Literatura, cine y medicina (LiCiMe) Melanie Alvarez
1/61 LiCiMeL
LA CIUDADELA: el drama de los médicos y de la
medicina
Dr. Archibald J. CRONIN
Al lado de cada capítulo, pongo un nombre resumen de cada uno, porque algunos realmente no son importantes.
Al final dejo una lista con características de los personajes importantes (no la pongo al principio para no
spoilearles la novela), glosario de las principales enfermedades que ocurren en la historia, una breve biografía del
autor y relación con películas vistas durante la cursada 2016.
Lo que está resaltado en fucsia, son análisis de esa parte del libro.
RESUMEN
No es de repaso. Es más bien una versión corta del libro para quiénes lo leyeron hace mucho.
PRIMERA PARTE
Capítulo I: Primer trabajo. Conociendo Drineffy
El joven escocés Andrés Manson, recién recibido de médico con veinticuatro años, se muda al pueblo minero de
Drineffy, en Gales, un octubre del año 1924, con la esperanza de encontrar allí su primer trabajo como ayudante
del Dr. Edward Page. Baja del tren en una noche muy lluviosa, y se encuentra con el “viejo Tomás”, un anciano
desaliñado, cochero del Dr Page, quien lo lleva en su carro a la casa del Dr. Durante el viaje le comenta que el
último ayudante se fue hace 10 días y que casi todos de ellos prefieren irse. Andrés le preguntó el por qué con
nerviosismo, y Tomás le contestó me parece que para uno sólo el trabajo es excesivo”. Andrés le pregun“¿Y
para dos?” porque se supone que él iba a ser ayudante de un médico, que no iba a estar sólo. “Ya verá” le
contestó Tomás.
Llegan al hogar del Dr Page, donde es recibido por la hermana del doctor, Blodwen Page, una mujer de unos 50
os, que inmediatamente, luego de darle la bienvenida a Andrés, se quejó de ayudante anterior. La señorita
Page (no estaba casada, por eso no se la llama señora) está obsesionada con la idea de llegar a ser famosa
mediante la práctica médica de su hermano, y ahora también de su ayudante.
Luego de recorrer los cuartos, la señorita Page le comunica a Andrés que el doctor no se encuentra muy bien
últimamente, lo que tomó a éste por sorpresa.
Había solicitado esa ayudantía en respuesta a un aviso del Lancet. Sin embargo, en la correspondencia cambiada
a ese fin con la señorita Page -que había llegado a asegurarle el puesto- no se hacía la menor referencia a la
enfermedad del doctor Page. Pero Page estaba enfermo, no cabía duda respecto a la gravedad del derrame
cerebral que lo había invalidado. Pasarían meses antes de que se hallase nuevamente en condiciones de trabajar si
es que, en fin de cuentas, no quedaba incapacitado para siempre.” Tenía un derrame cerebral del lado izquierdo.
Andrés trató de disipar la inquietud de su mente pensando en que él era joven y no tendría problema en realizar
el trabajo extraordinario sin ayuda del Dr. Page. El Dr. le hablá a Andrés como poniéndolo a prueba: “Espero que
el trabajo no le resultará excesivo. Es usted muy joven.” A lo que Andrés responde: que es el primer trabajo
que tengo y todo eso… pero no me asusta el trabajo”. Luego el Doctor termina la charla al ponerse a leer su libro
“Los pájaros silvestres de Europa”.
Como si esto fuese poco, la señorita Page le comenta en la cena a Andrés que, durante la ausencia del anterior
ayudante del doctor, un tal Dai Jenkins se había encargado no sólo de atender consultas sino también de hacer
visitas, en carácter de médico, siendo un simple boticario. Durante la cena, Anita, la sirvienta, les sirvió una carne
de pecho, hervida y fría y pan con manteca; de bebida, agua fría para Andrés y leche fría para la señorita Page
(quien decía que la tomaba para la sangre). Andrés pensaba que no podía pretender que hubiese manjares en la
mesa de esos ásperos valles; y la señorita Page que no sería difícil alimentarlo porque aceptó esa carne mezquina.
Para empeorar aún más las cosas, Blodwen comenta a Andrés con total naturalidad detalles del penoso sistema
médico que en esa villa se lleva a cabo: Y el trabajo que me ha costado mantener satisfechos al gerente y a los
empleados de la mina -es de ellos que proviene el dinero de la profesión- ni qué decir tiene -añadió encogiéndose
Literatura, cine y medicina (LiCiMe) Melanie Alvarez
2/61 LiCiMeL
de hombros-. En Drineffy se trabaja de este modo: en el presupuesto de la compañía figuran tres médicos...
aunque, por supuesto, debe usted tener en cuenta que de todos ellos el doctor Page es el más inteligente. Y
además… ¡el tiempo que ha estado aquí!, cerca de treinta años, o más, que es bastante decir, me parece. Ahora
bien: estos médicos pueden tener tantos ayudantes como deseen -el doctor Page a usted, el doctor Nicholls a un
joven con aspiraciones, llamado Denny, pero los ayudantes nunca figuran en las listas de la compañía. De todos
modos, como le decía, la compañía deduce un tanto de los sueldos y salarios del personal empleado en las minas y
canteras y paga de ellos a los médicos registrados, conforme al número de hombres voluntariamente inscriptos en
sus respectivas listas.” Un sistema totalmente corrompido e inútil, donde los médicos son empleados de una
minera, cortando de raíz así con cualquier crítica o sospecha que se levante sobre la salud que se viene a menos
de un pueblo contaminado por la minería. Lo último que le dice la señorita Page es “Todo lo que debe recordar es
que trabaja para el Dr. Page; y los dos estaremos en la gloria”.
El joven médico se encuentra con el sistema médico en los pueblos mineros, donde la compañía contrataba unos
4 doctores, y cada minero escogía con quien quería atenderse, entregándole al médico su respectiva cartilla. Si ya
no quería atenderse con él, entonces le pedía que se lo devolviera. La señorita Page hace alusión a esto cuando
dice: “¡Y el trabajo que ha costado mantener satisfechos al gerente y los empleados de la mina!”.
Un llamado de la calle Glydar fue la excusa perfecta para que Andrés pudiera irse de la cena, se trataba de su
primer caso.
Capítulo II: Desconcertado. Primer caso de Tifus
Andrés va a atender un llamado para la calle Glydar 7. Al llegar a la casa la enferma yacía en una cama
arrinconada, en la cocina. Era una mujer joven, esposa de un pudelador de acero llamado Williams. Andrés se
sintió nervioso por esta primera experiencia médica, el verdadero punto de partida de su vida. Ya no era como
una demostración en la sala del profesor Lamplough, no había ningún grupo que lo apoyara, ni se trataba de
hacer una sencilla exposición. Estaba solo frente a un caso que debía diagnosticar y tratar sin ayuda de nadie.
Tuvo conciencia de su nerviosismo, de su inexperiencia, y de su falta de preparación para semejante tarea.
Examinó a la paciente buscando en su cabeza alguna enfermedad que se relacionara con todo lo que él veía. La
paciente estaba enferma, se quejaba de un dolor de cabeza insoportable; la temperatura, pulso, lengua, todo
hablaba de algo serio; pero no podía saber exactamente qué era. Como no podía tardar más, terminó el examen y
le preguntó al esposo si la paciente había estado resfríada; y Williams le dijo que si, que hacía 3 o 4 días tuvo uno.
Andrés le dijo que lo vería en su consultorio en media hora para prepararle la medicina.
Se la pasó revolviendo frascos y yendo de un lado a otro pensando qué podía ser. Andrés sabía que no se trataba
de un resfrío pero se sentía desalentado por su incapacidad para diagnosticar. Entonces se vio obligado a recurrir
con lo que el profesor Lamplough le enseñó, cuando se hallaba ante algo desconocido apelaba a una formulita:
P.O.D “Pirexia de Origen Desconocido”. Era algo ambiguo y de admirable apariencia científica. Comenzó a
preparar un compuesto antipirético: ácido clorhídrico, salicilato de sodio (el profesor decía que no había droga de
aplicación tan general como el salicilato).
Cuando estaba terminando, escribiendo el rótulo del frasco, entra en el consultorio un hombre con un perro
mestizo, era Felipe Denny, “…ayudante del Dr. Nicholls, L.S.F […] Licenciado de la Sociedad de Farmacéuticos”, así
se presentó a Andrés.
