y 1913, el 60 % de la totalidad de capitales extranjeras eran de origen bri-
tánico (Díaz Alejandro, 1980), en el campo de la cultura Francia se había convertido
en un verdadero modelo, ya desde los tiempos de los pensadores románticos (Korn,
1936/1983). Precisamente en aquella conferencia Horacio Piñero había afi rmado que
«intelectualmente, somos en realidad franceses» (Piñero, 1903, p. 404).
La historiografía argentina de las ideas ha analizado esa impronta cultural francesa:
David Viñas y Noé Jitrik enfatizaron el valor consagratorio del viaje a París (Jitrik,
1982; Viñas, 1964). Y desde la historia de la ciencia se ha analizado la extraordinaria
similitud entre el plan de estudios de medicina promovido en 1880 en la Universidad
de Buenos Aires por Herrera Vegas, graduado en París, y el plan de la Facultad de
Medicina de París (de Asúa, 1987):
En general, todos los profesionales [médicos] argentinos destacados efectuaban, más
tarde o más temprano, un viaje de perfeccionamiento a Francia. En particular, los más
responsables de la elaboración de planes de estudio para la FMBA [Facultad de Me-
dicina de la Universidad de Buenos Aires], tuvieron formación académica en la FMP
[Facultad de Medicina de París] (...) Casi todos los profesores de la FMBA entre fi nes y
principios de siglo habían sido formados en Francia (...) (de Asúa, 1987, p. 97).
En ese contexto que estuvo dominado por lo que Óscar Terán denominara una
cultura científi ca, concepto que presenta algunos matices diferenciales con el concepto
más aceptado y conocido de positivismo (Terán 2000), la temprana recepción de la
nueva psicología europea se haría a través de cinco canales facilitados por el naciente
campo cultural:
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1.º las obras originales de autores franceses, de Grasset a Ribot y Janet;
2.º las publicaciones periódicas originadas en Francia, particularmente la Revue
Philosophique dirigida por Ribot;
3.º las obras de divulgación de autores franceses, muy especialmente las dos
famosas obras de Ribot, Psychologie anglaise contemporaine, editada en 1870
y Psychologie allemande contemporaine de 1879;
4.º las traducciones al francés de autores de otras lenguas, básicamente alema-
nes;
5.º las traducciones al español de autores de otras en otras lenguas, sobre todo
aquellos que encaraban editoriales como Daniel Jorro, la España Moderna,
Librería de Fernando Ré, Sempere y Cía, entre otras, cuestión que ha sido do-
cumentadamente analizada por Quintana, Rosa, Huertas y Blanco (1998).
Puede apreciarse, entonces, la importancia del tamiz francés en la recepción de la
temprana psicología en Argentina, si se considera que cuatro de esas vías de constitu-
ción directamente se relacionan con Francia. Un claro testimonio de esa tendencia lo
constituye la recepción de la psicología wundtiana. En 1894, Binet había reconocido el
importante papel de Wundt en el surgimiento de la denominada nueva psicología. Sin
embargo, consideraba que personalidades como Charcot y Ribot habían contribuido
en un mismo plano jerárquico en el desarrollo de aquella psicología:
De quince años a esta parte la psicología ha entrado en una nueva fase. Esta fase data,
aproximadamente, de 1878, época doblemente importante para la psicología, puesto
que es cuando Wundt, en Alemania, abre el primer laboratorio de psicología experi-
mental, y Charcot, en Francia, inaugura sus investigaciones sobre el hipnotismo en las
histéricas. En la misma época, poco más o menos, M. Ribot, funda la Revue Philoso-
phique, y da un vivo impulso a los estudios de la psicología experimental en Francia
(Binet, 1894/1906, p. 17).
Dos de las personalidades de mayor envergadura en la temprana psicología ar-
gentina, Horacio Piñero y José Ingenieros, reiterarían, casi sin variantes, esas palabras
de Binet. En efecto, en 1902 Piñero iniciaba su curso de Psicología en la Facultad de
Filosofía y Letras con expresiones similares:
Dos hechos de importancia primordial señalan defi nitivamente sus rumbos en 1878:
Charcot y sus estudios sobre la histeria y el hipnotismo, y Wundt fundando en Leipzig
el primer Laboratorio de Psicología experimental. Si a estos hechos agregamos que
Ribot funda la Revue Philosophique en esa misma época, podemos decir que de este
trío surge: la observación clínica, la investigación experimental y la divulgación cientí-
ca (Piñero, 1902a, p. 117).
