La crítica ha dicho…
Sapiens
«Aborda las cuestiones más importantes de la historia y del mundo moderno y
además está escrito con un estilo vívido e inolvidable.»
JARED DIAMOND, premio Pulitzer
y autor de Armas, gérmenes y acero
«Renueva la creencia en la capacidad de decidir de los propios lectores. El éxito
más sorprendente y renovador de un libro de no ficción de la última década.»
SHMUEL ROSNER,
editor original (Israel)
«Interesante y provocador. Este libro nos da cierta perspectiva del poco tiempo que
llevamos en la Tierra, de la corta vida de la ciencia y la agricultura, y de por qué no
debemos dar nada por sentado.»
BARACK OBAMA
«Recomendaría este libro a cualquier persona interesada en una historia de la
humanidad a la vez entretenida y desafiante. [...] No se puede dejar de leer
BILL GATES
«Un libro que invita a la reflexión.»
MARK ZUCKERBERG
«Por fin alguien ha escrito un libro como este.»
SEBASTIAN JUNGER
«Un repaso absorbente de la peripecia humana, escrito con rigor e irreverencia
ilustrada.»
ANTONIO MUÑOZ MOLINA
«Me fascina la forma de pensar de este tipo.»
RISTO MEJIDE
«Monumental, brillante, provocadora.»
PABLO JÁUREGUI, El Mundo
Homo Deus
«Yuval Noah Harari, autor del fenómeno Sapiens, reflexiona sobre el futuro de la
humanidad en Homo Deus, un libro de prosa inteligente, fresca y libre de
prejuicios.»
JORGE WAGENSBERG, Babelia
«Homo Deus te impactará y te cautivará, pero sobre todo te hará pensar como nunca
antes.»
DANIEL KAHNEMAN
«Harari se convierte en una especie de filósofo del futuro que desarrolla las
intuiciones de la primera obra. […] Un ritmo y una energía que convierten Homo
Deus en un libro francamente ameno.»
El Cultural
«El épico y mundialmente celebrado Sapiens recibe la secuela que necesitaba: una
intensa y compulsiva investigación sobre el apocalipsis de la humanidad, en un
futuro impulsado por la tecnología.»
The Guardian
«Un libro implacablemente fascinante que con toda probabilidad se convertirá en, y
merece ser, un éxito de ventas.»
Kirkus Review
«Aún más legible, incluso más importante, que su excelente Sapiens
KAZUO ISHIGURO
«Un estimulante libro que lleva al lector a profundizar sobre cuestiones de
identidad, conciencia e inteligencia.»
The Observer
«Un brebaje embriagador de ciencia, filosofía y futurismo.»
The Mail on Sunday
«Un estudio brillantemente original, estimulante e importante sobre hacia dónde se
dirige la humanidad.»
Evening Standard
21 lecciones
para el siglo XXI
YUVAL NOAH HARARI
Traducción de
Joandomènec Ros
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@megustaleer
A mi marido, Itzik; a mi madre, Pnina, y a mi abuela, Fanny, por su amor y apoyo a lo largo de muchos
años
Introducción
En un mundo inundado de información irrelevante, la claridad es poder. En teoría,
cualquiera puede intervenir en el debate acerca del futuro de la humanidad, pero es muy
difícil mantener una visión clara. Con frecuencia, ni siquiera nos damos cuenta de que se
produce un debate, o de cuáles son las cuestiones clave. Somos miles de millones las
personas que apenas podemos permitirnos el lujo de indagar en estos asuntos, porque
tenemos cosas más acuciantes que hacer: ir a trabajar, cuidar de los niños u ocuparnos de
unos padres ya ancianos. Lamentablemente, la historia no hace concesiones. Si el futuro
de la humanidad se decide en nuestra ausencia, porque estamos demasiado ocupados
dando de comer y vistiendo a nuestros hijos, ni ellos ni nosotros nos libraremos de las
consecuencias. Esto es muy injusto, pero ¿quién dijo que la historia es justa?