Denny enciende un cigarro, tira el fósforo al suelo y toma el frasco de remedio. Lee la dirección, las instrucciones,
lo huele y le dice a Andrés […]“Ya ha empezado a trabajar bien. Una cucharada cada tres horas. Pero ¿por qué no
tres veces al día? ¿Qué contiene esto? Por el olor detecto ácido clorhídrico. Maravilloso producto doctor,
carminativo, estimulante, diurético, y se lo puede beber a discreción. El librito rojo decía “En la duda, recétese
ácido clorhídrico o solución yodada” Parecía que me había olvidado algunos conocimientos elementales […]
Durante la charla Denny interroga a Andrés sobre lo que había venido a buscar en Drineffy, a lo que Andrés
responde que pretendía hacer del lugar una especie de estación termal, un lugar de curación. Denny le advierte a
Manson que el agua no era apropiada para sus ideas, y que en ese pueblo los médicos eran la canalla de una
profesión tan noble y gloriosa. Le anuncia las malas condiciones en las cual ejercerá su oficio Andrés: -Mire,
Manson. Comprendo que usted se halla precisamente en camino a Harley Street, pero, entretanto, hay una o dos
cosas referentes a este lugar que debe conocer. Usted no lo encontrará conforme a las mejores tradiciones del
Literatura, cine y medicina (LiCiMe) Melanie Alvarez
3/61 LiCiMeL
ejercicio ideal de la profesión. No hay hospital, ni ambulancia, ni rayos X; no hay nada. Si quiere operar, tiene que
emplear la mesa de la cocina y lavarse después en el lavaplatos. No hay que pensar en la asepsia. En los veranos
secos los chiquillos mueren como moscas del cólera infantil. Su patrón, Page, era un buen viejo, pero ya está
acabado, consumido por el exceso de trabajo y no volverá a moverse. Nicholls, mi jefe, es un mísero avaro que
ejerce la obstetricia. Branwell, la maravilla en enfermedades pulmonares no sabe más que unas cuantas
recitaciones sentimentales y el Cantar de los Cantares. En cuanto a mí, es mejor que le anticipe la buena nueva:
bebo como un pez. ¡Ah!, y Jenkins, su humilde droguista, hace por su cuenta un lucrativo comercio con pildoritas
para desarreglos femeninos. Creo que esto es todo”. Llamó a su perro Hawkins para irse y antes de salir le dijo a
Manson que, en su lugar, temería un caso de tifus en la calle Glydar y que algunos de estos casos no son
exactamente típicos. Y se fue.
Capítulo III: Infancia de Manson. Denuncia de epidemia de tifus
Manson quedó alterado toda la noche pensando en si efectivamente sería tifus. No fue corriendo a ver a la
paciente de nuevo, porque era de madrugada. Temía que no se haya dado cuenta de algún síntoma capital,
empezó a preguntarse si sabía siquiera algo de medicina.
Era un hombre muy impresionable. Su padre John Manson, un pequeño agricultor de Fifeshire, había muerto en
el servicio de caballería, el último o de guerra. Su madre Jessie Manson, de Ullapool, había tratado de
administrar la finca como una lechería mientras Andrés estaba ocupado con sus libros. Ella padecía de tos hacia
tiempo y eso se convirtió en enfermedad pulmonar, a la cual sucumbió. A los 18 años Andrés estaba solo, en su
primer año de estudios en St. Andrews University, disfrutando de una beca de 40 libras anuales, pero por lo
demás sin un penique. Su único ingreso era gracias a la dotación Glen, una fundación escocesa que “invita a los
estudiantes meritorios y necesitados que posean el nombre de bautismo de Andrés, a solicitar préstamos no
superiores a cincuenta libras anuales, durante cinco años […] a reintegrar cuando obtengan su título”. Esta
dotación lo había enviado a Andrés por el resto de su curso a St. Andrews y luego a la Medica School de la ciudad
de Dundee. Esto es lo que motiva a Andrés a ejercer en Gales del Sur, donde los ayudantes recientemente
recibidos podían disponer de la más alta remuneración y así pagar lo que debe, cuando en el fondo de su alma él
prefería un cargo clínico en el Edimburgh Royal, con un honorario de la décima parte de aquella suma.
Andrés poseía entre sus pertenencias la Hunter Gold Medal, concedida al mejor estudiante de clínica médica en
St. Andrews. La medalla lo llenaba de orgullo, siempre fue su inspiración para el futuro, pero esa mañana la veía
con menos orgullo y tratando de restaurar la confianza en sí mismo.
Al llegar al consultorio se encontró con Jenkins, un hombrecito diminuto y vivaracho, llenando con agua de la
canilla una vasija de barro. Le dijo a Manson que no debía venir temprano, que él podía repetir sus preparaciones
y hacer certificados; que la señorita Page tiene un sello de goma con la firma del Dr. Manson agradeció pero
prefería ver él mismo a los pacientes. Le preguntó Jenkins qué estaba haciendo con el agua. Jenkins le dijo Sabe
mejor sacada de aquí. Nosotros sabemos lo que significa el agua natural. Pero los enfermos no. Parecería un
verdadero tonto, si así no lo hiciese, llenando sus frascos en la canilla a la vista de ellos”.
Afortunadamente, había poca gente en la consulta matinal, y Andrés partió al momento con Tomás para
comenzar las visitas. El primer lugar que visitó fue la calle Glydar N°7, luego fue hacia el N°11, luego el N°18, luego
fue a la calle Radnor. Cinco de los casos, incluyendo el de la calle Glydar N°7, presentaban erupciones típicas de
tifus. Jenkins los había tratado con creta y opio. Andrés se dio cuenta que se encontraba ante una epidemia de
fiebre tifoidea.
El joven acude de inmediato al Dr. Page, pero para no preocuparlo demasiado debido a que no estaba en buen
estado, le preguntó “¿Qué es lo mejor que puede hacerse si nos toca un caso de enfermedad contagiosa?”. El Dr le
responde: “Siempre ha sido difícil. No tenemos hospital, menos aún una sala aislada. Si le toca algo muy difícil,
acuda a Griffiths, en Toniglan. Está a quince millas más abajo, en el valle. Es el funcionario médico del distrito.
Pero temo que no sea de mucho provecho”.
Andrés, entonces, le comunica al Dr. Griffiths que se encuentra ante cinco casos de fiebre tifoidea. Éste último
disimula que no está disponible diciéndole que Griffiths se encuentra en Swansea en un importante asunto oficial,
le corta el teléfono e ignora las siguientes llamadas de Andrés. Anita quien lo observaba le dijo que nunca iba a
encontrar al Dr. Griffiths en Toniglan a esas horas, que a la tarde él juega al golf en Swansea y, sino, dice que está
en Swansea.
Literatura, cine y medicina (LiCiMe) Melanie Alvarez
4/61 LiCiMeL
Como era la consulta de la tarde, se tuvo que dedicar a atender. Estaba atestado de gente, mineros con golpes de
rodilla, dedos cortados, nistagmus (enfermedad de la vista muy frecuente en lo mineros), artritis crónica, tos,
resfríos, todos “achaques menores de la humanidad”.
No le quedaba más opción que acudir al odioso Denny, así que le preguntó a Jenkins la dirección, este se la dio
pero antes le dijo que la señorita Page no le cae bien Denny porque se portó descortésmente con ella.
Denny vivía sobre la calle Chapel. Andrés le dijo que tenía razón sobre el tifus y que debería ser fusilado por no
haberse dado cuenta de ello; que como el médico fiscal no lo atendió, recorría a él, a su pesar, para pedirle su
parecer. Denny lo hizo pasar y lo hizo ver a través de un microoscopio de inmersión las bacterias de tifus que
detectó de manera muy tosca (hirvió el agar en su propio horno). Le dijo a Andrés que él también tiene cuatro
casos más de tifus, en la misma zona que Andrés. Este sería el foco de la epidemia, el pozo de la calle Glydar.
Denny comenta: “el paratifus es más o menos endémico aquí. Pero pronto, muy pronto, lo veremos recrudecer. Es
la alcantarilla principal la culpable. Destila como diablo y se cuela a la mitad de los pozos bajos de la parte honda
del pueblo. Se lo he repetido a Griffiths hasta el cansancio. Es un cerdo devoto, perezoso, esquivo e incapaz.
Cuando lo llamé la última vez lo amenacé con aplastarle la cabeza. No quiere decir nada al Consejo porque sino se
lo van a descontar de su mísero sueldo”.
Andrés tenía más ganas de quedarse charlando, pero le agradeció la información y le dijo que iba a pedir que
hiervan el agua en la calle Glydar. Antes de retirarse, Denny le dijo que lo vaya a ver cada vez que sea tolerable
para Andrés. Manson se dio cuenta que no detestaba tanto a Denny.
Capítulo IV: Blowden insoportable. Explosión de la cloaca
Mason toma la iniciativa de dar instrucciones precisas a los vecinos de la calle Glydar: el hervir el agua, la
desinfección y el aislamiento, las sábanas impregnadas de fenol en todas las puertas, las libras de cloruro de cal
que había hecho comprar a cuenta del doctor Page y que él mismo había echado a los desagües de la calle Glydar.
Estos métodos estaban funcionando. Amaba su trabajo y se consideraba afortunado de haber logrado tan
temprano, en su carrera, oportunidad semejante. En esas semanas trabajó alegremente pues sus pacientes
mejoraban. Hallaba un placer secreto y maligno en el hecho de que sus enfermos estaban mejorando antes que
los de Denny.
Denny visitaba asiduamente a sus enfermos, se sentaba en sus camas, colocaba la mano sobre ellos y pasaba
horas en sus habitaciones.
Un día Andrés acudió a la Guía Médica en busca de informes. Era un ejemplar de hacía 5 años en la biblioteca del
Dr. Page que presentaba a Felipe Denny como un distinguido estudiante de Cambridge y Guy, un master of
science de Inglaterra.
En noviembre, recibe un llamado de Denny pidiéndole que vaya a verlo. Mientras Mason almorzaba, la señorita
Page le dijo que no debería meterse con Felipe. Andrés le dijo que le fue útil. Y Blodwen le dijo que haga lo que
quiera pero que Denny es un extravagante, que a Megan Rhys Morgan, que toda su vida necesitó remedios, le
dijo que en lugar de tomar esas porquerías, subiera dos millas cerro arriba todos los días. Megan los fue a ver
enseguida y Jenkins le ha suministrado frascos de magníficos remedios. También le dijo que se casó, pero que
viven separados, que es un ebrio. Y le terminó la conversación con un recuerde que trabaja para el señor Page”.