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Por su parte, en 1919, José Ingenieros citaría directamente a Piñero para explicar
los orígenes de la nueva psicología (Ingenieros, 1919b).
En defi nitiva, en Argentina, tanto Piñero como Ingenieros señalaban que tres
factores estaban en la base de la nueva psicología: la observación clínica, la investigación
experimental y la divulgación científi ca. En ese marco, Wundt representaba tan sólo
una referencia de importancia en un plano de igualdad con Charcot y Ribot. Y más
todavía, de aquellas tres fi guras, Wundt era la de menor relevancia:
La escuela de Wundt, fundador de la psicología experimental en Leipzig, también ha
ejercido infl uencia sobre nuestros estudios; pero, debo advertirlos, no ha tenido la
enorme repercusión que encontró en América del Norte, donde cincuenta laboratorios
siguen aún las orientaciones del gran maestro. En mi opinión hacen demasiada psico-
metría, y la psicometría es sólo un pequeño capítulo de la psicología (Piñero, 1903, p.
407, la traducción me pertenece).
Tal afi rmación, entonces, ponía de manifi esto que, de aquel trío como lo deno-
minaba Piñero, solamente las guras de Charcot y Ribot, y con mayor generalidad, la
psicología de las desagregaciones de la personalidad originada en Francia, se convertirían
en los modelos de la temprana psicología argentina. Respecto a la importancia de Jean
Marie Charcot (1825-1893), Médico Senior de la Salpetrière, ha sido sufi cientemente
subrayada para el desarrollo de la psiquiatría y del psicoanálisis. Sus estudios sobre la
hipnosis y la histeria, sus polémicas con Liébault y Bernheim, y su inclinación por una
predisposición neurológica a la histeria, han sido bien estudiadas en la historiografía de
dichos campos. Pero lo que no se había remarcado con el mismo énfasis, en cambio, era
acerca del papel que se le atribuyó a Charcot y a la psicopatología francesa, en general,
como una de las fuentes de la nueva psicología, al menos en la tradición francesa:
[Charcot], al ofi cializar con su prestigio el interés médico de la «gran neurosis» favore-
ció la evolución de la psicología dinámica: Pierre Janet fue su discípulo, creó para él el
laboratorio de psicología experimental (Morel, 1987, p. 623).
En esa dirección, entonces, Horacio Piñero podía rescatar la gura de Charcot
como el principal impulsor de la observación clínica en el campo de la psicología.
En cuanto a Thèodule Ribot (1839-1916), posiblemente haya sido la fi gura de
mayor impacto en la temprana psicología argentina. Rodolfo Rivarola, primer profesor
en 1896 del Curso de Psicología en la Universidad de Buenos Aires, luego reemplazado
por Horacio Piñero, y traductor al castellano de la Psicologia per la scuola de Sergi,
señalaba en 1910, al inaugurar la Sección de Ciencias Psicológicas del Congreso Cien-
tífi co Internacional Americano:
El documento más decisivo, podría llamarse, más célebre de esta teoría, es la admirable
y ya clásica Introducción que puso Ribot en su Psychologie anglaise contemporaine. Se
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diría que este trabajo ha infl uido por más de treinta y cinco años e infl uye aún en todos
los espíritus (Rivarola, 1911, p. 167).
En la Introducción mencionada, Ribot establecía un programa completo de
psicología que abarcaba desde la psicología comparada hasta la patológica y etnográ-
ca, a partir del estudio de una gran cantidad de fenómenos, entre ellos, los sueños,
asociaciones de las ideas, sonambulismo, memoria, idiocia:
études sur les mécanismes des sensations, sur les conditions de la mémoire, sur les
effects de l’imagination et des l’association des idées, sur les rêves, le somnambulisme,
l’extase, l’hallucination, la folie et l’idiotia (...) l’étude approfondie de l’histoire et des
races, les langues (...) (Ribot, 1870/1901, pp. 32-33).
Asimismo, Ribot era considerado como uno de los principales organizadores del
campo institucional de la psicología, fundador y director de la Revue Philosophique,
virtual responsable del Primer Congreso Internacional de Psicología reunido en París
en 1889 y Presidente del IV Congreso Internacional, reunido en 1900 en la misma
ciudad.