Como historiador, no puedo proporcionar a la gente comida ni ropa, pero intentar
ofrecer cierta claridad, y de este modo contribuir a nivelar el terreno de juego global. Si
esto empodera aunque solo sea a un puñado de personas para que se incorporen al debate
sobre el futuro de nuestra especie, habré hecho mi trabajo.
Mi primer libro, Sapiens, revisaba el pasado humano y analizaba cómo un simio
insignificante acabó rigiendo el planeta Tierra.
Homo Deus, mi segundo libro, exploraba el futuro de la vida a largo plazo,
contemplaba cómo los humanos podrían terminar convirtiéndose en dioses, y cuál podría
ser el destino último de la inteligencia y la conciencia.
En este libro quiero centrarme en el aquí y el ahora. Para ello voy a abordar los
asuntos actuales y el futuro inmediato de las sociedades humanas. ¿Qué está ocurriendo
ahora mismo? ¿Cuáles son los mayores retos y opciones de hoy en día? ¿A qué debemos
prestar atención? ¿Qué tenemos que enseñar a nuestros hijos?
Desde luego, 7.000 millones de personas tienen 7.000 millones de prioridades, y,
como ya hemos dicho, pensar en el panorama global es un lujo relativamente escaso.
Una madre soltera que intenta criar a dos niños en un suburbio de Bombay se centra en
la siguiente comida; los refugiados que se encuentran en una barca en medio del
Mediterráneo otean el horizonte en busca de algún indicio de tierra, y un hombre
moribundo que yace en un hospital atestado de Londres reúne las fuerzas que le quedan
para respirar una vez más. Todos ellos tienen problemas mucho más acuciantes que el
calentamiento global o la crisis de la democracia liberal. No hay libro que pueda hacer
justicia a todo ello, y no tengo lecciones que enseñar a personas que se hallen en tales
situaciones. Solo puedo esperar aprender de ellas.
En esta obra mi plan es global. Observo las principales fuerzas que modelan las
sociedades en el mundo, y que es probable que influyan en el futuro de nuestro planeta
como un todo. El cambio climático quizá esté muy lejos de las preocupaciones de la
gente que se encuentra en una emergencia de vida o muerte, pero puede que al final haga
que los suburbios de Bombay sean inhabitables, que envíe nuevas y enormes oleadas de
refugiados a través del Mediterráneo, y que conduzca a una crisis mundial de la atención
sanitaria.
La realidad está compuesta de muchas hebras, y este libro intenta abarcar distintos
aspectos de nuestro dilema global, sin pretender ser exhaustivo. A diferencia de Sapiens
y Homo Deus, esta obra no está pensada como una narrativa histórica, sino como una
selección de lecciones. Dichas lecciones no concluyen con respuestas simples. Su
objetivo es fomentar más reflexión y ayudar a los lectores a participar en algunos de los
principales debates de nuestra época.
En realidad, estas páginas se escribieron en conversación con el público. Muchos de
los capítulos se compusieron en respuesta a preguntas que me formularon lectores,
periodistas y colegas. Versiones previas de algunas partes se publicaron ya en formas
diferentes, lo que me dio la oportunidad de recibir comentarios y pulir mis argumentos.
Algunas secciones se centran en la tecnología, otras en la política, otras en la religión y
otras en el arte. Determinados capítulos celebran la sabiduría humana, otros destacan el
papel central de la estupidez humana. Pero la cuestión general sigue siendo la misma:
¿qué está ocurriendo hoy en el mundo y cuál es el significado profundo de los
acontecimientos?
¿Qué implica el ascenso de Donald Trump? ¿Qué podemos hacer con la epidemia de
noticias falsas? ¿Por qué está en crisis la democracia liberal? ¿Ha vuelto Dios? ¿Se
aproxima una nueva guerra mundial? ¿Qué civilización domina el mundo: Occidente,
China, el islam? ¿Tendría Europa que abrir sus puertas a los inmigrantes? ¿Puede el
nacionalismo resolver los problemas de la desigualdad y del cambio climático? ¿Qué
debemos hacer con respecto al terrorismo?
Aunque este libro adopta una perspectiva global, en él no descuido el plano personal.