A Andrés se le agotó la paciencia de que esta mujer se aprovechase al máximo de él, que aún no le haya dado el
sueldo de su primer mes (estaba atrasado 3 días), y que encima fuera jueza de Denny, le contestó que trabajaría
para el Dr. Page si tuviera su paga.
El resto de la comida, Blodwen lo trató de manera altanera. Andrés la veía como una solterona, estéril, enjuta y
seca, cuya sonrisa jamás le convencía. Si reconocía que tenía mucha devoción por su hermano, que era
ahorrativa, que no despediciaba el tiempo, que tenía amigos en Drineffy y que todos hablaban bien de ella.
Terminada la cena, la señorita Page le cuenta, delante de Mason, el sueldo en efectivo que le iba a dar, pues
Blodwen descubrió que los ayudantes prefieren ese modo de pago; lo hace como demostración de que no trata
de engañar a Andrés.
Andrés inmediatamente fue al correo para enviarle las 20 libras a la dotación Glen. Se encontró con el Dr
Bramwell quien lo invitó que vaya alguna noche a una de sus fiestas culturales; lo felicitó por su trabajo con el
tifus y le dijo que le hubiera gustado que le tocará a él algún caso así, y que si se presentaba algo en el cual el
podía ayudar, que no dudara en llamarlo. Andrés le propuso que lo acompañe a ver a un paciente con
Literatura, cine y medicina (LiCiMe) Melanie Alvarez
5/61 LiCiMeL
mediastinitis secundaria (Andrés descubrió que era un caso raro de persistencia de la glándula timo). Bramwell lo
acompañó, se acercó al paciente de manera medio afeminada, hizo una precipitada investigación y sólo habló
luego de respirar una buena bocanada de aire fresco: me alegro de haber visto este caso. Entiendo que forma
parte de la vocación del médico no retroceder ante el peligro de infección; es el mejor caso pancreatitis que en
mi vida” y luego se retiró. Mason se quedó perplejo ante tamaño error cometido por el Dr, confundió el timo con
el páncreas, y eso que uno se encuentra en el pecho y otro en el vientre; casi se desploma al pensar que en las
manos de ese médico, estaban las vidas de cientos de seres humanos. Bramwell tenía experiencia, y por eso
mismo su ignorancia era inexcusable; contrario a Andrés que recién empezaba.
Andrés se dirigió hacia la casa de Denny, donde lo encuentra muy malhumorado, este le dice que el pequeño
Jones murió por una perforación y que tenía dos nuevos casos de tifus en Ystrad Row. Andrés se mostró apenado
pero Denny le pidió que no finja porque “A usted le da gusto ver que mis enfermos van mal; pero no le gustará
cuando esa alcantarilla le infecte su camino”. Andrés le dice que realmente lo siente y que deberían escribirle al
ministro de Salubridad. Felipe le dijo que eso no iba a servir, que después de muchas cartas, mandarían un
funcionario parásito; y le dice que lo mejor sería que se construya una nueva alcantarilla, pero, para que vengan,
habría que hacer volar la vieja. Andrés acepta destruir la alcantarilla con Denny; a pesar del miedo de que se
descubra el escándalo y sean borrados del registro médico.
Una noche oscura, ventosa y lluviosa, Denny, Mason y el perro Hawkins decidieron ir hasta la entrada principal de
la alcantarilla al final de la calle Glydar. Denny había planificado todo con tiempos precisos, sabía que hacía una
hora había entrado la última tanda de obreros en la mina. Tenía en su bolsillo 6 cartuchos de dinamita que Tom
Seager, hijo de su patrona, le había robado en la cantera. Andrés llevaba 6 latas de cocoa, todas con la tapa
agujereada, una linterna y un trozo de mecha. Levantaron la tapa y empezaron a poner cada cartucho en cada
lata de cocoa, cortaron y ataron las mechas. Encendieron cartucho por cartucho y los fueron lanzando. Justo
cuando lanzan el cartucho con mecha más corta, Hawkins se puso a cazar un ratón. Por temor a que los ladridos
del perro se oigan y que vuelen en pedazos, corrieron y atraparon al perro. Enseguida colocaron la tapa de la
alcantarilla y corrieron calle arriba. Andrés sentía que todo esto era maravilloso e increíble, toda una aventura por
el bien de los pacientes. Ni bien se escucharon las explosiones, la gente salió de sus casas preocupadas de que
fuera la mina; y Andrés y Felipe aprovecharon el revuelo para huir a sus casas de manera separada y por distintos
caminos.
A la mañana siguiente, fue el doctor Griffiths, a pedido del consejero Glyn Morgan debido a que valle abajo,
estaba todo repleto de inmundicias por la explosión de la alcantarilla y había que hacer algo cuanto antes. Entre la
multitud de gente que se había juntado a ver, estaban Andrés y Felipe. Griffiths se acercó a Denny y le dijo que
tenían que construir una nueva alcantarilla; Denny le dijo que él se lo había advertido; Griffiths le dijo que jamás
había pensado que la cloaca iba a terminar así, y que no entiende qué pasó; Denny le contestó “¿Dónde está su
conocimiento de salubridad pública? ¿No sabe usted que estos gases de las cloacas son en alto grado
inflamables?”. Y se reconstruyó la alcantarilla.
Capítulo V: Dr. Page no mejorará. Caso del sarampión
Drineffy es una ciudad aburrida, donde la mayoría trabaja para la compañía minera. Pero con mucha gente
bondadosa y trabajadora con diversiones sencillas.
Andrés tenía claro que el Dr Page ya no iba a ver otro enfermo, pero a los enfermos no les agradaba abandonar al
doctor, que los había servido lealmente por más de 30 años. Y Blowden, juntando el engaño y la lisonja con
respecto a Watkins, el administrador de la mina, mediante quien eran pagadas las contribuciones médicas de los
obreros, había logrado mantener al Dr en la lista de la compañía, y recibía una buena renta, de la que pagaba una
6ta parte a Andrés, que hacía todo el trabajo.
Andrés estaba apenado por el estado del Dr Page. Porque era bueno y sencillo, pero no había gozado mucho de
su vida de soltero, se había agotado en su deber. Tenía cualidades de sacrificio y abnegación. El deseo de Eduardo
era salir de ahí, e ir a visitar la isla de Capri, donde él había leído, que estaban construyendo un santuario de aves.
Anita, todas las mañanas, dejaba restos de comida sobre el alféizar de la ventana para que las aves fueran a
comer y Eduardo pueda verlas. Los domingos a la mañana, Enoch Davies, un anciano minero venía a visitarlo y se
quedaban viendo los pajaritos. Enoch era el único amigo del Dr. Page, tenía gran influencia entre los mineros, y
juraba que ningún hombre se borraría de la lista de pacientes del Dr mientras él viviera.
Literatura, cine y medicina (LiCiMe) Melanie Alvarez
6/61 LiCiMeL
Otro visitante de la casa era el gerente del Banco de los Condados del Oeste, Aneurin Rees que le daba
desconfianza a Andrés. Estaba 5 minutos con el Dr y una hora encerrado con Blowden. Blowden, según Andrés,
tenía gran cantidad de dinero invertida y que bajo la administración de Rees, incrementaba solapadamente sus
haberes.
En esta época a Andrés no le importaba mucho el dinero, a él le importaba poder pagarle a la dotación Glen,
tener unos chelines para los cigarrillos y su trabajo.
Andrés comenzaba a darse cuenta que toda la educación que había recibido no le era de gran utilidad, debido a
que remedios que le habían enseñado que curaban determinadas enfermedades, no servían para nada. Pensaba
que sus docentes jamás habían usado esos medicamentos y que encima esa información era de libros que no eran
actualizados desde la Edad Media. Denny se burlaba de los preparadores de medicinas, de los grandes
“bebedores” de medicinas; él decía que sólo una docena servían realmente para algo y que el resto era basura.
El joven médico atiende un caso de sarampión, donde uno de dos hermanos, el menor, se encontraba con la
enfermedad. La madre, una pobre mujer que tenía no lo un hijo enfermo, sino también un marido en cama
hace tres meses y sin derecho a cobrar su sueldo por la enfermedad. En este marco, Andrés se entera de que el
hijo mayor asistía a la escuela, motivo que lo enfurece. Pregunta a la madre quién había tomado semejante
decisión, a lo que ella contesta que había sido la maestra de la escuela a la que sus hijos asistían, la señorita
Barlow.
Enfurecido, el doctor se dirige hacia la escuela, específicamente a la sala donde la señorita daba clases a sus
pequeños alumnos que estaban merendando en ese momento. Ella lo reconoció como ayudante del Dr. Page.
Tras increparla por sus actos, y amenazándola con denunciarla, la señorita Barlow le responde que allí a Idris
Howells, el hermano del niño enfermo de sarampión, y ahora una fuente de contagio, no le faltaría su taza de
leche diaria. Además, fundamenta a su favor que la mayoría de los niños que a su clase asistían ya habían
padecido la enfermedad, y los que no, seguramente ya la contraerían. Además que de cierta forma, el niño estaba
aislado de sus compañeros en un escritorio lejano. Manson se muestra inflexible. La señorita termina por echarlo
cordialmente de su clase.
Capítulo VI: Juntada en la casa Bramwell
Andrés no podía dejar de pensar en Cristina, en si tenía que denunciarla... finalmente, no lo hizo y se dio cuenta
que estaba enamorado de esa mujer. Y cuando Gladys Bramwell lo invitó a una fiesta en la que iba a ir su amada,
aceptó concurrir.