En síntesis, la psicología que se constituyó tempranamente en Argentina llevaba,
por una parte, el sesgo clínico característico de la psicología francesa. En efecto, en
Argentina se conocían los trabajos wundtianos recogidos en las obras de autores franceses,
casi siempre publicados en el idioma original aunque circularon algunas traducciones en
castellano. Así, por ejemplo, la Introducción a la Psicología experimental de Binet incla
transcripciones de investigaciones llevadas a cabo en el Laboratorio de Leipzig (Binet,
1894/1906), mientras que La Psicología alemana contemporánea de Ribot incluía un largo
catulo sobre Wundt (Ribot, 1879). También la Revue Philosophique, que circulaba am-
pliamente en el país, había incluido trabajos originales de Wundt y muchos comentarios
sobre su obra.
En defi nitiva, la impronta cultural francesa tamizaba la recepción de Wundt en
esa temprana psicología argentina. Por tal motivo el conocimiento de la obra de Wundt
en Argentina fue bastante limitado. En esa dirección, no parece exagerado a rmar que
Wundt tambn podría ser un muy buen ejemplo de lo que el historiador de las ideas Jorge
Dotti denominara con acierto, en principio re riéndose a Kant, una gura conceptual, en
el sentido de un nombre ilustre en el cual autorizarse (Dotti, 1992).
Considerando ese clima de ideas se hace necesario esclarecer dos cuestiones. La
primera, que los objetivos de los laboratorios de psicología experimental instalados en
Argentina, por ejemplo los que Piñero organizó tempranamente en el país, en el Cole-
gio Nacional Central en 1899 y en la Facultad de Filosofía y Letras en 1901, distaban
notoriamente de los objetivos de los laboratorios fundados en Alemania.
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En efecto, se ha señalado que los laboratorios de psicología experimental en Ale-
mania tenían nes de investigación y de producción de conocimientos, coherentes con
la nalidad de las universidades alemanas desde la reforma de von Humboldt (Dobson
y Bruce, 1972; Klappenbach, 1994). Un testimonio relevante de esa característica
de los laboratorios de psicología experimental fue brindada por el norteamericano
McKeen Cattell poco tiempo después de regresar de estudiar con Wundt en Leipzig,
quien sostenía que los «laboratorios universitarios [de psicología experimental] perse-
guían la misma nalidad que la Universidad en sí misma: la educación de los estudian-
tes y el avance del conocimiento» (Cattell, 1888, p. 37; la traducción es mía). Más
ampliamente, las investigaciones psicológicas en Alemania involucraban cuestiones
epistemológicas como ha señalado Geuter (1992) y se llevaban adelante en cátedras
de Filosofía (Ash, 1980).
En Argentina, en cambio, Horacio Piñero había aclarado que, tanto los labo-
ratorios fundados por él como el método experimental respondían a la nalidad de
divulgación y enseñanza, tendientes a «complementar la enseñanza de la tedra»
(Piñero, 1902b, p. 318). En una de sus publicaciones, Piñero retomaba el Prólogo de
Experiencias psicológicas escolares de los profesores Höfl er y Vitaseck de Viena, traducido
especialmente del alemán por Pablo Cárdenas:
Hoy está admitido que, cuando es posible tratar experimentalmente una ciencia, se
debe hacerlo, especialmente en la parte de investigación, y también en la enseñanza, si
esta no quiere quedar retrasada (...). También la enseñanza de la psicología, cualquiera
que sea la extensión que se le dé, en las escuelas, gimnasios, universidades, puede ser-
virse de la experimentación, y con el tiempo no podrá dejar de usarla (Höfl er, citado
por Piñero, 1902b, p. 319).
El propio Piñero señalaba el valor de la experimentación en la docencia en la
célebre conferencia que pronunciara en el Institut Général Psychologique de París en
febrero de 1903, destacando que sólo podría haber investigación original, con «seriedad
y rigor experimental (...) más tarde (...) cuando el medio y el público preparado lo
permitan» (Piñero, 1903, p. 416).
