esté totalmente
consagrado
al médico, locales
que permitan aislar las diferentes
variedades
de alienados entre sí,
sustraer
a los idiotas de
la
mirada, espacio, posibilidades
de
trabajo
para
los
enfermos.
En
suma,
el asilo debe ser un cen-
tro de reeducación modelo y “panóptico”
27
en el
que la
sumisión es
el primer paso
hacia
la cura;
como lo hemos visto
anteriormente,
una educa-
ción mal hecha predispone a la locura; en el
asilo,
por el
contrario
el
sujeto adquirirá una
educa-
ción modelo que se prolongará en los consejos
profilácticos para evitar una recaída.
Vemos nuevamente perfilarse aquí las posi-
ciones,
éticas esta
vez, de los Ideólogos: su mo-
vimiento es
esencialmente
filantrópico y social.
En todos los dominios apunta a una reforma de
las
costumbres,
a una sociedad sana y reglada,
lejos de la
decadencia
del Ancien
Régime
o del
tumulto revolucionario.
Creyeron
un
instante
ha-
ber encontrado en el primer cónsul al hombre
que
realizaría sus grandes
proyectos
sociales.
De
todas maneras, estuvieron en el origen de un
vasto movimiento de asunción y de regulación
del espacio social, por ejemplo, en el dominio
de las prisiones
28
.
Para
concluir,
comentaremos
la posición de Pi- nel
en relación a la
anatomía
patológica de la alie-
nación mental.
Esta
posición
está determinada
p
or
su
desconfianza
hacia los
sistemas
explicativos.
Como reacción contra la opinión más corriente
de la época
29
, Pinel
rechaza
las
teorías
que dan
cuenta de la locura por un daño material en el
cerebro, o más bien
rechaza
la extensión a todo
caso
de locura de
algunas constataciones aisladas:
las
autopsias
que practicó no le mostraron nada
contrastante
ni
específico;
si existían
lesiones,
e-
llas podían
deberse
a la
enfermedad
que
causó
la
muerte
y no tener ninguna relación con la locura,
le
sucedió encontrar lesiones
en
personas
que no
habían
presentado manifestaciones delirantes;
fi-
nalmente,
la
mayoría
de las
veces
ninguna lesión
era perceptible en la locura. Concluye
entonces
que
es probable
que en la
inmensa mayoría
de los
casos (exceptuados
los idiotismos congénitos en
los que una malformación
cráneo-encefálica
le
parece frecuente), la locura
está
exenta de daño
material del cerebro.
Esta
toma de posición tiene
una
primera consecuencia,
la de proporcionar
a
la
idea de la curabilidad de la locura una
base
teó-
rica: el cerebro no está dañado, la mente sola-
mente está alterada en su funcionamiento, de
donde surge la acción posible del tratamiento
moral y la curabilidad potencial de la locura en
una proporción que estima muy
elevada
(cf. se-
gunda edición, p. 444 a 452), al menos para la
manía y la melancolía no complicada. En la de-
mencia y el idiotismo las curas son raras: el
entendimiento está tan disociado que el sujeto
permanece inaccesible a las percepciones ex-
teriores y, por lo tanto, a las influencias exterio-
res; éstas son sin embargo, posibles, especial-
mente en el idiotismo adquirido,
mediante
el uso
del tratamiento físico estimulante. Pinel se yer-
gue
así
contra el dogma de la incurabilidad de la
locura, bastante extendido en esa época, y es
esto lo que hace que le otorgue tanta importan-
cia a la “manía” intermitente que constituye el
tema de su primera memoria psiquiátrica (1797);
aquélla que versa sobre el tratamiento moral, y
no
es
una
coincidencia, es
del año
siguiente
30
;
la
intermitencia
es,
en efecto, el modelo y la prue-
ba de la curabilidad.
Precisemos
que la “manía”
intermitente tiene aquí el sentido amplio de alie-
nación mental; Pinel no ha separado, todavía,
sus
categorías
nosológicas: cita allí, por ejem-
plo, cinco
insensatos
aquejados de una suerte
de obliteración de las facultades del entendi-
miento o de lo que se puede nombrar una “de-
mencia
de imbecilidad” (primera edición, p. 39).
Se
trata del género de casos que denominará
más
tarde idiotismo adquirido:
¡aquí
lo da como
ejemplo de manía intermitente!
Entonces,
no se
puede comprender aquí manía más que en el
s
e
n
tido
amplio de locura, es lamentable que Pi-
nel mismo, en la memoria nosológica de
1799,
31
remita, en el parágrafo sobre la manía (esta vez
en el sentido restringido), a la memoria sobre la
manía intermitente para
establecer
el
carácter
tí-
pico de un acceso de manía periódica para la
manía en general.
Es
probablemente este géne-
ro de imperfecciones debidas a la constitución
heterogénea
de la primera edición del tratado
(cf. más arriba y G. Swain) lo que llevará a su
reestructuración
completa en la
segunda
edición.
Pero, esta desconfianza hacia
la
anatomía
pa-
tológica
tendrá
una
consecuencia más
importante