En esa fiesta donde comieron y cantaron. Andrés no paraba de mirar a Cristina y cuando se estaba por ir, decidió
decirle algo porque no intercambió ni una sola palabra durante toda la reunión. Le preguntó si la podía
acompañar a la casa, a lo que ella contestó que no podía porque estaba esperando a los Watkins. Seguido a eso,
Andrés sin mirarla a la cara, le pidió perdón por la escena de abuso de la autoridad y orgullo, y que lo que hizo
ella estuvo muy bien y que “después de todo, es mejor atenerse al espíritu que a la letra de la ley.
Capítulo VII: Blowden Page insoportable. Charla con Cristina
Blowden seguía menospreciando a Andrés y un día se puso a hablar maravillas de su hermano: de que es el mejor,
que hacía grandes cirugías, que todos están esperando su regreso porque es el mejor. Y cerró diciendo que su
hermano iba a volver a trabajar en el verano.
Al regresar de su ronda de la tarde, Andrés encontró al Dr. Page acomodado en una silla de la entrada,
enteramente vestido, con una gorra y una manta en las piernas. El viento soplaba fuerte y era frío. Salió Blowden
diciendo que su hermano estaba mucho mejor y que ya había llamado a Watkins para decirle que pronto se iba a
recuperar y bla bla la interrumpió Andrés diciéndole que el Dr. Page no estaba en condiciones aún de salir y que lo
ayude a subirlo de nuevo. Ahí el Dr se puso a pedir por favor que lo devuelvan a la cama porque tenía frío y
Blowden le pidió perdón mientras ayudaba a Manson a devolverlo a la cama.
Andrés se encerró en la cocina, pidiéndole a Anita que le hiciera un ahí porque no quería ver a la insoportable
de Blowden. No se había dado cuenta que allí estaban también la hermana de Anita, Olwen, y su esposo, Emlyn
Hughes. Él les pidió perdón por sus comentarios y ellos dijeron que no le molestaban, porque todo el mundo
Literatura, cine y medicina (LiCiMe) Melanie Alvarez
7/61 LiCiMeL
comenta que hacía años que no tenían un doctor joven que atienda tan bien y que el trato de Blowden es una
injusticia, que el consultorio debería ser de Manson porque él hace todo el trabajo y el Dr. Page no se va a curar.
A los días, Andrés fue visitado por los Morgan. La mujer de 43 años estaba embarazada al fin, y decidieron elegir
al mejor doctor para seguir su embarazo y Manson aceptó.
Andrés nunca había pensado en el amor hasta que conoció a Cristina. Antes él sólo se preocupaba por sus
estudios pero ahora no había forma de sacarla de su cabeza. Una tarde le llega una carta de ella invitándolo a una
cena junto con los Watkins. Andrés estaba re feliz y cuando fue tenía tiempo para charlar a solas con Cristina
porque los Watkins tenían un retraso. Ella le habló de su vida, que era de Yorkshire, que su madre murió cuando
ella tenía 14 años, y que su hermano y padre murieron en un accidente en las minas de carbón cuando ella tenía
19 años; que los Watkins fueron muy generosos con ella, que le ayudaron a conseguir su puesto en la escuela,
que vive en la casa de la señora Herbert, y que ella es un poco como Andrés, todavía una extraña. Manson le dijo
que aquí es fácil sentirse sólo y aislado y que a menudo siente la necesidad de hablar con alguien. Cristina le
pregunta de qué quiere hablar y Andrés sonrojado le dice que de su trabajo y le comenta: “Llegué aquí,
atiborrado de fórmulas, casos que todos creen, o pretenden creer. Que coyunturas hinchadas significan
reumatismo. Que reumatismo significa salicilato. Sabe usted, ¡los conocimientos ortodoxos! Bien, estoy
descubriendo que algunos de ellos son enteramente falsos. Lo mismo ocurre con las drogas. Creo que algunas
hacen más mal que bien. Es el sistema. Un paciente viene al consultorio. Espera su “frasco de remedio”. Y lo
consigue, aun cuando sólo sea azúcar quemada, bicarbonato de soda y la buena agua natural. Por eso la
prescripción se escribe en latín, así no la comprenda. No está bien. No es científico. Y otra cosa. Me parece que
muchos doctores tratan las enfermedades empíricamente, es decir, tratan los síntomas individualmente. No se
preocupan de combinar los síntomas en su espíritu y dar con el diagnóstico. Dicen muy rápidamente, porque
siempre están apurados: “¡Ah, dolor de cabeza! … Ensaye éste polvo, o “Usted está anémico, debe tomar algo de
hierro”.
En vez de preguntar cuál es la causa del dolor de cabeza o de la anemia. Recién estoy comenzando, descubriendo
mi camino, pero juzgo honradamente, aún por lo que he visto, que los libros de texto por los cuales me enseñaron
contienen demasiadas ideas conservadoras, anticuadas. Drogas inútiles, síntomas que fueron descriptos por
alguien en la Edad Media. Me dirá usted que ello no importa al médico corriente. ¿Pero por qué no ha de ser éste
más que un preparador de emplastos o de drogas? Es hora ya de poner a la ciencia en primer plano. Mucha gente
cree que la ciencia yace en el fondo de un tubo de ensayo. Yo no. Creo que la generalidad de los médicos tiene la
posibilidad de ver las cosas y una situación más favorable para observar los síntomas de una nueva enfermedad
en el ejercicio corriente de la profesión que en cualquier hospital. Cuando un enfermo es llevado al hospital, por lo
general ha pasado ya el primer período de su mal”. Cristina le iba a contestar, pero justo llegaron los Watkins.
Reconocía para sus adentros que prácticamente nada sabía aún. Sin embargo, se estaba enseñando a mismo a
pensar por su cuenta, a mirar detrás de las apariencias en un esfuerzo para descubrir la causa próxima. Nunca
antes se había sentido tan poderosamente atraído por el ideal científico; anhelaba no convertirse nunca en
mercenario o descuidado, no saltar jamás a las conclusiones, no llegar nunca a escribir “la preparación” como
antes. Necesitaba descubrir, ser científico.
La reunión fue alegre, Cristina cocinó muy rico y al final de la velada Andrés le propuso algún día ir al cine juntos y
ella aceptó.
Capítulo VIII: Caso Emlyn Hughes, hipotiroidismo
Andrés estaba enamoradísimo de Cristina, no podía dejar de pensar en ella y todo lo que hacía se preguntaba si
su amada le diría que estaba bien hecho. Estaba positivo y tenía ganas de una buena aventura, algún caso
increíble.
Se encontró con el Dr. Bramwell que despidió a su esposa que iba a hacer “compras” al mismo pueblo donde vive
el Dr Gabell. Se pusieron a hablar de sus pacientes y el Dr le comentó que estaba preocupado por Emlyn Hughes
porque se estaba comportando extraño: trastornándose en la mina, perdiendo la memoria, se había vuelto
pendenciero y violento. El Dr. Decía que esto era un claro trastorno mental y que lamentaba que fuera eso,
porque iba a terminar yendo a un “loquero” o cárcel.
Literatura, cine y medicina (LiCiMe) Melanie Alvarez
8/61 LiCiMeL
Anita una noche despierta desesperada a Mason con una carta en la mano por parte del Dr. Bramwell que
solicitaba que Andrés fuera a certificar el caso de un loco peligroso: Emlyn había intentado acuchillar a su esposa
y el Dr. Bramwell le diagnosticó manía aguda homicida y que necesita dos firmas en el certificado para el
diagnóstico y envío al loquero Pontynewd. Andrés conocía el procedimiento pero le preguntó cuáles eran sus
fundamentos y, seguido a eso, fue a examinarlo.
El hombre estaba en la cama, sujetado por dos de sus compañeros de la mina y su mujer estaba a los pies de la
cama con profunda cara de tristeza. Andrés no podía creer lo que veía porque Emlyn le contestaba cosas
inteligibles, realmente parecía un trastorno mental, pero cuál era la causa si siempre fue un hombre feliz. Mason
se negaba a diagnosticarlo así. A la inspección, tenía la cara hinchada, las ventanillas de la nariz engrosadas, la piel
cerosa (a excepción de una mancha roja en la nariz). Y cuando le tocó la cara, notó que el edema no tenía marca a
la presión de sus dedos… ERA MIXEDEMA. Siguió revisando y encontró más datos semiológicos que lo llevaban al
diagnóstico de hipotiroidismo: palabra torpe, piel seca, dedos hinchados, rostro tumefacto y sin elasticidad,
memoria defectuosa, ideación lenta, ataques de irritabilidad culminando en un estallido de violencia homicida.
Claro ejemplo donde aplica el método científico para llegar a un diagnóstico y tratamiento oportuno, sin dejarse
llevar por las primeras impresiones. Andrés se respaldó con la observación.
Andrés le dijo al Dr. Bramwell que no iba firmar el certificado porque su trastorno mental tenía base en la tiroides
y que había que tratarlo, porque enviarlo al loquero significaba que nunca iba a salir de ese lugar abominable, o
que si salía iba a terminar teniendo un estigma social. El Dr. Se estaba negando, cuando Andrés le dijo que piense
en su prestigio, para el caso de que lo sane y que ya iba a llamar a la esposa de Emlyn para que el Dr. Le dijera que
antes de enviarlo al loquero iban a probar con un tratamiento. Mason fue a buscar a la mujer y cuando volvió el
dr. Bramwell se había tranquilizado y le explicó a Olwen que había un rayo de esperanza.