Por el contrario, quiero destacar las conexiones existentes entre las grandes revoluciones
de nuestra era y la vida interior de los individuos. Por ejemplo, el terrorismo es a la vez
un problema político global y un mecanismo psicológico interno. El terrorismo opera
pulsando a fondo el botón del miedo en nuestra mente y secuestrando la imaginación
individual de millones de personas. De forma similar, la crisis de la democracia liberal se
desarrolla no solo en los parlamentos y los colegios electorales, sino también en las
neuronas y las sinapsis. Es un tópico señalar que lo personal es lo político. Pero en una
era en la que científicos, compañías y gobiernos aprenden a acceder ilegalmente al
cerebro humano, este estereotipo resulta más siniestro que nunca. En consecuencia, el
libro ofrece observaciones acerca de la conducta de los individuos, así como de las
sociedades enteras.
Un mundo global ejerce una presión sin precedentes sobre nuestra conducta personal
y nuestros valores. Cada uno de nosotros está atrapado por numerosas telarañas que lo
abarcan todo, que por un lado restringen nuestros movimientos pero que al mismo
tiempo transmiten nuestras más minúsculas sacudidas a destinos muy alejados. Nuestra
rutina cotidiana influye en la vida de personas y animales que se hallan a medio mundo
de distancia, y algunos gestos personales pueden incendiar el mundo entero, como
ocurrió con la autoinmolación de Mohamed Bouazizi en Túnez, que desató la Primavera
Árabe, y con las mujeres que compartieron sus experiencias de acoso sexual y
desencadenaron el movimiento #MeToo.
Esta dimensión global de nuestra vida personal significa que es más importante que
nunca poner al descubierto nuestros prejuicios religiosos y políticos, nuestros privilegios
raciales y de género, y nuestra complicidad involuntaria con la opresión institucional.
Pero ¿es esta una empresa realista? ¿Cómo puedo encontrar un terreno ético firme en un
mundo que se extiende mucho más allá de mis horizontes, que gira completamente fuera
del control humano y que considera sospechosos a todos los dioses y todas las
ideologías?
El libro empieza con la revisión de la problemática política y tecnológica actual. Al
finalizar el siglo XX parecía que las grandes batallas ideológicas entre el fascismo, el
comunismo y el liberalismo daban como resultado la victoria abrumadora del
liberalismo. La política democrática, los derechos humanos y el capitalismo de libre
mercado parecían destinados a conquistar el mundo. Pero, como es habitual, la historia
dio un giro inesperado, y ahora, tras el hundimiento del fascismo y el comunismo, el
liberalismo se halla en apuros. Así pues, ¿hacia dónde nos dirigimos?
Esta pregunta resulta particularmente turbadora, porque el liberalismo está perdiendo
credibilidad justo cuando las revoluciones paralelas en la tecnología de la información y
en la biotecnología nos enfrentan a los mayores retos que nuestra especie ha encontrado
nunca. La fusión de la infotecnología y la biotecnología puede hacer que muy pronto
miles de millones de humanos queden fuera del mercado de trabajo y socavar tanto la
libertad como la igualdad. Los algoritmos de macrodatos pueden crear dictaduras
digitales en las que todo el poder esté concentrado en las manos de una élite minúscula
al tiempo que la mayor parte de la gente padezca no ya explotación, sino algo
muchísimo peor: irrelevancia.
Comenté extensamente la fusión de la infotecnología y la biotecnología en mi libro
anterior, Homo Deus. Pero mientras que aquel libro se centraba en las expectativas a
largo plazo y adoptaba la perspectiva de siglos e incluso de milenios, este se concentra
en las crisis social, económica y política más inmediatas. Aquí mi interés no estriba tanto
en la creación eventual de vida inorgánica como en la amenaza al estado del bienestar y
a instituciones concretas, como la Unión Europea.
El libro no pretende abarcar todos los impactos de las nuevas tecnologías. En
particular, aunque la tecnología encierra muchas promesas maravillosas, aquí mi
intención es destacar principalmente las amenazas y los peligros. Puesto que las
empresas y los emprendedores que encabezan la revolución tecnológica tienden
naturalmente a cantar las alabanzas de sus creaciones, les toca a sociólogos, filósofos e
historiadores como yo hacer saltar la alarma y explicar todas las maneras en que las
cosas pueden ir terriblemente mal.
