Actual. Pedagog. ISSN 0120-1700. N.º 62. julio-diciembre del 2013, pp. 15-36
Hacia un mundo sin adultos. Infancias híper y desrealizadas en la era de los derechos del niño
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del docente, un adulto autónomo que sabe. Por lo tanto, la escolarización
consiste en un proceso de infantilización por una parte de la población, la
que será restituida en la escuela, pero como “alumnos”. Este proceso de
infantilización no opera solamente sobre niños: todo aquel que ocupe el lu-
gar de alumno, independientemente de su edad o del nivel educativo al cual
asista, deberá resignar su autonomía en cuanto a su saber y posicionarse en
forma dependiente y heterónoma frente a un docente que habrá de decidir
qué se enseña, cómo se enseña y para qué se enseña.
La escuela estaba para desterrar los saberes previos de los alumnos
y asegurarse de transmitir lo que ella consideraba que era el verdadero
conocimiento. La institución escolar moderna consistía (y consiste) en un
espacio de inscripción de saberes y poderes. A ella asistía un alumno cuyo
cuerpo inerme debía ser disciplinado, educado, formado, en función a una
utopía sociopolítica preestablecida y de acuerdo con ciertas pautas meto-
dológicas. La institución escolar era presentada como la institución que
venía a salvar a la infancia. El alumno le debía obediencia a su maestro,
pues era un ser indefenso, ignorante, carente de razón. El docente, por su
parte, era el encargado de guiar al alumno a una situación de autonomía en
la que la obediencia ya no fuera necesaria.
Hacia nales del siglo XIX, en Occidente no había dudas de que la
infancia debía ser una cuestión central del Estado, esto dio lugar a que se
realizara una verdadera política de administración masiva y centralizada
en el cuerpo infantil; de esta manera se realizó políticamente la teoría sobre
el cuerpo infantil. Toda política educativa implicaba tres acciones comple-
mentarias. Por una parte, debía establecerse; es decir, debía determinarse,
legalmente, el estatus jurídico y pedagógico de los cuerpos educables. Esto
fue expresado en leyes de Estado. En el occidente moderno, esta primera
forma de distribución e inclusión de los cuerpos se dirigió hacia la uni-
versalización de la escolarización, que pretendía un descenso de la mar-
ginación de la población pobre mediante el sistema educativo. Todos a la
escuela pública con el delantal blanco.
Obviamente, esta tendencia es legal —y, en este sentido, meramente
textual—. En ocasiones, algunos Estados podían llegar a encarar políti-
cas compensatorias para garantizar esta tendencia a la universalización
por medio del apoyo nanciero concreto, con el objeto de recolocar en las
instituciones a quienes debían estar jados a ellas, pero que con motivo de
factores exógenos a su funcionamiento (sociales y económicos, por ejem-
plo) debían abandonarlas.
Por otra parte, esta política de administración de los cuerpos se expre-
saba en la constante distribución y redistribución de estos en las institucio-
nes escolares de acuerdo con diferentes criterios. En la Didáctica magna de