Al cabo de 15 días, Emlyn estaba de pie y volvió al trabajo a los dos meses y en palabras del mismo paciente,
nunca en su vida se sentía tan bien. Los Hughes querían que Manson pasara a ser su médico de cabecera y
querían dejar al Dr. Bramwell; pero Andrés se los prohibió.
Capítulo IX: Visita a Freddy Hamson
En Julio de ese o la Conferencia Anual de la Unión Médica Británica se reunió en Cardiff. Por supuesto que
Freddy Hamson, compañero en la universidad de Andrés y miembro de la alta sociedad, pertenecía a ésta. Andrés
es entonces invitado por su colega, y Cristina decide acompañarlo. Él le avisó a Page que se iba y esta le dijo que
le traiga unos pastelitos.
Una vez en la conferencia, miraron una exposición donde se hallaban folletos que rezaban: “Doctor, ¿está vacío su
consultorio? Podemos indicarle cómo llenarlo”. Había también diecinueve folletos, todos diferentes, que ofrecían
los sedantes y analgésicos más nuevos (“la última tendencia era el doping”). También les ofrecían instrumental
médico.
Hamson demuestra sus intereses, no escuchó ni una sola reunión de la conferencia, lo principal para él era
tratarse con gente de gran influencia y “poner una plaquita en el West End”: “con el tiempo, créeme, eso significa
negocio”, dice Freddy. Decía que te hacías de unos amigos que podían enviarte enfermos alguna vez, se lo llama
reciprocidad: me rascas la espalda, y yo rasco la tuya”, y que Andrés algún día le enviará enfermos del
pueblucho donde vive. Todo el tiempo ostentaba y trataba medio mal a Andrés con cosas como “¿por qué no te
compras un sombrero nuevo? A éste le parecía increíble como su amigo, según su visión, se estaba echando a
perder en esos atrasados valles. Andrés le comentó el caso de Emlyn, que lo mando al Journal, pero Freddy no lo
escuchaba, sólo miraba la gente alrededor, es más, terminó de hablar y le dijo que no sabía que los casos de
paperas podían llegar allí (y Manson le hablaba de hipotiroidismo). Hamson le dijo que seguro había recibido una
buena suma de dinero por ese caso y después se puso a hablar de los honorarios médicos.
Freddy se puso a mirar el reloj y Cristina le dijo a Andrés que ya era hora del tren así que se retiraron del lugar.
Ella le dijo a Manson que no le cayó muy bien su amigo, porque era un arrogante, que lo trataba de inferior, no lo
escuchaba y que estaba muy preocupado por el tema dinero. Andrés le insistía que eso no era así y Cristina
rompió en llanto diciendo que estaban teniendo un día re lindo los dos, pero vino este tipo a arruinarlo y que él
está ciego para no ver qué clase de amigo tiene. Era la primera vez que se la veía a Cristina enojada y fueron a
tomar el tren en silencio. Allí vieron a la señora Bramwell tomando el tren con el Dr. Gabell… cuando se suponía
que la señora se iba a otra ciudad a visitar a su madre… un escándalo.
Literatura, cine y medicina (LiCiMe) Melanie Alvarez
9/61 LiCiMeL
Capítulo X: Parto de Susana Morgan
Una medianoche, Joe Morgan le dice a Manson que su mujer entró en trabajo de parto. Andrés tomó su maletín y
fue de inmediato. Joe se quedó afuera tensionado.
En la casa estaba Susana Morgan, su madre de unos 60 años y una partera madura que cuando vio al dr
moviéndose por toda la habitación le hizo un té para que aguante la espera. La anciana tenía miedo que se escape
y el Dr le aclaró que él no iba a ir a ningún lado.
En ese tiempo de espera, mientras escuchaba los pasos nerviosos de Joe. Se puso a pensar en los matrimonios
fallidos que conocía: el del Dr Bramwell que era engañado por su esposa; el de Denny que vivía infelizmente
separado de su mujer. Se quedó pensando en Cristina cuando la anciana le dijo que Susana dijo que no se le
administrara cloroformo porque podría dañar a la criatura y que todos están preocupados por ese bebé. Y Andrés
le contestó que igual ese anestésico no le haría ningún daño.
Durante una hora, una lucha prolongada y dura, Andrés estuvo atendiendo el parto… nació un niño sin vida y eso
a él lo fulminó porque le había prometido a los Morgan que todo iba a salir bien y él se había esforzado mucho
para ello. Iba a intentar devolverle la vida a la criatura pero cuando vio que Susana estaba perdiendo el pulso y
que no despertaba del éter, le dio al bebé a la enfermera. Le dio a Susana una ampolla de pitutrina y después de
algunos minutos de esfuerzo fébril, se le robustecía el corazón y ya estaba fuera de peligro.
Cuando busca el niño, la partera le señala que está debajo de la cama sobre unos diarios. Andrés se arrodilla y
mira al niño perfectamente formado, con un cordón umbilical cortado así nomás en el apuro, y lo ve blanco… eso
significaba que había asfixia y recordó en ese momento un método de revivir que había visto en la Samaritana.
Pidió con urgencia agua fría, agua caliente y palanganas. Mientras esperaba esas cosas, tomó un pañal, acostó al
niño allí y empezó a hacerle respiración artificial. Cuando llegaron las palanganas, en una puso agua fría y en otra
agua tan caliente como sus manos pudieran soportar, e iba pasando al niño de una palangana a otra a cada rato.
Pasaron quince minutos y el bebé no reaccionaba. La partera le pedía piedad porque el niño había nacido muerto.
Pero Andrés no le hizo caso y empezó a restregar al niño contra una toalla áspera, oprimiendo y soltando el
pechito con sus dos manos, procurando infundir aliento a ese cuerpecito. Y de repente, el niño empezó a largar
un aliento convulsivo cada vez más frecuente, hasta que largo una burbuja de mucus de una de las narices y
después llegó el lloriqueo del niño.
Exhausto por semejante esfuerzo, Andrés le entregó el bebé a la partera. Vio que Susana aún dormía por el efecto
del anestésico. La anciana estaba en un rincón rezando. La habitación era un chiquero. Aviso que después volvía a
buscar su maletín. Fue a la cocina, se tomó un buen vaso de agua y se fue a la casa a asearse lleno de orgullo de
haber hecho algo efectivo.
Capítulo XI: Cheque de regalo
Andrés llegó a la casa, se limpió y ya no podía acostarse a dormir porque comenzaba su trabajo. En el desayuno,
Blowden lo regañó diciéndole que estaba cansado porque volvió recién de la conferencia esa, que encima no le
trajo pastelitos.
Se fue a las consultas matutinas, y antes del mediodía fue a visitar a los Morgan. Las mujeres del barrio lo
saludaban con unos buenos días. Al llegar, la anciana sonriente le ofreció tomar un refresco, pero Andrés se negó
y quiso ver a sus pacientes; así que ella le dijo que antes de irse tome un buen vino y una torta caserita. Cuando
entró a la habitación de Susana, vio que el niño tomaba pecho, estaba todo limpio y reluciente, que todo su
instrumental fue pulido y parecía de plata, que le habían lustrado el maletín. La partera decía que ahora se veía
todo bien, como si no les hubieran dado preocupaciones. Susana le agradeció por todo, porque tener un hijo era
ahora o nunca a su edad, que Joe ya iba a pasar por su consultorio y que lo iban a extrañar cuando se vayan a vivir
a Sud África porque no van a encontrar un doctor igual en ninguna parte. Cuando Andrés vio la felicidad de ese
matrimonio, vio que había un punto a favor en la vida familiar.
A los 15 días Joe lo fue a visitar y le dijo que el dinero no podía pagar todo lo que hizo él, pero que aceptara ese
obsequio de parte de él y su esposa: era un cheque de 5 guineas, una suma alta para una familia que no tenía
tanto dinero y que encima estaba en víspera de un viaje importante con todos los gastos que eso implica. Ante el
rechazo de Andrés, Joe le dijo que se sentiría ofendido si no aceptaba ese dinero, que eso era para él y no para el
Literatura, cine y medicina (LiCiMe) Melanie Alvarez
10/61 LiCiMeL
Dr Page, que durante años le pagaron y recién ahora lo molestaban, que con tantos años, ya le habían pagado
suficiente, y que ahora Manson se merecía ese dinero. Lo aceptó.
Page le pagaba en billetes y Andrés le mandaba una carta certificada a la dotación Glen. Un día pasando por el
banco, decide abrir una cuenta bancaria con el cheque de Joe. Todo esto fue observado por Aneurin Rees quien
se acercó y revisó el cheque preguntándole a Andrés si quería colocarlo en su nueva cuenta. Andrés preguntó si
era poco dinero para guardarlo y Rees le dijo que no pero le preguntó si lo iba a guardar a su nombre. Y Manson
le dijo que si con extrañeza.
Capítulo XII: Propuesta de ascenderlo a médico. Denny ebrio. Renuncia
Cristina se fue de vacaciones y Andrés la extrañaba.
Watkins lo cita a una reunión con él en la que le dice que Emlyn y Eduardo Williams pedían que se incorpore al Dr.
Mason en la lista de la compañía. Andrés preguntó si se estaría haciendo cargo del trabajo del Dr. Page y Watkins
le dijo que no, que no puede eliminarlo de la lista porque hay hombres de él que se pondrían en su contra, pero si
podía ponerlo a él en secreto en la lista y que la gente que se quería pasar del Dr. Page al Dr. Manson podía
hacerlo. Andrés le explicó que no podía hacer eso, porque llegó allí como su ayudante y no podría ahora volverse
rival del doctor. Le pregun si podía atender él su consultorio, que el hasta pondría un poco de dinero de lo que
gana para pagarlo. Pero Watkins lo interrumpió diciendo que ya se lo había propuesto a Blowden, pero esta se
había negado; y le propuso que lo piense hasta el día siguiente.