Después de esbozar los retos a los que nos enfrentamos, en la segunda parte del libro
analizamos una amplia gama de respuestas potenciales. ¿Pueden los ingenieros de
Facebook utilizar la inteligencia artificial (IA) para crear una comunidad global que
salvaguarde la libertad y la igualdad humanas? ¿Quizá la respuesta sea invertir el
proceso de globalización y volver a empoderar el estado nación? ¿Quizá tengamos que
retroceder todavía más en el tiempo, y extraer esperanza y sabiduría de los manantiales
de las antiguas tradiciones religiosas?
En la tercera parte del libro vemos que, aunque los retos tecnológicos no tienen
precedentes y los desacuerdos políticos son grandes, la humanidad puede aprovechar la
ocasión si controlamos nuestros temores y somos un poco más humildes respecto a
nuestras ideas. En esa parte se investiga lo que puede hacerse ante la amenaza del
terrorismo, ante el peligro de la guerra global y ante los prejuicios y los odios que
desencadenan dichos conflictos.
La cuarta parte está dedicada a la noción de la posverdad, y pregunta hasta qué punto
podemos comprender los acontecimientos globales y distinguir entre las fechorías y la
justicia. ¿Es capaz Homo sapiens de dar sentido al mundo que ha creado? ¿Existe
todavía una frontera clara que separe la realidad de la ficción?
En la quinta y última parte reúno las diferentes hebras y adopto una mirada más
general sobre la vida en una época de desconcierto, cuando los relatos antiguos se han
desplomado y, de momento, no ha surgido uno nuevo para sustituirlos. ¿Quiénes somos?
¿Qué debemos hacer en la vida? ¿Qué tipo de talentos necesitamos? Dado todo lo que
sabemos y no sabemos acerca de la ciencia, acerca de Dios, acerca de la política y la
religión, ¿qué podemos decir acerca del significado de la vida en la actualidad?
Esto puede parecer sumamente ambicioso, pero Homo sapiens no puede esperar. A la
filosofía, a la religión y a la ciencia se les está acabando el tiempo. Durante miles de
años se ha debatido sobre el significado de la vida. No podemos prolongar este debate de
manera indefinida. La inminente crisis ecológica, la creciente amenaza de las armas de
destrucción masiva y el auge de las nuevas tecnologías disruptivas no lo permitirá. Y
quizá, lo que es más importante, la inteligencia artificial y la biotecnología están
ofreciendo a la humanidad el poder de remodelar y rediseñar la vida. Muy pronto alguien
tendrá que decidir cómo utilizar este poder, sobre la base de algún relato implícito o
explícito acerca del significado de la vida. Los filósofos son personas muy pacientes,
pero los ingenieros no lo son en la misma medida, y los inversores lo son aún menos. Si
no sabemos qué hacer con el poder para diseñar vida, las fuerzas del mercado no
esperarán mil años para que demos con una respuesta. La mano invisible del mercado
nos obligará con su propia y ciega respuesta. A menos que nos contentemos con confiar
el futuro de la vida a la merced de informes trimestrales de ingresos, necesitamos una
idea clara sobre el sentido de la vida.
En el último capítulo me permito unas cuantas observaciones personales, y hablo
como un sapiens lo haría a otro justo antes de que el telón caiga sobre nuestra especie y
se inicie un drama de todo punto diferente.
Antes de embarcarme en este viaje intelectual, me gustaría destacar un aspecto crucial.
Buena parte del libro cuestiona los defectos de la visión liberal del mundo y del sistema
democrático. Lo hago no porque crea que la democracia liberal es singularmente
problemática, sino más bien porque pienso que es el modelo político más versátil y de
mayor éxito que los humanos han desarrollado hasta ahora para afrontar los retos del
mundo moderno. Aunque quizá no sea apropiado para todas las sociedades en todas las
fases del desarrollo, ha demostrado su valor en más sociedades y en más situaciones que
ninguna de sus alternativas. Por tanto, cuando examinemos los nuevos retos que se nos
presenten, será necesario comprender las limitaciones de la democracia liberal, y pensar
cómo podemos adaptar y mejorar sus instituciones actuales.