La segunda cuestión que resulta necesaria esclarecer es que, en el marco de ideas
esbozado, la denominación psicología experimental en la temprana psicología argentina
tenía poco que ver con el concepto de psicología experimental producida en Alemania
en el último cuarto del siglo
XIX. Por el contrario, la denominación psicología experi-
mental se relacionaba directamente con la Introducción a la Medicina Experimental de
Claude Bernard (1865/1959), obra ampliamente difundida en el país y, en la misma
dirección, con los estudios médico-psicológicos como los denominaban Toulouse,
Vaschide y Piéron (1904/1906) en su obra precisamente titulada Técnica de Psicología
Experimental.
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En cuanto a Claude Bernard, sostenía que la experimentación resultaba la cul-
minación de la medicina científi ca, pero advirtiendo que «la medicina experimental
no excluye la medicina clínica; por el contrario, sólo viene detrás de ella» (Bernard,
1865/1959, p. 182). En la misma línea argumentativa afi rmaba que no existía «nin-
guna diferencia radical en la naturaleza de los fenómenos siológicos, patológicos y
terapéuticos» (Bernard, 1865/1959, p. 234). En ese sentido, en Francia, la psicología
patológica había adquirido un estatuto experimental que desbordaba el marco estricto
del laboratorio (Klappenbach, 1996).
Toulouse, Vaschide y Piéron, por su parte, consideraban que existían tres grandes
dominios y tres grandes métodos de la psicología: la psicología siológica, la psicología
patológica o morbosa y la psicología experimental. A pesar de esta diferenciación y de
que reconocían que el método experimental era «el verdadero método científi co de la
psicología» (Toulouse, Vaschide y Piéron, 1904/1906, p. 15), también afi rmaban que
la psicología experimental se había originado en la obra de «médicos o astrónomos
franceses poco conocidos» (Toulouse, Vaschide y Piéron, 1904/1906, p. 15), aunque
imposibilitada de desarrollarse en Francia emigró a Alemania. Y en una dirección coin-
cidente sostenían que la nueva psicología se había originado «por una reacción contra
la concepción dominante, y lo que ha nacido es una psicología médica» (Toulouse,
Vaschide y Piéron, 1904/1906, p. 10, el subrayado me pertenece).
Considerando, entonces, el fuerte impacto del pensamiento médico y clínico
francés en la Argentina de principios de siglo, en trabajos anteriores he caracterizado
aquella temprana psicología con la denominación de psicología clínica y experimental
(Klappenbach, 1996). En efecto, en 1916, Horacio Piñero remarcaba ese dominio
clínico o patológico cuando publicaba una colección de artículos producidos en el
Laboratorio que él dirigía, bajo el título de Trabajos de psicología normal y patológica
(Piñero, 1916). Por su parte, José Ingenieros también subrayaba el dominio clínico
de aquella temprana psicología cuando subtitulara su libro Histeria y sugestión con el
nombre de «Estudios de Psicología clínica». Y precisamente en esa obra, José Ingenie-
ros consideraba que las investigaciones sobre desagregaciones del psiquismo llevadas
adelante por Janet y Grasset y la concepción del psiquismo superior y del automatismo
del psiquismo inferior de la Escuela de Montpellier «se va incorporando a la psicología
experimental y clínica» (Ingenieros, 1919a, p. 311, el subrayado me pertenece).
En defi nitiva, la temprana psicología argentina evidenciaba su proximidad con la
psicología desarrollada en Francia, la cual podemos denominar, siguiendo a Grasset,
psicología de las desagregaciones de la personalidad.
Con todo, atendiendo a las preocupaciones de Carlos Octavio Bunge, Juan Agustín
García o Ramos Mejía, se advierte que la caracterización de psicoloa clínica y experi-
mental no agota todos los rasgos del período, y sea más correcto referirse a una psicología
clínica, experimental y social. En efecto, el apoyo que aquella psicoloa recibió desde el
121
Periodización de la psicología en Argentina
Estado, hasta la preocupacn por la temática del delito, las masas o la nacionalidad, po-
an de manifi esto la importancia que adquiría la disciplina para un proyecto de reforma
de orden público (Vezzetti, 1996; Vilanova, 2001).