A la noche fue a visitar a Denny, quien estaba recostado en el sofá ebrio. No había ido a trabajar ese día. La
patrona le dijo que Felipe no comió nada en todo el día y que hacía 10 meses que no se agarraba una borrachera,
pero que cuando empieza a tomar, no para. Que el Dr Nicholls se fue de viaje pero que capaz habría que
mandarle un telegrama. Andrés le pidió a Tom, el hijo minero de la patrona, que lo ayude a subir a Felipe a la
habitación. Andrés les dijo que hay que evitar que tome, que de última cierre la puerta con llave, y que le diera la
lista de pacientes del Dr. Denny.
Al día siguiente, Felipe estaba más ebrio. La patrona no sabía de donde consigu para beber porque ella le
bloqueó todo. Andrés creía que Tom le daba alcohol a escondidas.
Felipe se puso violento y a discutir que el sistema nunca iba a cambiar. Que él es cirujano y el Dr. Nicholls le dejó
todos casos de medicina general. Rompió unos vasos. Y terminó abrazando a Andrés diciéndole que lo quería
como a un hermano y que prometiera que nunca se casaría con una aristócrata.
A los días, Felipe mejoró y le pidió disculpas a Andrés, le ofreció darle una remuneración por ocuparse de sus
casos y eso lo ofendió a Manson porque lo hizo como amigo y antes de retirarse, le devolvió la lista de pacientes
que debía visitar Denny.
Andrés llega a la casa y como seguía pensando aún en su discusión con Felipe, no se dio cuenta que Blowden le
decía que lo necesitaba. Cuando Manson reaccionó le preguntó qué pasaba. Ella empezó a agitarle un papel
diciéndole que ojalá tenga modo de justificarlo. Andrés ve que el papel era el cheque de Joe Morgan, y detrás de
Blowden, sale Rees. Ella le empieza a decir cómo osó robarle ese dinero al Dr. Page que él sabe bien que trabaja
para el Dr Page. Andrés la interrumpió diciendo que ese dinero fue un regalo por parte de Joe Morgan y no tenía
que ver con el trabajo del Dr. Page. Ella enfurecida le dijo “un obsequio. Claro, no está aquí para desmentirlo”.
Andrés le dijo que podía escribirle. Ella contestó que no tenía tiempo para mandarle cartas a todo el mundo y que
venir allí, aprovecharse de la profesión, cuando debería estar trabajando para el dr. Page, revela perfectamente la
clase de persona que es.
Manson cansado ya de toda esta situación, se acercó a ellos y les dijo: Señorita Page me ha formulado un cargo. A
menos que lo retire dentro de dos minutos, la demando por difamación. La fuente de su información será sacada a
luz en el Tribunal. No dudo de que la Junta de Dirigentes del señor Rees tendrá interés en saber cómo él traiciona
sus deberes.
Rees pálido, le contestó que el sólo estaba haciendo su trabajo.
Manson siguió: Espero, señorita Page. Y si usted no se apresura, le propinaré a su administrador la peor paliza de
toda su vida.
Literatura, cine y medicina (LiCiMe) Melanie Alvarez
11/61 LiCiMeL
Blowden se dio cuenta que había ido demasiado lejos, se habrá puesto a pensar que iba a tener que pagar una
indemnización por daños y prejuicios, y pidió disculpas.
Andrés siguió: Quizá pueda interesarle saber a usted que la semana pasada una representación de mineros se
presentó al administrador, el cual me invitó luego a figurar en la lista de la Compañía. Tal vez le interese conocer,
además, que he rechazado la oferta por razones puramente morales que probablemente usted desconoce en
absoluto. Señorita Page: estoy completamente harto de usted y no podría soportarla por más tiempo.
Es usted una buena mujer, no cabe duda. Pero, a mi juicio, equivocada. Y aunque pasáramos juntos mil años,
jamás nos entenderíamos Le comunico que me voy dentro de un mes, a partir de la fecha.
Ella lo miró con la boca abierta y le dijo bruscamente a los gritos que era todo mentira, que él no podría acercarse
a la compañía, y que estaba despedido por las mentiras y por hablarle de mal modo.
Con tanto griterío, Eduardo salió de su habitación pidiendo tranquilidad y preguntando qué ocurría. Blowden le
dijo que estaba despidiendo a su ayudante. Él preguntó que si se iba a ir y Blowden le dijo que si, que tenía un
mes a partir de ese momento, que lo hacía por el bien de su hermano, porque de todos modos él ya iba a volver
al trabajo. Eduardo miró a la nada tristemente y dijo que ya no volvería, que todo el mundo sabe que ya no va a
volver a trabajar.
Capítulo XIII: Consigue el puesto en Aberalaw
Andrés estaba desesperado buscando otro puesto, desesperado por charlar con Cristina, triste porque creía que
iba a terminar tomando algún puesto de boticario. Hasta que un día Felipe le dice que en Aberalaw, a 30 millas de
Drineffy, la Sociedad de Auxilio Médico estaba buscando un nuevo ayudante y que el doctor jefe, Llewellyn, era
un hombre eficaz. Y que como es una ciudad decente de gente de valle, no iba a tener problemas de incorporar a
alguien de otro valle.
Andrés fue a una reunión de la comisión de la Sociedad de Socorro Médico de Aberalaw para elegir sucesor para
el Dr. Leslie que había renunciado recientemente para tomar otro puesto. Se habían presentado 7 candidatos y a
todos les habían dicho que esperaran.
El pueblo era muy lindo y más grande que Drineffy, pero eso era todo una ilusión, pues Andrés se decía que no iba
a conseguir el puesto más viendo que un candidato, Edwards, se llevaba bien con Llewellyn.
Andrés fue el tercero en entrar en una sala llena de mineros. Donde, el secretario, Owen, le explicó en qué
consistía el puesto. El sistema era exactamente idéntico al de Drineffy: aquí hay dos minas de antracita, una de
carbón y un establecimiento de elaboración de acero. Dentro de nuestro sistema, los trabajadores de Aberalaw
pagan cierta cantidad semanal a la Sociedad con sus salarios. Con ello la Sociedad administra los servicios médicos
necesarios, proporciona un pequeño hospital bien instalado, consultorios, drogas, etc. Además, la Sociedad
contrata doctores; el doctor Llewellyn, médico y cirujano jefe, y cuatro ayudantes, junto con un cirujano dentista, y
les paga un sueldo proporcional: tanto a cada uno, según el número de gentes inscriptas en su lista.”. Y luego
comenzaron a bombardear a preguntas a Andrés.
Luego de que pasaran todos los candidatos. Volvieron a citar a Manson. Owen le dijo que el comité estaba
inclinado en favor de Edwards. Otro presente, Tomás Kettles, dijo que ese Edwards es demasiado gordo, que no
aguantaría trepar las colinas, y Andrés aguantó la risa. Owen prosiguió diciendo que quedaron impresionados con
Andrés y que están buscando más a alguien joven y activo, como aclaro de otra forma Tomás Kettles. Y que
también tuvieron muy en cuenta dos recomendaciones que no salieron de Andrés, sino que vinieron sin que él se
entere de dos médicos de Drineffy: Dr. Denny, que posee el título de M.S., y del Dr Page. Pero le aclararon que
había una dificultad, que ese puesto era para un hombre casado porque además de cargo, había una casa, Vale
View, que no sería muy apropiada para un hombre soltero.
Andrés suspiró y pensó en Cristina, y le respondió a Owen que él en Drineffy estaba comprometido y estaba
esperando un puesto conveniente para casarse.
Owen le contestó que Aberalaw era un lugar excelente para la luna de miel y que por unanimidad tenía el puesto.
Y Andrés dijo que a principios de la semana próxima ya podía trabajar. Le surgió el temor de que Cristina no lo
acepte.
Literatura, cine y medicina (LiCiMe) Melanie Alvarez
12/61 LiCiMeL
Capítulo XIV: Propuesta de matrimonio
Andrés va a visitar a Cristina que ya había regresado de sus vacaciones y le cuenta que dejó el puesto de ayudante
del Dr. Page, que consiguió un puesto en Aberalaw. Y ahí nomás le propuso matrimonio. Cristina se puso pálida
y le dijo que pensaba que venía con malas noticias. Andrés le explica que si se casan ya, se pueden mudar a ese
lindo pueblo. Cristina le pregunta si está tan feliz por ella o por el puesto este de trabajo y él le contesta que está
feliz por ella y que la ama pero que tal vez ella no lo ama. Se abrazan y ella le contesta que siempre lo amó, desde
el día que entró en ese salón de clases. Awwwww <3
SEGUNDA PARTE
Capítulo I: Casamiento y mudanza
Cristina y Andrés se casaron por la mañana subiendo lo poco que tenían a un camión destarlado para mudarse a
Aberalaw. Al llegar quedaron maravillados con la casa Vale View y notaron que era enorme, como con 5
habitaciones arriba, por eso buscaban a un hombre casado en planes de formar una familia.
Manson se disculpó con su esposa por no haber pensado en ella cuando les dijo a sus jefes que empezaba la
semana siguiente, porque ella tuvo que buscar reemplazante en el colegio. También lamentaba que él ni siquiera
tenía muebles para ofrecer, que todo era de ella. Cristina lo cayó y le dijo que le iba a preparar una tortilla según
la receta de un libro de cocina y comieron felices.
