2
¿Qué es aquello sobre lo cual vamos a reflexionar?
Comencemos con la primera pregunta ¿qué es precisamente aquello sobre lo que vamos a
discutir? Dijimos que nuestro objeto de estudio, aquello sobre lo que vamos a reflexionar, es la
ciencia o el conocimiento científico. Pero entonces ¿qué es la ciencia?
Esta pregunta es una de las tantas que discutiremos y problematizaremos en este curso. De
modo que no podemos formular aquí una respuesta taxativa. Aquí simplemente daremos algunos
indicios de la complejidad de la pregunta y de las posibles soluciones. Lo que ha de quedar claro
es que, de acuerdo a la respuesta que se ofrezca, a cuál criterio se privilegie, el conjunto de
aquellas actividades que tengan el título “científicas” variará.
En algún sentido, todos tenemos alguna idea sobre aquello que la ciencia es. Podríamos
aventurarnos a afirmar que la ciencia es aquel esfuerzo destinado a comprender y explicar el
mundo en que vivimos, comprendernos a nosotros mismos y a los otros. El problema con esta
aproximación es que, como podrá imaginar, esto no es una prerrogativa de la ciencia. Hay
muchos intentos de comprender el mundo que no estaríamos dispuestos a llamar científicos. Por
ejemplo, las distintas religiones han procurado esto y difícilmente las incluiríamos hoy en aquello
que es ciencia.
Podríamos dar un paso más, la ciencia surge como un esfuerzo por comprender el mundo en que
vivimos, por explicarlo, pero también por predecir y anticiparnos a los acontecimientos. Sin
embargo, esta respuesta tiene también dificultades. Por un lado, no es claro que cuando se trata
de ciencias que conciernen a la conducta humana sea factible llevar adelante predicciones. Por
otro lado, el tarot aspira efectivamente a adivinar qué nos depara el futuro y es al menos
discutible que cuente con estatus científico.
Pero entonces ¿qué tipo de actividad intelectual cuenta como ciencia? y, consecuentemente,
¿qué diferencia a la ciencia de otras maneras de investigar el mundo?, ¿qué diferencia a la ciencia
de la religión? Durante algún tiempo las esperanzas estuvieron depositadas en la idea de un
método propio y distintivo de las disciplinas científicas que permitiría distinguirlas de otro tipo
de actividades. Sin embargo, la empresa no era para nada sencilla. ¿Hay un único método
aplicable a las distintas disciplinas científicas? Suele hacerse una distinción, que dista de ser no
problemática, entre ciencias formales (aritmética, geometría, lógica matemática, etc.) y ciencias
fácticas, orientadas al estudio de hechos. Y entre estas últimas, se distingue entre: naturales
(química, física, biología, etc.) y sociales (economía, sociología, antropología, etc.). Pero ¿Se
procede de modo análogo en física, biología, química, matemática, sociología, economía, por
sólo mencionar algunas?
Tal vez podríamos decir que —excluyendo el caso de las ciencias formales— las ciencias fácticas
cuentan con cierta metodología común, los científicos no solo registran datos sino que formulan
hipótesis y construyen teorías para dar cuenta de los fenómenos. Y no se trata meramente de
postular teorías, esas teorías son testeadas mediante experimentos y observaciones.
Efectivamente la experimentación marcó un punto de quiebre en el desarrollo de la ciencia y
tuvo un rol central para que ésta decantara en el modo en que se practica en la actualidad. Sin
embargo, como suele remarcarse, la experimentación no es moneda corriente en las ciencias
sociales o humanas, ni tampoco en la astronomía, las cuales hoy son disciplinas de innegable
carácter científico. Por otra parte, desde fines del siglo XIX, no hay demasiado consenso en que
exista efectivamente tal metodología común.
Se ha propuesto también que para entender aquello que distingue a la ciencia de otras
disciplinas, es necesario hacer hincapié en que se trata de una actividad humana específica. La
ciencia se estructura socialmente de un modo particular, cuenta con dispositivos para la
reproducción y circulación de los conocimientos que genera, con mecanismos de reconocimiento