Desde ya, resulta posible identi car otras caractesticas en el desarrollo de la primera
psicología argentina. En primer lugar, la producción efímera pero destacada de lix
Krüger, discípulo de Wundt en Leipzig, quien permaneciera en el país algo más de un
año en 1907 (Klappenbach, 1994). En segundo lugar, lo que Foradori denominara con
acierto «Escuela de La Plata» (Foradori, 1944), con presentantes de envergadura como
Víctor Mercante y Rolfo Senet. Las condiciones que llevaron a la nacionalización de la
Universidad de La Plata en 1905 favorecieron la emergencia de una universidad compro-
metida con la producción de conocimientos (Biagini, 1989) y con ello la constitución de
una línea en la psicología argentina que se ocude llevar a cabo algunas investigaciones
originales a partir de las cuales el laboratorio de psicología experimental adquirun
objetivo diferente al esbozado párrafos atrás. Con todo, esos desarrollos permanecieron
relativamente al margen de las líneas predominantes y no alcanzaron a cuestionar un
paisaje dominado por el enfoque clínico característico de la psicología francesa.
En 1895 Ernesto Weigel Moz haa dictado el Primer Curso de Psicología en
la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires. Por su
parte, en 1916, no solamente se instalaba el primer gobierno surgido del voto secreto y
obligatorio, sino que visitaba por primera vez el país el pensador español José Ortega y
Gasset, cuya importancia se comenta en el apartado siguiente, y Horacio Piñero editaba
sus Trabajos de Psicoloa Normal y Patológica. Un o antes, José Ingenieros, la persona-
lidad de mayor trascendencia internacional de aquella psicología positivista, iniciaba la
publicación de su Revista de Filosoa y en 1917 publicaba Hacia una moral sin dogmas.
Es decir, sería posible encontrar otros acontecimientos igualmente signi cativos en fechas
cercanas, para situar el comienzo y la nalizacn del peodo, los cuales, por otra parte, no
pueden entenderse más que como límites aproximados en el curso de procesos históricos
dimicos y relativamente continuos, aunque al mismo tiempo, discontinuos.
2. PERÍODO DE LA PSICOLOGÍA FILOSÓFICA (1916-1941)
En este período, cuatro rasgos centrales podrían caracterizar los principales de-
sarrollos de la psicología. En primer lugar, la psicología académica experimentó un
pronunciado repliegue hacia posiciones propiamente fi losófi cas, en un doble sentido.
En el sentido de preocuparse por establecer los límites de las formas sensibles de la
experiencia, como en el sentido de que si, a principio de siglo lo característico de los
fenómenos psíquicos era que constituían los procesos más heterogéneos y complejos
de las funciones vitales del organismo desde una perspectiva spenceriana (Ingenieros,
122
Hugo Klappenbach
1916), en el período que nos ocupa, lo más importante de los fenómenos psíquicos no
podía reducirse a su origen evolutivo, toda vez que involucraba valores y razonamientos
que interrogaban los presupuestos evolucionistas y situaban el psiquismo humano en
un plano diferenciado y singular (Alberini, 1921). O como afi rmaba Alejandro Korn,
«la identifi cación del hecho psíquico con lo orgánico es una superstición vulgar» (Korn,
1925/1949, p. 608).
En segundo lugar, a pesar de las caracterizaciones más familiares sobre este pe-
ríodo, sobre las que en seguida volveremos, resultó notorio el intenso movimiento de
circulación de autores, instituciones e ideas psicológicas.
En tercer lugar, las relaciones con la tradición de las primeras décadas del siglo
fue, por lo menos, ambigua. Es decir, por una parte, no dejaban de señalarse los límites
de la psicología siológica, pero, a un mismo tiempo, la tradición clínica y patológica
asentada en la fi siología conservó un interés pronunciado en el período, al menos en
algunos autores o publicaciones.
Y en cuarto lugar, es posible identifi car los primeros intentos de aplicar la psico-
logía al campo del trabajo, desarrollos que serán característicos del período siguiente
(Carpintero, 2005).
En los trabajos historiográfi cos sobre la psicología argentina, los años posteriores
al centenario han sido caracterizados generalmente en términos negativos. O bien, los
años del retroceso o decadencia de los modelos experimentales (Cortada, 1978; Papini,
1976, 1978) o bien, época del vacío de la psicología como la habría denominado García
de Onrubia (Bortnik, 1992; Mangiola, 1988). En tales caracterizaciones parecieran
jugar un fuerte peso las consideraciones de índole político-institucional. En efecto,
a partir del Golpe de Estado de 1930, las instituciones políticas argentinas oscilarían
entre el llamado fraude patriótico y el intervencionismo militar; serían recurrentes las
intervenciones federales a las provincias y se iniciarían prácticas degradantes como la
tortura o el asesinato político (Ciria, 1972; Puiggrós, 1974).
