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Sirva de ejemplo de este modo de pensar en los sistemas educativos una frase de un
pedagogo del siglo XVII llamado Julien de Paris. Él escribió:
“Sólo la educación puede ejercer a la larga una influencia decisiva y radical sobre la regeneración
del hombre, la mejora de las sociedades, la verdadera civilización y la prosperidad de los estados.
Cada generación, si se confiase a maestros dignos de su misión, debería ser la continuación
perfeccionada de la generación a la que sustituye. De esta forma la especie humana progresaría
firme y seguramente en el amplio camino del progreso en el que la organización social, prudente y
firmemente constituida, no correría el peligro de funestos trastornos, crisis periódicas y espantosas
catástrofes que con demasiada frecuencia la envían a caminos retrógrados”.
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Pueden observarse algunos pasajes interesantes en la cita, como por ejemplo la
referencia a la regeneración del hombre y la mejora de las sociedades. Y es que fundar
un orden supone también decidir de antemano cómo debe ser regida la vida de las
personas y qué significa una “verdadera civilización”. Y escribo “verdadera civilización”
entre comillas porque, obviamente, es difícil (y también bastante peligroso) decidir
cuál es la “verdadera” civilización, el “verdadero” modo de vida, los “verdaderos”
valores, que deben regir la vida en común. ¿A quién le tocará ser “verdadero”? ¿A
quién le tocará ser “normal”? ¿A quién le tocará, una vez fundado un orden, ser
considerado un “camino retrógrado”? Por otro lado, como señala Jason Beech, esta
frase revela una notable confianza en el progreso de la especie humana a través de la
educación. Esa confianza, diríamos, descansa en el poder de un orden que ha sido
instaurado, fundado, establecido.
Estas preguntan van mostrando algo sobre las razones por las que la idea de fundar un
orden, aunque absolutamente necesaria y vigente en nuestros días, es una idea
problemática que ha generado otras dos grandes racionalidades o modos de pensar,
que describiré a continuación.
El ideario del orden fundante ha sido criticado, y mucho. De hecho, el modo en que
habitualmente se hace referencia a este pensamiento es como “tradicional”. Aquí se ha
procurado no llamar “tradicional” a este modo de pensar la educación, porque de ese
modo ignoramos sus fuerzas fundamentales, que no consisten en “conservar lo viejo”,
sino en crear algo nuevo y poderoso, eficaz, abarcativo. Incluso cuando se le hacen
muchas críticas, la energía del orden fundante es imprescindible para crear o
transformar cualquier sistema social. Es una forma de pensar la vida en común que
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Tomado de: Beech, J.: "El malestar en la docencia: lidiando con los nuevos discursos acerca de la identidad nacional, en
Brailovsky, D. (comp.): Sentidos perdidos de la experiencia escolar. Angustia, desazón, reflexiones, Buenos Aires:
Novedades Educativas, col. Ensayos y Experiencias, 2008. Una versión digital puede hallarse en:
http://www.igualdadycalidadcba.gov.ar/SIPEC-CBA/publicaciones/documentos/Jason_Beech-
El_malestar_en_la_docencia.pdf o en http://goo.gl/zS2yvV