Por desgracia, en el clima político actual cualquier pensamiento crítico sobre el
liberalismo y la democracia podría acabar secuestrado por autócratas y diversos
movimientos iliberales, cuyo único interés es desacreditar la democracia liberal en lugar
de dedicarse a un debate abierto acerca del futuro de la humanidad. Si bien están más
que dispuestos a debatir los problemas de la democracia liberal, casi no tienen tolerancia
frente a cualquier crítica que se les dirija.
Como autor, por consiguiente, se me exigía que hiciera una elección difícil: ¿tenía que
hablar con franqueza, arriesgándome a que mis palabras se interpretaran fuera de
contexto y se usaran para justificar autocracias en expansión, o bien debía
autocensurarme? Una característica de los regímenes iliberales es que dificultan más la
libertad de expresión incluso fuera de sus fronteras. Debido a la expansión de tales
regímenes, está resultando cada vez más peligroso pensar con actitud crítica en el futuro
de nuestra especie.
Después de cierta introspección, elegí la discusión libre frente a la autocensura. Sin
criticar el modelo liberal no podemos reparar sus faltas ni ir más allá de él. Pero advierta
por favor el lector que este libro solo podía escribirse si la gente era todavía
relativamente libre de pensar lo que quiere y de expresarse como quiere. Si el lector
valora este libro, debería valorar también la libertad de expresión.
Parte I
El desafío tecnológico
La humanidad está perdiendo la fe en el relato liberal que ha dominado la
política global en las últimas décadas, exactamente cuando la fusión de la
biotecnología y la infotecnología nos enfrenta a los mayores desafíos que
la humanidad ha conocido.
1
Decepción
El final de la historia se ha pospuesto
Los humanos pensamos más en relatos que en hechos, números o ecuaciones, y cuanto
más sencillo es el relato, mejor. Cada persona, grupo y nación tiene sus propias fábulas y
mitos. Pero durante el siglo XX las élites globales en Nueva York, Londres, Berlín y
Moscú formularon tres grandes relatos que pretendían explicar todo el pasado y predecir
el futuro del mundo: el relato fascista, el relato comunista y el relato liberal. La Segunda
Guerra Mundial dejó fuera de combate el relato fascista, y desde finales de la década de
1940 hasta finales de la de 1980 el mundo se convirtió en un campo de batalla entre solo
dos relatos: el comunista y el liberal. Después, el relato comunista se vino abajo, y el
liberal siguió siendo la guía dominante para el pasado humano y el manual indispensable
para el futuro del planeta, o eso es lo que le parecía a la élite global.
El relato liberal celebra el valor y el poder de la libertad. Afirma que durante miles de
años la humanidad vivió bajo regímenes opresores que otorgaban al pueblo pocos
derechos políticos, pocas oportunidades económicas o pocas libertades personales, y que
restringían sobremanera los movimientos de individuos, ideas y bienes. Pero el pueblo
luchó por su libertad, y paso a paso esta fue ganando terreno. Regímenes democráticos
reemplazaron a dictaduras brutales. La libre empresa superó las restricciones
económicas. Las personas aprendieron a pensar por mismas y a seguir su corazón, en
lugar de obedecer ciegamente a sacerdotes intolerantes a y a tradiciones rígidas.
Carreteras abiertas, puentes resistentes y aeropuertos atestados sustituyeron muros, fosos
y vallas de alambre de espino.
El relato liberal reconoce que no todo va bien en el mundo, y que todavía quedan
muchos obstáculos por superar. Gran parte de nuestro planeta está dominado por tiranos,
e incluso en los países más liberales muchos ciudadanos padecen pobreza, violencia y
opresión. Pero al menos sabemos qué tenemos que hacer a fin de superar estos
problemas: conceder más libertad a la gente. Necesitamos proteger los derechos
humanos, conceder el voto a todo el mundo, establecer mercados libres y permitir que
individuos, ideas y bienes se muevan por todo el planeta con la mayor facilidad posible.