La extrema derecha política, por su parte, que había estado directamente pro-
tegida por el Gobierno de Uriburu, y bastante tolerada durante los gobiernos de la
Concordancia, no ocultaba sus simpatías internacionales con Mussolini o los enemi-
gos de la República Española como tampoco las habían ocultado, después de 1933,
con los postulados del nazismo. En el plano cultural, el historiador de la ciencia José
Babini advertía un dogmatismo originado en las lecturas de la fi losofía alemana, que
se leía traducida al castellano en la Revista de Occidente, de enorme repercusión en el
país (Babini, 1967).
Con todo, es oportuno advertir que la reorientación en el pensamiento argentino
se había originado mucho antes de 1930, y distintos factores tuvieron incidencia en el
nuevo clima de ideas. Por lo pronto, desde el punto de vista institucional, además de
la instalación del primer gobierno surgido por sufragio universal en 1916, es oportuno
123
Periodización de la psicología en Argentina
considerar el movimiento de la Reforma, que canalizó a través del espacio académico
las nuevas ideas:
El período que hemos denominado los primeros años de la Facultad [de Filosofía y
Letras de la Universidad de Buenos Aires], se extienden, en realidad, hasta 1918, cuan-
do se inicia la reforma universitaria. Desde el punto de vista fi losófi co, el positivismo
había comenzado a ser discutido en todos los ámbitos de la cultura argentina, a partir
de 1910. La nueva generación, la del Centenario, traía otras preferencias que la del 80
y la que le había seguido manteniendo sus mismos criterios. La nueva promoción se va
a caracterizar por su orientación idealista y espiritualista, su revaloración de la fi losofía
y sus problemas esenciales: metafísicos, axiológicos, gnoseológicos y epistemológicos.
Pero sus hombres recién comienzan a actuar en la gestión cultural alrededor de 1918.
Los años anteriores son de preparación y lucha por sus ideales (Pró, 1960, p. 77).
En efecto, a partir del Centenario de la Revolución de Mayo, se produciría una
reorientación de las ideas, a partir de un movimiento en el cual Bergson y Scheler
serían algunas de las guras destacadas, y en el cual jugó un rol decisivo la presencia
de Ortega y Gasset, quien visitara al país por primera vez en 1916 y permaneciera
aquí por seis meses. Nos hemos ocupado del impacto de Ortega en el país en trabajos
específi cos (Klappenbach, 1999). De acuerdo con lo señalado por José Babini, una de
sus contribuciones más destacadas hay que buscarla por el lado de su faceta como editor
o promotor de ediciones, en particular de pensadores del pensamiento alemán.
El sesgo publicista y editor de Ortega era solidario con sus concepciones fi losó-
cas e intelectuales, las cuales, originadas en el neokantismo y en la fenomenología,
lo harían ahondar en Brentano, Dilthey, Husserl y Scheler (Klappenbach, 1999), a
partir de los cuales elaboraría su concepción vitalista fuertemente comprometidas con
la libertad individual, con la vida y con la razón (Marías, 1948).
En el campo de la psicología, aun cuando proponía la coexistencia de laborato-
rios de siología, de psicología y de psico-fi siología (Ortega, 1915/1983), destacaba
la importancia de una psicología de tipo histórica o cultural. Ortega reconocía que
Wilhelm Wundt establecía un dominio de la psicología que no era siológico y en
dicha dirección, la Revista de Occidente publicaría varios artículos de una psicología de
corte histórico o cultural (Klappenbach, 1999).
En Argentina, desde Korn y Alberini, hasta Francisco Romero, Diego Pró, Hugo
Biagini, José Luis Romero, Jorge Dotti o Mario Bunge, han señalado el fuerte impacto
que signifi la presencia de Ortega en el país. Alejandro Korn, subrayó que había
promovido el ejercicio intelectual autónomo, contribuyendo a la decadencia de las
ideas positivistas:
La presencia de Ortega y Gasset en el año 1916 fue para nuestra cultura losófi ca un
acontecimiento. Autodidactos y diletantes tuvimos la ocasión de escuchar la palabra de

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