Mientras cenaba, Andrés vio una caja de madera barnizada entre los muebles que bajaban del camión. Cristina le
dijo que era un regalo de Felipe. Manson creía que estaban las cosas mal con su amigo porque se mostró frío
cuando fue a agradecerle por ayudarle a conseguir el puesto de trabajo y avisarle que se casaba con Cristina. Ni
siquiera los fue a despedir. Pero Denny era un hombre complejo. Andrés temía que dentro de la caja había un
zapato viejo, en tono humorístico… pero en lugar de eso estaba el microscopio de Felipe, el Zeiss, y una nota “Yo
no necesito esto, ya le dije que sólo soy un serrucha huesos. Buena suerte”. Y Andrés lo colocó en el piso de una
habitación vacía, bautizándola “el laboratorio” de su casa.
Sonó el teléfono y Andrés fue entusiasmado a atender creyendo que era su primer paciente en el pueblo, pero
era el Dr. Llewellyn, médico de grados elevadísimos, que le quería dar la bienvenida con una cena y que no piense
en trabajo, aunque Andrés le aclaró que eso no era problema, hasta que esté bien instalado.
Capítulo II: Conociendo al jefe, Dr Llewellyn
Cristina y Andrés fueron a la casa del Dr. Llewellyn, jefe de la comisión, que era muy amable y para nada
mezquinos. La mujer del Dr. Era muy simpática y se hizo amiguita” enseguida de Cristina prometiéndole que la
iba a ayudar a ocuparse de la casa Vale View que seguro le iba a dar mucho trabajo.
El Dr. Le dijo a Andrés que estaba contento que él se haya quedado con el puesto y no Edwards. Que iba a
trabajar en un consultorio del lado oeste como ayudante del anciano Dr. Urquart, y el farmacéutico Gadge. Del
lado este estaba los consultorios de los doctores Medley y Oxborrow. Lo invitó a jugar golf algún día a la cancha
de Fernely. Le preguntó si era buen anestesista, porque se necesitaba alguno bueno en el pueblo.
El doctor Llewellyn, no es más que otro médico que busca por todos los medios obtener dinero:
personalmente yo no me ocupo de los consultorios. Tengo a mi cargo el hospital, atiendo los enfermos de
indemnización de la compañía, soy médico oficial de la ciudad, tengo el nombramiento de la compañía de gas, soy
cirujano del asilo y vacunador público. También me corresponde realizar las investigaciones aprobadas por la
Sociedad de médico legista local. Y además en mis ratos perdidos atiendo a una clientela privada algo
considerabl”. También aplica algunos procedimientos médicos un tanto dudosos: “Hay una cosa sobre la cual creo
que debo informarlo. Todos los médicos ayudantes han convenido en pagarme cada uno la quinta parte de sus
ingresos. Se debe a que atiendo sus enfermos. Cuando se encuentran ante un caso difícil cuentan con mi ayuda.
Les da muy buenos resultados, puedo asegurárselo.” Lo interrumpió su esposa diciéndole que eran recién casados
y Andrés aprovechó, con respecto a eso, para pedir unos días para ir a Londres a comprar muebles y hacer alguna
que otra cosa con su esposa. El Dr. Le dijo que se tome estos 3 días y que él va hablar con Owen, que el siempre
ayuda a los ayudantes. Y siguió ostentando su coche, la tabaquera que le regaló un paciente, las luces que
compró, bla bla bla.
Literatura, cine y medicina (LiCiMe) Melanie Alvarez
13/61 LiCiMeL
De ahí fueron a visitar el hospital, el cual era moderno, contaban con todo un pabellón de operaciones, sala de
rayos X, sala de entablillamientos y habitaciones para los enfermos, luminosas y bien ventiladas.
Capítulo III: Compra de muebles
Andrés había arreglado previamente por carta, la cual llevaba en su bolsillo, con una mueblería en Londres que
aceptaba la compra de los mismos a pagar a largo plazo. Los recibieron en la estación ofreciéndole un cigarro y
Manson le explicó a su mujer: Lo garantizan todo. Incluso el transporte sin costo desde la estación y el regreso a
ella, y también nuestros pasajes de ferrocarril. O sea, alto servicio ofrecía el lugar.
Al llegar se les acercó un vendedor que les ofrecía todos muebles modernos, caros y de mala calidad. Cristina
interrumpió al vendedor diciendo que eso no servía y Andrés le dijo al vendedor que venían a comprar muebles,
no esas porquerías que al presionarlas con el dedo crujían; y pidió que le mostrara muebles viejos, de segunda
mano que además de baratos seguro eran mejores. Ese vendedor los dejó medio tristón porque sentía que le jefe
se la iba a agarrar con él por no poder venderles nada y vino otro vendedor que los llevó a un sótano donde
estaban los muebles que ellos buscaban. Con Cristina se pusieron a seleccionar los muebles y armaron una lista
que cuando se la dieron al encargado, este le dijo a Andrés que al ser muebles de segunda mano, no podía
hacerle un plan de pago. Cristina se puso pálida pero Andrés se sentó con tranquilidad y le dijo que en la carta
que le habían enviado decía que muebles nuevos y de segunda mano con facilidades de pago, así que debían
vendérselos. El encargado aceptó y le dijo que por favor no hable mal del establecimiento y que los recomiende a
sus pacientes. Cristina ya se estaba yendo cuando Andrés dijo que faltaba que le entreguen los pasajes de tren
para la vuelta y el encargado se lo negaba. Manson volvió a hablar de la carta, el encargado se negó y lo echó
prácticamente del lugar, Andrés le dijo que bueno que se retiraba con las manos vacías pero que esto lo iba a
hablar con su vasta clientela y sus amigos doctores… y eso hizo cambiar de parecer al encargado.
Mientras viajaban hacia el hotel, se reían de lo que recién había sucedido y Andrés le explicaba a su esposa que
discutió por principios porque se deben cumplir las promesas. En el hotel lloraban de la risa y Cristina le dijo que
en toda esa discusión su miedo era que pidieran la carta, porque él se la había olvidado en Aberalaw.
Fueron al teatro, a platea, y ahí Andrés se puso a soñar con algún día volver al teatro pero al palco, que todos los
señalen mientras visten ropas elegantes, soñaba con ser famoso por escribir una obra sobre el pulmón.
A Andrés se le presentan ahora múltiples ilusiones respecto a su futuro. También desea éxito, prestigio y, como
sus otros excéntricos colegas, dinero; aunque siempre le es fiel a su método y a su ética, a sus principios.
Capítulo IV: Pelea con Ben Chenkin
El trabajo de Andrés, por lo menos en su primer día, fue darles certificados a más de cuarenta hombres por la
mañana, y a más del doble por la tarde. Esto lo desconcertó. Se pregun cuán ético era ese obrar, dar
certificados sin una revisación efectiva que lo avale, pues no podía ponerse a hacer un examen minucioso de cada
uno. Además le comentó al Dr. Urquhart que había algunos que estaban en condiciones de trabajar para él, y este
le contestó que el Dr anterior le importaba todo un comino y le daba certificados a todo el mundo y que tenga
cuidado en negarle el certificado a alguno porque los puede disgustar mucho.
Andrés decidió no darle certificado a los que están en condiciones de trabajar y cuando volvió al consultorio,
entró Ben Chenkin que sin saludar ni nada dijo “certificado”. Andrés le preguntó el por qué, y este le dijo que por
Nistagmo. No aparentaba tener esa enfermedad para nada, y recordando que tenía su oftalmoscopio, decidió
hacerle un examen físico completo. Le pidió que se desvista, para sorpresa de Ben, y luego le hizo un certificado.
Ben salió contento pero cuando se dio cuenta que el certificado decía “que sufre de los efectos de excesos en el
consumo de cerveza, pero se halla perfectamente apto para el trabajo” volvió enojadísimo. Le dijo que no podía
dejarlos sin el certificado de Nistagmo, que siempre se los dieron, Andrés se negó y le dijo que se vaya. Se juntó
una multitud en el consultorio y el farmacéutico Gadge vino a decirle que ese era Ben Chenkin, y que su hijo era
un personaje del comité.
Literatura, cine y medicina (LiCiMe) Melanie Alvarez
14/61 LiCiMeL
Capítulo V: Caso Tom Evans
A partir del caso Ben Chenkings, la mayoría de sus pacientes cambiaron de médico. Inclusive mandaban a sus
mujeres a pedir sus tarjetas para entregársela a otro médico.
El Dr. Urquhart los invitó a cenar a su casa. Era fanático de la porcelana (tanto que cuando iba a visitar a algún
paciente a la casa, estos se lo regalaban porque el dr se quedaba mirando las piezas de porcelana), y de la
construcción de violines Vivía sólo desde la muerte de su mujer hace 11 años y vivía comiendo sopas de conserva.
El Dr. Le dijo que debe ser más prudente, porque él no puede a tener todos sus pacientes y ellos no se pueden ir
todos al este porque les queda lejos.
El lunes siguiente fué a la casa de Tomás Evans, operario de la mina de carbón que se había derramado una
caldera de agua hirviendo sobre el brazo izquierdo. Era una quemadura seria, que cubría una gran área y
particularmente grave en la región del codo. Cuando llegó Andrés halló que la enfermera del distrito, que se
hallaba en la vecindad en el momento del accidente, había tratado la quemadura con aceite de
linaza y luego había proseguido su gira. Andrés examinó el brazo, reprimiendo cuidadosamente el horror que le
producía el inmundo vendaje. Con el rabo del ojo observó la botella de aceite de linaza, taponada con papel de
diario y que contenía un sucio líquido blancuzco, en el que casi podía ver pululando las bacterias.