Según esta panacea liberal (que, con variaciones mínimas, aceptaron tanto George W.
Bush como Barack Obama), si continuamos liberalizando y globalizando nuestros
sistemas políticos y económicos, generaremos paz y prosperidad para todos.
[1]
Los países que se apunten a esta marcha imparable del progreso se verán
recompensados muy pronto con la paz y la prosperidad. Los países que intenten
resistirse a lo inevitable sufrirán las consecuencias, hasta que también ellos vean la luz,
abran sus fronteras y liberalicen sus sociedades, su política y sus mercados. Puede que
tome tiempo, pero al final incluso Corea del Norte, Irak y El Salvador se parecerán a
Dinamarca o a Iowa.
En las décadas de 1990 y 2000 este relato se convirtió en un mantra global. Muchos
gobiernos, desde Brasil hasta la India, adoptaron fórmulas liberales en un intento de
incorporarse a la marcha inexorable de la historia. Los que no lo consiguieron parecían
fósiles de una época obsoleta. En 1997, el presidente de Estados Unidos, Bill Clinton,
reprendió confidencialmente al gobierno chino diciéndole que su negativa a liberalizar
su política lo situaba «en el lado equivocado de la historia».
[2]
Sin embargo, desde la crisis financiera global de 2008, personas de todo el mundo se
sienten cada vez más decepcionadas del relato liberal. Los muros y las barras de control
de acceso vuelven a estar de moda. La resistencia a la inmigración y a los acuerdos
comerciales aumenta. Gobiernos en apariencia democráticos socavan la independencia
del sistema judicial, restringen la libertad de prensa y califican de traición cualquier tipo
de oposición. Los caudillos de países como Turquía y Rusia experimentan con nuevos
tipos de democracia intolerante y dictadura absoluta. Hoy en día son pocos los que
declararían de forma confidencial que el Partido Comunista chino se halla en el lado
equivocado de la historia.
El año 2016, marcado sin duda por la votación sobre el Brexit en Gran Bretaña y el
acceso de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos, fue el momento en que esta
marea de desencanto alcanzó los estados liberales básicos de Europa occidental y de
Norteamérica. Mientras que hace unos pocos años norteamericanos y europeos seguían
intentando aún liberalizar Irak y Libia a punta de pistola, muchas personas en Kentucky
y Yorkshire han terminado por considerar que la visión liberal es o bien indeseable o
bien inalcanzable. Algunas han descubierto que les gusta el antiguo mundo jerárquico y,
simplemente, no quieren renunciar a sus privilegios raciales, nacionales o de género.
Otras han llegado a la conclusión (correcta o no) de que la liberalización y la
globalización son un enorme chanchullo que empodera a una minúscula élite a costa de
las masas.
En 1938 a los humanos se les ofrecían tres relatos globales entre los que elegir, en
1968 solo dos y en 1998 parecía que se imponía un único relato; en 2018 hemos bajado a
cero. No es extraño que las élites liberales, que dominaron gran parte del mundo en
décadas recientes, se hayan sumido en un estado de conmoción y desorientación. Tener
un relato es la situación más tranquilizadora. Todo está perfectamente claro. Que de
repente nos quedemos sin ninguno resulta terrorífico. Nada tiene sentido. Un poco a la
manera de la élite soviética en la década de 1980, los liberales no comprenden cómo la
historia se desvió de su ruta predestinada, y carecen de un prisma alternativo para
interpretar la realidad. La desorientación los lleva a pensar en términos apocalípticos,
como si el fracaso de la historia para llegar a su previsto final feliz solo pudiera
significar que se precipita hacia el Armagedón. Incapaz de realizar una verificación de la
realidad, la mente se aferra a situaciones hipotéticas catastróficas. Al igual que una
persona que imagine que un fuerte dolor de cabeza implica un tumor cerebral terminal,
muchos liberales temen que el Brexit y el ascenso de Donald Trump presagien el fin de
la civilización humana.

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