Evans le preguntó si la enfermera Lloyd le había hecho bien el vendaje.
Andrés le dijo que el vendaje era hermoso que pocas veces ha visto uno más limpio. Y le dijo que le pondría ácido
pícrico. Sabía que si no usaba rápidamente el antiséptico, el brazo se infectaría casi seguramente. Y entonces,
pensaba, ¡que el cielo salve esa articulación del codo!
Antes de abandonar la casa escribió una pequeña nota a la enfermera del distrito, haciendo lo posible para ser
discreto y considerado respecto de los sentimientos de ella. Le daba las gracias por su espléndido tratamiento de
emergencia y le pedía, como medida contra posibles infecciones, tuviera la bondad de insistir en las compresas de
ácido pícrico. Cerró cuidadosamente el sobre.
A la mañana siguiente, al volver, Andrés vió que las compresas de ácido pícrico habían sido arrojadas al fuego y
que el brazo había sido curado nuevamente con aceite de linaza. Preparada para la batalla, la enfermera del
distrito estaba esperándolo: Me agradaría saber qué significa todo esto. ¿No es bastante
bueno para usted mi trabajo, doctor Manson?
Andrés con su mejor sonrisa le dijo que no lo comprenda mal y que vayan a hablar a un rincón de la casa a solas.
La enfermera se irguió y le dijo que hablarían ahí porque no tenía nada para ocultar. Mi conciencia está limpia.
Nacida y educada en Aberalaw, me he casado aquí, aquí he tenido niños, aquí he perdido a mi marido y trabajado
veinte años como enfermera del distrito. Y nadie me dijo jamás que no usara aceite de linaza en una quemadura o
escaldadura.
Andrés le explicó que tal vez el aceite de linaza esté muy bien en algunos casos. Pero aquí hay peligro de
contracción. Y le puso rígido el codo de ella por vía de ejemplo.
La enfermera le contestó: Jamás hablar de eso. El anciano Urquhart no la usa. Y eso es lo que le dije al señor
Evans. ¡No me gustan las ideas nuevas de alguien que no ha estado aquí más de una semana!
Andrés tenía la boca reseca. Se sentía enfermo y vacilante ante la perspectiva de una nueva dificultad, de las
repercusiones de esta escena, porque la enfermera, que iba de casa en casa y en todas partes
exponía sus ideas, era una persona con quien resultaba peligroso indisponerse. Pero él no podía, no se atrevía a
exponer a su paciente con ese tratamiento anticuado. Le dijo en voz baja: Si no quiere poner la compresa,
enfermera, yo mismo vendré mañana y tarde para ello.
La enfermera lagrimeando le dijo que lo podía hacer y que ojalá Evans salga con vida de esto; y se fue. Andrés se
puso a cambiar el vendaje y prometió que iba a volver a la noche.
Esa misma tarde, al entrar a su consultorio, la primera persona que se presentó fue la señora Evans, con el rostro
pálido y con sus ojos espantados evitando la mirada de Andrés. Vino a pedirle la tarjeta de su marido para ir con
otro doctor. Andrés se la dio sin decirle nada, sólo le preguntó si su esposo se volvió a poner el aceite de linaza.
Ella asintió y se fué.
Andrés se sentía un fracasado.
Literatura, cine y medicina (LiCiMe) Melanie Alvarez
15/61 LiCiMeL
Capítulo VI: Jefe explotador y amistad con Owen
Llegó el invierno al pueblo. Todo nevado, llegaron unos ponies que se hicieron amigos de Cristina enseguida. Aun
siendo tan pobres, aun teniendo que tolerar tantas cosas, Cristina y Andrés era felices. La deuda con la dotación
Glen estaba casi saldada. Cristina era ayudada por Jenny, quien cobraba unos chelines, en la limpieza del hogar.
Andrés la tenía difícil en el trabajo: perdió muchos pacientes luego de lo de Ben Chenkin y la enfermera Lloyd era
su enemiga declarada que le hizo perder aún más pacientes por desprestigiarlo en cuanto tuviera oportunidad;
además que al estar todo nevado, le costaba más hacer las visitas médicas.
El doctor Llewellyn recurría a él para anestesias con mayor frecuencia que lo conveniente y permitido. Andrés
aborrecía administrar anestesias: era un trabajo mecánico que exigía un tipo especial de espíritu, un
temperamento tranquilo y mesurado, que ciertamente él no poseía. No se negaba en lo más mínimo tratándose
de sus enfermos propios. Pero cuando se vsolicitado tres por semana para enfermos a quienes jamás había
visto antes, comenzó a sentir que estaba soportando una carga que le correspondía a otro. No obstante, no se
atrevía a protestar, sencillamente por miedo a perder su ocupación.
Andrés le dijo a Cristina con amargura que no era el hospital de Aberalaw, sino el Hospital de Llewellyn. Y le contó
lo que sucedió: tuve un caso de neumonía apical realmente incipiente en uno de los perforadores de
la antracita. A menudo te he dicho cuánto me intereso por el estado pulmonar de esa gente. Sé positivamente que
hay allí un gran campo de investigación. Pensé para mis adentros: he aquí mi primer enfermo para el hospital,
oportunidad típica para la sinopsis y archivos científicos. Telefoneé a Llewellyn, le pedí que viera el caso conmigo,
de manera que yo pudiera hacerlo llevar a la sala. Vino el Dr. con su limousine. Muy gentil y concienzudo en su
examen. Conoce su trabajo al revés y al derecho, es un hombre eminente. Confirmó el diagnóstico, después de
señalar una o dos cosas que yo había pasado por alto, y convino absolutamente en llevar al enfermo al hospital al
instante. Comencé a darle las gracias, manifestándole cuánto significaba para mi el acceso a la sala y el tener
tales facilidades para el tratamiento de este caso especial. Entonces Llewellyn me dijo "Usted no tiene que
molestarse en venir, Manson. Yo lo trataré. No podríamos permitir que los ayudantes trajinaran por las salas", les
dio una mirada a mis polainas, "con sus zapatos claveteados ... ". Yo puedo ir a las casas de los mineros, con mis
zapatos pesados y mi impermeable empapado; puedo examinar mis enfermos con una luz pésima, tratarlos en
malas condiciones, pero cuando se trata del hospital. ¡oh!, allí sólo se me necesita para administrar el éter. Sonó el
teléfono y era el Dr. Llewellyn citándolo para una anestesia al día siguiente. Manson quería mandarlo al demonio
pero aceptó a regañadientes. Le dijo a su amada que él era muy feliz con ella pero le faltaba que mejore el trabajo
y siguió haciendo su descargo: Reconozco que no hay nada de personal o extraordinario en el hecho de que
Llewellyn me excluya de las salas. Lo mismo ocurre en Londres, en todos los grandes hospitales por doquier. Es el
sistema. ¿Por qué tiene que ser así? ¿Por qué un médico es separado de su enfermo cuando éste ingresa al
hospital? Pierde el caso tan completamente como si hubiera perdido al paciente. Es parte de nuestro maldito
sistema de médicos universales y es erróneo, completamente erróneo.
Se estaban por ir a dormir cuando Owen toca la campanilla. Andrés palideció, creyó que venían a despedirlo, pero
él venía a dejarle su tarjeta porque quería que él fuera su médico. Cristina lo invitó a pasar y Owen les contó que
la gente de aquí es muy difícil, pero buenas en el fondo, así que es normal tener dificultades al principio. También
les dijo que el brazo de Tom Evans quedó inutilizable, el codo quedó rígido y encorvado; así que perdió su puesto
en la mina y como el accidente fue en su hogar, no tendrá indemnización alguna. Andrés estaba triste, no le
deseaba el mal a ese hombre. Luego Owen se puso a contar de su niñez, que siempre trabajó en la mina mientras
estudiaba en el colegio, y su vida estaba dedicada a mejorar la suerte de los obreros: Él aspiraba a algo más que a
puros servicios médicos. Aspiraba a mejorar habitación, más higiene, condiciones superiores y más seguras, no
sólo para los mineros, sino también para sus familiares. Citaba la cifra de la mortalidad por maternidad entre las
mujeres de los mineros, la cifra de la mortalidad infantil. Tenía todos los gráficos, todos los hechos en la punta de
los dedos.
Owen sonrió cuando Andrés le contó su experiencia con la alcantarilla de la epidemia de tifus en Drineffy. Mostró
gran interés por la idea de que los trabajadores de la antracita se hallasen más sujetos a las enfermedades
pulmonares que los demás trabajadores bajo tierra. Lo había impresionado, como resultado de muchos penosos
exámenes, ver qué gran porcentaje de mineros de la antracita sufría de formas insidiosas de la tuberculosis. En
Drineffy, muchos de los perforadores que acudían a él quejándose de tos o de "algo de flemas en los bronquios",
eran en realidad casos incipientes o francos de tuberculosis pulmonar. Y aquí estaba observando lo mismo. Había

Este documento contiene más páginas...

Descargar Completo
3- LA CIUDADELA de Cronin.docx
browser_emoji Estamos procesando este archivo...
browser_emoji Lamentablemente la previsualización de este archivo no está disponible. De todas maneras puedes descargarlo y ver si te es útil.
Descargar
. . . . .